wereyes W. E. Reyes

Hay condenas a muerte a las cuales algunos son sentenciados debido a sus crímenes horrendos. Troy no había cometido crimen alguno, sin embargo la pena le fue impuesta: orbitar hasta el fin de los tiempos, más allá de su propia vida, una gigante roja a setecientos años luz de casa...


Ficção científica Todo o público. © (c) 2019 Todos los derechos reservados

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A la deriva

Ellos sabían en el fondo que no era yo el culpable, sin embargo no tenían opción y para mi desgracia la misión de rescate se transformó en una pesadilla. Teníamos todo calculado o al menos eso creíamos la I.A. de la nave no fue capaz de prever lo ocurrido ni aún con la ayuda de nuestras diez computadoras de navegación cuántica de centésima generación.

La explosión de una supernova de antimateria deformó el espacio de materia oscura subyacente a nuestra realidad física generando un agujero blanco por el cual escapó un poder de naturaleza desconocida…


Permanecía rodeado por un campo de fuerza de nanopartículas dirigidas por infinitos rayos que mantenían mi posición programada a cada instante; sin dejarme la posibilidad siquiera de respirar a mi propio ritmo.

Aquella energía que me rodeaba en un orbe de color plata transparente me dirigía contra mi voluntad. Parecía que caminaba con las manos atadas, arrastrándome a la sentencia que todos deseaban para mí.

«Estuve a cargo de flotas del tamaño de planetas y ahora no era más que un títere no podía gritar, maldecir o escupir para demostrar mi rabia y pena».

En las pantallas holográficas de cien metros de altura, dispuestas en circulo alrededor de la plataforma de lanzamiento, podía observar como cada detalle de mi “caminata” era mostrada al público de veinticinco mil millones de la Tierra.

—¿Tiene algo que decir antes de ejecutar la sentencia?

«Como si pudiera».

—Muy bien calibren el anillo de inducción espacio temporal a doscientos parsecs de distancia en dirección a Orion.

«Tenían que asegurarse y ajustaron el artilugio a la máxima distancia posible. Solo así se sentirían seguros y esperaban que el GRB hiciera el resto...»

—Comandante, esta sentencia será la más notable que hayamos tenido en décadas, al menos servirá de algo su sacrificio y nos mantendrá a salvo —dijo el juez Denning.

«Estúpidos, egoístas, y arrogantes creyéndose superiores a todos...»

Debía advertirles, esperaría a que presionaran el botón de encendido y haría mi jugada.

—Su viaje durará cinco minutos para usted.

Diez, nueve, ocho, siete…

—Siéntase cómodo —dijo riendo.

«Tan cómodo como tu ataúd o el mio, pelmazo».

Tres, dos, uno… ignición.

«Ahora, ahora es el momento», pensé y coloqué la placa magnética en mi pecho.

—¡Que Dios vaya con usted!

«Sí, seguro...»


Llevaba novecientos mil años en la órbita de la gigante roja Betelgeuse. El traje hermético mantenía su cadáver azulado casi intacto. Una microfisura en el casco dejó escapar a cuentagotas la humedad del interior por lo que estaba momificado: la piel pegada a los huesos como cuero seco. Sus ojos verdes, sin embargo se encontraban en perfectas condiciones y parecían querer escapar de las cuencas. Podría haber permanecido en esa condición por unos cientos de miles de años más hasta que la estrella se convirtiese en una supernova.

Una inteligencia, mas bien dicho un conglomerado de inteligencias que viajaba en una nube de campo electromagnético se topó con el desafortunado navegante.


Melanie James, mi psiquiatra, me recibía de nuevo en su despacho. No sé porque tenía tanta paciencia conmigo… sentía una extraña atracción por ella.

—Troy, ¡que gusto verte nuevamente!, cuéntame ¿en qué te puedo ayudar? —esbozaba una sonrisa que me atrapaba en su belleza.

—Mel… creo que es lo de siempre. Antes te lo había dicho…

—¿Tus extraños sueños?

—Sí, no, la verdad no sé, ya no se sienten como sueños ¿sabes?, los siento reales como tus grandes y hermosos ojos azules.

Melanie, me miró extrañada, por primera vez le confesaba mi admiración. Sonrió con malicia.

—Oh bien eso no me lo esperaba, ya tendremos tiempo para hablar de tu repentino arrebato de franqueza —se sonrojó al decirlo— ¿Cuéntame que soñaste anoche?

—Fue muy vívido para mi: me vi en diferentes zonas de la Tierra, podía ser cada una de las personas conque «soñé», era un trabajador, un empresario, un esposo infiel, incluso una dueña de casa, hasta sentí —ahora me sonrojé yo— ¡como daba a luz! Creo que en definitiva estoy loco de remate como si tuviera millones de personalidades al unísono —Tomé sus largas y blancas manos y las besé suspirando—. Creo que es mi fin.

Su mirada me pareció más cálida que de costumbre, abrió su blusa y ante mis atónitos ojos su cuerpo comenzó a emitir una tenue luz azul, se transfiguró en una energía con forma humana y habló directo a mi mente.

«Cuando te encontramos muerto en órbita a la estrella, no sabíamos que pensar Troy. Somos una inteligencia colmena más allá de tu comprensión... decidimos volverte a la vida y repoblamos tu destruido planeta con la información genética derivada de tu propio cuerpo, pensábamos que podrías manejar la multiconciencia, pero te está haciendo daño, déjame ajustar tus capacidades».

Sin poder salir de mi asombro sentí, cuando me tocó, que desaparecieron todos esos pensamientos intrusivos…, recordé porque fui enviado allá.

—Mel, en su sapiencia cometieron un grave error, les dejé un aviso en la placa de mi pecho.

«Solo estaba tu nombre: TROY M».

—Mi gente me condenó a orbitar la estrella con la esperanza que cuando se convirtiera en supernova, el estallido de rayos gamma, obliteraría hasta el último átomo y plano de mi existencia… Mel —dije llorando— ¡estaba contaminado! Con una especie de virus de materia y energía oscura capaz de corromper cualquier cosa, lo llamaron la nada.

Se desplegaban, en su piel, meandros de energía negra que la cubrían de manera paulatina y que la corrompían en todos los planos posibles haciéndola desaparecer poco a poco…

«Lo entendimos tarde, Troy, todos nosotros estamos “muriendo” como le llaman ustedes, es algo que jamás nadie de nosotros había experimentado. Desapareceremos como conciencia múltiple, estamos perdidos...»

—La placa... estaba corrupta, mi nombre es Dan no Troy... el mensaje original decía: DESTROY ME. No sabes cuanto lo siento…

«Yo también, Dan, yo también...»

El último fulgor de su vida desaparecía absorbido en la nada.

«Estoy condenado, vivo o muerto a destruirlo todo, llevo el caos dentro de mí...»

20 de Novembro de 2019 às 06:36 6 Denunciar Insira Seguir história
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Conheça o autor

W. E. Reyes Cuentacuentos compulsivo y escritor lavario. Destilando sueños para luego condensarlos en historias que valgan la pena ser escritas y así dar vida a los personajes que pueblan sus páginas al ser leídas. Fanático de la ciencia ficción - el chocolate, las aceitunas y el queso-, el Universo y sus secretos. Curioso por temas de: fantasía, humor, horror, romance sufrido... y admirador de los buenos cuentos. Con extraños desvaríos poéticos.

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Asteria Bridget Asteria Bridget
Muy impresionante, me atrapó esta historia.
July 21, 2020, 21:11

  • W. E. Reyes W. E. Reyes
    Muchas gracias, Asteria, por su comentario y tiempo. July 22, 2020, 04:11
Lihuen Lihuen
Me encanto, en especial con ese final inesperado!! Tus historias son cada vez mas impresionantes!!
March 23, 2020, 14:53

  • W. E. Reyes W. E. Reyes
    Gracias Lihuen, me halagas :) March 25, 2020, 02:43
MariaL Pardos MariaL Pardos
Magnífico como siempre, Waldo!
November 20, 2019, 22:26

  • W. E. Reyes W. E. Reyes
    Gracias María, como siempre tú tan amable, saludos :) November 21, 2019, 00:59
~