Ídolos Подписаться

Algo que he aprendido con la vida, es que no hay personas mejores ni peores que otras. Todo depende de los valores morales de los demás y si bien, podemos estar de acuerdo en que por ejemplo matar es malo, también tenemos que abrir un poco más la veda de qué es aceptable y qué no lo es, ya que no todo es universal en la vida.

Es así el caso de las personas “talentosas”, las cuales parten de una capacidad por encima del promedio para desempeñar cualquier tarea. Música, oratoria, idiomas, escritura; hasta sonreír hace parte de aquellas cosas en las que se puede tener talento. El problema es que mucha gente no entiende hasta dónde llevar el fanatismo por las personas talentosas; muchas de ellas, sin si quiera saber qué significa la palabra talento.

Quiero que se me entienda bien: el hecho de que una persona sea buena ejecutando alguna tarea, es digno de celebrar. Merece elogios y reconocimiento (y por qué no, dinero también), pero no por ello tienen que considerarse perfectos. Estamos viviendo, precisamente, en una época en la que “humanizar” a los demás está bien visto y la verdad me parece bien, pero quisiera aplicarlo a todos sin excepción: principalmente porque evitamos dañar a los dos bandos que practican estas idolatrías.

Por un lado, siento que nos influenciamos tremendamente por las redes. Es la comparación más inmediata (e injusta) que podemos buscar, y por ello la encontramos tan seductora y adictiva. El problema es que, por una cuestión simplemente humana, decidimos poner nuestros mejores momentos en aquellos baúles. Esto no es malo, pero sí nos puede causar una que otra tristeza el ver que “esta gente es perfecta y yo no”.

Y bien, ese es el discurso que ya nos sabemos de memoria, pero quiero hablar de otra cosa. Cuando muchas personas te empiezan a decir que eres perfecto, empiezas a idealizarte a ti mismo de múltiples maneras: he visto el caso de que hasta los mismos artistas se comparan con sus versiones idealizadas. Y ahí es donde quiero llegar.

Muchas veces se crea una cara en redes que nunca resulta ser la real, y es entendible. Si fuera 100% real, nadie tendría vida de tanto publicar. El problema viene cuando nos acostumbramos a ver a las personas como hamburguesas del McDonalds, todos en busca de un semidiós que termina no existiendo. A esta respuesta desenfrenada, el idolatrado tiene dos opciones: o bien; se cree que es 100% perfecto e interpreta sus errores como excentricidades, o bien; termina sufriendo porque piensa que debe ser más exitoso “de lo que ya es”.

Esto termina minando la confianza del artista, que acaba con una percepción distorsionada de la vida. Alabando conductas que pueden generar daño a los demás en su vida personal (saliendo de los límites del arte), ya sea de egocentrismo o de baja autoestima. Y ojo: con esto no quisiera generalizar, ya que hay un selecto grupo de personas que saben llevar estar cosas y que terminan sin daños mayores, pero son un grupo muy pequeño, más en una sociedad en la que la educación emocional ni se plantea: precisamente cuando esta época no se trata solamente de salud física, sino principalmente de salud mental.

Al final, sólo soy un escritor haciendo un ensayo: ni psicólogo soy (porque no he terminado), así que no puedo dar soluciones definitivas. Pero desde mi humilde opinión, debemos dejar de idealizar a las personas sólo porque se desempeñan bien en una tarea. Eso no las hace ni mejores, ni peores personas. Sólo las hace personas disfrutables, y hay que tratarlas como eso. Ni más, ni menos.