Un estridente ruido despertó a Cristina, era el despertador que anunciaba su vuelta a la rutina.
Cristina gruñó, no era de las que le gustaba madrugar y menos tras pasarse toda la noche anterior de fiesta.
No, no había sido buena idea salir por todos los clubs de la zona, pero Emma era muy convincente y en parte, tenía razón, un clavo saca a otro clavo. De modo que el grupo de amigas de Cristina y ella salieron a darlo todo, sin tener en cuenta que al día siguiente había clases.
Pero era por una buena causa, Cristina debía de olvidar por completo al idiota que le había sido infiel con más de la mitad de las chicas del campus y cuando se enteró, decidió que era incapaz de perdonar una infidelidad así y cortó con él. El chico ni siquiera le molestó, continuó con su vida como hasta el momento y eso le cabreó aún más, ¿es que no había significado nada para él? ¿Había sido Cristina otra de las chicas de usar y tirar? Ella creía que tenían una relación estupenda que ambos vivían su amor con la misma intensidad, que entre ellos todo era mágico, oh, que gran actor había sido. Para él nada de esto había sido mágico ni emocionante, pero para Cristina sí, todas sus primeras veces habían sido con aquel desperdicio humano. Su primer beso como tal se lo había dado a él, su primera relación sexual, su primera relación que había durado más de dos semanas... Todo había sido con él y por eso Cristina estaba tan rota y tan furiosa, ¡había desperdiciado todas sus primeras veces!
Cristina era una chica muy tímida y en el instituto no destacó mucho, era una lectora empedernida y eso había sido su gran error: las novelas románticas.
Siempre había soñado con el típico príncipe azul y se había reservado a su llegada, pues le había salido el tiro por la culata, porque con el primer tío que la miró más de dos veces se acostó y ella pensaba que era amor eterno. En su defensa diré que él también parecía estar muy metido en la relación, de verdad que parecía que la quería, no solo para un polvo rápido.
Gran error.
Ahora Cristina debía de afrontar el hecho de ser la cornuda más grande de toda la universidad y todos los chismes que la gente decía a sus espaldas.
No estaba lista para enfrentarse a todo eso, pero tampoco tenía otra opción.
- Buenos días princesa. - le dijo Emma pasándole el brazo por los hombros, tenía la misma cara de cansada que ella. - ¿Qué tal has descansado?
-Creo que aún estoy borracha. - contestó tirándose en su asiento. - No quiero dar clases, quiero dormir.
Su amiga le dio la razón.
- ¿Con quién estuviste bailando anoche?
- Si te digo que tengo lagunas mentales sobre anoche ¿me creerías? - ya empezaba a notar la resaca. - Sé que en el último sitio, estuve con un chico muy majo bailando y me invitó a saludar a sus amigos, pero poco más recuerdo.
- ¿La cara? - me preguntó. - ¿Os liasteis?
- ¿No lo creo? - le respondí dudosa y me miró sin comprender. - Por lo que recuerdo, en ningún momento se lanzó descaradamente y no era ningún baboso, sé que bailamos, que por cierto, lo hacía genial y después conocí a sus amigos. Pero a lo mejor hubo algún beso de despedida.
- Te entiendo amiga, cuando me he levantado esta mañana había un tío en mi cama que ni siquiera recordaba. - la miré sorprendida, por lo que añadió: - No worries, lo eché de mi casa a patadas.
Justo en ese momento llegó nuestro profesor de laboratorio, así que no pudimos seguir contando anécdotas de anoche.
La síntesis que estaba planeada para ese día requería reacciones de mucho tiempo que apenas necesitaban atención y estaba aburrida, para colmo, tenía un terrible dolor de cabeza.
El profesor se dio cuenta de que estaba con los ojos cerrados y pensó que estaba muy aburrida de la clase por lo que le mandó preparar una disolución que necesitaban para el siguiente paso. Para ello, se tuvo que ir a otro laboratorio, pues en ese faltaban los reactivos necesarios, Cristina estaba un poco molesta de que tan solo hubiese regañado a ella, ¡toda la clase estaba igual de aburrida!
Cristina empezó a pipetear y como estaba muy concentrada en su cabreo no se dio cuenta de que no estaba sola en el laboratorio.
- No era la única que se estaba quedando dormida. - se dijo con los dientes apretados. - TODOS están como yo.
Seguía tomando los reactivos muy cabreada que no se percató de aquel hombre que la miraba sonriente.
Pero el destino hizo su jugada, fue totalmente de película justo como le gusta a Cristina.
Al quitar con demasiada fuerza la válvula de la pipeta le dio a un matraz aforado que rodó por toda la mesa hasta que unas manos ágiles lo cogieron.
- Muchas gracias. - contestó Cristina avergonzada, su tercer año de carrera y todavía tenía fallos de principiantes.
- No hay de qué. - le respondió el muchacho sonriente.
Cristina se atrevió a levantar la cara del suelo para agradecerle de nuevo salvarla de su terrible profesor y se encontró con unos impresionantes ojos azul hielo.
Bien.
Todo el mundo pensará que un laboratorio es el sitio menos romántico del mundo, el olor a rancio o a cualquier químico para nada saludable, el estridente sonido de las campanas de extracción, el desorden de las mesas y el hecho de que cualquier cosa es altamente perjudicial y mejor no tocar sin guantes, no ayudan nada en dar un toque romántico al laboratorio.
En ese momento Cristina pensó que era el sitio perfecto.
- Tú eres el chico de anoche, ¿verdad? - preguntó dudosa, su rostro se parecía a la imagen mental que tenía, aunque tampoco podía estar muy segura ya que apenas se acordaba de lo que sucedió.
El chico de ojos azules asintió tímido.
- Sí, soy Julian. -se presentó con una sonrisa muy linda. - Creo que anoche no tuvimos mucho tiempo para hablar.
Cristina se sonrojó muchísimo, ¿Qué no tuvieron tiempo para hablar? Eso solo significaba que estaban muy ocupados besándose y ella apenas se acordaba.
- Perdona, - empezó la chica con mucho apuro, ¿cómo le decía que no recordaba nada de lo que pasó esa noche? - Perdona, pero es que yo...
- ¿No te acuerdas, verdad? - Julian parecía un poco decepcionado, pero su sonrisa seguía intacta.
Cristina asintió sin poder mirarle a los ojos.
- No pasó nada entre nosotros. - le aseguró Julian, ese calmó los nervios de la chica. - Estuvimos un buen rato bailando...
- ¡Sí, eso lo recuerdo! - contestó bastante emocionada de saber que fue real y que de algo se acordaba. - Perdona por interrumpirte.
- No hace falta que te disculpes todo el rato. - le dijo con una sonrisa de medio lado, parecía más animado. - Luego, nos fuimos con mis amigos. Tampoco te puedo decir mucho más porque yo iba muy borracho anoche... - hizo una pausa esperando a que Cristina dijese algo más, pero no. Julian no sabía si debía decirle que cuando la acompañó hasta su casa se habían estado besando todo el camino y que no sólo se dedicaron a besarse, a lo mejor no se lo tomaba bien no recordar todo eso, pero debía de decírselo, ocultar algo así no era el estilo de Julian, como tampoco era su estilo bailar con desconocidas y luego comerles la boca. - Te acompañé hasta tu residencia y...
Cristina sospechaba lo que no se atrevía de contarle.
- ¿y?
- No sé si te vas a enfadar pero... Nos besamos de camino hasta tu casa. - le miró expectante. - Nos besamos mucho.
La forma en la que Julian hizo hincapié en la palabra "mucho" le pareció adorable y por raro que sonase, Cristina no parecía para nada molesta, es más, se alegraba de que hubiese besado a un chico tan correcto como Julian.
Cristina le sonrió por primera vez.
Julian notaba como el peso que le oprimía el pecho se iba, no pensó que se volvería a encontrar con la chica risueña de la otra noche y menos en el cutre laboratorio.
- Soy Cristina, estudio Química aquí ¿y tú?
Oh no.
Aquí venían los problemas.
- Julian, ¿puedes venir y presentarte a los alumnos?
Obrigado pela leitura!
Podemos manter o Inkspired gratuitamente exibindo anúncios para nossos visitantes. Por favor, apoie-nos colocando na lista de permissões ou desativando o AdBlocker (bloqueador de publicidade).
Depois de fazer isso, recarregue o site para continuar usando o Inkspired normalmente.