Los fulgores de la pólvora encienden mi ventanilla, cada tanto sus chispas en efímeras vidas arden con fuerza para darnos alegría. Y solo pienso en la idea de que el año anterior y los demás siempre juzgué como los mismos, así pensaba en mi mezquindad. Hasta que este, que ha dejado de respirar, me hizo entender que nada es cimiento sólido y todo cambia con la fragilidad que un neonato sostiene el pecho de su madre. 2020 te odiaré, pero sobre ello te respetaré, por ser el mayor reto logrado.

Lo llaman héroe o genio. Mientras yo leía y escribía en mis ratos libres, él consumía matemáticas a diario. Somos gemelos con extremas diferencias, también es el único médico del edificio. En esta pandemia perdimos el mundo, a todos, los muertos vivientes ganaron la última guerra. Pensé que al pronosticar una infección imparable en mis textos, con alternativas para sobrevivir tendríamos más oportunidades.

Sin embargo él lo negó. Rescataba personas para que él luego optara por expulsarlos tras faltar comida. Viví bohemio; en cambio, él logró casarse. Y gracias a su familia buscó la manera de ganar, otra perspectiva, obteniendo la cura. Puedo oírlos victoriosos y emocionados. Qué lástima que odie los cuentos felices. Mi historia tuvo un giro, finaliza con el tipo que prefiere el apocalipsis, a los zombis. —Pasen, hay para llevar. Abre las puertas y a ellos deja entrar.

Al filo de la media noche, la noche. En nuestra distancia suenan las campanadas y con cada una de ellas... un beso. Doce dulces besos que embriagan mucho más que las copas que nos esperan para un brindis. Ahí quedarán abandonadas, mirándonos con celos... mientras nuestros labios y nuestros cuerpos le dan la bienvenida al año nuevo. A un nuevo amanecer que degustaremos entre las sábanas, preludio de muchas más mañanas de sabor con amor y deseo.

Por fin se había convertido en lo que más odiaba. Años jurando que nunca iba a terminar de esa manera, pero no se arrepentía. Estaba desesperado. Su mirada viajó hacia la de su madre que lo contemplaba con atención, la decepción llenaba su rostro y su única respuesta fue sonreírle desde su lugar bajo la mesa. Sus tías asintieron con aprobación y le repitieron, una vez más, que eso lo ayudaría a conseguir pareja el año siguiente.

Ya sonaron las campanas y con ellas la lluvia de fuegos artificiales comenzó dándole la despedida al año 2020 para recibir con gran felicidad, esperanza y fe el 2021. No hay que negarlo pero este año que empieza será duro también al igual que todos los años por los que hemos pasado ya que la vida es así, hay momentos alegres y que son más ligeros pero también están los malos y duros los cuales son los que nos enseñan muchas cosas tanto de nosotros mismos como de los demás por lo cual disfruta.

Gracias por cada once compartido, fue bonito a tu lado contar cada once de cada mes, imaginando que un día llegaría un once que nos uniría para siempre. Siento mucho, que nunca te arrepentiste y que la razón por la que te despediste, en lugar de hacerte más fuerte, te haya hecho sentirte en pedazos.