El atroz sonido de un bafle de 5000 watts de potencia sonora lo despierta esa madrugada del 10 de mayo de 2019: "Loops of life" (Psychedelic Downbeat Mix) del año anterior, da su bienvenida.
Se percata de su estado de sorpresa desde el nivel del piso donde yace y no en la cama sinuosa desde donde cree estar.
Inicia su lento ascenso en medio del estruendo en el que, pasa de una feroz molestia a una aceptación insospechada: el ritmado de ambiente de psicodelia, no obstante, le gusta ya, de manera gradual, como recordando dónde deja lo último de su vida.
Se incorpora y atisba en la ventana, como en espera para detectar desde dónde proviene el sonido que ya lo envuelve al paso de frenética danza individual.
Observa una ventana amplia de un piso poseedor de esa terraza que tantas veces mira, principalmente cuando una silueta de mujer madura asoma el cuerpo, ataviado con una bata de herencia de la abuela y riega las plantas de marihuana en ese horario de las 05:00 de la madrugada.
De pronto, en tal ritmo, donde golpea un inclemente bajo y un ensordecedor de tumba y retumba de batería, escucha un disparo exhalando su nube de pólvora y la expansión de un grito ahogado en estertores de mujer, da cuenta de que muere desangrada, a lo largo de la duración de esa música.
Propicia los problemas vecinales que sobre vienen tras las primeras indagaciones de la policía ante tan extraño e inusual escenario: asesinato que se perpetra por alguien cercano o fundido a la vida de la mujer, quien no alcanza a ver el espléndido despuntar del día, justo en ese día dedicado a las madres...
Si algo se llega a colegir de ese hecho, representa un rompe cabeza sin sentido debido a la distancia en metros lineales, en pisos de altura, en construcciones de años de diferencia y en situaciones de clase, bastante contrastantes donde él, por ejemplo, vive como un clase media ficticio, sub arrienda ese departamento, estilo art decó venido a menos, en tanto que la vecina occisa dueña del Pent-house erigido entre los años 1989 y 1990, testimonia su muerte tras un aleteo de moscas por encima de su cuerpo, cabeza destrozada y desnuda de su liga, y con plena florescencia de sexo sin depilar en lo más mínimo .
Por esos días, Lunar se acostumbra a manejar con solvencia desde ese móvil, tomado de un escritorio y dejado por distracción de la secretaria de turno, quien, más tarde ella arde en alharacas de más y llantos de menos.
Jura y perjura que da en minutos con el ladrón atrevido del robo de un móvil ajeno e imposible de desaparecer, casi en sus narices... pero nada de esa pesquisa femenina ocurre.
Para resarcir y calmar el ánimo bélico, como su estado anímico, Lunar lo oferta en otra parte del trabajo, es decir, en otra oficina donde el personal compra objetos de ganga, en cuyo argot inmediato todo mundo sabe que es de "Roberto", un eufemismo si bien, no equivalente en compra-venta, si aceptado dentro del formulismo individual de hacer y saber hacer un "bisne" personal de urgencia, cuyo robo o "sustracción" apunta una de tantas maneras para atender las compras de medicamentos de una tía.
O, para comprar un pastel con qué agasajar a cierta aparecida de la genealogía familiar.
Pero también, a cultivar la prestidigitación dactilar, de mala hierba, que brota ahí, y crece en cualquier prado de área verde, por descuido de mantenimiento tardío de cuadrillas de trabajadores, que se lleva a mediano plazo, en apego a costumbres laborales, presentes en cualquier sección sindical adscrita al gobierno de ese perímetro federal.
Cumple en la transacción y ya Lunar adquiere un celular distinto y de uso ajeno. por módica cantidad de devaluados pesos.
Lo envuelve en una presentación sutil y suficiente.
Se dirige un miércoles, antes de mediodía, y lo entrega a la mujer de la pasada sustracción de móvil.
Ahora, mientras ésta atiende la elaboración de oficios de urgencia, de acuerdo a la lógica del jefe inmediato para quien todo es así, Lunar también resuelve, en el acto, entregar un celular de uso, colocado entre sus manos, y logra, por segundos, que ella esboce una sonrisa entre lastimera y suficiente, devolviendo a su vez, un beso de agasajo, entregado al aire que lo envuelve, mientras repasa en su mente la extendida cadena subsecuente de manos de cambalache que se escudan de funcionarios ascendentes.
Concluidos los oficios, la secretaria de turno es llamada hasta el área de fotocopiado y en persona, Lunar le entrega el "obsequio" por ser día de las madres.
Ella, sorprendida y con sonrisa franca, le corrige con amabilidad:
— ¡Gracias, licenciado, no se hubiera molestado! —, dice ella, no sin cierta emoción.
A lo que contestó Lunar:
— ¡No, no es necesario! ¡Me hubiera gustado que fuera de otra manera!, ¡pero, por ser este día, que sirva de algo! —, comenta así, mientras espera a que lo abra.
En el acto, ella lo hace y devuelve el agradecimiento con una mejor sonrisa y un beso en la mejilla derecha de Lunar, al mismo tiempo que le dice para sí mismo, lo siguiente:
— ¡No soy madre, ni madre soltera!... si mal no recuerdo, eso pasó la semana anterior, — acota ella, al tiempo que transforma su sorpresa en agradecimiento pleno y da las gracias, esperando la respuesta de Lunar, quien de inmediato repone lo siguiente:
— ¡Bien, no importa! ¡De todos modos, es usted, con debido respeto, una mamacita y deseo que su sonrisa ilumine esta oficina, este tedio laboral y ese genio del pinche jefe que nos cargamos! —, tras estas famosas palabras, queda sellado el efecto de amistad sucesiva entre ambos.
Lo que hay entre ellos y su tórrido cortejo y fundente romance no es asunto de esta historia como veremos en otros pormenores, donde Lunar tiene asuntos qué hacer.
Es decir, bastante quehacer...
En sus acostumbradas andanzas, no solo sentimentales, sino materiales...
CONTINUACIÓN
LOS LUNES INMISERICORDES
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