La Ruptura del Reino Unido /Tom Nairn Seguir história

Los mapas son fascinantes. Para mentes inquietas, fantasiosas y viajeras son un juguete irresistible, la puerta de entrada a un mundo de conocimiento y también de especulación.

Los mapas son también una herramienta formativa, de aprendizaje y comprensión del espacio. Definen, los políticos, entidades, comunidades, alianzas, estados en el tiempo y en el espacio. Fijan una realidad. Pero no son inmutables. Como todo aquello que está vivo, mutan, se transforman, se rompen, se descomponen y vuelven a dibujar nuevas órdenes y realidades sobre el terreno.

Mi mapa de cabecera está en un atlas escolar fechado en 1978. Ese es mi mapa de infancia. Ha sufrido grandes transformaciones. Todos ésos cambios son el sismógrafo de lo que ha ocurido en mi tiempo. El mapa de Europa, que es el continente que más me apasiona, ha sufrido grandes cambios en su sección Centro-Este. Territorialmente, ésto es mucho más de la mitad de éste apéndice de Eurasia, porque las grandes extensiones europeas están hacia el oriente del eje imaginario que forman Viena y Berlín. En términos puramente matemáticos, en unidades de medida, el centro espacial del continente quizás esté en algún lugar de Ucrania, de Lituania, de Polonia, no hay acuerdo sobre ésto, da igual. Si de Norte a Sur los límites de Europa van de Escandinavia a la ribera norte del Mediterráneo y de Oeste a Este del archipiélago británico a los Montes Urales, el centro geográfico está en algún lugar de la gran llanura más allá del río Elba, en el mar de tierra eslavo. El tercio que ocupa Europa Occidental ha cambiado menos, si exceptuamos la extraordinaria dinámica creada por la reunificación alemana tras el final de la Guerra Fría.

El Reino Unido es uno de las grandes poderes de éste afortunado tercio oeste europeo. Podemos caracterizarlo como un Estado híbrido, una nación de naciones o la plasmación constitucional de la hegemonía inglesa dentro de las islas británicas, ofreciendo un proyecto común, una razón de ser y estar unidos a las otras "naciones", más pequeñas de éste archipiélago separado de la Europa continental por el canal de la Mancha y una tradición política y de pensamiento económico diferente. El Reino Unido se constituyó en 1707 con la Unión de las coronas de Inglaterra y Escocia. Con la fusión con el aguerrido vecino celta del tercio norte de la Gran Bretaña, la isla mayor, quedaba completada la unificación del territorio. Gales, Irlanda y otras entidades culturales más pequeñas habían sido sometidas en un proceso de siglos. El Reino Unido de Gran Bretaña (Inglaterra, Gales y Escocia) e Irlanda sufrió una amputación con la independencia de 26 de los 32 condados de Irlanda en el periodo comprendido entre 1922 y 1949. El territorio escindido se convertiría en la República de Irlanda, Eire. Los seis condados restantes se convertirían en Irlanda del Norte y siguen siendo a fecha de hoy parte constituyente del estado británico.

Cuando el filósofo y teórico político escocés Tom Nairn publicó en 1977 su ensayo "The Break up of Britain" (La ruptura del Reino Unido), el estado británico llevaba décadas de crisis y decadencia desde el final de la Segunda Guerra Mundial y con ella ocaso de la dorada era imperial. Nairn es un académico de formación marxista, muy vinculado a las ideas de la nueva izquierda y un estudioso del nacionalismo.

Los estados son comunidades políticas, y estas, en teoría, se crean para salvaguardar los intereses comunes de sus miembros. El desmoronamiento del estado británico que Nairn percibía en 1977 se debe a la quiebra de éste principio, a las injusticias, disfunciones y arcaísmos que estaban rompiendo el vínculo común entre los habitantes y naciones de las islas y amenazaban con su fragmentación . Para explicar este fracaso, Nairn empieza describiendo los rasgos esenciales que configuraron primero al estado inglés y después al gran proyecto británico desde principios del siglo XVIII.

Uno de los grandes éxitos del estado británico ha sido su extraordinario éxito externo. La expansión colonial e imperial,la marcada internationalization de la política, la constante búsqueda de éxito "overseas", en ultramar, más allá de las costas propias es una constante en el tiempo. Ésta idea de expansión y dominio exterior ha proporcionado innumerables oportunidades de carrera y ha servido como legitimación para los miembros de las naciones británicas más pequeñas. Galeses, irlandeses y escoceses tenían libre acceso a las oportunidades que ofrecía el imperio. Estos últimos se significaron de manera especial, explorando oportunidades en América, la India, Australia, estableciendose con frecuencia en estas nuevas tierras de promisión. El reverso de esra bonanza externa ha sido el descuido del propio suelo.

De todos es conocido que la Revolución Industrial a gran escala se inició en Gran Bretaña. Cuando el país se lanzó literalmente a la conquista del mundo, pudo inundarlo con mercancías fabricadas en sus propios talleres. Cuando la competencia de otras naciones, especialmente Alemania, redujo y superó ésta ventaja competitiva, el Estado hizo poco esfuerzo por renovar y reforzar esta base industrial doméstica. Siguió siendo prioritario el éxito externo, la explotación de una plantación azucarera en Jamaica, la pugna por Suráfrica con Holanda, la presencia y ejercicio de influencia en los organismos internacionales. Cuando terminó la era de expansión colonial propiamente dicha, el estado encontró otra fuente de éxito y dominio externo en la sacralización de su posición en los mercados financieros. La posición estelar de la City de Londres es la personificación del sello británico en esa nueva era de Capitalismo Financiero.

Inglaterra fué el primer país en el que triunfó una Revolución burguesa, en el que un Parlamento redujo y sometió a un monarca. De este éxito ha surgido una mitificación del estado como paradigma democrático. Pero ése mismo éxito de la burguesía como capa dominante, al haberse petrificado en el tiempo ha consolidado algunas desigualdades de base. La existencia de capas privilegiadas, la estratificación de la sociedad en clases bien definidas son el resultado que Nairn aún percibía en 1977, el Norte industrial en decadencia, el sur privilegiado y dominante política y económocamente. Otro de los mitos del estado es su parlamentarismo, encarnado en las dos cámaras del Parlamento de Westminster, pilar angular democrático. Pero tal democratismo es refutable. En primer lugar una de las dos cámaras, la de los Lores, no es votada por el pueblo. Se compone por una parte de miembros hereditarios y por otra de antiguos servidores del estado y de notables que son enviados allí previo voto en la otra cámara, la de los Comunes. El sistema se refuerza, se blinda a sí mismo con éste mecanismo fuera del voto popular.

La segunda refutación es de calado y genera un gran debate. El sistema electoral es mayoritario. El candidato o candidata más votado dentro de cada circunscripción obtiene la condición de miembro del parlamento y representa y defiende los intereses de la misma, da igual el porcentaje de voto que haya obtenido. Este sistema, que favorece la formación de mayorías tiene el inconveniente de que al carecer de proporcionalidad hace que numerosos ciudadanos se sientan excluidos del juego democrático.

El Reino Unido vivió una época de vibrante cohesión interna durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando tras la caída de Francia el país se quedó solo frente a la amenaza Nazi y extraordinariamente liberado decidió aceptar el desafío y luchar en unidad por sus valores y tradiciones, se puede decir que como afirmó Winston Churchill vivió "su mejor hora". Pero la posguerra dejó un país agotado, con contínuas crisis industriales y económicas y los imperables crecimientos de las cifras del paro. Quedó una profunda nostalgia por la pérdida del brillo del imperio. Y en las numerosas capas de la sociedad se frustró, pese al ascenso del Partido Laborista, la esperanza de una mayor socialización de la realidad y de la acción del estado. En éste ambiente de crisis económica y moral los nacionalismos de las naciones celtas empezaron a reactivarse. En Gales, muy vinculado al mantenimiento y fomento de su identidad cultural. En Irlanda del Norte, de manera dramática con el estallido de "Los problemas" a partir de 1968. En Escocia la causa de la independencia encontró un vigoroso impuso con el descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo en el Mar del Norte. Tom Nairn milita en la esfera intelectual del nacionalismo escocés.

La respuesta del estado para relanzarse a finales de los años setenta también abrió una profunda división. El ascenso al poder de Margaret Thatcher y las recetas neoliberales que han transformado al país y dominado la política económica desde entonces tiene ardientes defensores y detractores. Citando a otro magnífico periodista y escritor, Neal Ascherson, también escocés y también nacionalista, la opción por la independencia es también la opción por saltar a un bote salvavidas para abandonar ése modelo económico y buscar un modelo más cohesivo, menos cruel.

El referendum sobre el Brexit de 2016 volvió a mostrar ésta dinámica de fragmentación. Ganó por escaso margen la salida, pero el resultado no fué homogeneo sobre el terreno. Inglaterra, salvo Londres, y Gales votaron a favor de abandonar la Unión Europea. Escocia e Irlanda del Norte votaron permanencia. En las últimas elecciones generales británicas los nacionalistas escoceses obtuvieron una victoria abrumadora en sus circunscripciones. Irlanda del Norte no envió un solo diputado laborista o Tory a Westminster. Salvo que la dinámica creada por la pandemia del Covid-19 cambie las fechas, el Reino Unido deja la Unión Europea el 31 de diciembre de 2020. Y entonces empezará un verdadero test de resistencia para ver si el Reino Unido continúa siendolo.