juan-criollo1525153912 Juan Criollo

¿A quién buscarías si te pidieran "un resumen de lo que es la vida"?


Conto Todo o público.

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Un experto en la vida

La sociedad se encuentra conformada por individuos de todas las edades, y aunque mencionemos a los niños y jóvenes como los herederos de esta tierra, hay que hacer énfasis sobre aquellos que alguna vez la heredaron. Antepasados y ancianos cuyas lecciones son capaces de brindar aportes significativos a las nuevas generaciones. Sin embargo, son subestimados, pues tal conocimiento y experiencia se esconde detrás de un cuerpo bastante débil y arrugado, producto del paso de los años.

Hoy en día, ante un mundo que se centra en la tecnología y la moda, aquellas personas han pasado desapercibidas ante los ojos de una sociedad joven, que se centra en un futuro prometedor, lejos de aquellas costumbres y tradiciones que los ancianos, alguna vez acostumbraron. Poco a poco iban desapareciendo los números de ancianos dentro de una familia, y a esto se le sumaba el constante éxito que tenían los asilos en acoger a aquellos viejecitos cuya estadía en hogares familiares ya no era bien recibida, eso en cuanto a algunos ancianos, la mayoría tuvo que formar parte de los vagabundos que habitan en las calles en donde solamente esperan por aquel día en que finalmente, puedan descansar en paz, así sea muertos en la acera de una calle. En esta época, los ancianos solo eran un bulto y nada más.

En cierta ocasión, un profesor de Literatura que dictaba clases dentro de un Instituto nacional, había mandado de tarea a su alumnos entrevistar a un anciano que siempre usaba el metro alrededor de las 11:15, cogiendo la misma ruta al centro de la ciudad. La tarea fue criticada por muchos alumnos, pues el solo hecho de entrevistar a un adulto mayor, ya era muy repulsivo para muchos de los jóvenes, más aún si el anciano llegaba a ser un “pobre y triste vagabundo” como muchos que abundaban por las calles.

El profesor fue tajante en dar la orden, pues la tarea tenía fines académicos. En aquella entrevista encontrarían información relevante a algo que ninguna enciclopedia o sitio de la web les podría ofrecer, ni siquiera por más avanzada que era la tecnología en ese tiempo. La tarea consistía en realizar un ensayo cuyo título fuera “Un resumen de aquello que es la vida”, no en vano, el profesor había ordenado entrevistar a un anciano para conocer como fue la vida de este, interpretar los significados de aquellas experiencias que este tuviera, y entender como transcurren los años para una persona que seguramente “lo ha visto de todo”. La imaginación de aquellos jóvenes no era lo suficientemente creativa para engañar al profesor y así evitar el tener que dialogar con un aciano desconocido, pero la asignatura era de gran importancia para poder egresar de aquella institución.

La aceptación fue inminente, el grupo de seis estudiantes se reunió a las 11 en punto en una de las estaciones subterráneas del metro a la espera de poder encontrar a aquel anciano.

-“Siempre se sienta en la mitad del cuarto vagón, lleva una gorra ploma y una chaqueta de color bage.”-Fueron las instrucciones de su profesor para poder ubicar y reconocer al anciano.

El metro llegó a las 11:12, los jóvenes entraron directamente por el cuarto vagón y una vez dentro empezaron a mirar a ambos lados en busca de aquel anciano que por un momento de su longeva vida se había convertido en un centro de atención.

Finalmente fue hallado, temerosos, se le acercaban temiendo que no estuviera dispuesto a cooperar o que el solo olor a basura que seguramente este expedía los hiciera vomitar apenas y se le acercaran. Estaban a un metro de distancia y tal olor no era percibido, se acercaron más para finalmente encararlo, y antes de que alguno pudiera tocarlo, el anciano miró por encima de su hombro y les lanzó una sonrisa, una que provocaría ternura a quién la mirase, una sonrisa de aquellas que se hacen con los labios cerrados. Se quedaron petrificados sin siquiera saber que decirle, el anciano se volteó por completo para encarar a cada uno de los seis jóvenes rostros.

-Buenas Tardes- Les dijo el anciano con un tomo sereno y calmado, como si se hubiese encontrado con viejos amigos a los que no veía en muchísimo tiempo.

Uno de los jóvenes se atrevió a dialogar con aquel hombre, tomo aire para poder decir correctamente cada una de las palabras que ya tenía pensadas, lo soltó y exclamó:

-Perdone señor, tenga usted muy buenas tardes. Un profesor nos mandó de tarea entrevistar a un anciano y por fuentes de él mismo, supimos que usted estaría aquí. ¿Sería tan amable de respondernos algunas preguntas?-

-Es curioso que un grupo de jovencitos me pidan que les conteste unas preguntas, no es muy común ver eso, me gustaría que lo fuera, pero ya no soy un niño para soñar con una realidad en donde las cosas pasen como a mí me gusta. Claro que las responderé, pero permíteme bajar en dos estaciones más, ahí queda un parque que a mí me agrada mucho y siempre voy allí. En ese lugar, con gusto responderé a sus preguntas.-

Los jóvenes asintieron con su cabeza y esperaron en los asientos de atrás hasta que el tren finalmente se detenga dos estaciones más adelante. Los comentarios entre ellos no se hicieron esperar, dos jovencitas del grupo comentaban la ternura que les había dado el anciano desde el momento en que les sonrío, otros comentaban la forma muy educada con la que el anciano les había respondido. Ninguno de aquellos estudiantes, nunca antes había tenido encuentros con algún anciano, pues en sus hogares no habían tenido abuelos a los que acudir para conversar o si quiera conocer.

El tren llegó a la estación, el anciano se bajó y tras de él los jóvenes muy apegados lo seguían hasta el parque que se encontraba fuera de ese lugar. Salieron y pudieron divisar un parque de unos 200 metros cuadrados, tenía una vista única del norte de la ciudad, algunas bancas, juegos infantiles, y un llano y verdoso césped para aquellos que quisieran recostarse en él.

El anciano se sentó en una de las bancas y se dirigió al grupo de estudiantes:

-Pueden sentarse en una de las bancas, yo me sentaré en esta, siempre ha sido mi favorita.-

Los jóvenes tomaron asiento, nuevamente uno de ellos tomó la iniciativa de hablar, mientras que otro con un cuaderno en mano, estaba dispuesto a apuntar cualquier información de relevancia que el anciano les dijera.

-Muy bien señor, empecemos por favor. El objetivo del día de hoy es conocer sobre los acontecimientos más significativos de su vida, empiece diciéndonos su nombre, edad e inmediatamente comience con los recuerdos que tenga de su niñez, adolescencia, adultez, hasta llegar a los tiempos de hoy en día.-

El anciano se quedó en silencio, con su mirada perdida en dirección a los jóvenes. El silencio absoluto se tornó incómodo para los jóvenes, pero antes de que alguno pudiera decir algo, nuevamente el anciano mostró aquella sonrisa, y junto a ella se le escuchó decir: “pequeño Sócrates”. El viejo trago saliva, se miró las manos arrugadas para después levantarlas y que los jóvenes las pudieran ver.

-Me gusta creer que por cada una de las arrugas que tengo en mis manos, la vida me ha sacado una sonrisa y una lágrima. La vida es una serie de acontecimientos y sucesos que involucra la participación de miles y millones de personas alrededor del mundo, muchos hemos sido otorgados con ojos y oídos que nos permiten descubrirla y ser partícipe de ella día tras día. A veces solo creemos poder ver y escuchar nuestra vida, pero la vida no es nuestra, uno es parte de ella, y te encuentras en un mundo que no solamente es tuyo, si no es habitado por miles de millones de individuos que no solamente son personas. Esto te ayuda a comprender que la vida es un conjunto, y que tú eres parte de ella, como si se tratase de un grupo, en donde eres y formas parte de algo significativo. Cada día tienes la oportunidad de aprender y a su vez, enseñar algo, no importa la edad que tengas, recuerda que estás en un grupo y aquí todos colaboramos, nos ayudamos y convivimos. Antes de que si quiera les hable de la vida, al menos deberían saber de lo que se trata, ¿no les parece?-

Perplejos y en silencio se habían quedado los jóvenes, ninguno se había movido mientras el anciano les relataba aquella introducción, ni siquiera el encargado de los apuntes, pues sentía que no prestaría la suficiente atención si solamente escribía y no escuchaba. Esta vez, todos sonrieron y hablaron en conjunto.

-¡Por favor señor, continúe con su relato! ¡Queremos aprender más de usted!-

El anciano sonrío nuevamente, esta vez incluso echándose un poco para atrás, como si estuviera riendo internamente.

-No importa la cantidad de cosas que yo les diga, lo importante es cuánto están dispuestos a aprender de mí, así como yo de ustedes-

El anciano les contó las más memorables anécdotas de su vida, aquellas que fueran capaces de dejar una pequeña sonrisa en el rostro de un joven, mismas que transmitieran lecciones de heroísmo, trabajo y perseverancia. Los jóvenes interactuaban uno a uno con el anciano alzando la mano, como si ese parque se hubiera convertido en alguna aula de clase. Las risas por parte de los jóvenes y el entusiasmo de aquel anciano por contar aquellas historias no pudieron faltar, la charla se extendió hasta las 3 de la tarde, tiempo en el cual finalmente el anciano contó una de sus últimas anécdotas.

-Esta será la última mis jovencillos amigos…. Antes de que la sociedad se transforme en aquello que ven hoy en día, parques como este, se encontraban llenos de ancianos y niños, juntos convivían y reían tal y como nosotros lo hemos hecho hoy día. Era interesante ver como la vida podía juntar a un novato y a un experto en la misma, y que pese a la gran diferencia en edades, ambos nos pudiéramos llevar tan bien. Tal vez la vida no discrimine las edades, tal vez si seamos iguales para ella, y por tal razón, así como podemos ser igual ante la vida, podemos tratarnos por iguales entre nosotros mismos, conversar, reír y llorar. Desde que vine a este parque, comencé a hablar y a reír con cierto tipo de niños y personas que se me acercaban, que me daban la oportunidad de relacionarme con ellos. En cierta ocasión, un niño fue constante en visitarme, vivía cerca de aquí por lo que siempre le quedaba cerca venir a este parque y encontrarme en esta banca. Era muy curioso y le gustaba aprender, cada vez que yo le decía algo me respondía diciendo que era lo más interesante que alguien alguna vez le había dicho, y que tenía suerte de conocerme. Él me apodo “Sócrates” y me decía que de grande espera llegar a ser como yo, así que correspondiendo a aquello tan bonito que ese niño me dijo, yo le apodé “pequeño Sócrates”, y desde ahí empezamos a ser buenos amigos. Con el pasar de los años, fue creciendo y sus visitas al parque ya no eran tan constantes, pero era entendible, el pequeño Sócrates estaba creciendo, cuando era joven lo veía algunas veces, y cuando ya fue adulto solo lo vi unas cuantas ocasiones. Obviamente él ya no vive aquí, últimamente ya no sé nada de él, y hace poco me enteré que era profesor, eso me llenó de mucha alegría….- El anciano soltó una lágrima mientras miraba al cielo, cerró los ojos y finalizó diciendo:

“Él siempre me decía que tuvo suerte de conocerme, pero yo le agradezco a la vida por tener la suerte de haberlo conocido a él… Es sorprendente, como a pesar de los años, la vida continua sorprendiéndote y regalándote más sonrisas y lágrimas”

Nuevamente el anciano miró sus manos, se levantó y se marchó de aquel parque dejando a los jóvenes sentados en aquella banca.

A la mañana siguiente, el profesor de Literatura recogió los ensayos, con satisfacción pudo revisar como el grupo de estudiantes había cumplido con éxito su tarea, pero además, se dio cuenta que al final de cada uno de los ensayos, se encontraba escrito con pequeñas letras rojas:

“Muchas gracias por esta experiencia, pequeño Sócrates”

9 de Outubro de 2018 às 00:27 0 Denunciar Insira Seguir história
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