bluethess Paula López

"Nuestro color es el rojo, nuestro emblema dorado, nuestro sentimiento la pasión, y nuestro poder es el fuego" -Lena de la Casa Mercy. En esta historia el destino será su enemigo. El fuego será su aliado. Y el Amor su campo de batalla. En el invierno en el Castillo Atkin, el pasado, el presente y el futuro se juntaran para terminar lo que siglos antes sus antepasados habían comenzado.


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Capítulo 1°

El aroma de las rosas del salón no me calmaba, ni la vista de la gran y majestuosa ciudad de Tereck, siendo iluminada por las luces cálidas del atardecer acunaba a mi corazón agitado, en tanto me paseaba de un lado a otro en aquella habitación desconocida, dentro de aquel castillo helado de colores otoñales.

Mis manos temblaban, y mi cuerpo me imploraba volver a mis tierras, un deseo que desafortunadamente no podría cumplir, me encontraba varada en una ciudad de leyendas y mitos, en la cual solo los gobernantes de las seis casas que conforman el Reino de los Caídos pueden entrar, y sus habitantes no pueden dejarla.

A mis ojos, no era más que una prisión de oro, demasiado bien diseñada, de la cual yo era parte, me sentía aún más inquieta al pensarlo. Los maestros siempre me enseñaron que cada uno forja su propio destino y escribe su propia historia, pero en mi libro nada de esto hubiera pasado, mis padres no hubieran muerto luchando y yo jamás hubiera pisado la capital.

Al final las palabras escritas en tinta de mi historia se esfumaron y en lugar se escribió mi peor pesadilla…

Aun me sentía bastante incomoda dentro de la que sería mi nueva habitación, decorada con los colores de mi casa, rojo como el vino y dorado nuestra armadura, la Casa Mercy una de las más antiguas, mi estirpe desciende de uno de los primeros caídos, Demetria Mercy un ángel de fuego, quien conformo el reino de las tierras altas, y quien destruyo a sus enemigos en la Batalla de los caídos, miles de años antes que la ciudad de Tereck existiera. Gracias a ella, nuestro color es el rojo, nuestro emblema dorado, nuestro sentimiento la pasión, y nuestro poder es el fuego.

Su historia es nuestra historia.

Pero producto de los siglos y la mezcla entre naciones, aquellos poderes legendarios fueron desapareciendo quedando solo para los descendientes de directos, más conocidos como “Herederos”, aquellos jóvenes que poseen la habilidad de dominar el poder legendario de su casa, y quienes se convierten en los próximos gobernantes, quienes además adquieren los rasgos físicos del caído de quienes descienden, lo cual es la prueba final que se logra con años de práctica y dedicación, y cuya metamorfosis se realiza en la capital, nunca ha existido más de uno por casa.

Luego de la muerte de mis padres, una pareja de comerciantes acaudalados, sin contacto con la nobleza, mis poderes salieron a la luz, destruyendo mi hogar con ellos. Todo estaría bien si hubiera sido la única, pero hace años la heredera ya había sido designada Verathris Mercy, hija de nobles.

O si hubiera escapado, pero de una u otra forma me hubieran encontrado y terminaría de todas formas en esta habitación, contemplando lo que sería de mi vida, la revelación de mis poderes cambio el juego, y no sabía si con ello yo debía desaparecer.

Inquieta me senté en la ventana, dejando que lo que quedaba de mi vestido ondeara con la brisa. Pero esta vez no sentí nada, una ola de calor estremeció mi cuerpo, se sentía como una ráfaga de calor que encendía cada célula de mi cuerpo, mientras de mis dedos se encendías chispas que terminaban formando una cinta de fuego guiada por mis movimientos.

Poco a poco la habitación se ilumino por la luz incandescente de un fuego escarlata que escapaba de mis manos, y lograba que me sintiera mas cómoda, como en casa…

- Sería un desperdicio si destruyes esta habitación –Dijo una voz desde el umbral de la puerta.

Al escucharla todo desapareció, y volví a ser yo en una habitación fría, rodeada de un palacio de desconocidos. Sin prestarle mucha atención a la presencia extraña, avance en su dirección para cerrar la puerta nuevamente. Al tocar el picaporte el me observo confundido, y alzo una ceja.

- ¿Qué haces? –Inquirió inquieto.

- Cierro la puerta.

Sus ojos se agrandaron como un par de perlas del mar del norte, y algo incrédulo poso su mano en la puerta para detener mi movimiento, con sus ojos sorprendentemente azules, lo cual le daba un aspecto particular con su cabello platinado, propio de los herederos de la Casa Atkin, descendientes del primer caído alado, sus tonalidades son plateadas y grises, se caracterizan por ser melancólicos, y al igual que la Casa Naab pueden volar, y su poder es incierto, solo sus miembros lo saben con certeza.

- ¿Conmigo afuera? –Pregunto sorprendido.

- Si… ¿Tienes algún problema con eso?

- ¡Claro!

- ¿Es tu habitación?

- No, es mi castillo.

Lo olvidaba la humildad tampoco es una de las cualidades de un Atkin.

- Bien –Dije y me dispuse a salir de la habitación.

Sin siquiera entender como lo hice, con un chasquido de mis dedos compuse mi vestido algo destrozado por las llamas, sorprendida al ver la magia de color carmín recorrer mi cuerpo nuevamente, me congele hasta que todo se desvaneció y solo quedaba un vestido de manga larga, con una amplia falda de color borgoña, y aquel corsé negro con detalles plateados.

Sin darme tiempo a reaccionar, aquel petulante chico tomo mi brazo, y me giro suavemente hasta dejar de darle la espalda.

- Te acostumbraras… eventualmente.

- ¿A ser una bola de fuego?

- Si, con el tiempo y práctica.

Antes de responder, dos damas acompañadas de un sequito de guardias vestidos de plata, llegaron a mi encuentro.

- Príncipe Aarón –Reverenciaron al unísono.

Él bajo su mirada hacia mí, tratando de conseguir una reacción de mi parte, pero ya sabía quién era, solo me faltaba su nombre.

- Supongo que vienen por mí –Señale.

Mis palabras generaron que las damas se estremecieran, y aquel príncipe arquera una ceja en mi dirección.

- Claramente no vinieron por ti, es tu castillo –Dije encogiéndome de hombros y avanzando hacia aquel sequito.

Algo inquieto él se adelantó acercándose a los guardias.

- ¿Dónde la llevan? –Pregunto preocupado.

- Donde su Majestad, príncipe.

Antes de ser arrastrada a otra parte del castillo, aquella sensación cálida y embriagadora volvió a recorrer mi cuerpo, de mis manos las chispas pasaron a convertirse en bolas de fuego, mi cuerpo fue envuelto en una onda de fuego que hacía temblar cada parte de mi ser, en el momento en que mi pies dejaron de tocar el suelo, todo se fue a negro, lo único que recuerdo fue que un par de alas rojas cubrieron mi cuerpo desnudo, y la visión de mi ropa echa ceniza, mientras todos los testigos se arrodillaban ante mí.

Mi cuerpo no reacciono hasta el día siguiente. Por la ventana entraban pequeños rayos de luz que arrojaba el nuevo día, sobre mis ojos somnolientos, y mi cabellera despeinada, sin gana alguna me removí entre las sabanas de lino, y las almohadas de terciopelo, al entre abrir mis ojos note que me encontraba en una habitación diferente, frente a mí se encontraba una gran ventana que daba al jardín, con detalles dorados, cubierta por una cortina de color champagne, a su lado en una esquina se encontraba un tocador de madera blanca con un espejo circular en su centro, con sigilo baje de la cama, apoyándome en uno de los pilares para correr la tela de seda que me protegía del exterior.

Con pasos suaves y tambaleantes me senté en el pequeño taburete acolchado de color blanco, para encontrar en el espejo la imagen de una joven pelirroja, de tez pálida y grandes ojos pardos, que me observaba sorprendida.

En mi cuello se encontraba, el collar de rubí que llevaba todo heredero de la Casa Mercy, en mi antebrazo se encontraba tatuado el emblema de mi casa, un rosa pero junto a ella había una media luna.

Fue en ese momento cuando recordé las lecciones del profesor Ventom, el emblema original de nuestra casa contenía una media luna, pero eso fue en los primeros tiempos del reino.

- Significa que desciendes de Desireé Mercy, la primera caída –Dijo una voz femenina detrás de mí.

Sobresaltada por su presencia, me gire para encontrarme con una chica menuda, de aspecto dulce.

- ¿Desireé? –Pregunte confundida.

- Si, Desireé Mercy la primera caída, fundadora de la casa Mercy y antecesora de Demetria –Relataba con un brillo en sus ojos un tanto difícil de comparar.

- Es imposible, nunca oí hablar de ella… no lo entiendo.

- Todos hablan de ello –Respondió encogiéndose de hombros.

- Bueno considerando que llevo dormida desde prácticamente que llegue aquí, ¿Me podrías contar?

Se acercó hacia mí y se sentó en el baúl que se encontraba a los pies de la cama, y acomodo su vestido.

- Por lo que he escuchado su historia es difusa, lo único que se conoce es que era un Ángel Rojo, una especie que dominaba la magia, el fuego, y el destino, la bases de tu casa fueron inspiradas en ella ya que su cabello era rojizo, y su armadura dorada, pero jamás un heredero tomo su forma.

- ¿Entonces yo… -Comencé a hablar pero fui interrumpida.

- Si, eres la primera, en toda nuestra historia.

- ¿Acabas de…

- ¿Leerte el pensamiento? ¡Por supuesto! Soy Isella Loyd, de la Casa Loyd.

Ahora tenía sentido los herederos de esa casa tienen el poder de leer la mente, y hablar con los animales, su color es el verde esmeralda, y su sentimiento la esperanza. Ella parecía demasiado emocionada al conocerme, ya que observaba muy atenta sus ojos color miel que combinaban con su vestido con el cual portaba el color de su casa.

- Un gusto yo… - Logre decir antes de ser interrumpida.

- Eres Lena Mercy de la Casa Mercy.

Ante su apresurada reacción me encogí de hombros y le entregue una cálida sonrisa.

- Por cierto, ¿Sabes dónde estoy? Creo que…

- ¿Te cambiaron de habitación? –Inquirió.

- Si…

- ¡Por supuesto! Eres la heredera descendiente de Desireé, debes estar en su habitación.

- ¿Su habitación? ¿Esta es su habitación?

- Claro, es el cuarto que le construyo el primer caído, Tobías de la Casa Atkin.

- No comprendo ¿Por qué le construyo un cuarto?

Ella se rio levemente.

- Veo que no estas enterada de nada, supongo que aún no te habla.

- ¿Quién debería hablarme?

- No es algo que yo debería decirte –Respondió apresuradamente tratando de desviar el tema.

Tomo aire y continúo hablando.

- Ella fue su único amor, y cuando desapareció, Demetria como signo de su duelo quito la luna del emblema de la Casa Mercy. Lo que tienes en tu muñeca es el emblema original el que portaba Desireé.

- Pero los colores de mi casa son rojo y dorado, y aquí todo es diferente.

- Ella era especial, y decoro la habitación como su imaginación le demando, tus colores están presentes pero ella le dio su toque –Respondió encogiéndose de hombros.

- ¿Cómo sabes todo eso?

- Leo la mente ¿Recuerdas? Desde que todos supieron tu historia la gente piensa en el pasado.

- ¿Todos lo saben?

- ¡Por supuesto! Te coronara hoy, todo el mundo lo sabe.

- ¿Qué? ¿coronarme?

- Oh… lo siento se suponía… que el príncipe Aarón te lo contaría… -Balbuceo para luego desaparecer por la puerta.

Un tanto impactada me volví a sentar en el taburete, y deje caer la cabeza sobre las manos, tratando de comprender toda esta situación. El mundo me daba vueltas, y todo lo que creía de mí ahora era diferente, debía aprender a ser quien el mundo necesita que sea, y sin ninguna experiencia no sería nada fácil.

Camine hacia el espejo de pared que se encontraba junto a mi cama, para observarme detenidamente… todo en mi había cambiado, aún tenía el recuerdo de mi transformación y las alas que vinieron con ellas, tenía miedo a mis poderes, y a mi herencia, junto a mí se encontraba la pintura de Desireé vestida para su coronación siglos atrás, nuestros rasgos eran los mismos, y nuestra marca idéntica, me sentía… ni podía expresarlo en palabras.

Por los pasillos se escuchaban los pasos de las demás avanzando a mi encuentro, lo que me despego de mis pensamientos, cuando llegaron a la habitación con una serie de bandejas con joyas, lociones, un vestido, zapatos, maquillaje y todo para tratar de convertirme en una princesa. Junto a ellas Aarón lucía un traje completamente nuevo, luciendo elegante sosteniendo la famosa espada rubí en sus manos.

- Supongo que Isella ya te lo conto todo –Dijo resignado.

- Es posible. Pero ¿es cierto?

- Lo es, eres la descendiente de la caída Desireé, la primera de tu clase, y la legitima heredera al trono de la Casa Mercy y gobernante de las Tierras Altas –Confirmo como si aquellas palabras fueran parte de él.

- Oh…

Alzo una ceja un tanto perspicaz ante mi insatisfactorio comentario. Dejo la espada sobre el baúl que estaba a los pies de la cama y se retiró con una reverencia, sin ante de susurrarme un pequeño “Suerte” al pasar por mi lado. Tras cerrar la puerta las doncellas comenzaron a prepararme sin descanso ni pausa.

Mi respiración se cortaba cada vez que bajaba un escalón, y mi cuerpo se tensionaba cada vez más, mi corazón deseaba salir corriendo y mi mente no funcionaba… Mi nombre es Lena Mercy, legitima heredera al trono de la Casa Mercy y gobernante de las tierras altas… lo repetía como un mantra, una y otra vez para no olvidarlo y hacer el ridículo frente a los Reyes de las seis Casas.

Frente a mí se erguían todos los grandes líderes observándome con grandes expectativas, y admiración, sus miradas eran tan penetrantes que mis piernas temblaban bajo las capas de falso de mi vestido, si no fuera por el corsé que me impedía correr, ya hubiera dado media vuelta para hacerme humo y desaparecer en la oscuridad de la noche.

Las luces del salón me impedían ver bien a través de la máscara plateada que tapaba mi rostro, una antigua reliquia familiar que se remonta a la primera coronación de una princesa heredera, en la Época Oscura, cuando el sol aun no brillaba y el Reino de los Caídos aún no llevaba ese nombre.

Tratando de calmar los nervios busque desesperadamente en aquel gran salón de color oro y rosas, alguna cara familiar, sentía como la presión en mi cuerpo aumentaba cuando solo me quedaban cuatros escalones más para llegar a ser coronada y hablarle a la multitud. De entre todas las personas, el único rostro conocido que pude encontrar fue el de mi maestro de espada, quien con su rostro duro, simplemente asintió y me dedico una pequeña reverencia.

Así serían las cosas hoy en adelante… luego de que mis padres fallecieran en la Gran Guerra, las únicas caras familiares estaban a kilómetros de distancia, y no tenía ningún amigo en la capital, en el plan original no había necesidad de ello.

Me sentía incomoda entrando en el salón, con el vestido de coronación diseñado por Desireé siglos atrás, aquel gran vestido rojo de corte princesa, escote corazón, de mangas largas que no cubrían los hombros, junto con la capa que Tobías Atkin le había entregado, la cual alargaba mi vestido un par de metros más y el anillo de rubí de mi familia, era la viva imagen de lo que mis padres siempre anhelaron ver, pero no vivieron lo suficiente para hacerlo.

Al pisar el suelo de cerámica y a unos metros del asiento en donde seria coronada, la tradición dictaba que un miembro masculino de mi familia debía escoltarme hasta allí. Me detuve unos segundos, con la esperanza que alguno de mis tíos hubiera arribado a tiempo para hacerlo, pero mi decepción fue inminente.

Aun así camine hacia la placa de mis padres, la cual se encontraba en el otro extremo del salón, en la mesa que nuestra familia ha ocupado por generaciones, tome la falda de mi vestido e hice un pequeña reverencia, con el corazón destrozado di media vuelta para afrontar mi destino. Pero para mi sorpresa y la de todos, un elegante chico de cabello rubio ceniza y ojos azules, me esperaba extendiendo su mano, vestido elegantemente con un traje gris y camisa blanca, no era otro que Aarón.

Aunque claramente no era de mi casa no podía darme el lujo de despreciar un gesto así, dubitativamente le entregue mi mano, la cual recibió con elegancia y agilidad.

- Creí que nunca me aceptarías –Susurro una vez estuvimos lo bastante cerca.

- No soy quien para rechazar a un Atkin –Respondí en voz baja.

No pude verlo, pero sentí como una sonrisa se formaba en su rostro a raíz de mi respuesta. Sin embargo, solo pensaba que esto sería la comidilla por las próximas semanas, y lo que menos deseaba era atención extra. Así que sonreí levemente, y continúe mi camino tratando de no tropezarme con los metros de tela.

Pero por alguna razón el aura de mi escolta lograba calmarme. Desafortunadamente había llegado mi momento, me posicione frente al trono con las emociones a punto de escaparse de mi cuerpo, y di la vuelta para enfrentarme a la multitud.

El rey Atticus, rápidamente fue hasta su sitio, me observo desde la barbilla y asintió tratando de darme ánimos, tomo la espada rubí que le entrego una de mis ahora damas, una espada de acero incrustada con incrustaciones de rubí en el mango, típico de mi casa, y la extendió entre sus manos, para entregármela, sin antes cumplir con otra costumbre.

- ¿A quién tenemos ante nosotros? –Exclamo con su voz ronca que retumbo por todo el salón.

Con el poco coraje que aun poseía, dije mi parte.

- Mi nombre es Lena Mercy, legitima heredera al trono de la Casa Mercy y gobernante de las Tierras Altas –Tome un respiro para controlar mi respiración y continúe - Nuestro color es el rojo, nuestro sentimiento la pasión, nuestra piedra el rubí y nuestro poder el fuego, hoy para siempre como princesa heredera encomiendo mi nombre y mi vida a proteger el reino.

Con orgullo me entrego la espada de mis antepasados.

- Bienvenida Princesa Lena, legitima heredera de la Casa Mercy, protectora de las Tierras Altas, y miembro del Consilium Regum.

Una vez dicho eso, todos los presentes se pusieron de pie, y vitorearon mi nombre.

- ¡Larga vida a la Princesa Lena!

Se sentía extraño estar allí, mientras exclamaban mi nombre, todo estaría bien pero debido a mi corta edad, y al descuido de mis estudios producto de la guerra, tendré que permanecer en la capital por al menos tres años, antes de volver a mi tierra como gobernante, y un año después ser coronada reina, aun me quedaba un largo camino, esta noche fue solo el comienzo.

10 de Junho de 2019 às 03:59 0 Denunciar Insira Seguir história
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