fepereyra Federico Pereyra

Algo se oculta en las profundidades de un gran almacén de ropa y Sabrina como buena guardia de seguridad deberá enfrentarse a ello, sin embargo lo que se encuentra sumido en las sombras puede no ser lo típico del trabajo.


Короткий рассказ Всех возростов.

#terror #horror #maniqui
Короткий рассказ
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El Maniquí

Sabrina miró por enésima vez su reloj de pulsera en los últimos cinco minutos, estaba ansiosa por poder estirar los pies de nuevo, llevaba más de cuatro horas sentada junto a Johan mirando las imágenes en blanco y negro que mostraban los monitores del almacén, como era usual nada sucedía allí. Por fin dieron las once de la noche y la joven guardia de seguridad se levantó de su asiento, estiró sus brazos y piernas, bostezo y le dirigió unas palabras a su compañero.

ㅡ Voy a hacer la ronda por el depositó y a comer algo. ¿Quieres que te traiga algo?ㅡ

Johan negó con la cabeza y continuó sumergido en su juego del celular.

Sabrina cogió del mostrador la linterna, la encendió para verificar que todo funcionara correctamente y emprendió viaje a través del pasillo que llevaba al ala este del edificio. Sus únicos compañeros durante las rondas eran el repiquetear de sus zapatos lustrados sobre las losas de granito gris, la linterna y el ronroneo de los tubos de luz, a ella no le molestaba en lo absoluto, tenía un momento de soledad y de descanso de los sonidos de tiros del maldito videojuego de Johan, pero pasaron por allí muchos guardias que encontraron sobrecogedor aquel silencio y los largos paseos en la oscuridad y que finalmente renunciaron. Ella no los comprendía, era dinero fácil nunca sucedía nada allí por lo que uno podía echarse alguna que otra siesta durante su turno, muchos se iban asustados por juegos de sombras y por los paseos nocturnos de alguna que otra rata inmunda, pero ella sabía que no había nada que temer allí.

Cruzó tres pasillos y giró a la izquierda para llegar a la expendedora de bebidas, rebusco entre sus bolsillos y sacó todo su contenido, algunas monedas, una pelusa grande y gris, un boleto del autobús y un arrugado billete, cogió las monedas y las insertó en la máquina. Cada moneda al caer pareció hacerlo desde la cima de una montaña, el profundo silencio aumentaba todo sonido y el eco del corredor vacío duplicaba el estruendo. Se decidió por una gaseosa de limón y pasó a la expendedora de alimentos donde compró una bolsa de frituras sabor panceta, se sentó en unas butacas que habían junto a las expendedoras y abrió la botella de gaseosa que la baño en refresco y le ensució toda la camisa blanca.

ㅡ Malditos hijos de perraㅡ Vociferó la guardia y hubiese golpeado a su compañero de haberlo visto riéndose al verla por las cámaras de seguridad.

Bebió un trago y el azúcar la revitalizó un poco, abrió el paquete de frituras y olió el exquisito sabor a panceta de su contenido, tomó una papa y tras un sonoro crujido de sabor se dedicó a degustar su pequeño tentempié. Habiendo terminado su comida y tras un sonoro eructo la joven guardia de seguridad continuó su camino hacía los depósitos.

Minutos después se había internado en las oscuras profundidades del depositó número siete, el más grande de los almacenes. Miles de cajas y paquetes se elevaban casi quince metros y las moles de hierro que los sostenían se extendían decenas de metros en largas hileras de estanterías ensombrecidas. Las únicas luces allí eran la tenue luz azulada de la luna que se colaba por los estrechos y altos ventanucos que era acompañada por la de la cálida luminiscencia de su linterna, la cual movía de un lado a otro en búsqueda de cualquier intruso que se hubiese colado al establecimiento.

ㅡ Nada por aquí, nada por allá y nada por maracuyáㅡ Iba repitiendo la chica mientras revisaba los rincones y pasillos ㅡ Llevo aquí dos años y lo único que he encontrado aquí además de ropa cara son ratas, este trabajo es pan comidoㅡ Hablaba consigo hasta que escucho un pequeño sonido, con su linterna por delante se dirigió a buscar la fuente, un par de góndolas más adelante vio como caía una pequeña caja de cartón vacía de uno de los estantes.

ㅡ Alto ahí, identifiqueseㅡ No hubo respuesta. Sabrina se acercó lentamente con la mano en su arma, preparándose para lo peor. Dobló en la esquina del estante y allí vio la fuente de aquel ruido, una enorme rata gris roía unas gastadas y viejas telas descoloridas.

ㅡ Tanto dinero y no pueden contratar un buen exterminador, debería presentarles a mi primoㅡ La guardia de seguridad se tomó un momento para bajar sus pulsaciones y encendió un cigarrillo al cual le dió unas cuantas pitadas antes de proseguir la ronda por el almacén.

El resto de su ronda sucedió en sepulcral silencio y en la opresiva oscuridad de la noche, sin embargo al terminar de asegurar el almacén no retorno con su compañero sino que se dirigió a un grupo percheros que exponían una gran cantidad de prendas envueltas en bolsas de plástico transparente. Revisó la planilla que tenían colgando y vio que eran parte de la nueva colección de la empresa, leyó por completo la hoja de papel y sonrió al ver que al final de esta no se encontraba ni la firma ni el sello del encargado, la ropa recién había llegado a los almacenes y aún no había sido inventariada.

ㅡ Es hora de hacer unas comprasㅡ Susurro la joven mientras se quitaba la áspera camisa blanca dejando al descubierto su torso desnudo, tan solo cubierto por un brasier de encaje celeste, dejó la camisa en un viejo maniquí que estaba cerca y comenzó a curiosear las prendas, pasó algunos pantalones y faldas para finalmente decidirse por unas blusas. Una era de la más elegante seda y de un bellísimo color lavanda, la otra era beige con bordados de flores, se probó la primera frente a un espejo que se usaba para pruebas en el almacén. Le quedaba perfecta, se aliso la tela y sonrió encantada, miro la otra blusa.

ㅡ Esta será para Angela, de seguro le gustaraㅡ No era la primera vez que le llevaba ropa a su novia, ella no le reprochaba nada, amaba la ropa y esta le costaría medio sueldo en cualquier tienda.

La joven miró su reloj y vio que se le hacía tarde, guardó la blusa para su novia en una bolsa que había allí y se quitó la que tenía para guardarla en el mismo lugar. Dejó caer la bolsa en el suelo y fue a tomar su camisa del maniquí en la cual la había dejado pero este ya no se encontraba allí, su camisa cogía polvo en el suelo junto a unas sucias pisadas de unos pies descalzos. Sabrina cogió rápidamente la camisa, la sacudió y a gran velocidad abotono un par de botones para no quedar expuesta.

ㅡ ¿Johan eres tu? Maldito pervertido esto no tiene graciaㅡ

Un estruendo detrás de ella la sobresalto y el corazón casi se le sale del pecho. Repitió la pregunta y nuevamente no tuvo respuesta. Pero había algo allí, vigilándola en las sombras, acosandola, acechándola como un león a una gacela en la sabana.

Otro ruido detrás de ella, ahora fue como si algo metálico rodara por el suelo, Sabrina desenfundo su arma y se dirigió hacía el lugar del sonido.

El cielo se había nublado por completo y la escasa luz que antes irrumpía por las pequeñas ventanas ahora era casi nula, convirtiendo al silencioso almacén en una enorme zona de oscuridad opresiva. Sabrina era capaz de escuchar su corazón bombear sangre a velocidades que nunca había alcanzado. De pronto otro ruido detrás de ella, esta vez más cerca, hizo que su corazón se parara por un instante y que su cuerpo se paralizará casi por completo. El silencio volvió a ser desgarrado por otro sonido, esta vez más aterrador, pasos, pasos que se acercaban lentamente hacía la guardia de seguridad. Pero esos pasos no sonaban como pasos normales, sonaban rigídos como si los pies que los producían no fueran de carne y hueso, como si fueran de algún material duro, además había algo sospechoso en la cadencia, no sonaban como si fueran dos pies caminando normalmente sonaban a destiempo y con intervalos irregulares, casi, casi como si fueran más de dos pies que andaban hacía ella. Pero eso no podía ser cierto, pensó sabrina. Nadie tiene más de dos piernas, ese pensamiento más que tranquilizarla la puso aún mas agitada, quizás a lo que se enfrentaba no era humano, los pasos cesaron de pronto.

Sabrina auno todas sus fuerzas y sin parar de temblar giró sobre sus talones y con una velocidad propia de una persona por cuya sangre corren enormes cantidades de adrenalina jaló dos veces el gatillo. Los destellos del arma iluminaron brevemente con una potente luz amarilla frente a la joven, pero no había nada allí sin embargo algo se movía por las estanterías sobre su cabeza, disparó contra la fuente del sonido y en el breve destello logró vislumbrar una figura humanoide que corría por las estanterías asemejándose a una araña antropoide, repitió el disparo, esta vez acertó y su perseguidor gruño de dolor, en aquella fracción de luz logró ver que la acosaba. Un ser de tres metros de altura y de color blanco retorcía sus diez miembros, produciendo grotescos chasquidos que helaban la sangre, pero lo peor eran sus cinco cabezas con sus rostros o la casi falta de ellos. En sus cabezas no habían ojos, solo la pequeña oquedad que los simulaba en los maniquíes, una nariz falsa y una enorme boca cubierta de filosos dientes cónicos cubiertos de espesa saliva.

La joven vació su cargador contra la criatura y como si el tiempo se ralentizará con cada destellos vio como cuadro tras cuadro la boca de una de las cabezas se dirigía hacia ella y como lentamente se cerraba en su pecho.

Minutos más tardó Johan arribó al lugar de la desgracia y todo lo que pudo ver fue un charco de sangre y restos de carne rodeado por cinco maniquíes salpicados por el líquido carmesí.

29 августа 2020 г. 14:14 0 Отчет Добавить Подписаться
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Об авторе

Federico Pereyra Soy un estudiante de ciencia amante de la escritura y los monstruos. Aquí podrán encontrar toda clase de relatos sobre terror, fantasía y ciencia ficción.

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