hermes_sam Hermes Sam

Sara y Jesús deciden visitar a Roberto, su antiguo compañero de universidad que casi siempre se encuentra enfermo.


Horror Literatura monstro Impróprio para crianças menores de 13 anos. © Todo público. © Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0

#misterio #295 #245 #terror #sobrenatural
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El enfermo

El coche se paró en seco frente al semáforo. Dentro, Sara y Jesús compartían un tenso silencio solamente roto por las ocasionales veces en las que Sara le indicaba a su novio Jesús la ruta hacia su destino.

—Ahora hacia la derecha. — Sin contestar Jesús siguió la orden a regañadientes. No le hacia ninguna gracia ir a ver a ese desgraciado de Roberto, de hecho, se contenía por no dejarle el coche a su novia y largarse de vuelta a su casa andando. Por culpa de Roberto “el enfermo” probablemente tendría que tirarse una buena temporada en la empresa sin ascender. Ese era el precio por haber recomendado tan encarecidamente a alguien como él, su antiguo compañero de universidad. Una persona que siempre estaba mala, aunque Jesús tenía la certeza de que lo hacía por gusto y no por su mala salud. Por desgracia su novia Sara, cuya gran virtud pero también debilidad era su gran corazón, había sentido pena de Roberto desde la universidad donde se hicieron amigos. Años después Roberto era incapaz de encontrar un trabajo así que Sara acabo pidiéndole a Jesús que medrara con sus jefes para conseguirle un puesto en la empresa al “pobre” Roberto. No duro demasiado por sus continuas bajas y fue rápidamente despedido.


Tras estos hechos los tres siguieron en contacto por el antiguo grupo de la universidad pero en las últimas semanas Roberto dejo de responder. Sara le llamo varias veces pero su móvil se encontraba siempre apagado. Preocupada consiguió la dirección gracias a una amiga suya en recursos humanos y ambos fueron a visitarle una tarde que tenían libre. Tras decirle que solamente quedaban un par de calles Jesús decidió por fin hablar:


—No sé por qué hacemos esto—

—Estoy preocupada por el cari y sé que tú también a pesar de tus refunfuños.

—Yo la verdad es que no tengo ganas de ver de nuevo a ese gilipollas. Por su culpa el jefe me ha hecho la cruz.

—No digas eso es una persona que necesita que la ayuden.

—Que le ayude su familia.

—Ya sabes que no tiene mucha.

—Cierto lo olvidaba—dijo mirando a un hueco donde aparco el coche. Ambos bajaron y se dirigieron al pequeño bloque de apartamentos parándose junto a la puerta.

—Es el 4ºD— dijo Sara. Jesús comenzó a ojear el telefonillo pero antes de pulsar la tecla una vecina mayor abrió la puerta y les pregunto:

— ¿Entran?

—Si—Y justo cuando iban a entrar Sara no se resistió a preguntar— ¿Disculpe, conoce a Roberto García?

— ¿Roberto?—dijo el hombre dudando un instante— ¡ah! El de la tos. ¿Son familiares de él?

—No somos amigos. ¿Le ha visto últimamente?

—Hace tres días me cruce con él al comprar el pan. ¿Ha pasado algo?

—No, no que sepamos.Estamos solo de visita.

—Bueno pues que tengan un buen día

—Adiós

Ambos procedieron a entrar en el rellano y subir al ascensor.


—Así que está perfectamente y el cabron no se ha dignado a cogernos el teléfono—maldijo Jesús mientras ascendía en el ascensor. La puerta se abrió y con paso rápido se dirigieron a la puerta. Sara toco el timbre sin respuesta. Tras unos tensos segundos Jesús toco varias veces de manera violenta el timbre. Paso un minuto sin aparente respuesta.

—El tío no abre—dijo Jesús y añadió. —Quizás deberíamos irnos.

Sara volvió a llamar pero no obtuvo respuesta salvo por unos breves sonidos de tos al fondo.

—Es él— dijo Jesús y comenzó a aporrear la puerta— ¡Abre! Sabemos que estás ahí.

Se oyeron unos lentos pasos acompañados de una serie de toses dirigirse hacia la puerta. Entonces notaron que alguien miraba por la mirilla

—Somos nosotros, ábrenos de una vez joder—exclamo Jesús.

Se empezaron a escuchar ruidos metálicos procedentes de la puerta, multitud de cerrojos y cerraduras empezaron a hablar en una conversación que no parecía tener final hasta que la pesada puerta blindada finalmente se abrió.

—No esperaba visita—Dijo Roberto para acto seguido toser—Y mucho menos la vuestra.

—Estábamos preocupados— afirmo Sara, Jesús estaba atrás callado.

—No tenías que haberlo estado—Dijo mientras les invitaba a pasar.—Esto es solo una pequeña neumonía.


El pequeño apartamento estaba oscuro. Las ventanas estaban abiertas y hacia bastante frio. La ropa estaba tendida en el pequeño salón con muebles de estilo moderno. Sobre una mesa descansaba un libro de enfermedades pulmonares y otro de astrología junto a varias velas sin estrenar y al lado, una papelera llena de pañuelos usados, algunos de ellos ensangrentados. En una silla se hallaba un martillo con una caja de clavos al lado junto a varias tablas de madera. También había varias cajas de cartón por toda la casa que parecían contener latas de conservas y botellas de agua.


—Que frio hace aquí ¿vives así?—dijo Sara de ipso facto. — ¿Podríamos cerrar las ventanas?

—Podríamos— dijo dirigiéndose hacia ellas entre toses y aspavientos. Cerrándolas de inmediato.

—Te hemos llamado varias veces al móvil estos días ¿ por qué lo tienes apagado?—le pregunto Sara mientras ella y Jesús se sentaban en el sofá.

—¿E-el móvil?—Roberto no parecía saber que excusa poner—Resulta que me lo robaron el otro día al ir a compra, por cierto ¿Queréis café o té?

—Con un poco de agua nos basta—dijo Sara contestando por los dos, ambos estaban arrepintiéndose de haber acudido.

Vale esperad un momento—dijo dirigiéndose hacia la cocina. —Me ha parecido una grata sorpresa que vinierais, no esperaba a nadie a estas alturas la verdad—

—Dios, ¿has visto? Está totalmente loco deberíamos irnos—Afirmaba Jesús entre susurros.

—Pero mira como esta su casa debemos tratar de ayudarle. —Afirmaba Sara observando la habitación aunque su voz parecía haber perdido convicción.

— ¿Y si nos infecta con algo?-le inquirió Jesús

Sara pensaba en una respuesta cuando las toses cesaron y se oyó un garganteo, seguido del sonido de un escupitajo, que sería acompañado por otro unos segundos más tarde.

—Ains, disculpad. El “catarro” me está matando—dijo Roberto entre risas mientras volvía con 2 vasos de agua.

— ¿Y vives tu aquí solo? –Empezó incidiendo Sara sin contemplaciones, se la notaba cierta ansiedad. — ¿No tienes novia? ¿Y tu familia?

—B..bueno, no tengo novia en este momento como os imaginareis— Respondió mientras sacaba un pañuelo y se sonaba los mocos.— Y en cuanto a mi familia—se quedó parado un momento— La que me queda vive en Santander, un tío mío llamado Maragall al que hace años que no veo.

—Quizás deberías irte allí con él—Sara se quedó pensativa unos momentos—que te ayuden ahora con tu enfermedad.

—No es necesario ya que queda poco—Musito Roberto mirando a la ventana— además tuve una desavenencia con él hace un par de años y ya no nos hablamos.

—Deberías hacer las paces—sugirió Sara— ¿Son tu familia no?

—Si quizás tengas razón—de repente brillaron sus ojos— ¡Pero es que es idiota! –grito aunque rápidamente se recompuso .— Disculpad no pretendía gritar pero es un tema que me enerva.

—No pasa nada jejeje —dijo Sara mientras con su mano fue a coger uno de los vasos de agua, cuando la mano de Jesús la freno.

— ¿Qué haces?—dijo Sara no sabiendo a donde mirar. Jesús observo su vaso y lo tiro al suelo para sorpresa de Sara y Roberto para acto seguido dirigirse a este:

— ¿Por qué has escupido en nuestros vasos?— Jesús miro fijamente a Roberto cuya cara estaba pálida. — ¿Acaso buscas reírte de nosotros? ¿O tienes alguna clase extraña de fetiche? Maldito loco—Agrego mientras se ponía de pie, dispuesto a pegarle a su anfitrión.

— Lo-lo siento—musito Roberto rojo como un tomate, flaqueando por unos momentos pero entonces empezó a hablar con determinación— pero lo he hecho por vuestro bien.

Las caras de Jesús y Sara variaban entre la incredulidad y las ansias de matar.

—Que dices puto enfermo —bramo Jesús

— ¡ES POR VUESTRO BIEN!—alzo todavía más la voz Roberto—esperad no quería gritar—se disculpó tapándose la boca para toser.

—Vámonos, este hombre no está bien de la cabeza—concluyo Jesús cogiendo a Sara de brazo y yéndose ambos hacia la puerta, ella no opuso resistencia y simplemente dejo de mirar a Roberto.

—No lo entendéis—Roberto les siguió excusándose en medio de un ataque de tos. — Sois las únicas personas que os habéis preocupado por mi dejad que os lo explique.

Jesús abrió con rapidez la puerta y ambos empezaron a bajar las escaleras corriendo.

—Debéis poneros enfermos antes del próximo solsticio de invierno—decía por detrás Roberto—debéis hacerlo o sino…

—Como nos sigas te parto la cara—Roberto vacilo un segundo ante la amenaza proferida por Jesús. No era rival para él pero aun así siguió hablándoles desde el comienzo de la escalera mientras la pareja bajaba a trompicones por las mismas.

—Si queréis sobrevivir debéis poneros enfermos—gritaba mientras que la joven pareja estaba casi ya en el rellano. — ¡Debéis contagiaros si queréis vivir!—

La pareja ya estaba en la puerta cuando se empezaron a oír pasos accidentados por las escaleras que se detuvieron de repente para ser sustituidos por un enorme estruendo. Sara se paró en seco. Se pudo oír entonces un lamento en todo el bloque de pisos:

—Esperad por favor. No os vayáis, escuchadme. ¿Por qué nadie me escucha?

Jesús cogió a Sara del brazo y la saco del edificio mientras los gritos de Roberto seguían desde lo alto de la escalera.

Ambos montaron en el coche y salieron rápidamente de allí.

Tras atravesar media ciudad ante un semáforo Sara finalmente hablo:

—No debimos haber ido.

Roberto les llamo varias veces en siguientes días pero ambos le bloquearon inmediatamente. Jesús antes de bloquearle le puso un mensaje amenazándole con poner una denuncia ante la policía si persistía. Ninguno de ellos supo más de él.


Unas semanas después. 


En la noche más larga del año unos ruidos extraños despertaron a Sara de madrugada. Noto que se encontraba sola en la cama. Con pereza se puso sus zapatillas de estar por casa y camino hacia el baño del dormitorio. La luz estaba encendida pero no había nadie dentro. De repente sonó un golpe seco en el pasillo.

— ¿Eres tu cari?

Un grito procedente de la calle la alarmo pero su mente racional rápidamente la calmo, pensando en que sería simplemente alguien borracho a estas horas de la madrugada.

—Cari,¿dónde estás?

Solo obtuvo el silencio de la oscuridad por respuesta, silencio rápidamente desgarrado por otro grito. Esta vez de una mujer y además, procedía del del piso de arriba .

—Cari si es una broma no tiene gracia.

El número de gritos se incrementaba. La cabeza de Sara no paraba de dar vueltas, intentando explicar lo que percibían sus sentidos. ¿y si Roberto había venido a matarles?¿o se trata de un incendio? ¿Acaso sigo dormida?. Con ansiedad Sara se dirigió a la puerta del pasillo. Con decisión cogió el pomo y la abrió. Encendiendo al instante la luz del mismo pulsado el interruptor que se encontraba a mano derecha.

Lo vio. Era Jesús. Su cabeza estaba siendo masticada por una dentadura de más de un millar de dientes y 3 lenguas diferentes que masticaban la carne sin piedad. La enorme mandíbula oscura que ocupaba todo el pasillo comenzó entonces a reptar hacia Sara que intento correr en vano. Un grito más se sumó a la noche.

31 de Janeiro de 2019 às 00:00 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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Hermes Sam Gracias por leerme. Si te interesa las historias de terror,misterio y ciencia ficción quédate por aquí. Intentare sacar un relato siempre que esta vida me lo permita.

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