luis-gonzalez1526995660 Luis Gonzalez

Antes de todo solo había fuego. Donde hoy los peces nadan existían ríos y mares de lava. La tierra donde hoy los animales corren, cazan y viven estaba cubierta de una roca negra tan caliente que sería capaz de cocinar vivo a cualquier ser que ose pararse sobre ella. En este ambiente inhóspito, entre la combustión, el humo y el calor, nació Igneldr, el gigante de fuego.


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UN RELATO DE FUEGO Y VIDA

Antes de todo solo había fuego. Donde hoy los peces nadan existían ríos y mares de lava. La tierra donde hoy los animales corren, cazan y viven estaba cubierta de una roca negra tan caliente que sería capaz de cocinar vivo a cualquier ser que ose pararse sobre ella. En este ambiente inhóspito, entre la combustión, el humo y el calor, nació Igneldr, el gigante de fuego.

Lo único comparable con su tamaño era su apetito. Calmaba su sed con lava; devoraba la roca negra de la superficie mientras la partía en pedazos y aspiraba el humo como nosotros respiramos el aire. Igneldr consumió el mundo durante años y todo se volvió cada vez mas frío. En un intento por defenderse, la tierra escupió una enorme bola de fuego, una última esperanza de conservar el calor antes de que el gigante lo borrase de la existencia. Así, flotando a lo lejos y brindándole calor al mundo, fue que se creó el sol .

La furia de Igneldr era tal que enterró sus brazos en lo mas profundo de la tierra y con todas sus fuerzas lanzo el mundo lejos del sol, como si fuese una simple roca. Por desgracia para él, su ira termino castigándolo. El mundo se alejó, sí, pero no lo suficiente para que el calor del sol no le llegase y sólo provoco que la tierra comenzase a girar alrededor del sol. Ni muy lejos como para evitar el calor, ni muy cerca para que Igneldr lo alcanzase.

Desde aquí todo cambio. El frío y el calor se mezclaron. Entre ellos se creó una armonía que permitió que la vida llegase a la Tierra. Todo se cubrió de agua, la fuente de la vida, y la tierra que una vez fue negra se tornó verde. Al principio Igneldr se sorprendió al ver a las criaturas que comenzaron a poblar el mundo. Eventualmente, así como rápido llegó su sorpresa, se terminó aburriendo. Las aves no lo ayudarían a alcanzar la bola de fuego en el cielo, los peces nadaban en una sustancia que no podía beber, la carne de los animales se derretía en sus manos y el verde de la tierra se convertía en cenizas al tocarla. Él quería calmar su apetito, pero esos seres no le servían para nada. Igneldr se acostó sobre una sierra de montañas a esperar, pero esperó tanto que se quedó dormido sobre ella.

Pasaron los siglos hasta que Igneldr despertó, su cuerpo se había reducido al tamaño de una montaña, el mundo había consumido su calor y con ello parte de su vida. Estaba tan famélico que no tuvo fuerzas ni para gritar. No tenía esperanza, sabía que no le quedaba tiempo. El gigante que consumió el mundo estaba a punto de morir. Hizo un último esfuerzo para levantarse, al hacerlo se giró hacia su espalda y divisó, casi debajo suya, una nube negra que partía de la tierra hasta el cielo. Humo. Provenía de una hoguera que estaba delante de la boca de una cueva. Igneldr no dudó, se tragó el pequeño fuego de un bocado.

En la montaña sobre la que se durmió, la tierra que le había quitado el calor, estaba esa cueva. De allí comenzaron a salir unas criaturas que nunca había visto. Eran iguales a él en forma pero no en tamaño. De esa cueva salieron los primeros hombres e Igneldr les preguntó si sabían de dónde había salido ese fuego. Cuando una de esas temerosas y pequeñas criaturas le dijo que ellos lo habían creado no pudo, a pesar del dolor que le provocaba, contener la risa. Una cosa que no era ni más grande que un árbol no podía poseer tal poder; pero uno de ellos se acercó a la hoguera, colocó madera y golpeó dos piedras varias veces y ahí estaba, el fuego. Al igual que la primera, el gigante devoro la llama al instante. Igneldr les pidió más.

La humanidad alimentó a Igneldr durante siglos; bosques completos fueron quemados, una cantidad innumerable de animales fueron asados vivos en el fuego y el gigante solamente pedía más. Cuando los hombres se negaron a seguir destruyendo el mundo para satisfacerlo, Igneldr, que había vuelto su tamaño original, cubrió el sol con su cuerpo. Así llego la más larga de todas las noches, una que perduro por generaciones, y puso a la humanidad al filo de la extinción. El sol terminó volviéndose un mito entre los hombres.

Un día, una pareja de humanos estaba caminando en el borde de una montaña en busca de provisiones. Desde ahí, al levantar la vista hacia el horizonte, se podía ver el lugar frío y hostil en el que el mundo se había convertido. No habían aves circulando el cielo; el mar donde los hombres pescaban ahora era un ente oscuro en constante movimiento y en la tierra no se percibía ni una pizca de verde. O eso creían. En un punto a lo lejos vieron algo, un árbol, aunque como hijos de la noche no sabían que así se llamaba. Inmediatamente se dirigieron hacia él. Alrededor de este había vida; flores de todos los colores, pequeños animales que corrían libremente alrededor de el y, la mayor de todas las sorpresas, sentían el calor que provenía del cielo. Igneldr, quien llevaba siglos parado y sin comer, estaba perdiendo tamaño y un pequeñísimo rayo de luz solar alcanzó la tierra.

De las copas del árbol cayó al suelo un ser, su nombre era Lifta. Tenía el tamaño y forma de una pequeña niña, pero su piel tenía un todo verde blanqueado, su pelo era largo y rojizo como las hojas que caen en el otoño. La pareja la ayudó a sentarse. La niña estaba tan débil que sólo bastaba la fuerza con la que aplastamos una hoja para hacerle daño. Cuando ya estaba apoyada en el tronco del árbol, Lifta les habló. Les dijo como podían obligar a Igneldr a moverse y regresar el calor del sol al mundo.

La pareja siguió las indicaciones de Lifta y viajaron durante meses hasta llegar a su destino. En un punto lejano del mundo, donde ningún humano había llegado, se encontraba un agujero enorme y, al mirar al vacío, solo se podía apreciar el negro absoluto. Se agacharon cerca del borde, colocaron trozos de carbón y madera en el suelo. Al igual que sus ancestros, golpearon dos piedras y entre chispas y chispas apreció una pequeña llama. Tomaron un palo que llevaban y quemaron la punta. Lifta les dijo que eso se llamaba antorcha y les permitiría transportar el fuego. Caminaron la distancia que les faltaba hacia el agujero y se colocaron justo en el borde. Gritaron con todas sus fuerzas el nombre de Igneldr. Cuando el gigante vio la pequeña llama resplandeciendo en la oscuridad se movió por primera vez en siglos. Justo cuando estaba por alcanzar la llama vio el fuego volar por el aire. La pareja lanzo la antorcha al agujero e Igneldr cayó dentro de el. El mundo, de la misma forma con la que lanzó el sol al cielo para defenderse del gigante, se contrajo y encerró a Igneldr en su interior.

El gigante de fuego quedó enterrado en el centro del mundo y el calor volvió a acariciar la tierra. La humanidad salió de su cueva una vez más. No se repetiría jamás una noche tan larga como aquella, ni ningún ser será privado del calor de la vida. Los años pasaron, la humanidad progresó y, al igual como se olvidó del sol una vez, lo mismo paso con Igneldr, el gigante de fuego.

Lifta, desde la copa del árbol, observó como todo volvía a la vida. La felicidad la llenó, pero no podía evitar cuestionarse si debía o no decirles a los humanos lo que sabía. Cuando Igneldr se consuma, cuando reduzca su tamaño hasta tal punto de parecer un hombre, escalaría las entrañas de la Tierra y volvería. Regresaría más hambriento que nunca, con el único deseo de consumir el mundo una vez más.


[LE1]Puedes detallar un poco mas la logistics detrás del mecanismo de defensa de la tierra.

22 de Maio de 2018 às 13:32 2 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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Tania A. S. Ferro Tania A. S. Ferro
¡Me gustó mucho la historia! Bastante interesante
August 23, 2018, 14:46
Juan Nicola Juan Nicola
Me ha gustado mucho tu historia, te felicito.
May 27, 2018, 02:17
~