Almas Sangrientas Seguir história

Corría la noche de navidad del año 1960 en Cleoford, un pequeño pueblo situado al sur de los Estados Unidos de Norteamérica. Su economía giraba alrededor de la única fábrica de ropa que exportaba a lo largo y ancho del país.

Eran las once de la noche cuando el estruendo interrumpió las risas, entrega de regalos, abrazos y la cena de esa noche tradicional.

Decenas de familias inundaron las calles en cuestión de minutos.

-- Fue en la fábrica, fue en la fábrica, gritaba la gente horrorizada. Momentos después presenciaron desde una distancia prudente 3 explosiones mas. La fábrica fue devorada en los próximos minutos, producto de las explosiones y el incendio asesino de la única fuente de trabajo de Cleoford. Los vecinos del pueblo no lo podían creer: Las mujeres llorando y temblando de miedo e incertidumbre, los niños maravillados y atemorizados por el brillo del fuego y los hombres observando con desaliento el comienzo del fin de su amado pueblo.

En el interior de la fábrica, Ana Warren temía por perder su vida en aquel siniestro accidente. Su mano derecha sostenía una hacha, con la cual descuartizó al sacerdote del pueblo, a su mujer y a un hombre que nunca antes había visto.

Su rostro bañado en sangre y materia humana irreconocible, le impedía escapar de aquel mar de llamas que se alimentaba de cientos de prendas manufacturadas con esmero, amor y por largas horas de trabajo por los de Cleoford.

Gracias al instinto de supervivencia y excelente condición física producto de horas de ejercicio, Ana de 24 años se acercó a una de las paredes de la parte frontal de la fábrica, que se había desmoronado hace algunos minutos.

Sintió alivio al escuchar los gritos de todos sus vecinos y observar el brillo de la luz de la luna. Estoy cerca, pensó. En ese instante, Ana Warren sintió un fuerte jalón en su brazo derecho, acto seguido el impacto de su cuerpo contra el suelo la hizo estremecer de dolor y angustia. Vio cómo una garra la tomó por el cabello, arrastrándola de nueva cuenta al interior de la fábrica. Sus gritos de dolor, desesperación e impotencia llegaron a las personas que estaban observando la caída de su fuente de trabajo.

--Es Ana, Ana Warren. Dijo un señor entrado en años. Su madre, Sthepani Warren gritó el nombre de su hija.

--¿No habías dicho que Ana había perdido el vuelo y no alcanzaría a llegar? , le preguntó su hermana menor, la tía Jeny.

-- Eso me dijo, no tengo la menor idea que hacía en el pueblo, y mucho menos en la fábrica. Respondió la madre de Ana Warren.

En el interior de la fábrica, el monstruo sangriento que tomó a Ana, le había arrebatado su hacha asesina. Un golpe certero en su brazo izquierdo. Luego en el derecho. Posteriormente le clavó sus colmillos en el estómago de la linda mujer, brotando sangre en grandes cantidades. Se apoderó de ambos brazos esparcidos en el suelo y comenzó a comérselos, escupiendo fragmentos de piel al rostro de Ana. Finalmente, el monstruo la decapitó, llevándose su cabeza cómo un bello recuerdo. Se perdió en la oscuridad de aquella fábrica destruida por un incendio que ocasionó el pastor del pueblo, intencionalmente...