A
Athenea SA_AS


Epiphany 1. Ventiséis años han pasado desde el final de los tiempos oscuros. Las guerras en Hogwarts, el lugar más seguro del mundo, no cesan. Un nuevo peligro esta a punto de llegar al Mundo Mágico; donde los buenos no son tan buenos y los malos son peor. Entre todo este lío, una pasión entre Albus Potter, el mediano de los hijos de Harry Potter y Elaia Malfoy, hija menor de Draco Malfoy, nace. Incapaces de resistir a esa inexplicable conexión que hay entre ellos. ¿Os atrevéis a descubrir lo que pasa después de veintiséis años de fingida paz?


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Capítulo uno.


-ALBUS-

Ser el hijo mediano de Harry Potter no era tarea fácil. Mi hermano mayor lo había tenido siempre más fácil que yo. James Sirius era perfecto a ojos de toda la familia, pero yo conocía su verdadera personalidad. Era mandón, arrogante, y si cabe más chantajista que nadie que hubiese conocido nunca, era la persona más manipuladora del mundo. Nunca nos llevamos bien, y probablemente no lo haríamos. Él era la viva imagen de mi abuelo, con la malicia que le caracterizó antes de conocer a mi abuela. Sin embargo, mi hermano iba a peor con los años, en lugar de mejorar. Era moreno, no demasiado alto, desde luego se parecía a mi padre, de hecho ambos necesitaban gafas, sus ojos eran del color de la tierra húmeda. Su mirada podría petrificarte si quería, era la misma mirada de mi madre cuando se enfadaba. Ginny Weasley nos había criado a mí y a mis hermanos desde el respeto y la comunicación, sin embargo el genio de su madre solía aparecer cuando su paciencia se colmaba. Aunque con tres niños que se llevaban poca diferencia de edad y dos de ellos que no se toleraban mucho… Sus nervios solían irse cuando mi padre se iba a trabajar. No la culpaba. Lily Luna, además de ser más parecida a mi madre que ninguno de los tres, era menuda y muy pecosa. Su piel era pálida, lo cual hacía resaltar muchísimo más sus pecas, e incluso tenía el mismo cabello rojo fuego y rizado de mi madre, e incluso su misma mirada. El distinto de mi casa era yo. Era alto como mis tíos, mi pelo era de color azabache, y no había ni rastro del marrón oscuro en mis ojos, sino que eran verde esmeralda, como la hierba recién cortada. Podría decir que estaba cortado por el mismo patrón que mi padre, pero era mucho más alto, y mis facciones eran incluso más marcadas que las suyas.

Aun así, el verano estaba siendo alucinante. Rumanía, partidos con mamá, mis primos, días cocinando con la abuela, entrenando con Scorpius entre viaje y viaje… Aprender sobre la profesión de mamá y del tío George… Incluso viajes a Francia con el tío Bill y Fleur. Todo este ajetreo estaba despejando mi mente, mi dilema sobre qué estudiaría al acabar este último años en Hogwarts. A pesar de no ser el mejor alumno de la escuela, había pasado los exámenes con la nota justa para intentar estudiar algo que me gustase. No quería ser auror, como papá, y no sabía si superaría las pruebas de Quidditch con la suficiente destreza como para entrar en la academia. Siempre quedaba la opción de ayudar a George con la tienda, o estudiar dragones con James. Definitivamente, no. No quería seguir estando a la sombra de mi talentoso hermano, James Sirius Perfecto Potter. ¿Había algo en lo que no fuese mejor que yo? No toleraba a mi hermano, y estaba cansado de intentar ser tan bueno como él.

De hecho durante larga parte de mi vida se dedicó a hacerme ser su esclavo, hacer sus tareas durante toda su estancia en Hogwarts, sin embargo, mis calificaciones no eran de las mejores de mi curso ni de lejos. No contentos con eso, me la tuvo jurada desde que yo pude entrar en el equipo de quidditch en primer curso, hecho que solo se dio con mi padre anteriormente. James quería destacar en todo, ser el mejor bromista, el mejor deportista, la mente más prometedora del mundo, lo quería todo sin mover un dedo. No obstante, yo me entrené durante años, aprendí a volar casi al mismo tiempo que supe caminar, el deporte era mi pasión en todas sus formas y manifestaciones. Me daba igual golpearme con alguien, bailar, volar… Mientras hubiese movimiento. De hecho, a parte del quidditch, mi mayor ejercicio era con Cassandra Greengrass. Era todo lo contrario a lo que se esperaba de la hija de Daphne Greengrass, pero teniendo en cuenta que su padre era búlgaro y que era su viva imagen. Su cabello era tan oscuro como el mío, lo llevaba en una larga melena más allá de su cintura, la cual era tan estrecha que apenas podía creer que fuese real. Era de las más altas de las chicas que me rodeaban, llegaría probablemente al metro setenta de altura, en comparación conmigo seguía siendo bajita, dado que de algún modo alcancé algo más de metro ochenta de altura, lo cual significaba que casi todos a mi alrededor tenían que inclinar la cabeza hacia arriba para mirarme a los ojos. Cassandra, o Cassie como yo solía llamarla, fue la primera chica con la que tuve un encuentro íntimo, y la que más frecuentaba mis sábanas. Ninguno quisimos nunca nada serio con el otro, por lo que era sencillo, nos acostábamos y ya. A parte, era la mejor amiga de mi prima Rose Granger-Weasley, quien no era precisamente la persona más agradable del mundo. Era físicamente muy atractiva, casi de alta como su amiga Cassie, de piel rosada y pecosa. Sus labios eran muy carnosos, lo cual era uno de los rasgos más destacados de su rostro, a parte de su cabello rojo fuego, rasgo característico de la familia Weasley, del que yo carecía. Exceptuando mi espalda, que se llenaba de pecas con el sol.

Algo se echó sobre mi espada, o mejor dicho, alguien. La revoltosa de mi hermana siempre intentaba tirarme al suelo como pudiera, pero no contaba con el hecho de que pasaba entrenando la mayoría de mi tiempo libre, y triplicaba su fuerza. La agarré y salí corriendo, llamando a mi escoba por el camino, salté sobre ella con Lily sobre mi espalda, gritando. Estaba claro que no se iba a caer, que no la dejaría caer. Solía llamarla Lilu, como apodo por sus dos nombres Lily Luna. Al menos era menos gracioso que mi nombre en si, a pesar de que mi padre siempre decía que era el nombre de los dos hombres más sabios que jamás conoció. Amaba a mi familia por encima de todo. Aunque discutiera con James, mis hermanos, padres y abuelos eran lo más importante para mí. Incluso por encima de mí mismo. La abuela siempre decía que en eso era exactamente igual a ella y a mi madre. Tras asustar a Lilu un ratito, descendí despacio y la puse en tierra firme. No parabamos de reír, hasta que mamá salió con el gesto serio y los brazos en jarra sobre sus caderas. Esa mirada significaba problemas.

—¡ALBUS SEVERUS POTTER Y LILY LUNA POTTER!—vociferó—¡¿CUÁNDO PENSÁIS ACABAR VUESTRO BAÚL?!

Mañana sería mi decimoséptimo cumpleaños, y después de eso, tomaríamos el expreso a Hogwarts.

No recordaba cuando conocí a Scorpius Malfoy. Era mi mejor amigo desde que nacimos. Nuestros padres, a pesar de su rivalidad antes de la guerra, fueron amigos tras ella. Tan amigos que incluso mi hermano mayor llegó a conocer a Astoria Greengrass, no se acordaba, pero había fotos que lo demostraban. Mi madre y Astoria se llevaron muy bien, e incluso hubo fotos de ambas juntas, embarazadas. Para ese entonces, ambas tenían un embarazo de unos seis meses aproximadamente, el bebé sería de la edad de James, si hubiese llegado a nacer. Así como también había fotos de nuestras madres embarazadas de nosotros. E incluso una en la que Scorpius, James y yo abrazábamos a una sonriente y embarazada Astoria.

No conocía mi vida sin Scorpius y Elaia Malfoy, así como tampoco la conocía sin los gemelos Scammander y su hermanita. Luna Lovegood fue quien le dio el segundo nombre a mi hermanita, por lo que había tantas fotos de las tres juntas, con Hermione Granger… eran abrumadoras. Quién iba a decir que la hija mayor de mi tío Ron sería tan odiosa como era mi prima Rose.

—¡Capi!—gritó mi hermana entrando de golpe a mi habitación, donde yo recogía mis cosas con cuidado— ¡Tenemos que irnos!

—¿Dónde narices quieres ir, peque?— dije terminando de cerrar mi baúl.

Mi habitación no era la más grande del mundo, pero era mi santuario. Dado que vivíamos en Grimmauld Place, estábamos a salvo de toda persona que nos buscase debido al trabajo de mi padre, como jefe de la Oficina de Aurores, era un trabajo complicado, te ganabas muchos enemigos y Harry Potter ya tenía de por si. Ese era uno de los motivos por los que jamás querría ser auror, a pesar de presentar todas las aptitudes necesarias para serlo. Otro de los motivos por los que vivíamos en el número doce de Grimmauld Place, era porque mi madre era deportista de élite, no quería que su vida personal interfiriese en la profesional, por lo que era la mejor forma de estar seguros de los paparazzi de Corazón de Bruja. Además, mi padre quiso mantener la casa de su padrino, tras algunas reformas para hacerla más cómoda para nosotros. Incluso puso un pequeño gimnasio en un cuarto vacío, donde pude entrenar cuando no hacía tiempo para ir a La Madriguera a disfrutar del enorme jardín de casa de mis abuelos. Y de mi abuela, Molly Weasley, la mujer más sabia y fuerte del mundo, mi pilar. Mis primos siempre decían que yo era el ojito derecho de la abuela, y no me arrepentía de eso, de hecho reconocía lo que era, dedicaba muchas horas al día cuando no estaba en Hogwarts a pasar tiempo con ella, escuchándola, ayudándola a todo lo que necesitase y jugando al ajedrez mágico con ella. Mi madre siempre decía que era una estampa maravillosa, ver como su madre sonreía tan ampliamente, sobre todo con lo que ocurrió en la guerra… Ella extrañaba mucho al tío Fred, hablaba de él con un brillo abrumador en su mirada, pero ese brillo se volvía calidez cuando alguno de sus nietos pasaba tiempo con ella, y desde bebé siempre fui yo el que quiso pasar todo el tiempo del mundo con mi abuela.

—Hemos quedado con James en un sitio, acompáñame—dijo tirando de mi mano como pudo.

—No me apetece ver a tu hermano...—murmuré quedándome quieto, sabiendo que no podría hacer nada contra mi peso.

—También es tu hermano, y es una sorpresa, ven, idiota—hizo pucheros, sabiendo que no me negaría a acompañarla.

Me dejé vendar los ojos y guiar por mi hermanita, la cual estaba compinchada con mi madre. Eso no me daba buena espina, pero no me quejé. En algunas horas cumpliría mis diecisiete años, por lo que sería mayor de edad a todos los efectos, es decir, podría hacer magia fuera del colegio, y pronto me graduaría para cumplir mis sueños. Mi sueño de ser jugador profesional de quidditch. Noté la mano de mi madre en mi otro brazo, y después vacío. El olor que inundó mis fosas nasales era muy familiar. Estaba en la mansión de los Malfoy, reconocería el olor a tierra mojada y jazmines desde kilómetros de distancia. Había pasado demasiado tiempo en esa casa como para no saber a qué olía cada rincón de la mansión estilo victoriano que se alzaba frente a mí. Me llevaron a tientas hacia lo que reconocí como el jardín trasero, donde se encontraban la enorme maqueta de barco del siglo XVIII de Scorpius, una gran piscina y un laberinto cuya historia de amor contaba la abuela Narcissa Malfoy a todas horas. Se suponía que si entrabas al anochecer, a medianoche, encontrarías al amor de tu vida allí. Cuentos de fantasía.

—Feliz mayoría de edad, Maddog—dijo Scorpius al quitarme la venda. Todos mis amigos estaban allí.

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Esperamos que os guste esta historia casi tanto como a nosotras escribirla.

Somos dos autoras y amigas a las que les encanta el mundo de Harry Potter y su tercera generación y esperamos que os guste la primera parte de la saga Epiphany. Cada viernes tendremos actualización de nuestra pareja a la que llamamos Elbus. Elaia Malfoy es una creación de una de nosotras pero en ella esta un poco de ambas autoras.

Muchos de los personajes(o los no-canon) son de nuestra creación y esperamos de todo corazón que os gusten:)

Besitos de nuestra parte:3

6 ноября 2020 г. 23:25 0 Отчет Добавить Подписаться
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