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Rocío Reyes


Sinopsis: Las disputas en el Olimpo aún no terminan, con la llegada de cuatro figuras que revolucionaran el ambiente entre los mestizos y entre los que no lo son tanto, la estructura conocida cambiara y oscuros secretos serán revelados, porque derrotar a Cronos no fue el final de la historia de nuestros antiguos héroes, si no el inicio de muchas más, sobre todo con las nuevas integrantes que se les sumaran en esta historia. ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Cuál es el propósito de su llegada? ¿Amigo o enemigo? Muchas dudas se presentan ante nosotros, ¿Te animas a descubrirlo? Importante: El uso de algunos personaje dentro de la historia de este fanfic no son de mi propiedad, si no de las escritoras Cassandra Clare, Veronica Roth y el escritor Rick Riordan respectivamente.


Fanfiction Livros Todo o público.

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Prólogo

En los antiguos años, la esposa del gran olímpico arreglaba las flores que decoraban los pastos alrededor del Olimpo, apacible con un aire sonriente cuidaba sus bellas flores con esmero, protegiéndolas y viéndolas crecer llenas de vitalidad gracias a sus dulces manos; Hera recorría sus jardines observando el bello pastizal, acariciando con sus manos las flores al pasar entre ellas, los arboles movían sus hojas alrededor debido a la briza cantándole al verla pasar junto a ellos, las ninfas danzaban alegres en este hermoso escenario disfrutando la sensación del césped en sus pies, la diosa observaba todo esto con un aire de orgullo, hasta que vio a lo lejos dos ninfas separadas del grupo conversando secretamente mientras miraban a sus compañeras para que estas no escucharan, curiosa le esposa de Zeus se acercó silenciosamente, acercándose a los rosales que se encontraban cerca de ellas, cerciorándose de no ser vista, camuflándose con las rosas y dedicándose a escuchar las palabras susurradas.


-... si, es extraño que Perséfone allá quedado embarazada- comenzó a escuchar Hera a una de las ninfas, frunció el ceño ante esto con aire de interés -Sí, pero no es la única, dicen que hay otras Diosas que ya han dado a Luz unas niñas, por ejemplo Dionisio dice que fue padre de una...- Hera al escucharlo recién pronunciado, cayó en sorpresa y se cuestionó la presencia del Dios del Vino en los secretismos que escuchaba, como si las ninfas hubiesen escuchado los cuestionamientos de la Diosa, respondieron - ¿Sí? ¿Ósea que Dionisio tuvo una hija con una Diosa? ¿Pero quién fue la incauta? – pregunto la ninfa, la cual se escuchaba ansiosa de detalles, igual que la diosa escondida - Con Atenea, tuvo una hija con ella, ¿puedes creerlo? - tanto la ninfa como la gran diosa soltaron un sonido de asombro ante la declaración - ¡Por Zeus! Estoy segura de que estaba con exceso de vino cuando ocurrió eso – rieron armoniosas con esto, teniendo conocimiento del criterio de la diosa de la Sabiduría - Y eso no es todo, Afrodita también dio a luz un bebé, pero no se sabe mucho de ello...- Hera curiosa siguió escuchando atenta las palabras - Mmm... yo sé que Afrodita está embarazada pero casi todos saben que el hijo o hija que lleva en su vientre es de Ares, sus andanzas "ocultas" tuvieron sus frutos al fin- al escuchar estas últimas noticias la diosa sonrío contenta, ya que su único hijo con Zeus iba a ser padre, tras la conmoción de oír todo lo que había escapado de los labios de la ninfa, su cuerpo retrocedió chocando con las espinas de los rosales, sintió como las puntas rasguñaban sus tobillos, algunas ninfas que pasaban cerca de ella la observaron extrañadas por resiente reacción, pero ella ignorante de esto estaba embriagada en su dicha.


Con este sentimiento llenándole el pecho, la esposa del gran olímpico, corrió en su búsqueda, con la ansiedad corriendo por sus venas y las buenas nuevas no mencionadas aún en la punta de sus labios, al llegar al Olimpo, Hera acomodo su vestido con aire de esmerado e intento calmar sus rasgos y su respiración, adoptando su aire usual de superioridad maternal se dispuso a entrar, deteniendo sus pasos de golpe al oír voces de timbre grave, una más familiar que la otra, pudo reconocerla como la de su esposo y la otra no tenía conocimiento de quien era, es así que se acerco con paso silencioso para indagar con quien compartía palabras Zeus, vio a su esposo de pie junto a su gran trono dándole la espalda a este, destacando con los reflejos platas y oros de su armadura destacando con sus aires poderosos, este se encontraba conversando con aire alegre y con una sonrisa en su rostro con su hijo Ares, el cual se encontraba armado con su imponente martillo sujeto firmemente en su mano derecha, con todo su cuerpo comunicando su personalidad arrogante como era lo usual, al verlos sintió la necesidad de felicitar a su hijo por las buenas noticias, pero la conversación que se mantenía en el salón del trono la detuvo de golpe, dejando petrificada en la entrada.


- Realmente te felicito hijo mío, por fin lograste tener una digna descendiente tanto tuya como mía – Hera frunció el ceño ante lo mencionado extrañada por las palabras de su marido, miro como este sonreía orgulloso a su hijo, quien estaba con una postura de jactancia como cuando ganaba una batalla sin dificultades - Gracias padre, y sí, estoy seguro que crecerá tan fuerte como yo, le enseñare todo lo que se, para que sea un diosa digno de llevar mi sangre- la voz de este sonaba firme con un timbre de presunción en su voz, pero Zeus tenía conocimiento de la personalidad del dios - De eso quería hablar Ares... - Hera vio bajar con calma a su esposo y colocarse frente a su grande y muy musculoso hijo, Ares levanta una de sus frondosas cejas oscuras y mira a sus padre con duda - ¿Sobre qué?- cuestiona extrañado por la calma de su padre, Zeus al llegar al frente de este, posa una mano en su hombro es símbolo de cordialidad, calmando los fuegos internos que despertaban en el dios de la guerra al ser cuestionado - Quiero pedirte a tu hija – Hera sintió como su cuerpo se congelada y la incertidumbre empezaba a recorrer sus venas - ¿Cómo que a mi hija, para que la quieres?- los ojos de Ares empezaron a arder con más intensidad, sintiendo la ira burbujear en su cuerpo y las preguntas ahogar su mente al no entender que quería su padre con su futuro bebé, Zeus de inmediato trato de calmarlo y explicarle sus razones - Hijo mío, no pienses que le haré algún daño a tu primogénita, mis deseos son simples, solo quiero que sea mi esposa cuando cumpla la edad madura ¿No te imaginas? Una niña con la extraordinaria belleza de su madre y la pasmosa fuerza de su padre, ¿no crees que sería bello? Puesto esto, la quiero para que remplace a tu madre, para que sea mi mujer – Herida ante las palabras de su esposo, Hera sintió su corazón romperse como tantas veces había sucedido en el pasado con sus infidelidades, sintió como su pecho se vaciaba y en su interior las llamas del despecho nacían, el enfado inundando y empapando lo que una vez fue amor hacia el olímpico, con su cuerpo inmóvil y su rostro petrificado escucho con vaga esperanza la respuesta de su hijo, sintiendo una lagrima recorrer su mejilla, a la espera de que este se negara a los deseos de su padre.


El dios de la guerra se quedó sumergido en sus pensamientos egoístas por un breve lapsus, reflexionando en los beneficios que obtendría si aceptaba la petición de su padre - ¿Y que sacaría yo en todo esto? Porque quizá afrodita no esté de acuerdo con lo que me estas pidiendo, padre... - Zeus río descaradamente ante las dudas de du hijo, le miró con un deje de superioridad en sus ojos azul tormentoso - Ares, hijo mío, yo te aseguro que el día en que tenga a tu hija hecha toda una mujer a mi lado, te daré lo que quieras, menos mi trono – prometió el esposo de Hera, sabiendo que palabras pronunciar para conseguir la afirmación a sus deseos por parte de Ares, este no lo medito ni por un instante y tomo con fuerza la mano del dios del rayo, manteniéndola con firmeza y sellando el trato de esta manera – Una cosa más, hijo mío, asegúrate bien que Afrodita crie de manera adecuada a la futura reina del Olimpo – tras escuchar esa oración de la boca de Zeus, Hera tenso la mandíbula y sintió sus ojos humedecerse aún más, nublándole la vista levemente, sintiendo las lágrimas rebeldes escapaban de sus ojos grises, resbalándose por sus mejillas, con el pecho apretado y los músculos entumecidos, la esposa del Olímpico retrocedió lentamente y se fue caminando tristemente hacia su jardín, no pudiendo disfrutar de la belleza de este como en un principio, toda la dicha antes sentida se había esfumado completamente.


Sintiendo el pánico inundar su mente a medida que avanzaba por los jardines, ignorando todo a su alrededor, Hera se sumergió en el miedo que acarreaba la decisión de su marido, deseo que su hijo jamás hubiera engendrado, deseó que la semilla de este se hubiera podrido en el interior de la diosa de la fertilidad, recordó que pocas lunas faltaban para que la criatura naciera, esta resolución la hizo detenerse de golpe sintiendo como el aire se escapaba de su interior, colapsada se sentó en una banca cercana e intento calmarse, a medida que su cuerpo se relajaba, su cerebro maquinaba una solución ante la pérdida de su poder y su esposo, un plan para fastidiar los deseos de Zeus, con este fresco en su mente mando a llamar a través de sus sirvientes al Oráculo de Delfos con la orden de no demorar más de lo preciso. A la medida que esperaba a que su orden se cumpliera, analizo los aliados que necesitaría, estudiando el perfil de los dioses y diosas en su mente, y sintiendo la necesidad de compartir las palabras que compartieron su padre y su amante; Sentía el sol decaer a medida que las horas pasaban, sentada recta con la mirada fija en un punto inexistente con su mente tejiendo ideas y sus ojos secos, Hera esperaba, un sirviente se aproximo ante ella y detuvo su tejido avisando la llegada del Oráculo; Sintiendo su pulso en el cuello y sus músculos aun tensos tras todo o sentido, Hera se levanto y fue hasta el lugar que el sirviente le dijo, vio al Oráculo frente a la fuente de agua cristalina que se encontraba en la entrada del jardín, junto a las puertas de este, su túnica pergamino, le daba un aspecto fantasmal bajo la luz del sol decadente, con la capucha sobre su cabeza calva nívea, se hacia más visible a medida que avanza hasta este con sus pasos aumentando a medida que lo hacia su ansiedad, una vez a su lado pudo notar el fuerte azul de sus ojos y lo clara de su mirada cuando la poso en ella.


-Bueno...- el Oráculo levanto una mano haciéndola callar, ella abrió los ojos al observar la mano huesuda de aquella criatura.


- Mi querida diosa, no tiene que explicarme nada de lo que se ha enterado hoy, antes de venir y que me mandara a llamar ya sabía lo que iba a ocurrir – siendo el alivio embriagarla al no tener que pronunciar las venenosas palabras, la reina sonrió levemente – Diosa, solo quiero que me escuche, en sus manos está el no perder su trono en el Olimpo, si con sabiduría piensa bien en que hacer, lograra cumplir su objetivo, pero al menor error, la ruina caerá sobre su ser, recuerde, el Odio será su peor enemigo en esto – Hera prestaba atención al consejo del Oráculo, guardaba atentamente cada palabra en su memoria, teniendo en cuenta a su vez que el conocimiento de su enemigo sería de gran ayuda e importancia para ella - Quiero saber cómo será aquella niña, muéstramela - Hera sentía la necesidad de ponerle rostro a aquella infante que podría quitarle todo - Mi Diosa, querrá decir cómo serán aquellas niñas, ¿usted cree que solo será la primogénita de Ares? No, mi reina, esa es la llave que abre la puerta a futuros problemas para usted y para todos en el Olimpo – Confundida ante las palabras de aquella huesuda y pálida criatura era frunció el ceño y la leve sonrisa en su rostro se esfumo, y sintió como como sus ideas se enredaban - De eso me preocupo después, ahora solo quiero verla- Exigió la diosa del matrimonio, sintiendo la irritación en su cuerpo al no poder pensar con claridad a causa de las palabras del Oráculo, lo miró con dureza en sus grises ojos, esperando a que su orden se cumpliera, este suspirando ante ella, movió calmadamente su mano sobre las transparentes aguas de la fuente, y le indico a la diosa que se acercara y viera lo que su corazón deseaba, Hera primorosa obedeció de inmediato.


A través de las aguas pudo observar a cuatro jovencitas caminando por un sencillo camino, diferentes entre sí, de distintas estaturas, la más pequeña de aspecto ojeroso en su pálida piel, caminaba de manera tranquila con una leve sonrisa en su rostro, era como observar una película en blanco y negro al verla, Hera reconoció en ella los rasgos de Perséfone y la guardo en su memoria, junto a ella se encontraba otra joven más alta de aspecto delicado caminaba alegre destacando su cabello ondulado que se movía con elegancia a medida que avanzaba dando a entender que era hija de Afrodita, por su forma de actuar y su aspecto físico, contrario a su compañera que avanzaba unos pasos al frente con aire sabiondo y unas mejillas sonrosadas restándole ese aspecto de sabiduría y dándole un aspecto inocente, Hera entrecerró los ojos concentrada en ella por unos instantes sintiendo algo familiar al observarla, soltó una pequeña exclamación al reconocer a la famosa hija de Dionisio con la diosa de la sabiduría, tras esto sus ojos se posaron en la última muchacha, la más alta de las cuatro y la más imponente, con su rebelde e interminable cabello que caía en su espalda otorgando más femineidad a los aires de Ares que salían de ella, y su aspecto físico delicado como el de su madre, más sus ojos la diferenciaban de la diosa del amor, su mirada inundada de decisión y misterios, eran tan penetrantes que sentías que te traspasaba, Hera se tensó un poco al notar este detalle en la futura primogénita de su hijo, anotando en su mente los peligros que esta le daría, analizando su conducta con las chicas que la acompañaban y captando un rasgo que no poseían sus padres, una anomalía en su ser, lealtad, la diosa del matrimonio sonrío victoriosa ante este detalle, sintiendo como su telaraña de ideas tomaba firmeza y viendo esto como una buena oportunidad de destruir los deseos de su marido, sacando su mirada grisácea de las cristalinas aguas, sintió como su mente sellaba los últimos detalles de su plan, pero antes de compartir sus ideas con el Oráculo, este hablo recordándole a la diosa - El Odio será su peor enemigo, mi diosa – pero se vio completamente ignorado por Hera, suspiro resignado ante la actitud de la reina, que sumergida en su pensamientos y en como consolidarlos, casi olvida sus modales y se va sin despedirse del Oráculo, con aire ausente despidió a su visita y se marchó hacia el palacio moviendo sus músculos de manera automática, con los ojos ausentes y con su cerebro trabajando a toda marcha, una vez dentro de este se dirigió a un salón apartado del resto e invoco a un dios, un aliado que le podría ayudar en sus deseos; Transcurrieron unos minutos y el dios del sol apareció frente a ella, la mirada confundida de este sobre ella, haciendo un reverencia respetuosa con un deje de confusión en su rostro.


- ¿A que debo el honor de su llamado, mi querida Diosa? - preguntó Apolo con su melodiosa voz, dejando ver en ella a su vez un deje de arrogancia por el llamado de Hera, esta le observo con expresión seria mientras mentalmente maquinaba detalladamente las palabras que pronunciaría ante este.


- Apolo, tengo algo que proponerte y no me podrás rechazar una vez lo oigas – pronuncio la reina con seguridad en su voz y con su mirada analítica puesta en el dios del sol.


- La escucho, mi reina – dijo con una mirada de interés en la esposa del Olímpico, sonriéndole coqueto, Hera freno sus ademanes mal encaminados – Mi propuesta es que enamores a la futura hija de Afrodita y Ares, en su edad madura o en cuanto florezca, como a ti más te apetezca – la mirada grisácea de Hera se nublo levemente con una sombra de demencia, puesta su mirada en el joven dios delante de ella, dejándole ver las pocas opciones que tenia de negarse.


- ¿Y porque aceptaría su propuesta, mi diosa? – pregunto inseguro Apolo, no convencido de enamorar a la hija del dios de la guerra, recordando el poco agraciado aspecto de las jóvenes mestizas que había visto en el campamento media sangre, la diosa del matrimonio sonrió irónicamente ante esto, dejando escapar una risita burlona incomodando al dios en el proceso.


- Escúchame muy bien, Apolo – Comenzó a decir Hera con firmeza y con un deje de amenaza en sus demenciales ojos - No estoy para tus estupideces, muy bien sé que tú y Afrodita tuvieron algo, y si viene del linaje de ella no creo sea de tu desagrado, ¿Qué crees tú que diga Ares cuando sepa lo que paso entre su amante y tú? – Miro con deleite la expresión de sorpresa en el dios del sol, y como sus dorados ojos perdían el brillo al mezclarse con el pánico, supo en ese instante que lo tenía en la palma de sus manos y que había ganado su primer aliado para realizar sus deseos.


- Aceptare con la condición de su silencio en este tema, mi diosa – expreso Apolo recordando el explosivo temperamento que poseía el dios de la guerra, no por nada era la deidad más sangrienta, más en lo referente a su amante, tragó en seco pensando en las actitudes celosas de este y sintió el miedo en su espalda, definitivamente no era un enemigo que deseaba tener - Entonces, ¿Tiene algún indicio del aspecto de la muchacha? – cuestiono dejando sus temores a un lado y permitiendo que la curiosidad calmara sus miedos, se enfocó en intentar poner algún aspecto en la joven que enamoraría en el futuro.


Hera más calmada al tener un aliado en sus planes, guio tranquilamente al dios al lugar donde el Oráculo le había mostrado a las hijas de sus hermanos, hizo ademán hacia la fuente para que el dios de la premonición hiciera su magia, Apolo dudoso movió su mano sobre las cristalinas aguas enfocado en su deseo de ver el fruto del dios de la guerra y la diosa del amor, sus dorados ojos se abrieron maravillados ante la imagen que contemplaban, deleitándose con la belleza y fuerza que poseía la joven, sintiendo la lujuria llenarle y provocando que su mirada brillara aún más a causa del deseo - Quiero hacerle otra condición, mi diosa – comenzó Apolo con una sonrisa lasciva en su rostro no despegando la mirada de las aguas - Deseo la mano de la hija de Afrodita en matrimonio, deseo que solo sea mía – dice esto último levantando la mirada suplicante ante la reina del olimpo, esta le sonríe maternalmente acariciando su mejilla amorosamente, asintiendo firmemente ante los deseos de este, Apolo sonríe aún más ante los gestos de Hera y enfoca nuevamente su mirada en las aguas ondeantes - ¿Por qué yo, mi diosa? De tantos dioses y diosas ¿Por qué me escogiste a mí? ¿Algo que no haya compartido conmigo, mi reina? – pregunto con curiosidad tranquila el joven dios mientras seguía con su tarea de ahogar sus ojos en la figura de la chica, sacando la diosa de su estado de confort, analizando si debía contarle sus razones al dios contemplo el genuino interés de este por la muchacha, dejándole como opción confesar ante este - Te he elegido a ti, Apolo porque eres uno de los dioses más jóvenes entre nosotros junto con tu gemela Artemisa, además de contar con una belleza extraordinaria que enamoraría hasta el mismo Narciso, además de que mi marido me desea remplazar con ella en los años venideros - Apolo se congelo levemente antelo último que expreso la diosa, contemplando con lastima el deje de tristeza que intentaba colarse en los grises ojos de Hera - Bueno entonces... - comenzó el dios dudoso ante la mirada de la diosa - Espero con ansias que pase los años para empezar con este plan – le expreso con una sonrisa de expectación en sus coquetos labios, guiñándole un ojo antes de marcharse dejándola a solas al costado de la fuente con la imagen la chica desapareciendo a medida que avanzaba, cambiándola por una imagen familiar que la llenaba de nostalgia anhelando el calor infantil entre sus brazos.

25 de Março de 2020 às 02:54 0 Denunciar Insira Seguir história
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Leia o próximo capítulo Capítulo 1: La verdad, a medias...

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