karhol-lopez1562630090 Karhol Lopez

Esta historia junto con mi trabajo anterior (el bebé, el niño y la pistola) forman parte de un proyecto en proceso que consta de una recopilación de relatos cortos con critica social que usted lector deberá descifrar...


Conto Para maiores de 18 apenas.

#criticasocial #refleccion #problemas #jefe
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Problemas con mi jefe

La alarma sonó. Los rayos del sol bajaban por una ventana atravesando el interior de una habitación. Un hombre dormía plácidamente en una cama matrimonial, en donde junto a ella una mesita de dormir mostraba una fotografía de una pareja felizmente casada.

El hombre se despertó, levantó una mano y sin mover el rostro de la almohada, tomó su celular y lo desbloqueó, terminando así con el pitido de la alarma. Seguido de esto se levantó con una sonrisa inusual de una persona que se acaba de despertar y caminó hacia el baño, giró la perilla del agua caliente y se esperó un poco de tiempo antes de meterse a la ducha.

Se miró al espejo, sus ojos cafés relucían espectacularmente, con un brillo extremadamente raro para una persona de su edad, cuarenta y cinco años. Las arrugas de sus ojos eran un poco visibles, sin embargo con la sonrisa que resplandecía en su rostro se hacían notar más. Él lo sabía, pero los demás no. Hoy era el día en donde arreglaría sus problemas con su jefe.

El hombre se desvistió por completo y se miró en el espejo admirando su cuerpo. Sintiendo la mejor autoestima que había tenido hacia años, cuando aún estaba casado con aquella hermosa mujer que solía decirle esposa. Su piel morena, con tonos canelas, forraba el cuerpo del que en algún momento de su vida había tenido un físico envidiable y espectacular, y en donde ahora solo había vestigios de ello. Sus pechos estaban caídos, pero no gordos, su abdomen marcado se había jubilado y dado paso a una barriga de consumo de cerveza y papas en las fiestas del trabajo. Su barba antes bien definida y perfectamente blanca, ahora estaba descuidada y sin perfilar, con ligeros puntos grisáceos que hacían notar que envejecía.

Envejecer; aquella palabra que le había dicho su esposa antes de empezar a dejarlo, a olvidarlo. “estas envejeciendo” decía ella, “te estás haciendo aburrido, y yo quiero aun conocer más, vivir más”eres un amargado, te pareces a mi papá”” dios mío, no eres mi papá, tal vez tengas su edad pero no lo eres y no puedes evitar que haga las cosas que se me plazcan”como crees, es solo un amigo no pasara nada con él”. Eso fue lo último que la mujer le dijo antes de encontrar un día y por accidente., la foto de un pene erecto, y de un considerable tamaño, en su celular; junto con un mensaje que decía “todo esto es para ti niña, espero y te quepa toda mi verga en la boca”. Ella le contestó un emoticón de una cara que babeaba y un, “claro que me cabe eso y más”. Ese día discutieron y se separaron. Nunca hubo un divorcio, pero eso no le importaba ya al hombre. Comprendió que eran riesgos que se tenían cuando te enamorabas perdidamente de una muchacha veinte años menor que tú.

Dejó de mirarse al espejo. Caminó hasta la regadera y se metió debajo del agua que corría fría como el hielo. Hacía ya tiempo que no se bañaba con agua caliente, desde que su esposa se había ido. A ella era la que le gustaba sentir el agua ardiendo en su cuerpo. Sintiendo placer, excitándola y teniendo sexo en la bañera todos los días, con él, cuando estaban juntos. Pero ya no había necesidad de mantener el agua caliente, sobre todo porque le hacía ahorrar gas en su casa y guardarse un poco de dinero que le serviría para después y comprar cosas, cosas necesarias para este día.

El hombre se enjabonó el cuerpo sin desperdiciar ninguna gota de agua y lo hizo plácidamente, disfrutando su baño con agua helada, disfrutando de su miseria, siempre con su sonrisa en el rostro. Salió de bañarse, se secó con la toalla; la cual se colgó en su cintura, y caminó hacia su cuarto, buscó su ropa y sacó todos los boxers que tenía, los inspeccionó uno por uno hasta encontrar el indicado y se lo puso, era uno rojo con elástico negro, el que mejor le hacía notar su paquete. Se colocó los calcetines, el pantalón de mezclilla negro que usaba para el trabajo, ya gastado y con ligeros desgarros de la tela, pero aun funcional, seguido de esto su camisa amarilla con el logo bordado de la empresa en donde trabajaba. Estaba casi listo solo le faltaba su chaleco, los buscó en el último cajón de su cómoda y ahí estaba, solitario, de color azul marino, botones y una insignia que tenía su nombre grabado en él. Antonio. Ese era su nombre. Lo tomó con mucho cuidado, una especie de hilos blancos salían de su interior, Antonio los metió ocultándolos a la vista y se colocó el chaleco. Se sintió bien, un poco pesado, pero se sentía bien. Después de esto tomó su maletín negro. La sonrisa de su rostro se agudizó.

Antes de salir a su casa para ir a su trabajo, el hombre miró por encima de su hombro sus cosas, su hogar, o lo que había sido su hogar. Le dedicó una mirada melancólica, feliz y determinante a la vez. Cerró la puerta con llave y caminó hacia la calle para tomar un taxi. Cuando lo detuvo miró de nueva manera su casa, unas lágrimas rodaron por sus mejillas que estaban tensas por aun sonreír y se encaminó hacia su trabajo, sin dar marcha atrás. Sabiendo que no iba a regresar jamás.

Llegó al trabajo, Antonio bajó con su maletín negro, sacó su billetera y le dio todo el dinero al taxista.

- Son solo 200 pesos. Repuso extrañado el taxista al recibir un fajo de billetes. Aproximadamente trecientos mil pesos en billetes de quinientos.

- Quédate con el cambio chico, tómalo como una propina. Contestó Antonio sonriéndole al joven taxista.

- ¿Seguro señor? Inquirió el muchacho preocupado, pero con ganas de aceptar su oferta.

- Seguro – Confirmó Antonio sin bacilar – es mi obra de caridad del día.

El taxista tomó el dinero y se marchó. Se sentía raro, sentía una mezcla de estado de alerta y alegría al ver cómo era que ese hombre era feliz. O eso aparentaba. Presentía que ese día aquel hombre que le dio todo su dinero de propina haría algo grande, algo inimaginable, pero no sabía que. Lo único que pudo descifrar del hombre era que en sus ojos se veía una extraña determinación.

Antonio entró al local de su trabajo, una tienda en donde vendían electrodomésticos, libros, maquillaje y varias cosas más. Cruzó la entrada y las paletas detectoras de metales sonaron. El guardia se acercó al hombre lo más rápido posible y Antonio lo miró. Le guiñó un ojo y comenzó a hablar.

- Hey Carlos, ¿cómo te va hermano? ¿todo bien con la familia?

El guardia se paralizó al verlo. Era extraño ver a Antonio en la tienda, hacía mucho tiempo que no lo veía. Lo pensó un poco y reparó que la última vez que le vio ahí había sido en su día de despido.

- Antonio… - contestó el guardia intentando comprender que hacia ahí – bien, la familia está bien… - frunció el ceño – ¿qué haces aquí amigo? ¿Qué no te habían despedido?

Antonio lo miró sin dejar de sonreír. Su mirada era penetrante y cautivadora a la vez. Como la de un seductor.

- Si hermano, pero ya sabes. tengo una plática con Armando, ya sabes, vengo a hacer negocios – Levantó el maletín y guiñó un ojo. El guardia abrió la boca para intentar decir algo, pero nada salió de esta, Antonio bajó el maletín y comenzó a caminar – no te preocupes Carlos, esto es de entrada y salida, ni siquiera notaras que me fui. Dijo mientras se alejaba del lugar.

El hombre quedó pensativo en su lugar, observando cómo era que su ex compañero de trabajo se marchaba tan feliz y jovial. Se sentía extrañado y horrorizado. ¿Por qué no le revisó el maletín? ¿Que acaso eso no era parte de su trabajo? ¿Que eran esos pequeños hilos que vio dentro de su chaleco? ¿Telarañas? Probablemente. Dejó de darle vueltas al asunto por su propio bien, de todos modos era Antonio, y el nunca haría nada malo.

Antonio caminó por el lugar. Se dio un pequeño tour y reparó que la mayoría del personal era nuevo. Él no había sido el único al que había corrido entonces. Eso le hacía sentir un poco mejor. Caminó a los baños y al llegar se miró al espejo. Seguía sonriendo. El sudor le corría por la frente y la espada comenzaba a dolerle. El peso extra del chaleco y el maletín le lastimaban la espalda. Pero no le importaba ya, pronto solucionaría sus problemas, lo único que le faltaba era hablar con Armando, el gerente y hablar de negocios. Se enjuagó el rostro para refrescarse un poco y se lo secó con las toallitas de papel que había. Salió del baño, y en la puerta de este se topó con un niño de ojos verdes y piel morena. Antonio sonrió y lo saludo.

- Hola chiquillo, ¿estás perdido?

- No – contestó el niño inocentemente – vengo al baño, mi papi dijo que ya soy un niño grande y que puedo hacer yo solito de la pipi.

Antonio sonrió, sintió un poco de lastima por el chiquillo.

- Pues tu papi tiene razón – lo señalo y recorrió su altura con el dedo índice – ya estas grande para poder hacer, de seguro tu papá es un hombre muy inteligente.

El chiquillo asintió alegremente y sonrió.

- Sí, mi papi es muy inteligente. Por eso es el dueño de esta tienda.

La sonrisa de Antonio se agudizó aún más, mostrando sus dientes y deformando más su rostro. Salió del baño y se encaminó a la oficina de Armando.

Llegó a la oficina, tocó la puerta y nadie le contestó. Tomó la perilla de la puerta y notó que esta no tenía seguro y sin pensarlo se metió. La oficina era mediana, con unos cuantos sofás que formaban una pequeña sala, un escritorio principal donde detrás de este había una silla negra que se veía bastante cómoda. Antonio caminó hacia esa y se sentó. No fue la experiencia que se esperaba, la silla estaba dura, la piel negra era muy caliente y los resortes rechinaban con el peso. Aun así eso no le impidió mirar sentado el resto de la oficina. En donde vio unas fotos de una familia alegre. Un niño de ojos verdes, una mujer familiar, (bastante familiar) joven de unos veinte y tantos años y un hombre blanco con cabello castaño. Al lado de este un poster con un calendario y un pizarrón que tenía escrito “días sin accidentes: 100, felicidades” Antonio ahogó una ligera risita en su boca.

Se escuchó como alguien se acercaba a la puerta. Antonio agarró con fuerzas el maletín y se acomodó el chaleco, el cual estaba un poco caliente. Un hombre de aproximadamente su misma edad entró a la oficina, hablando por el teléfono e ignorando la presencia de su invitado. Cruzó toda la sala sin voltear a ver hacia su escritorio y llegó a un frigobar.

- Ya te dije por que no tienes que venir – dijo el hombre antes de agacharse en cuclillas y tomar un refresco del frigobar – ¿qué? ¿ya vienes? – el hombre suspiró para sus adentros – está bien amor, aquí te veo para irnos a comer… si, si – el hombre se levantó cerró la puerta del frigobar y abrió el refresco – sí, aquí también esta Ithan, lo estoy cuidando bien…. Aja, si yo también te amo amor – el hombre creyó ver algo por el rabillo del ojo y un escalofrió le recorrió el cuerpo, se dio la vuelta y al fin lo notó, el hombre reparó a Antonio sentado en su lugar, un nudo en su garganta se formó – Michelle… no veng…

La llamada se cortó. Michelle le había colgado antes de poder avisarle. Antonio le sonreía aun al gerente de la tienda, el cual caminó lentamente hasta un sofá.

- Vaya, vaya – Antonio cruzó una pierna y entrelazó los dedos de sus manos, tomando una postura más seria – ¿Cómo has estado armando?¿todo bien con la familia? Ahora que tienes una.

El gerente se sentó en el sofá, le dio un pequeño sorbo a su refrescó y con cautela lo dejó en la mesa de centro que tenía. Todo esto con un rostro de sorpresa y horror a la vez. Antonio sonrió un poco más al notar el temor de su ex compañero. Se miraron por unos instantes y el silencio se sentía pesado en aquella oficina, casi tan tangible que lo podías tocar con la mano.

- ¿ahora eres mudo o qué? Preguntó Antonio acomodándose el saco.

Armando recorrió su mirada hacia aquel hombre que estaba sentado en su silla preferida, después a la puerta y después al refresco y celular. Intentó levantarse, pero Antonio lo impidió sacando el maletín a la vista. Armando sintió un escalofrió al ver aquel objeto rectangular de piel negra y agarradera. No sabía que tenía en su interior, pero pensaba que no era algo bueno. Se sentó de nuevo y tomó su refresco lentamente, bebió e intentó calmarse.

- ¿Qué haces aquí? Preguntó Armando enjugándose los labios con el dorso de la mano.

Antonio sonrió, relajó su postura y se tumbó en la silla la cual rechinó.

- Nada, solo venía a hablar con un viejo amigo. Ya sabes, aquella persona que me despidió y me jodio la vida – Armando lo miró incrédulo. Antonio lo observó esperando ver un cambio en su rostro el cual no notó – ósea a ti pedazo de imbécil, vengo a saludarte después de haberme jodido mi vida. Después de haberme quitado todo lo que tenía.

- Yo no hice es…

- Claro que lo hiciste – lo atajó Antonio mientras se levantaba de la silla y caminaba a la puerta, Armando lo siguió con la mirada temerosamente, el hombre que sonreía sutilmente puso llave y se regresó a su silla, la cual volvió a rechinar. En ese preciso momento Armando tomó el celular de la mesa y lo guardo en su pantalón – claro que lo hiciste. La expresión de Antonio se apagó un poco, oscureciendo su rostro y mostrando lo viejo y demacrado que se había puesto. Tomó el maletín y lo colocó de nuevo en la mesa.

- ¿Qué traes en el maletín? Preguntó sin querer hacerlo Armando, el cual comenzaba a sudar de la frente, tocando su celular ansiosamente.

Antonio sonrió y sus ojos brillaron.

- Ah cierto, traigo esto para hablar de negocios contigo. Levantó el maletín y lo agitó un poco.

- ¿negocios? – preguntó el gerente extrañado – pero pensé que estabas enojado conmigo.

- Lo estoy querido Armando, lo estoy. Pero eso no me impide poder hablar de negocios contigo ¿o sí? , eso fue algo que tú me enseñaste antes de que me corrieras. Profesionalismo ante todo.

Armando lo miró un poco más relajado. Dejó de tocar su celular y prestó atención a aquel hombre. A fin y al cabo era un hombre de negocios y escucharía cualquier cosa que le hiciera ganar dinero y agrandar su fortuna.

- Te escucho. Contestó el gerente.

Antonio volvió a sonreír, armando pensó que si no le dolían las mejillas por sonreír tanto, pero descartó ese pensamiento de inmediato de su mente.

- Te traigo el futuro – Antonio acostó lentamente el maletín – algo que te jubilara de por vida a ti y a tu familia – comenzó a colocar el código de acceso – algo en lo que no pagaras casi nada.

- ¿Qué es? Preguntó Armando desesperado, saboreando el dinero y el futuro que le esperaba, sabía que cuando Antonio le proponía algo era algo grande que casi siempre le hacía ganar mucho dinero, lo sabía muy bien porque desde la carrera habían sido un buen equipo; mejores amigos. Él la mente maestra de las ventas y Antonio el innovador. Fue así como fundaron esa empresa de tiendas, aquella empresa que lo había despedido.

- Tranquilo, deja que te explique primero que es el producto – Armando asintió y Antonio prosiguió sonriendo – ¿sabes qué es el ciclotrimetilentrinitramina? – Armando negó con la cabeza – bueno, es un compuesto orgánico producto de mezclar ácido nítrico concentrado y hexamina – el gerente no entendía lo que Antonio decía, pero lo dejó hablar. A fin de cuentas era Antonio y siempre tenía ideas brillantes – es cristalino y moldeable, fácil de fabricar y un poco costoso conseguir los reactivos, pero una vez teniéndolos se sigue una reacción química lineal y te da el producto…

Armando lo detuvo con un ademán. Sus nervios se habían relajado e interrogó a su ex socio:

- Por eso Antonio, ya me dijiste toda esa cosa científica que solo tu logras entender, pero… - levantó la mano y comenzó a tronar los dedos intentando recordar algo – pero ese cilotrimarina…

- cliclotrimetilentrinitramina. Corrigió Antonio al gerente.

- Bueno, esa cosa ¿para qué nos sirve? ¿Cuál es su función? ¿Ganaremos dinero o no? ¿Cuánto pagare por ese producto?

Antonio sonrió y comenzó a reír con la cabeza agachada, Armando no entendía que era lo gracioso, su ex amigo/socio/compañero lo miró con ojos desorbitados, de lunático y el miedo comenzó a recorrerle el cuerpo al gerente.

- Ay querido Armando, si tan solo supieras un poco de química orgánica básica sabrías de lo que estoy hablando – Antonio giró el maletín – el ciclotrimetilentrinitramina es también conocido como C4 o explosivo plástico – Antonio abrió el maletín, se escuchó un click y un temporizador iniciaba una cuenta regresiva de cinco minutos, junto a este un montón de cables se conectaban a cuatro bloques de C4 – y no te preocupes no pagaras tanto por todo este paquete – Antonio abrió el interior de su chaleco y dejó ver otro cuatro paquetes de explosivo pegados a su cuerpo – solo serán 5 minutos de tu miserable vida de ricachón y al final los dos explotaremos y nos iremos juntos al infierno junto con esta tienda de mierda.

Las piernas de Armando temblaron, sintió como el corazón le latía en su cabeza y sus ojos se inyectaron de sangre y de lágrimas. Sabiendo así que ese era su final.

- ¿Por qué? Preguntó el gerente temblando de pies a cabeza, la faceta de Antonio se oscureció y cambió, dando la apariencia de otro hombre.

- ¿Por qué? – el psicópata se levantó de la silla bruscamente y miró fijamente a su amigo, perdiendo su sonrisa en el momento - ¡¿POR QUÉ?! – gritó Antonio y caminó apresuradamente hacía con Armando, su chaleco se balanceaba pesadamente hacia los lados y se detuvo hasta que se paró enfrente del gerente el cual temblaba de miedo – ¡¿AUN TIENES EL PUTO DESCARO DE PREGUNTAR ESO?! – lo tomó de la barbilla, lo apretó y acercó su rostro al suyo hasta el punto de sentir su rápida y agitada respiración – ME QUITASTE TODO… - los ojos de Antonio se llenaron de lágrimas y su voz se quebró, Armando lo miró a los ojos, después al temporizador que ya había bajado 10 segundos y luego a Antonio nuevamente – MI EMPRESA, MI EMPLEO, MI VIDA, MI FAMILIA…

Antonio soltó al gerente se llevó las manos a los ojos y se los enjugó intentando calmarse un poco. En ese momento Armando tocó su celular, lo sacó rápidamente, abrió la aplicación de llamadas y por accidente marcó a su esposa, intentó colgarle pero en ese momento Antonio volteó hacía con él y guardo el celular rápidamente.

- Me quitaste todo hijo de puta, todo… - el psicópata suspiró y unas lágrimas resbalaron por sus mejillas – todo… no te bastó con despedirme – Antonio se movía rápidamente de un lado a otro en la oficina mientras el temporizador del maletín bajaba segundos y segundos. Ahora ya solo faltaban cuatro minutos. – no, eso no fue suficientes. No fue suficiente que me quitaras la empresa, mi empresa que construí junto contigo gastando dinero y endeudándome, sudando y llorando. Tenías que quitarme a mi familia también… a la mujer que amaba, a mi razón de ser….

El celular de Armando dejó de sonar, lo habían mandado a buzón y eso le había aliviado un poco al gerente al saber que no había preocupado a su esposa.

- Tuviste que quitarme a Michelle…

- Eso no es cierto - Contestó alterado Armando, intentando protegerse. – comenzamos a salir una vez que se habían separado.

Los ojos de Antonio se abrieron como platos y una vena se le saltó en la frente.

- ¿Qué dijiste? Preguntó tranquilo pero con tono severo Antonio.

- Comenzamos a salir cuando ya no eran nada, eso fue lo que ella me había dicho.

- No digas mentiras…. ¡NO HAGAS ESOOOOO! SE UN HOMBRE CARAJO, POR UNA VEZ EN TU PUTA VIDA SE UN HOMBREE.

Armando aguantó el gritó como todo un hombre. Se levantó de su lugar e intentó caminar hacia con el pero Antonio lo miró con ojos de loco y su valentía se esfumó en ese instante.

- No digas mentiras Armando, vi la foto que le mandaste…

- ¿Cuál foto? Preguntó el gerente extrañado.

- La foto de tu horrendo pene que venía con un mensaje de que decía que esperabas que le cupiera todo en la boca.

Armando se extrañó, ese mensaje nunca lo había mandado él.

- No fui yo Antonio – le dijo el gerente al psicópata con una cara de confusión total – yo nunca hubiera hecho eso, eres… eras mi amigo y nunca te hubiera saboteado tu relación de esa manera. Te respetaba y a ella también y sobre el empleo… no pude hacer nada, los accionistas me pusieron entre la espada y la pared. Me dijeron que tenía que despedirte por que no te veían bien emocionalmente y no iban a dejar que una persona así se hiciera cargo de una empresa como esta – Armando suspiró para intentar deshacer un nudo de su garganta – entonces tuve que decidir. Eras tú y solamente tú, o todos y los demás empleados que trabajan aquí. Entonces decidí por ti…

Antonio se detuvo en seco, miró a su amigo y vio que en su rostro reflejada la verdad. Él no era el que había mandado esa foto, pero eso lo ponía en un problema imprevisto. Si él no lo había hecho significaba que Michelle le había sido infiel desde mucho antes y probablemente con más un hombre. El psicópata se llevó las manos a la cabeza y comenzó a pegarse, intentando sacar la verdad de su mente. Porque sabía que si eso era cierto entonces mataría a su mejor amigo y a personas inocentes nomas por sugestiones que se hizo en su cabeza. Sería el malo de la historia y no el mártir que pretendía ser.

- Entonces ¿por qué nunca me lo mencionaste? – preguntó Antonio mirando a su ex mejor amigo intentando que lo salvara de la locura - ¿Por qué nunca me lo dijiste y me visitaste? ¿por qué te casaste con Michelle?... no sabes lo que sufrí… las veces que llore y me dije que había sido la persona más mierda del mundo, una basura. Un bueno para nada. El tiempo que intenté recuperarme de todo eso y reintegrarme a la sociedad., no pude hacerlo. No pude conseguir otro trabajo estable, ni una pareja… todos eran pasajeros y eso era bueno por un momento, pero… pero el tiempo pasa… y uno envejece y quiere sentar cabeza… pero ya no contratan a alguien de cuarenta años y mucho menos consigue pareja ¿sabes?... – Antonio bajó la cabeza y comenzó a llorar entonces Armando notó que la verdad le había llegado como un balde de agua fría y con hielos y nitrógeno líquido, a su cabeza. – entonces fue cuando empecé a hacerme de la idea de que yo no era el culpable de mi fracaso tanto profesional como amoroso… - el tono de voz de Antonio fue aumentando y haciéndose más severo conforme hablaba – y te empecé a echar la culpa a ti… mi ex mejor amigo que me traicionó… que me tiró a la basura como un desechable… que se casó y se coge, a la que fue mi esposa, todas las noches… haciéndola gemir… haciéndola feliz… como yo nunca lo pude hacer… teniendo un hijo…

El rostro de Antonio se iluminó de manera macabra y horrorosa. El gerente al notar esto se horrorizó, supo que la poca cordura que le había quedado a lo que antes había sido su mejor amigo, se había esfumado. Eliminado y olvidado para siempre.

- Tuviste un hijo con mi esposa, un niño moreno y tú eres de tez blanca al igual que Michelle, entonces… - el foco de la mente del psicópata se prendió y un enojó mayor invadió su cuerpo tensando sus músculos y la mandíbula.

- No lo digas – contestó Armando, recordando que su hijo estaba en la tienda, en algún lugar donde debería de estar cuidándolo. – por favor no lo digas.

- Ese hijo es mío… - Antonio miró a Armando con repudio, con cólera y envidia, porque su amigo era el papá que jamás pudo ser él. – te casaste con Michelle sabiendo que estaba embarazada de mi… eres un degenerado hijo de puta.

Armando intentó responderle al loco pero ninguna palabra salió de un interior. Entendió que lo que Antonio decía era cierto, como era que se había podido casar y enamorar con la ex esposa de su mejor amigo y sobre todo sabiendo que estaba embarazada de él.

Antonio se dio la vuelta miró el maletín el cual marcaba quince segundos y retrocediendo. El loco cerró los ojos, suspiró y supo que su final estaba por llegar, pero cumpliría su objetivo, mataría a Armando y acabaría con el trabajo de su vida. Se escucharon unos golpes en la puerta y detrás de esta unas voces que murmuraban cosas, una de esas voces era la de un niño.

- Papi, ¿Qué está pasando? Hemos escucho gritos y mami y yo nos estamos preocupando.

Armando se paralizó. Recordó que su esposa estaba en camino hacia el local para después irse a comer los tres, la familia reunida. Miró a Antonio el cual sonreía de par en par y después al maletín que marcaba cuarenta y cinco segundos. Intentó correr hacia la puerta, pero las piernas no le reaccionaron y Antonio se le adelantó y corrió hasta esta tapándole el paso al gerente que lo único que pude hacer fue gritar.

- ¡CORRAN O MORIREMOS TODOOOOS!

Antonio abrió la puerta y vio a dos personas, a un niñito de piel morena y ojos verdes. Y a lado de este una mujer hermosa de tez blanca, cabello castaño y ojos verdes. La reacción no fue la que esperaba. El loco quedó paralizado, hipnotizando. Cautivado por volver a ver a aquella mujer que había sido su esposa alguna vez. Seguía siendo joven y hermosa. Seguía siendo su esposa y a un lado su hijo. Antonio sonrió como estúpido y espero a que los demás le respondieran igual. Sin embargo la única respuesta fue la de una mamá que protegía a su hijo poniéndolo detrás de ella y una cara de extrañeza extrema y horror. El hombre sintió calor en su pecho, su corazón se aceleró y la mujer comprendió quien era el que estaba enfrente de ella.

- ¿Antonio eres t…

Adentró de la oficina el temporizador llegó a cero y el maletín explotó junto con todas las personas que había en la tienda, la cual cayó sobre sus columnas y se desplomó por completo, sepultando a todos los que se encontraban en su interior.

No hubo sobreviviente. Aquel día seria recordado como uno de los atentados terroristas más grandes en la historia del país.

Tampoco se pudo comprobar quien había sido el causante de aquella masacre. Hubo sospechosos, pero ninguno fue sentenciado. Como era de esperarse nadie sospechó de Antonio, a fin de cuentas era una persona buena, con una conducta ideal e inteligente. Una persona ejemplar de la cual nadie pensaría que tenía problemas. Y sobre todo, que no pensaría que ese día había ido a la tienda a solucionar sus problemas con su jefe.

Fin.

16 de Setembro de 2019 às 16:22 0 Denunciar Insira Seguir história
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