¿No sientes que la tristeza a veces simplemente llega a tu habitación y se cuela en la cama, entre las sábanas? Se aloja tan cerca de ti que no sabes bien dónde ha puesto sus manos. No sabes si es ese ardor en el estómago, la pesadez de las manos o la opresión en el pecho. Y simplemente lloras. Lloras por ti, lloras por ello, lloras por todo. Lloras sin saber por qué, sin un motivo certero para sentirte en pedazos, con ansiedad en las manos y la visión nublada entre sollozos ahogados.
Te abrazas con fuerza para evitar romperte de nuevo, para tratar de calmarte, para simular el abrazo del lugar vacío en la cama. Pero el calor de las cobijas no resta el frío de la tristeza ni le brinda protección al alma, mientras que la respiración lenta y superficial no deja al oxígeno pasar. De repente, el cuerpo ya no parece tener sentido y lo dejas que sufra porque la soledad te pesa, la noche también y el alma duele más.
Y llegan preguntas, vuelven recuerdos, extrañas personas, anhelas lugares y aparecen fantasmas que habías olvidado. Analizas cada pedacito de tu alma mientras te cuestionas tanto. Te preguntas qué estás haciendo, en qué te estás equivocando, dudas de si eres capaz y te cuestionas si en verdad eres suficiente. Replanteas tu vida, el camino a seguir. Te preguntas si es momento de cambiar, si es prudente viajar, si tan sólo deberías huir, si serás capaz de dejar todo atrás y empezar de nuevo una vez más.
Hasta que te cansas de pensar.
Entonces, simulas dormir, te quieres mentir, quieres fingir que el dolor ha cesado y aparentar que la tristeza no está ahí. Que al abrir los ojos al sol de la mañana no habrá remanentes de esta noche, que serás suficiente y que la soledad ya no estará presente. Deseas, deseas con tantas ganas, con todas tus fuerzas que por un momento olvidas y al fin te quedas dormida.
Así, la noche termina, las lágrimas se secan y la mañana parece normal; la luz por la ventana, el despertador sonando, el pie colgado de la cama y en el fondo, la tristeza saludando.
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Gracias por leer y escuchar ese "Algo que decir" que tiene mi corazón.
La canción que me acompañó en este cuento fue: La recuerdo así de Edgar Oceransky
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