Andaba sólo y triste en la oscuridad de la noche. Caminaba por el sendero de un bosque tenebroso, sumido en un absoluto silencio.
No se oía ningún ruido, no había viento, las hojas de los árboles estaban quietas como piedras; los animales estaban totalmente callados, parecía que no existían en aquel paraje. Creía estar en un recóndito rincón de algún valle perdido.
La luz de la luna no lograba atravesar las copas de los árboles, el corazón de aquel lugar estaba casi en la oscuridad absoluta y un escalofrío recorrió todo mi ser recordando las historias de miedo que me contaba mi abuelo cuando era pequeño.
Mi paso era lento y pesaroso y me clavaba las piedras en la planta de los pies. Éstas eran pequeñas y acabadas en punta y parecían pequeños cuchillos... En la vereda de la senda asomaban pequeños arbustos y alguna que otra planta. Más de una sería medicinal y seguro que aliviaba aquel mal que recorría mi alma, aquel mal que había surgido de repente e ignoraba por qué.
Llegué al final del camino y me encontré en un claro, el cual tenía forma circular. Allí había un poco de más luz y se lograba ver una bifurcación, ¿adónde llevaría cada una de aquellas sendas? Aún no sabía dónde me hallaba.
Lo que me llamó la atención fue lo que había en el centro. Eran dos enormes piedras con forma de mesa. La primera, clavada en el suelo, hacía de base y la segunda era totalmente redonda y plana y tenía un agujero natural en el centro. En él había un trozo de madera en el cual había clavado un magnífico puñal. Éste tenía una empuñadura de madera de roble americano con acabados en piel de serpiente. La hoja, de acero templado, brillaba con la poca luz que le daba.
Entre el pequeño madero y la punta del cuchillo, había un trozo de pergamino. Éste era muy delicado y se veía amarillo, a punto de descomponerse, me pregunté cuánto tiempo llevaría allí y quién se habría molestado en colocarlo en aquel lugar tan retirado.
Me acerqué para leerlo, pero sin tocarlo, no quería que se descompusiera en mis manos. Decía lo siguiente: “Amigo viajero, si quieres continuar por el camino correcto recuerda con qué mano manejaba tu abuelo el florete y con cuál disparaba su mosquete y haz memoria de cuál de las dos era su arma favorita...”
En ese momento noté una mano que me zarandeaba y acabó despertándome... Ignoraba el motivo y por qué a aquellas horas tan intempestivas de la noche…
Recordé aquella imagen muy vívidamente. Posiblemente había sido un sueño, solamente eso... ¿O quizá no?...
Obrigado pela leitura!
Podemos manter o Inkspired gratuitamente exibindo anúncios para nossos visitantes. Por favor, apoie-nos colocando na lista de permissões ou desativando o AdBlocker (bloqueador de publicidade).
Depois de fazer isso, recarregue o site para continuar usando o Inkspired normalmente.