Black Flag Seguir história

El silencio reinaba en el diurno paisaje y en la madera sonaban las últimas gruesas gotas que caían incontables imitando el molesto sonido de viejo plomo impactando. Las colosales y raídas velas de oscuros matices, bordo amorfo, sangre seca, negro puro, se detuvieron por completo.

Un ahogado alarido, último aliento del tripulante, rompió el estremecedor silencio haciendo eco entre las amenazantes nubes. El silencio era ensordecedor nuevamente, reinaba la quietud. De pronto un destello blanco cubrió la totalidad del cielo, acto seguido un trueno hizo vibrar cada grieta y desperfecto de aquel gran navío. Todo oscureció nuevamente, solo la luna regalaba alguna tenue luz.

Las gotas comenzaron a impactar nuevamente con cólera, los relámpagos amenazaban y los fuertes vientos descocían los trapos. Pasando el ojo de la tormenta, volvió el agresivo temporal.

Sesenta y seis temibles piratas mantenían a flote al barco bajo las órdenes del capitán:

-¡Girad a babor perros del infierno, agarraos de donde podáis, se avecina ola gigante!- Gruño.

El impacto fue inminente, se escuchó crujir cada madera y aflojar cada nudo. En la cresta de la ola se dejó divisar el enemigo.

Buque francés de treinta cañones de bronce, perteneciente a la armada real, guardianes del rey; una obra maestra que se destruía con cada cañonazo pirata.

-¡Fuego! Hundid la escoria del rey.- Ordeno y las balas impactaron inmovilizando al gigante francés.

-¡Al abordaje demonios, sin piedad!- Rugió nuevamente el capitán.

Los ganchos volaron por el cielo aterrizando en popa del navío real. Entre alaridos atemorizantes y fogonazos los piratas abordaron la nave. El aire olía a pólvora y hierro.

Resonaban los mosquetes y pistolas, chillaban las espadas explotando en chispas al impactar. El último cañón sonó partiendo el mástil principal francés como si fuera de papel.

Tras una gran estocada precisa cayó sin vida el capitán de la armada del rey, gris y desangrado.

-¡Victoria! Arrojad los sobrevivientes a los tiburones. Recolectad el botín, bebed el ron y salgamos de esta tormenta imbéciles.- Fue la última orden de la noche.

Así se fue oscureciendo entre la niebla la imagen del barco pirata. Desapareciendo por último su bandera negra con un blanco cráneo dibujado a trazos, que advertía el terror y la muerte inminente.