Si tuviera 14 años menos, probablemente estaría pensando en muchas cosas, excepto en mis tareas. Saldría a jugar con mis amigos a jugar, y me entraría a la casa a las 7 de la noche. Tendría mis amigos, y con ellos, hablaríamos de temas serios como por ejemplo “que carro es más rápido en el nuevo Juego de Play Station”. Y así todo el año.
O bueno; todo el año no. Habría una época en concreto que nos fascinaría por igual, y en concreto, un día en el que nos volveríamos locos. Ese día en el que Papá Noel, con sus renos y su bolsa, les deje el regalo a mis padres (porque chimenea no había) y posteriormente se vaya rápidamente a otra casa, o a otro país.
Esa felicidad de romper el papel regalo era lo mejor del mundo. Recuerdo que me compraban unos juguetes bastante elaborados (aunque no por ello buenos) que costaban bastante. Tenía que enviarle una carta a mis padres para que ellos la enviaran al Polo Norte, especificando qué juguete quería para esas navidades. Medio irónico, pensando que ahorita escribo cartas especificando qué cosas no quiero para mi vida.
Siempre quise conversar con él. Preguntarle por qué hacía eso, por qué era tan buena persona, y lo más importante, por qué no me traía todos los regalos, sino uno solo. O como mucho, dos.
Y ahorita que estoy más mayor (aunque tampoco mucho), veo que se alejó de mí. Como las ex parejas que stalkean a su desamor, me puse a pensar en aquel personaje que siempre me trajo regalos, y creo que ahí entendí el por qué se distanció.
Para empezar, empecé a pensar que nunca les trae regalos a los adultos. Como que les deja la responsabilidad del obsequio a los otros adultos, desentendiéndose por completo de su felicidad. Es entendible, porque puede que la bolsa no dé para tantos regalos, o él no tenga tanto dinero para gastarlo en 8.000.000.000 de regalos.
Lo que sí me sacó un poco de quicio fue ver que Papá Noel había hecho acciones publicitarias para cantidad de marcas. Seguro que por eso le debe alcanzar para tantos regalos al año, pero vamos; siempre se puede conseguir dinero de otras formas.
Y es que él hace esas acciones para los adultos; para la gente que ya no cree en él. Y es feo que no te traiga un regalo alguien en quien creías. ¡Lo han hecho ex’s mías infinidad de veces! ¿Por qué no lo hace él?
Pero tampoco quisiera meterme en este detalle tan ínfimo viendo que hay cosas que mejorar mucho antes. Duele pensar que Papá Noel prefiera a un niño que se porte mal, a un niño que no tenga dinero. Nunca verás que le regalen un plato de lentejas a un hijo de un político, y nunca verás a un niño con bolsillos del tercer mundo (independientemente de donde viva) con un Aston Martin nuevo por navidades.
Y bueno, “¿para qué querría un Aston Martin si lo que tengo es hambre?” Es válido, pero no estaría de más el dar los regalos más humildes a la gente que más carece de humildad, sólo por ver qué pueden hacer con esos recursos.
Otra cosa. Hay niños a los que ni siquiera les trae regalos. Muchas veces incluso les quitan los regalos que ya tienen. Los juguetes, la casa, los padres…
Entonces dejé de pensar en ello para no ponerme mal, y salí a jugar baloncesto con los amigos. En el parque en el que estábamos, había unos niños corriendo, jugando a que eran superhéroes librando la batalla de sus vidas. Mientras fallaba todos los pases, veía que los pequeños habían ganado la batalla contra… un juguete de goma. Y lo celebraron como nunca, diciendo las frases de las películas que los inspiraron a hacer tal hazaña, exclamando a sus padres que “cuando sean grandes, salvarán al mundo”. Y ahí lo entendí.
Si yo tuviera un pequeño superhéroe en la casa, no le haría creer en muchas fantasías (o en las menos posibles), pero lo dejaría vivir felizmente, ya que el sólo hecho de pensar que el mundo es feliz y es justo, es de por sí una fantasía.
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