1566617928 Francisco Rivera

Tenemos sentido de ser lo que somos, en apariencia, y cuesta trabajo creer lo contrario: eso es, también, ser humanos con sentido y sin sentido...


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Tío Julián

Capítulo 1


— ¡Oiga, compadre! —, alcanza a decir don Enrique, al tío Julián, en el momento de subir al camión colectivo...

— ¿No cree que, todavía es posible constituir la sociedad esa, en la que la explotación del ser humano deje de ser cosa imposible...? —, pregunta con cierto aire de gravedad.

De manera inmediata tiene una respuesta:

— ¡Tal vez, compadre! —, responde lacónico este último, al resoplar un poco debido a la altura de los tres escalones del transporte colectivo.


Luego agrega, al tomar asiento en un lugar, milagrosamente desocupado para dos personas, en el lado derecho del estrecho pasillo y a una distancia del tercer espacio, contando del asiento del conductor hacia atrás.

En su movimiento de usuario, el señor Enrique, al depositar las monedas que caen en el interior del cilindro de ranura, no percibe mayor resonancia, quizá ante la parquedad mustia de ser pesos reducidos a proporción, grosor y valor intrínseco sin sentido.

Ese momento fugaz le parece fuerza gastada en sus símbolos de cara y cruz, como si ya no se fiara de su valor numismático propio.


De inmediato, entre su movimiento pausado y ante la marcha irregular de ese transporte, don Enrique concibe con su lúcida y fugaz imaginación, la paridad volátil que engaña el verde intenso del dólar americano cuando vuelve su amenaza contra las finanzas nacionales, devastadas por los últimos gobiernos neoliberales cuyo sino político adormece el revanchismo patriotero en su contra, ahora vuelto oposición de pretendida izquierda.

Lentamente, tío Julián observa el panorama desde esa ventana corrediza, saturada de peatones que intentan subir la estrecha puerta de acceso, donde gritos, empujones, codazos y asidero de traseros de mujeres deja escuchar de alguna de ellas, mentadas de madre, amenazas y respuestas con acciones determinantes al sonar el enterramiento de tacones de zapatillas de calle a quien resulte aprovechado el dolor causado o las molestias dispendiosas, que traduce el coraje y el repudio a un ultraje físico, digital, de tirar al bulto, no 'más porque sí...


Tío Julián, en breve intervalo, cede espacio a don Enrique, y comenta lo siguiente:

— ¡Oiga, usted! ¡Lentamente se prepara una estrategia de ganar el poder con estos nuevos y dizques socialistas!, ¡debido a la aparente indiferencia ciudadana, atrapada en la espiral de la desilusión!; ¡esa insospechada que alienta la calidad moral de los actuales partidos políticos que se aprestan a disputar nuevamente el poder...! —, termina de decir, sonriendo de modo leve ante esa opinión que deja hecha una invitación no expuesta en modo directo, sino al aire de suposiciones de más, y/o suposiciones de menos.


Luego, vuelve a enfatizar, quizá por no encontrar respuesta alguna:

— ¡Seguramente "socialistas"...! —, termina de decir, y vuelve a sonreír.

— ¿Oiga...? —, devuelve don Enrique a su acompañante, dando respuesta en su tono peculiar:

— ¡Ya ve, usted! ¡Trasquilar al electorado del país con el fin de usufructuar de forma posible el presupuesto creciente que se ha de preparar para el caso! Si bien, aunque salvando honrosas excepciones, al pertenecer a las instituciones políticas y ante el estado de derecho, ¡verdad de Dios que suena y consuena bonito! —. Aunque ahora, en estos momentos nos excluyen de ese derecho a nosotros, los que también tenemos menos recursos y posibilidades de bregar en la vida, pero que, desde esta edad, dejamos de tener lo necesario a como no lo hubiéramos creído, cuando usted y yo fuimos adultos maduros, a carta cabal, cumpliendo en familia, ¡con ella y desde ella...! —, y calla de súbito, para evitar recordar la exclusión real del hogar, conformado y dirigido ahora, por los hijos que le han expuesto el ultimátum de buscar dónde acomodarse...


— ¡No sé, usted...! ¡Qué creer, compadre! —. dice tío Julián, con tristeza, y acota algo más: — ¡Ya ve, nosotros no tenemos lo que formamos! ¡Ni menos entonces con los que, al nacer de nuestras mujeres, ya fallecidas, estos hijos de hoy viven su momento, y esperemos que no padezcan lo que ellos nos hacen padecer ahora! —, y al terminar de expresarlo se enjuga unas lágrimas vertidas a su pesar y voltea el rostro ajado, marchito, destacado por lo encanecido del cabello por años dedicados al crecimiento y desarrollo de vástagos, dueños de sus destinos, pero atrapados en esa red de agujeros, heredada en balde y sin honra de sacrificios...

Tío Julián, advierte, sin respuestas de su acompañante y sólo asiente para sí, al volver la vista nublada y húmeda como la pertinaz llovizna que se abate en esa tarde de junio, y confunde así su propio llanto durante el tránsito al asilo donde han de restar sus días y horas extrañas en soledad de alma, compartida con otros seres humanos negados a la productividad.

Pero también a sus movilidades torpes, evidenciadas por las progresivas degeneraciones crónicas, los acumulados olvidos familiares y las fallidas esperanzas humanas de aguardar con mejores esperanzas, tan sólo la conclusión de sus agobiadas vidas...


CONTINUACIÓN

¿EN QUÉ SOMOS NUESTROS?

CAPÍTULO 2

4 de Abril de 2020 às 00:05 1 Denunciar Insira Seguir história
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Leia o próximo capítulo ¿En qué somos nuestros?

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Francisco Rivera Francisco Rivera
El drama y sus sentidos nos acompañan todos los momentos que se resumen en cuanto somos e incluso, en lo que obviamos pero se nota ante los demás, que, por rara educación o sentido común, se evita señalar pero se asiente y reconoce lo que somos...
April 03, 2020, 19:42
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