dinda DInda Dinda

Distintas historias que se entrelazan con una única cuestión, el poder.


Ficção científica Para maiores de 18 apenas.

#poder #accion #energia #conspiración
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Permiso de vivienda


Denise y Sean Paul estaban viajando por Centroamérica y habían decidido pasar un tiempo en Uruguay, se dirigieron a una oficina en la que le asignarían el permiso para alojarse allí durante tiempo indefinido. Los atendió un hombre de contextura compacta, cara redonda y pelo negro. Vestía de traje, corbata y no sonrió en ningún momento. Tenía una frente amplia inexpresiva con ojos pequeños. Se presentó como Doctor López Vila, aunque no entendían que tipo de doctorado podía llegar a tener.




LV- Señores aquí tienen mi tarjeta y en caso de que decidan alojarse en otro lugar, es imprescindible que se comuniquen conmigo, el expediente ya lo he iniciado y pronto me comunicaré con ustedes para informarles en caso que se apruebe o se rechace.

Sean Paul- ¿Cuánto tiempo aproximadamente?

LV- Puede tardar de una semana a un mes. Que tengan buen día. Salieron del edificio para seguir recorriendo la ciudad, el día estaba soleado y fueron a caminar por la avenida principal. Denise- ¡Ay! ¡Qué lindo! ¡Vamos a ver qué cosas tienen en ese chino! ¡Seguro tiene cosas re-baratas! Sean Paul- Ufff… bueno pero solo a mirar, después te vas a querer comprar todo y vuelvo al hotel muy cargado. Cuando salieron del bazar, habiendo comprado un par de adornos para la nueva casa apareció el Doctor López Vila, parecía agitado y algo despeinado, se acercó a ellos sin saludarlos, se pegó al hombro de JP y les dijo que siguieran caminando mientras los interrogaba con tono de cómplice.

LV-¿Qué es lo que traen de orgánico en el paquete de pañuelos que tiene en el bolsillo interior de su cartera? Denise abrió los ojos gigantes, la verdad que poco recordaba de lo que había en su cartera y más sabiendo que el paquete de pañuelos se lo había dado su madre antes de emprender el viaje. Denise lo sacó para mirar y se dio cuenta que envueltos en las servilletas de papel había lo que parecían pedazos de frutas secas, de forma irregular y del tamaño de una moneda de 10 pesos uruguayos. López Vila rápidamente indicó que los arroje en la vereda y le dijo a Sean Paul:

LV: -Pide una cerveza en este local, no hables con nadie extraño. Ahora vuelvo, necesito pedir refuerzos- López Vila se alejó con un paso acelerado. Denise estaba confundida, reía pensando que simplemente el tipo era un poco extraño, la cara de preocupación que tenía hizo que Sean Paul se pusiera serio lo cual la llevó a confiar en su pedido y proseguir con sus indicaciones sin cuestionarlas. La cervecería tenía una galería en la entrada, las sillas y mesas estaban en el fondo del local, cuando Denise estaba entrando, se dio cuenta que Sean Paul no estaba a su lado, por un momento pensó que se había adelantado y entrado sin que ella se diera cuenta, así que siguió caminando. Luego de unos 40 metros un hombre gigante, sin pelo, vestido de saco abierto, zapatos y camisa rosa se puso en su camino mirándola fijo de manera amenazadora, Denise titubeó, volvió en sus pasos y dirigió su mirada a la vereda para ir hacia la calle. En ese instante dos hombres de contextura mediana, anteojos de sol y camisa se acercaron hacia ella de manera amenazante. Ambos sostenían una sonrisa maquiavélica, Denise estaba atrapada. Decidió correr hacia el fondo del local, era más fácil esquivar a una persona grande y lenta que a dos pequeños, pero el grandote la tomó del brazo. Ella saltó y puso su pié en la cintura del grandote haciendo fuerza para soltarse de sus garras, el tiempo se hizo lento, podía sentir la adrenalina en su cuerpo, el hueso de la cadera cubierta de grasa en el arco de su pie, la tensión de sus músculos se potenció y con una poderosa fuerza que provenía de su interior empujó extendiendo la pierna y balanceándose para caer en el piso y seguir la corrida. El grandote soltó su brazo y se golpeó contra el borde de la galería. Denise corrió hacia el interior del local. Estaba oscuro, el sol del exterior hizo que le tomara unos segundos acostumbrarse a la oscuridad mientras llamaba a Sean Paul y medía la distancia entre ella y los dos pequeños maleantes que ahora corrían hacia ella. El lugar estaba lleno de mesas y sillas vacías, una barra al final de la habitación y una puerta estaba abierta. Escuchó unos golpes en un piso más bajo. No dudó, corrió por la puerta adentrándose en una oscuridad cada vez más intensa, bajaba la escalera mientras los golpes se oían cada vez más fuertes junto a gemidos de dolor, se mantuvo en silencio pero movía sus pies con toda rapidez, sabía que los hombres aún la perseguían.

Al llegar al final de la escalera se veía algo de luz artificial y estaba Sean Paul, rodeado de cuerpos inconscientes tirados en el piso a su alrededor.

Sean Paul -¡Den! ¡Revisa el bolsillo izquierdo del pelado de saco blanco! ¡Y no dejes que lo agarren! -¡Me están siguiendo dos hombres y un gigante! -No te preocupes, yo me encargo. Seguro vendrán más, agarra algo contundente para protegerte. Denise llena de adrenalina buscó con la mirada en la habitación turbia un saco claro entre los diez cuerpos que yacían tendidos en el piso del sótano nefasto. No se veía sangre alguna, parecían desmayados. La chaqueta blanca fue fácil de encontrar, lo que sacó del bolsillo aparte de un celular gigante y algunos billetes era un cilindro del tamaño de una pila AA de color rojo coral, en la punta tenía un botón pequeño como de control remoto. Tomó una barreta que estaba por ahí.

-Sean Paul! Ríndete! Será más fácil la muerte que te espera que ver lo que vamos a hacerle a tu mujer!- se escuchó desde arriba del sótano. Sean Paul tiró una mesa pesada octogonal de madera al piso de manera vertical, para generar una barrera. Se acercó a Denise y le dijo mirándola a los ojos:

Sean Paul.- Escóndete aquí. Si se te acerca alguien, sólo dale con todas tus fuerzas con eso. -Denise asintió y se puso en cuclillas. Hubo silencio.

El sótano era de un tamaño similar a la cervecería y la galería juntas, unos ladrillos de vidrio en el techo que daban en el límite de la galería a la vereda generaban luces intensas en el fondo del salón, allí se encontraba lleno de cajas y lo que parecía haber sido una habitación en la que en algún momento se jugó al póker. El cuarto contaba con sectores en penumbras, la iluminación artificial era escasa y la luz natural que provenía del exterior sólo generaba más ambigüedad. Sean Paul rompió el único bombillo de luz que predominaba en el centro de la habitación, dejándolo a él a oscuras. Denise no podía ver nada, su respiración estaba agitada y sus ojos vagaban sin rumbo de un lado a otro en la oscuridad. Sentía olor a humedad, el piso era de concreto alisado oscuro, el metal en su mano se sentía frío y pesado. Estaba a tres cuartos de la habitación y ansiaba que nadie la encontrara. Se escucharon pasos en la escalera, cinco o seis personas bajando uno atrás del otro. Una luz naranja iluminó el salón, seguida de un ruido metálico y el grito de Sean Paul. Denise se estremeció, pero logró seguir en silencio bien alerta. La mesa de madera detrás de la que estaba escondida se movió unos centímetros corrida por una ráfaga de viento u onda expansiva fuertísima. A su derecha el cuerpo del hombre gigante que la había perseguido en la galería se estampó contra la pared a un metro del piso, para luego caer en el piso totalmente inconsciente. Como impulsada de un movimiento natural, sus pies se separaron, los talones se afirmaron al suelo, balanceó la cola hacia atrás y sus codos se abrieron sujetando la barreta firmemente llevándola a su oreja derecha. En ese momento recordó las lecciones de Softball que había recibido en la primaria y sintió como se le despejaba la frente al tener todo su cuerpo conectado con la tierra. Escuchó el grito de Sean Paul alertándola: - ¡Den! ¡Ahí va uno!

Denise vislumbró una gran mano peluda tomar los bordes de la mesa y moverla sin ningún esfuerzo dejándola totalmente al descubierto. De frente pudo ver a un sujeto mediano pero compacto de camisa, pantalón de vestir y zapatos caros brillantes sonreír con una mirada libidinosa. Estaba desarmado pero claramente sus intenciones no eran buenas. Su mano derecha se abalanzó hacia ella para agarrarla. Sin dudar torció su torso a la derecha tomando impulso y balanceó la barreta pegándole directamente en la cien. El hombre cayó inerte al suelo.

Ella pudo ver a Sean Paul, a unos diez metros parado firme ante tres hombres que se preparaban para arremeter contra él. Ellos estaban desarmados con las camisas arremangadas dejaban ver músculos tonificados. Sean Paul aún en el centro de la habitación estaba firme con los brazos relajados, piernas separadas y mirada baja. Parecía sereno y lleno de furia a la vez.

Los tres hombres comenzaron a dudar en acercársele, se miraban entre ellos y había temor en sus movimientos. Estaban desarmados hasta que uno agarró del piso un pedazo de silla rota y se acercó a Sean Paul corriendo con el palo por encima de su cabeza. En un segundo Sean Paul puso el brazo izquierdo extendido en dirección al maleante, con los dedos juntos y la mano en línea perpendicular al piso. Levantó el brazo derecho, codo hacia atrás de la nuca, alineó el torso y abrió su mano derecha. De las venas de los antebrazos una luz azul empezó a correr hacia sus manos, su pecho se encendió liberando una energía blanca que iluminaba su cara desde abajo haciéndolo parecer atemorizante, sus pies brillaban de una luz azul intensa desde la punta de los dedos llegando a ser blanca en la planta de sus pies hasta rodear sus pantorrillas, la mano detrás de su cabeza comenzó a llenarse de un plasma celeste con un núcleo naranja, cuando estuvo del tamaño de un balón de handball Sean Paul estiró el brazo derecho delante de si liberando la bola de luz en dirección al contrincante que aún corría atacante. La bola voló por el aire impactando en el pecho del sujeto e ingresó en su cuerpo, sus ojos se abrieron absortos mientras la luz naranja se liberó iluminando el lugar y generando una onda expansiva que tiró al hombre volando de espaldas contra uno de los sujetos que estaban atrás parados. Los pies, manos y antebrazos de Sean Paul todavía brillaban, mientras tomaba la posición que había tenido en un principio.

El sujeto que seguía de pie con cara de terror corrió por la escalera hasta salir de la habitación. Denise sorprendida, miraba a Sean Paul con ojos gigantes, aún con la barreta en sus manos en posición defensiva, él la miró y la luz que brotaba de sí se apaciguó hasta esfumarse. Caminó hacia ella, tomó la barreta y la tiró al suelo. Denise sintió las rodillas temblar a la vez que su mirada se puso borrosa. Sean Paul la tomó de la cintura y le dijo:

Sean Paul -Tranquila ya pasó todo, estás a salvo.

Denise perdió el conocimiento.

24 de Abril de 2020 às 13:52 0 Denunciar Insira Seguir história
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