aldec01 Aldeco René

Hoy es el día que tanto tiempo llevo soñando trascribir en hojas recicladas en un atardecer danza con mis ideas. Mientras la casualidad lograse hacerme concurrir a su lado, yo saciaría mis anhelos más profundos, satisfaciendo mi dignidad y aquel deseo por no morir.


Erótico Para maiores de 21 anos apenas (adultos).

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AMARGA PACIENCIA

Mientras la casualidad lograse hacerme concurrir a su lado yo saciaría mis anhelos más profundos, satisfaciendo mi dignidad y aquel extravagante deseo por no morir. Podría contemplar su rostro oculto tras las sombras de cualquier pretexto y fantasear con aquellos matices de un cuadro titulado con su nombre. Observándola caminar rumbo a su habitual oficina en donde tantas veces se había entregado a múltiples deseos, al calor de las sonrisas y al fétido aroma de alientos mezclados al gemir. Justo ahora la admiro sentarse y cruzar las piernas, golpeteando ligeramente un bolígrafo en su frente, mientras frunce el ceño al tratar de analizar un detalle de aquella empresa a la que no le importa; la mecánica y monótona costumbre por contar los centavos en manos ajenas.


Quisiera pedirte te acercases a mí con ese andar característico que resalta tus nalgas bajo la minifalda, con aquel par de tacones que reafirman tus pantorrillas y el saco ajustado que oculta tus senos pequeños pero firmes, mismos que hacen oscilar aquella matricula que nos identifica en esta celda para la cual tú no has nacido. ¡Mírame! Hoy es el día que tanto tiempo llevo soñando transcribir en hojas recicladas en un atardecer que dance con mis ideas. Una necesidad por sonreír se ha apoderado de mis labios, puedo recordar cada momento en el que tu recuerdo me ha satisfecho y ha dejado mi pulso fuera de control. Debo hacerte comprender que no necesito detalles más allá de lo que me complacen tus costumbres, ya que tu monotonía abre mi apetito y lo sacia la espontaneidad de mis reacciones al observarte mojar el suelo.


—Buenas tardes señorita —salude justo después de abrir la puerta y asomar el rostro—, me pareció extraño verla tarde en su oficina, ¿se encuentra bien?


—Las cosas no han resultado como esperaba Nay —respondió al reconocer mi voz y girar el rostro para reafirmar cualquier duda, regresando en un instante a la reflexión de un conjunto de negativas—, lo menos que podría esperar es estar a solas, así que por favor retírate y cierra bien la puerta al salir.


No estaba dispuesto a ir a ningún otro sitio, había llegado mi oportunidad y no la sacrificaría. El entorno olía a jazmín y la alfombra era lo suficientemente suave para relajar la planta de mis pies aun dentro de aquellos viejos mocasines. Necesitaba arrancarla del presente y someterla a mi propio tiempo, a aquel espacio en el cual solo existiríamos ella y yo, a aquel metódico porvenir de ideas en la oscuridad de mis recuerdos.


—Lo comprendo... —le respondí mientras entraba y cerraba aquella única geometría que me había separado de su calor y el juego de palabras—, creo que usted carga demasiadas e innecesarias preocupaciones, no debería inquietarse, sus instintos la han mantenido en una excelente situación. No es menester sobrellevar la carga de todos a la vez, hágalo tal cual ha hecho aquí durante estos pocos meses, turnando sus preocupaciones y sustituyéndolas por excelentes recompensas; que poco le importen las esporádicas carencias.


—¿Qué tratas de decirme? ¿Acaso estas insinuando algo? —Incorporándose rápidamente y dejando la palma de sus manos sobre el escritorio, mostrándome aquella pose por la cual una placa de bronce ahora lleva su nombre—. Mis logros han sido gracias a todo mi esfuerzo, al deseo de formar parte de una estructura y no solo ser un temporal. El lugar en el que me encuentro no solo lo justifica mis palabras, sino todos aquellos momentos donde había sido la única dispuesta a cumplir a detalle cada una de las normas y llevar como credo la visión de esta empresa.


—Aun así... usted es... tan encantadora —desenvainando una sonrisa al responderle y observar a detalle su peculiar ceño fruncido—. Aparentemente preocupada, sin darse cuenta que solo basta mostrar el borde de su minifalda ajustarse a sus muslos y poco importaría cualquier peripecia. Seamos francos señorita, lo único que necesita es no pensar, todos esos declives nada tienen que ver con usted, todas esas absurdas ideas de estatus le han mostrado erróneamente que somos esclavos de la monotonía... y no es así. Usted misma es un ejemplo claro, haciendo trampa en la ruleta al no jugar con sus propias manos.


Ella continuaba en la misma posición, bastándome unos cuantos pasos para encontrarme frente a su escritorio y admirarla como una fiera que defiende su territorio. No cabía la menor duda que mi éxtasis estaba por llevarme a la locura, pronto mis manos dejarían de acariciar fantasías y mi mente recordaría con dulzura el contorno de su silueta.


—¡Lárgate ahora mismo! —Me ordeno llena de furia—. Tan solo eres uno de todos esos donnadies que anhela estúpidamente lo que otros logran sin el menor esfuerzo, déjate de sermones ridículos y acepta lo que eres. Ninguno de ustedes podrá siquiera lograr lo que yo en tan poco tiempo, si lo que buscas es justicia, déjame decirte que no existe.


—Vine en busca de usted, de algo real y no de aquello que imploran los mediocres —presionando mis puños mientras escupía cada palabra, sabia que pronto la razón huiría de mí—, solamente necesito que se muestre tan dócil como lo fue para ellos, para cada uno que no tuvo la necesidad de usar fuerza alguna. Podríamos satisfacer la curiosidad y el placer, ir más allá de lo convencional y tener la certeza de que no solamente se requiere de la conveniencia para mirar a unos cuantos como los adecuados.


Presurosa, saco de su cajón derecho unas tijeras y las sujeto fuertemente, estaba dispuesta a defenderse hasta el último momento, a luchar en contra de quien solo mostraba razones justas por experimentar lo que unos asquerosos “hombres" obtuvieron a cambio de otorgar un nuevo título y la perdida de unas cuantas horas en compañía de su familia.

21 de Janeiro de 2022 às 22:17 0 Denunciar Insira Seguir história
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Aldeco René Permíteme contarte todas aquellas historias sin final feliz.

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