TRILLIZOS
Según había escuchado a los médicos, estaba en coma y no se enteraba de nada de lo que ocurría a su alrededor.
No podía decirles que se equivocaban, no podía mover un solo músculo de su cuerpo. Tan solo podía mover de forma imperceptible las pupilas de sus ojos, que permanecían siempre abiertos.
Todos los días recibía la visita de su hermano. Era el mejor momento del día, o quizá sería mejor decir el único momento bueno. Siempre le cogía la mano izquierda y le hablaba sin parar. Algunas veces, cuando coincidía en la habitación con el médico, este le decía "no puede oírle", pero a su hermano le daba igual lo que le dijeran. Él seguía apretando su mano y contándole las cosas que le habían pasado ese día.
Siempre habían estado muy unidos los tres. Fueron trillizos, pero desgraciadamente, uno de ellos había muerto hacía un año.
--¿Recuerdas cuando íbamos los tres juntos por la calle? Todo el mundo nos miraba con asombro -le decía su hermano en muchas ocasiones. Notaba que sonreía, pero a continuación, lloraba inconsolablemente. En esos momentos lamentaba más que nunca no poder, ni siquiera, corresponder con el apretón de su mano.
Un día, antes de recibir la visita diaria de su hermano, notó que empezaba a perder la consciencia "Ha llegado el final" pensó, pero pasado un tiempo, no podría precisar cuanto, volvió a notar una presión en su mano. Le sorprendió que en esta ocasión estuviese en el lado derecho. Dudó que fuese él y se esforzó por mover las pupilas en su dirección. Le tranquilizó ver la cara sonriente de su hermano, pero le extrañaron sus palabras.
--¡Por fin! Que solo he estado este último año.
José Luis Guerrero Carnicero.
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