En las mañanas, ocurre el primer desgaste del cuerpo humano; física y mentalmente.
“Tengo que quitarme las cobijas y pararme”.
Muy rara vez, ese pensamiento transcurre por mi cabeza.
Las rutinas diarias la han nublado; tal vez no o tal vez es una certeza.
El pan de ayer es un buen desayuno, acompañado de leche en una taza; además, la buena suerte siempre ronda por la casa.
Los enigmas diarios que tengo que resolver, me tienen distraído; poco a poco me han consumido.
“¿Qué pasará con mengano? ¿Morirá perengano? ¿Ella se casará con zutano?”
Nunca imaginé que acabaría con esta profesión de ser escritor; tratando de imaginar historias y escribiendo palabras al por mayor.
Me siento frente a la computadora para seguir utilizando el teclado; hasta que las historias se guardan y siento que mis dedos se han cansado.
Miro el reloj de la pared, contando las horas que han desaparecido; preguntándome si en realidad todo tiene sentido.
Soy un desconocido en medio de la nada; escribiendo relatos de aventuras, de amor y un hada.
Las ideas vienen, las redacto, reviso el trabajo para encontrar algún error.
¿Por qué hago todo esto? Si yo soy mi único lector.
Tengo un trabajo estable y un buen salario, ¿en verdad, tengo todo lo necesario?
“Ni siquiera a mis padres les interesan mis relatos”
Es lo que pienso a ratos.
La conciencia me llama la atención, calmando mi mal humor.
“Hay que seguir escribiendo, para que nos vaya mejor”.
Eso no tiene ningún sentido. Lo he estado haciendo todos estos meses, y hay ocasiones en que no he dormido.
Tantas historias en las que he sudado, y en mi vida nada ha cambiado.
“Solo hasta que tengas en claro qué quieres recibir, el destino te dará las cartas para que puedas elegir”
“Tienes que seguir escribiendo. Es tu vocación; lo sabes. Ya nos tocará el tiempo de estar sonriendo”.
En la noche, mi ser termina muy cansado, y faltan historias por terminar.
Me voy a la cama, pensado en las novelas que hay que completar.
Así es mi vida, semana tras semana; viviendo en el departamento que me dejaron mis padres, junto con mi hermana.
A veces, la conciencia no tiene buenos argumentos; por lo que termino el día con puros lamentos.
Hay días buenos y días malos.
Al fin y al cabo, esa es la vida de los humanos
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