joseco José Cortés

¿Qué significa la realidad? Sumergido en todos los espacios, el personaje conoce sus más ocultos miedos, deseos y aflicciones.


Suspense/Mistério Todo o público.

#chile #ovalle #suspenso #asesinato #freud #tiempo #misterio #sueños
Conto
0
5.1mil VISUALIZAÇÕES
Completa
tempo de leitura
AA Compartilhar

Despierto

-La casa no parece de alguien que quiera hacerte daño.- Le dije al Feña mientras inspeccionaba detenidamente algún movimiento a través de la ventana.

La casa era bastante elegante. Estilo americana. Se notaba recién pintada y con un jardín repleto de rosas de varias colores que eclipsaba todo este extraño momento.

 Feña sacó una pistola Glock calibre 9 mm. de su bolsillo trasero. Nunca me habló de haber adquirido un arma, ni de haberla usado antes, ni nada referente a ella, incluso, empiezo a dudar de toda mi amistad con él.

La reja del antejardín está abierta. Feña avanza hacia el ventanal que dá al interior de la casa, apuntando, en todo momento hacia el frente. 

-No metas ningún ruido. Deberían estar en alguna habitación.- Me dijo Feña, mientras entraba lentamente a la casa a través del ventanal, en un tono muy frío y en el que detonó un temblor de nerviosismo constante en todo momento.

Recordé en un segundo, todos los aspectos de la supervivencia humana: huir o luchar. Cláramente, estaba en un estado de lucha constante, aún sin siquiera saber a quienes buscábamos, ni por qué, ni nada.

-Hmmm...No hay nadie aquí. ¿Esto es una trampa o simplemente se arrancaron de aquí?. -Discutía Feña mientras me miraba y bajaba por primera vez el arma.

Efectivamente, no había nadie en casa.Recorrimos cada punto de la casa, sin dar con ninguna señal de que alguién estuviera en ella. La casa estaba silenciosa, y tenuamente alumbrada con los últimos rayos del sol del día que entraban tímidamente por las ventanas.

Seguí a Feña de vuelta hacia la entrada de la casa, un poco más relajado, y con la frente y mis manos sudoradas. Sentí el frío del atardecer abrazar mi cuerpo. Seguía temblando pero ya no por la adrenalina ni el miedo.

Casi llegando a la reja que separaba la casa de la calle, aparecieron dos tipos de mediana estatura. Por la sorpresa del momento, no distinguí ningún otro detalle enclarecedor. Feña apuró la marcha y se encontró con ellos en la entrada de la casa.

-Así que viniste a buscarnos. Te dolió lo que te dijimos por teléfono, ¿no?. -Le dijo uno de los tipos con un tono muy amistoso.- No ibas a creer que todo eso era cierto. Te pasarías de cuático. ¿ahora nos quieres matar porque nosotros lo imaginamos antes?. No sirves para trabajar en la radio, ni menos para recibir ese tipo de comentarios. De todas maneras, te pedimos disculpas por todo eso. Veo que la situación se tornó sensible para ti.

El tipo se acercó a Feña, quien aún tenía su arma en las manos, y lo abrazó muy lenta y cariñosamente.

-De verdad, lo siento. - Le dijo y Feña respondió al abrazo.

Feña trabaja en un programa de radio local. Era locutor de su propio programa. Nada extraordinario de otras radios: un locutor con voz de jovial que programa canciones, manda saludos, reviza ciertas noticias, Ah! Sí, programaba sólo música rock y metal. Eso ya era extraordinario, ¿no?.


 Me enteré de todo esto mientras veníamos a esta casa, pero, ¿por qué alguién amenazaría a alguién de muerte, más aún en una radio en un medio masivo?. ¿Y por qué tomar la decisión de rastrear su casa y venir a ajustar cuentas?. Puede que la música sea un tema para algunas personas, pero ¿llegar a estos extremos?.


Camino lentamente hacia la calle, mientras ambos tipos conversan con Feña, mi nerviosismo y las ganas de irme de aquí me impiden prestar atención de lo que hablan, pretendían asesinarse, ¿qué puedo sentir?.

Mientras avanzo, siento una mano que toma mi hombro. 

-¡Hey!, amigo, tranquilo. Ya está todo solucionado, ¿no ves?. Lamento todo este momento, pero era necesario. 

Feña notó mi incomodidad, y me se quedó a mi lado mientras seguía hablando con ellos. Yo aún sin prestar atención a lo que hablaban, seguía inseguro de todo esta extraña escena. Sentía que en cualquier momento esto esto se podía tornar violento, a pesar de que todo el momento expresaba lo contrario.


Miraba los rosales a cada momento. Era lo único que me tranquilizaba; lo único que jamás podía cambiar. No calzaba en que en esta casa, existiera un jardín tan majestuoso, con unos habitantes tan despreciables. Eso me hace pensar, que la belleza es insensible a la decadencia humana.

Logré calmarme con la presencia de los rosales y logré escuchar algo de lo que hablaban.

-La audencia de la radio cada día crece. Eso me da más confianza en seguir con la línea editorial que llevamos hasta ahora. Espero que esto siga por mucho tiempo más. Es lo que me gusta, por lo demás. - Explicaba Feña con pasión a ambos sujetos, que lo escuchaban detenidamente y con cierta admiración.


Bajé la mirada hacia el bolsillo trasero en donde Feña guardaba el arma, y sin vacilar, la tomé con mi mano derecha. Feña no lo notó, pero sí los sujetos que estaban frente a él. Sólo me miraron y continuaron hablando.

Tener el arma en mis manos me calmó de golpe. Sentí un leve sentimiento de autoridad y poder. 

Sólo he disparado estas cosas en los video juegos, pero claramente no es igual.

La examiné detenidamente, y se notaba que nunca había sido disparada. Relucía como si fuera de juguete o cubierta con alguna cobertura que le provocara cierto estado inmaculado.

No había cabida al miedo en estos momentos, y tomé el papel de protector si es que a Feña intentaran hacerle daño. ¿Por qué quisieran a hacerle daños esos dos sujetos en estos momentos?


El tiempo se dilató fulminantemente. Vestido con una chaqueta de cuero, apareció un sujeto de unos 50 años detrás de Feña y de mí, bajé la mirada hacia sus manos. Llevó su mano derecha a su bolsillo trasero, sacó un arma, la llevó hacia el frente. 

El tiempo se silenció, se dilató aún más. Mis pensamientos acabaron. 

Apunté el arma que tenía entre mis manos hacia el costado de derecho del hombre y apreté el gatillo a la par con él. De ambas pistolas salieron 3 o 4 disparos. Miré hacia Feña y los sujetos, y ambos se encontraban bien. ¿Hacia dónde disparó?. Por más que analizé, no encontré el objetivo, y el tiempo volvía a su curso normal. El hombre se desplomó hacia mí, con el torso derecho completamente ensangrentado, ante la mirada de todos los que estában ahí.

El tiempo volvió al espacio, junto a un sentimiento de culpa, miedo y frío. 

-¡Llama a la ambulancia, por favor!. - Le grité a Feña mientras los sujetos salían corriendo al interior de su casa.

No paraba de temblar, mientras el sudor helado recorría todo mi cuerpo. Sentía cada gota que caía por mi torso, mientras trataba de entender qué fue lo que sucedió.

¿Mi vida se acaba en este momento?, ¿qué puedes decir al matar a un hombre que, en ningún momento, dañó a nadie cercano?¿Defenza propia?. Y el arma ¿de quién era? No era mía, y la estaba portando fuera de casa.

El terror, el ruido mental, invadió todo mi cuerpo. No sabía qué hacer, en qué pensar. Busqué a Feña, pero habia desaparecido, debió haber seguido a su instinto: huyó.

El cuerpo  del hombre estaba inerte. El charco de sangra crecía cada vez más. Mientras seguía el curso de la sangre, noté que se dirigía hacia mis zapatos. Aquella sangre oscura rodeó mis zapatos. Aquello hizo notar mi culpa por lo sucedido.

 Pensé por un segundo en el placer de haber disparado esa arma, pero  terminó desapareciendo de mi cuando alumbraron las balizas la policía. ¿Eso me convierte en un asesino psicópata?.


Me calmé al fin, mientras, junto a la policía, ibamos camino a casa de Feña. ¿Como conocía la ubicación de su casa?. Él era mi testigo, y necesitaba hablar con él y que me ayudara.

En la oscuridad del encierro, pensaba en ese sentimiento de placer. Busqué algo que me identificara como un psicópata, pero ¿cómo piensan ellos?.


    Freud dá luces para entender el inconciente; aquel lugar que exite en algún lugar nuestro, pero que no tiene las luz para mostralo. Algo en ese momento dirigió alguna antorcha y dejó al descubierto aquello en que, en la rutina de mi vida, nunca saldría a mostrarse. 

Aquella Glock 9 mm., aquellos rosales, o simplemente aquella situación de supervivencia, dió ese destello que nunca había penetrado en mi.


Llegamos, y me bajé de la patrulla hasta su puerta. Noté una puerta con unos tallados hermosos, y una argolla que servía para llamar a la puerta. La usé, y abrió una mujer. No presté demasiada atención a ellá, pero sí a quienes estaban al interior. Habían muchos hombres, de gran contextura y de entrada edad, a torso descubierto y usando, lo que parecía, pelucas. Unas onduladas, otras lisas  y de colores pop y brillosos. ¿Estaban en plena fiesta temática?.


-Busco a Feña, ¿lo puedes llamar? 

Ella sin decir nada, me hizo un gesto para que entrara a la casa. El ambiente era muy extraño. Un pesadísimo aroma a incienso, risas y una mesa llena de cartas rodeada de seres sacados de cuentos de fantasía armando escalas.

-Amigo, necesito que me ayudes. -Le dije a Feña, quien caminaba hacia mi, con ojos inchados y sollozos. 

Feña me abrazó fuertemente sin pronunciar ni una sola palabra. Se veía afectadísimo, como si hubiese sido él quien originó toda esta pesadilla.

-Amigo, esto fue en defenza propia, debemos estar de acuerdo con esto. -le dije- El sacó su arma y disparó, ¿cómo sabría si no era a tí quien quería matar?

-Pero le dañaste un órgano, se supone que para defenza no deberías disparar en alguna zona que comprometa su vida, ¿no?


Eso me destrozó y acabó con gran parte de lo que fuese mi vida en ese momento. ¡Entraría a la cárcel!. El sujeto murió ante nuestros ojos. Y yo lo asesiné.

-¡Pero ayúdame, por favor! -Le grité con desesperación, mientras tomaba sus hombros-. Tú estarás bien, yo provoqué todo esto, pero ayúdame. ¿El arma es tuya?.

Si fuese o no su arma, no importaba. Asesiné a alguien con un arma, sin saber si quiera a quién disparaba. El tiempo volvió a dilatarse, el espacio se amplió en un zoom out. Los sonidos se extinguían lentamente a medida que todo se espaciaba cada vez más. Mis pensamientos nuevamente desaparecieron. y cada vez más me iba encontrando con una pantalla completamente blanca frente a mis ojos. Mis sentidos desaparecieron. Todo -si es que existe- se desvaneció.

Salí de aquella inmersión, como si estuviera ahogándome en un estanque de agua.  

El ringtone de algún aparato sonaba. Busqué a Feña, con la poca visual que tenía, dentro de la habitación. Pero, ¿quién era Feña?.

 Me roté entre las sábanas para apagar la alarma, y un alivio recorrió mi cuerpo mientra me convencía que todo el pánico se había desaparecido.

"¿Seré un asesino en realidad?", pensé mientras, noté en el reloj de la pared las siete y treinta de la mañana. 

Un dolor me inquietaba en el lado derecho de mi torso. Saqué el contro remoto del televisor, que presionaba mis costillas, y palpé las grietas que éste había dejado. Volvió a sonar la alarma. Era hora de levantarse.





12 de Novembro de 2018 às 01:06 0 Denunciar Insira Seguir história
0
Fim

Conheça o autor

José Cortés Origen desconocido. Viviendo en Ovalle, Chile. 26 años. Deportes, música y nada de libros.

Comente algo

Publique!
Nenhum comentário ainda. Seja o primeiro a dizer alguma coisa!
~

Histórias relacionadas