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El libro negro ha vuelto a abrirse luego de cientos de años, y Aisha tiene mucho que soñar. ¿Nos acompañas 5 minutos?


Conto Todo o público.

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Aisha y El libro negro

Aisha.

Hace muchos años que no hubiese una noche tan estrellada como aquella, Aisha se maravillaba con cada pequeño detalle que podía vislumbrar en el cielo nocturno. Al posar la mirada, un sentimiento le sobrellevaba de gran manera el alma, ¡la libertad! Abría los ojos enormemente y reflejaba en ellos la hermosa luz que originaban las estrellas, a veces alzando un poco las manos, como queriendo atraparlas, y no es que jamás las hubiese visto ¡ridículo!, si tú también las pudieses ver, tal cual como Aisha, te sorprenderías totalmente, ¡infinitamente! ¿Lo crees? Porque de las estrellas luminiscencia natural y hermosa se produce, pueden reflejarse y ser captadas por las almas más puras, (pero te advierto, ¡te advierto ahora!) Esa incandescencia jamás se ve en nuestras tierras (y te debería constar). -Las lucecitas están jugando unas con otras- Pensaba, y jugueteaba con sus ideas de libertad que inevitablemente le enternecían el rostro, y por lo demás, la misma luz reflejada en ella le devolvían su color vivo, y le aclaraba todo su semblante. -No hay que tener miedo lucecitas, salgan de su escondite y déjenme contemplarlas, ¿Qué es lo que esconden? Cuéntenme la historia, ¡Confiésense! ¿Es que acaso… lo que hay más allá de las afueras es tan bello? O más bien, ¿me guardan y me cuidan desde aquí mismo? ¿Será posible? Acaso es que fuera de las proximidades del templo, más allá la tierra es baldía… y ¡qué tierras! tal vez el mismo fin, la nada. Oh luces recónditas, escondidas e insospechadas, les pido permiso, cuéntenme qué hay y por qué, al menos una vez… - ¡qué desvaríos!, le ocurría a menudo, y casi siempre en tales noches singulares… y ¡especialmente aquella! - De todos modos, vale la pena, - sentenció como última palabra, dejando a un lado el tema, no sin antes escribir sus pensamientos en su nuevo diario, una libreta confeccionada a base de cuero oscuro, papel, y cordeles improvisados, encontrada esa misma mañana junto a un libro negro, dentro de la cámara misteriosa en la cima del templo.

No era más que una niña de 6 años, de contextura delgada, estatura un poco más alta de lo normal (más no al punto del exceso), su piel era de un blanco pálido con una cabellera color rojo, natural como el fuego, y poseía unos hermosos ojos verdes, mucho más claros que cualquiera que hayas visto (te debería constar), en fin, Aisha era en casi todos los sentidos una niña, y sin embargo su condición, sabía leer, y ¡qué bien entendía y le gustaba! Todo había empezado cuando descubrió en el templo aquellos grabados de cincel por las primeras cámaras, justo después de la entrada, a la izquierda de la gran mesa. En ese entonces Aisha, de unos 4 años, no comprendía los significados de tales símbolos, de hecho, Yo mismo recuerdo cómo se afligía cuando los veía, (¡Figúrate tú mismo!) luego de haber encontrado los grabados del cincel se paseó por alrededor de 6 horas por la muralla, ya era tiempo de que fuera a prepararse una comida (una ducha también hubiera sido conveniente, ¡pero no lo hizo!), daba vueltas caminando mientras profería, malhumorada en casi todos los casos, sonidos inentendibles, también ponía ambas manos en las caderas y comenzaba a escupirle a lo primero que encontraba, su instinto de curiosidad se habría de apropiar de ella completamente gracias al sorpresivo hallazgo (¡qué ilustre instinto!). Jamás había visto nada igual, ¿qué había de ser aquello pues? Desde el descubrimiento se encomendó a la resolución de los símbolos, una tarea casi imposible para una sola pequeña (eso dirías tú). A veces parecía lograr considerable avance, porque articulaba unas palabras y las repetía, se explicaba todo desde el comienzo y seguía caminando, siempre a paso recio y nunca apartando la mirada de los grabados, como considerando lo aprendido y tentando su propio entendimiento sobre lo que lograba captar, aunque, por otra parte, la mayoría de las veces hubiesen de olvidársele muchas cosas, ¡muchas cosas y muchas veces! Y volvía a empezar todo de nuevo… ¡pero no en silencio!, y tampoco con las manos en las caderas, sino con los puños en el aire y bramando constantes rabietas. Al final, las cosas hubieron de salir bien para Aisha, con el tiempo los grabados del templo le enseñaron el idioma, con el idioma las palabras, con las palabras los libros, y con los libros la lógica y la reflexión (también hubieron de ser estos grandes hallazgos, tesoros incorporales)

Aisha se encaminó a subir las escaleras para dirigirse a su habitación, a veces en noches como aquella le agradaba dormir en el techo del templo, donde todas las “lucecitas” quedaban expuestas a su vista, y podía conciliar el sueño fácilmente. Al principio, en los primeros sueños, se encontraba saliendo del templo con objetivo de aventurarse mucho más allá de las afueras, donde sin duda, no podría verse el hogar nunca más. Se deslizaba por los pasadizos, recogía algunas cosas para el viaje: comida, una cantimplora hecha mayormente por cuero, siempre llena de agua, un par de cordeles, muchas ramas, y algunas piedras bien afiladas (¡cual atisbo de seguridad!), junto con otros materiales y elementos bastantes ridículos para el caso, (¡humilde sueño era pues!), y en fin con los objetos, el tema es que, llegaba toda preparada, con un aire de exploración como si fuese a emprender el viaje de su vida, tal cual la chica valiente que es, (¡ y sin duda te debería constar!) con harapos nada más trabajados por sus mismas manitos, se alistaba y partía a aventurarse más allá de las afueras del templo, de su hogar. La mayoría de las ocasiones en sus paseos oníricos no lograba especial avance, pues la despertaba la consciencia, otras veces se imaginaba caminando por la periferia, alejándose cada vez más de casa, observándolo todo con los ojos bien abiertos y tentando cada paso, lista en todo momento para defenderse de los demonios que claramente, ¡claramente! estaban acechando, información que su imaginación le aseguraba de primerísima mano. Las visiones fueron de tal manera similar (¡y por mucho tiempo además!), que Aisha, pese a su corta edad, ya podía empezar a sentir los primeros síntomas de fatiga mental, pues se le hacía demasiado recurrente fantasear en cómo abandonar dicha área verde donde vivía, casi siempre llana en toda su extensión, arborizada en las esquinas, de aire limpia y de lagos azulados traslúcidos, dentro de la cual podías ver también alguna montaña especial, si te esforzabas y sabes lo que es contemplar (no lo sabes, y te debería constar).

Por muchos años se habría de acostumbrar Aisha a todo aquello, en el día a comer y a explorar los territorios limítrofes al templo, (también el templo mismo evidentemente), y en la noche, a soñar y a contemplar las estrellas. No sabemos si todo se hubiese mantenido igual en el tiempo, al menos no había indicio alguno de cambio en su vida, nada hasta “ese hallazgo” claro está, el libro negro (¿te había mencionado que lo encontró este mismo día?), de todos modos… ¡Ah, espera un momento! en lo que hablábamos ha subido las escaleras, ahora entra a su habitación y prende una vela… - Vamos a ver cuáles son tus secretos, ¿por qué estabas tan escondido? – pensó Aisha. Por lo pronto se lanzó a su cama, un pequeño mueble acorde a su estatura, se tapó casi completamente con las mantas de lana de oveja, dejando espacio suficiente para dejar el torso descubierto, y así mismo, medio sentada y acostada en su lecho, tomó el libro negro por la tapa, lo sopló para quitar todo el polvo que pudo de encima, y comenzó a leer, no sin antes notar que el escrito era del mismo cincel que años antes había descubierto en las murallas del templo.


El libro negro.

Antes de describir los breves, (¡pero inimaginablemente increíbles!) eventos, que transcurrieron mientras Aisha se encargaba de leer el Libro negro en esta especial noche, te propondré una pequeña tarea mental, ¡bastante fácil es!

No preocupéis por nimiedades que Yo mismo he pensado en ti, en tus… grandes capacidades de lector activo que indudablemente tienes, y ¡ejem! ¡ejem! Tu… Tu ¡gran imaginación! (¡eso es lo que quería decir desde un principio!), la cual claramente, ¡indiscutiblemente!, me consta que posees. Vamos a ver entonces (solo si te sientes preparado claro está), porque estos eventos próximos a ocurrir (¡impensables!, ¡desgarradores!) requieren de tu atención inmediata. Quiero que recuerdes alguna vez que te hayas enfrentado a un gran problema en tu vida, un dilema de tal magnitud que todavía recuerdes como hubo de producirte una leve jaqueca o un dolor de estómago en aquél entonces, todo esto acompañado tal vez por un sentimiento de frustración, el cual puede haberse presentado en tantos tipos de niveles como la determinación de superar el asunto hayas tenido. Tal vez recuerdes alguna materia la cual hayas tenido que aprender, ya sea por voluntariedad u obligación (solo tú sabes eso, a mí me da igual), o tal vez estés recordando algún asunto de otra índole, ¿cuestión amorosa?, ¿familiar?, ¿monetaria?, lo importante aquí es que este asunto, ¡este exasperante asunto!, debía ser resuelto de alguna u otra manera, pero ¡Tú!, (como ciertamente me consta) lo habrás conseguido, (probablemente después de un gran esfuerzo mental y algunos fallos y sinsentidos patéticos), pero ese no es el punto, el punto es que finalmente, ¡y con gran satisfacción!, encontraste la mejor solución para el dilema, de la cual me atrevo a creer todavía eres capaz de recordar en este momento, y decirte a ti mismo ¡vaya!, soy increíblemente versátil e inteligente, ¡felicitaciones a mí!, etc., etc., etc. Pues ahora viene la segunda parte de esta pequeña tarea mental, vuelve a recordar el fondo del asunto, y a ti, claro está, sumergiéndote en todos los sentimientos negativos que este te producía en aquél entonces, en este contexto, quiero que vuelvas en tus pasos, y trata, e intenta, (y probablemente falla miserablemente), en volver a solucionar este desgraciado dilema, ¡pero alto ahí!, no en las mismas condiciones en las que te encontrabas antes, sino en las que aquí se retratan, en las condiciones de Aisha, con seis años de edad, y sin nadie o nada que te pueda ayudar salvo tu propio ingenio.

Esto es lo que está ocurriendo con Aisha y el libro negro ahora mismo, (y que te conste) seguramente se transformará en el mayor de sus dilemas, ¿y para qué ilustrarte más? mejor veamos juntos lo que ocurre:

¡Aisha apenas había podido entender un par de palabras de la primera página y ya todo se estaba descarrilando! -Qué…. Pero que significa esto… ¡¿Qué significa esto?!- profirió increíblemente malhumorada. Lo siguiente se trata de una conversación que ni Yo puedo seguir completamente, pues está ocurriendo entre Aisha y su consciencia, aunque a veces más entre la consciencia y Aisha, aunque a veces más entre… - ¡No puedo creerlo!, tanto esfuerzo para un resultado tan deplorable, ¡y qué diablos es esto! Lo veo todo, hay contenido, ¡puedo ver que hay contenido en el libro! Esos símbolos… esas runas, esos grabados ¡y por las luces esas marcaciones extrañas en algunas páginas!... Es un hallazgo, un increíble hallazgo ¡ja! ¡ja! ¡ja! A este punto Aisha se encontraba parada en su lecho, enardecida por una serie de sentimientos, entre ellos goce, entre ellos ira, había desordenado todo lo que tenía alrededor, y ¡mira cómo estan sus puños! ¿los puedes ver?, está muy enojada, diría que es parte de su ilustre instinto de curiosidad, pero eso ya lo sabes… ¿Qué estás pensando?, lo adivinaré, crees que se trata, además, de un ilustre instinto consistente en rabietas y frustración, ¡pues claro!, solo tiene seis años ¿sabes? (que ridículo eres). - ¿Pero ¿qué era lo que yo me esperaba realmente?, menuda basura… si estabas tan escondido y alejado…por qué razón… ¿por qué te estaba buscando en primer lugar?... ¡Ah sí!, buscaba más libros, ¿pero no es eso exactamente lo que he encontrado? -. Aisha estaba bastante amargada, aun así, volvió a acostarse en su cama y a ordenar las tapas de lana de oveja que había desordenado con la rabieta, y dejó el irritante libro negro a un lado, para prepararse a dormir, y estuvo a punto de lograrlo, ¡pero nuevamente recordó el desquiciado libro!, asi que lo tomó por la tapa de nuevo y miró las páginas una y otra vez (aunque mas que nada, la primera página), y volvió a cerrarlo, así lo hizo, y así hubo de repetir el proceso tres veces más, en cada ocasión asegurándose de cerrar el libro más fuerte que la vez anterior, e incluso, aprovechando de darle un golpe de vez en cuando, (probablemente eso le enseñaría quien manda al estúpido libro). -Por qué existe un desperdicio de material semejante-. Se preguntaba Aisha a sí misma. -Pensé que… pensé que podría reconocer estos símbolos… que sería capaz después de todo este tiempo… pero no lo entiendo, ¿por qué solo tiene una página escrita?, todo lo demás está en blanco en su mayoría, y en las demás partes solo puedo ver más símbolos que no entiendo en las esquinas… ¡Bah!, con semejante diseño y tapa de cuero oscuro creí que serías más importante, pero solo eres una obra apenas empezada ¿no es verdad? – Otorguemos algo de crédito a Aisha, estaba en lo cierto en algo, y es que sí, la semejante basura negra era una obra apenas comenzada (hace bastante tiempo atrás de hecho), sin embargo, lo que Aisha no sabía, es que el libro negro tiene más secretos de los que se pueden ver a simple vista, muchísimos más, y que en excesos sentidos podríamos decir, competen a su vida, competen a Mi vida, y cómo no… competen también a ¡Tú vida! (y te debería constar).

Luego de haber pasado por la etapa de enojo, confusión, curiosidad, y lamento, Aisha se dignó con un último suspiro y algún que otro puñetazo a la muralla de su habitación, a finalmente dar por terminado ese tragicómico día, ubicando algún sitio para su nueva adquisición (ósea el libro negro) que le hiciese honor (ósea el suelo).


Primer Sueño (Próximamente)

A este punto Aisha estaba lo suficientemente dormida como para notar que un haz de color verde se dejó ver en el cielo, reflejando una luz diáfana con dirección al templo. Tampoco sabría que el efecto que produciría el haz de luz sería de tal trascendencia esa noche, que habría de afectarla por el resto de sus días, comenzando en este mismo momento en sus más profundos sueños, de los cuales ni siquiera Yo podré interferir. Adiós mi amigo o amiga, nos veremos en otro mundo, en otro tiempo, en otra época. El libro negro está apunto de abrirse, y Aisha tiene mucho que soñar.



13 de Agosto de 2019 às 03:57 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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