Cómo poder olvidarlo. Fue la primera vez que pasó. Antes se habían dado otro tipo de atrocidades que yo mismo tenía que reconocer como tales. Pero, al menos, las personas que las habían sufrido habían podido conservar su vida para contarlo. Para sufrirlas, me imagino, en silencio y sin que casi nadie pudiera creer a ciencia cierta que lo que esas personas estaban contando había pasado en realidad.
Pero, en este caso, lo cierto es que no pude parar; cuando mis manos estaban rodeando su cuello, un cuello recubierto de una piel suave, imagino que lo habitual en una piel de una joven de diecinueve años, deje que todos mis deseos de poseer ese cuerpo, más bien habría que decir que esa cara, se concentraran en las puntas de mis dedos que lo estaban rodeando en esos momentos. La posesión de ese rostro, de esa melena rubia con los ojos verdes, con los ojos claros, quería que fuera lo más importante de mi vida en ese momento.
Ella gritaba, con el poco aire que le podía salir en esos momentos, que parara, que no podía respirar. Pero, me temo, yo no podía oír absolutamente nada. A pesar de eso, paré; me imagino que los que podía percibir de sus ojos hiciera que no necesitara escucharlo. Entonces, la chica, Amparo, pareció relajarse un poco. Debió pensar que lo peor ya había pasado y que tan solo debería esperar a que eyaculara dentro de su cuerpo para que pudiera salir definitivamente de esa habitación.
Pero, no iba a ser así. Seguramente por eso; porque no podía eyacular. Porque mi deseo, el bienestar de mi cuerpo dependía de que pudiera poseer esa cara, ese pelo. Y no era una cuestión únicamente de poder descargar mi semen dentro de la muchacha; era algo más. Quería poseer algo que me había supuesto mucho dolor cuando era apenas un adolescente. Y no lo había podido conseguir por muchas cosas.
Nuevamente, sentía que volvía a apretar con fuerza. Quería sentir cerca de mí a la muchacha, a Amparo. Pero, no era así; los brazos de la joven se empezaban a mover y de su boca, a pesar de tenerla casi completamente tapada con mi mano, comenzaban a salir una especie de gemidos de desesperación. Pero, yo seguía; tenía la impresión de que se encontraba al borde, al borde de rendirse por completo a mis deseos, a mí. Ya lo empezaba a notar.
Había dejado de moverse; los espasmos recientes habían pasado a ser tranquilidad y quietud. Ahora sí que se encontraba por completo entregada a mí. No tenía claro si había logrado conseguir lo que estaba buscando. Pero, indudablemente, era algo parecido a esto. Amparo estaba quieta, bajo mi cuerpo; ya no necesitaba sujetarla. Una especie de satisfacción me empezaba a embargar. No sabía si era esto lo que estaba buscando; pero, me sentía bien.
Hasta que, de repente, me di cuenta de lo que había pasado. Amparo había perdido la consciencia; no se movía y, era evidente, ella no se encontraba disfrutando de ese momento cómo yo. No quería; pero, necesitaba cogerle su muñeca y comprobar si la sangre seguía corriendo por sus venas. Lo que estaba imaginando se confirmó, no tenía pulso.
Mi cabeza dejó de pensar con precisión. Una especie de parálisis comenzó a recorrer mi cuerpo. Debería haber intentado reanimarla; pero, no estaba seguro de que lo hubiera hecho, ni, si lo hice, durante cuánto tiempo. Al final, terminé por hacer lo que había hecho en otras ocasiones en que se había terminado dando este fatal desenlace, llamé a la hermana Carmen; ella se encargaría. Si bien era cierto que en otras ocasiones no se había dado un desenlace fatal; tan solo se había necesitado la intervención de un sanitario y el pago de unos cuantos euros para hacer que la agredida olvidara en gran parte lo que había pasado.
Y, efectivamente, ella sabía lo que habría que hacer en estos casos. En un principio, y cuándo había verificado la situación de la muchacha, me mandó salir de la habitación. Ella se iba a encargar de todo y, cómo había sucedido en alguna otra ocasión, yo ni tendría que mencionar lo sucedido al día siguiente. En esta ocasión, me enteraría de lo que había pasado por el relato de los periódicos. En alguna otra ocasión, ni siquiera esta información había llegado hasta mí.
El tiempo transcurrido entre mi salida de la habitación hasta que pude leer en la prensa el relato del encuentro del cadáver, había pasado de una manera similar a cómo transcurre el tiempo tras el suministro de un anestésico en el cuerpo de una persona. El tiempo transcurre de una manera en el que se mezcla un suspiro y una eternidad. Seguramente, mi cabeza siguió trabajando durante esas horas; pero, yo no era consciente de ello. No podía oír; tampoco podía hablar. Podría decir que mi mente había quedado en blanco; si no fuera porque, en ese momento, tampoco identificar los colores de una manera diáfana.
No hizo falta que la hermana Carmen me lo dijera; cuando pude leer, en la primera página del apartado de sucesos del periódico el relato de un cuerpo, de los restos, encontrado en un vertedero de la ciudad, tuve claro que se trataba del cuerpo de Amparo Solanes.
Así la identificaban en la crónica, la joven portaba en sus bolsillos una cartera con su identificación. Así se referían a ello en el periódico: “La Policía ha encontrado este lunes en el vertedero de Valdemingómez el cuerpo de una joven de 23 años que portaba un documento de identidad con esos datos que corresponden a la fallecida. Los restos fueron encontrados esta misma mañana en una bolsa de basura que llamó la atención de los trabajadores que se disponían a realizar las labores de reciclaje en esos depósitos de basura.
Fuentes de la Jefatura Superior de Policía de Madrid han informado a Efe de que el hallazgo del cuerpo de la mujer ha sido obra de los trabajadores del vertedero quienes han informado de los detalles y han entregado los restos mortales de la mujer a los responsables policiales del grupo de homicidios que se encarga a partir de ahora de la investigación.
Los policías comienzan desde este momento la investigación correspondiente para tratar de averiguar la identidad del asesino o de los asesinos de la joven Amparo. Por el momento, lo que se ha podido deducir de una primera inspección ocular del cadáver era que, al parecer, la joven había muerto asfixiada de una manera que debería ser determinada en un futuro inmediato.
Por el momento, lo que ha podido saber la policía es que el cuerpo de la fallecida se encontraba en el interior de una bolsa de basura, envuelto en una sábana, sin que existiera ningún resto de sangre seca y sin que, hasta ese momento, hubiera comenzado la fase de descomposición del cadáver
Según se informa, la desaparición de la joven había sido denunciada hacían algo de más de dos meses atrás. Sin embargo, la familia había retirado la denuncia de su desaparición pasados unos diez días después de haber realizado la denuncia. No constaba en los datos de esa denuncia el hecho que la joven hubiera aparecido y que este hubiera sido el motivo de la retirada de la denuncia.
Los operarios alertaron a la Policía Nacional del hallazgo, desplazándose al lugar agentes de la Policía Científica y del Grupo VI de Homicidios, que inspeccionaron los contenedores próximos para intentar localizar algún tipo de indicios que lo relacionara con el presunto asesinato. Varios agentes fueron al vertedero de Valdemingómez
Los restos serán analizados para tratar de confirmar la identidad de la víctima, tratar de esclarecer las causas de su muerte y buscar cualquier indicio que lleve a la Policía hasta el autor o autores del asesinato.
El Juzgado de Instrucción número 10 de guardia ordenó la recogida de estos restos que han sido depositados en las dependencias policiales de Canillas.”
El leer esto pareció hacerme reaccionar. Parecía bastante obvio que, en breve, tendríamos la visita de la policía. No parecía que pudieran tener una gran dificultad en saber que la fallecida había pertenecido a la asociación “Amor Eterno” y, tras la denuncia de la desaparición de la muchacha, no tardarían en visitar la sede de nuestra asociación. Habría que preparar la declaración y una serie de pruebas y declaraciones que puedan garantizar que la joven llevaba ya más de dos días en los que no había aparecido por la sede de la organización.
Yo no quería saber nada; casi nada de mis obligaciones y nada en absoluto de lo que tenía que ver con el mundo exterior. Mi mente estaba haciendo una serie de propósitos que deberían cumplirse en los próximos meses. Nunca más se volvería a repetir esto que había pasado. Pero, eso mismo había dicho ya en otras ocasiones y, desgraciadamente, no había podido llevar a cabo esos propósitos.
Una llamada telefónica rompió mis meditaciones. Era de la comisaría de policía; no les había costado mucho el averiguar que Amparo Solanes había entrado a formar parte de nuestra organización poco tiempo después de haber abandonado el hogar paterno. No era la primera organización de este tipo en la que había estado integrada. La familia ya había tenido que pasar por esto. Por este motivo, la familia retiró la denuncia que había presentado ante la policía por la desaparición de la muchacha. Una vez que supieron que había ingresado, nuevamente, en una organización de este tipo, decidieron que no tenía sentido seguir con la denuncia.
Posiblemente no era el primer lugar al que la policía estaba llamando; pero, no pasaría de ser el segundo o tercer sitio en el que los policías hicieron gestiones para tratar de averiguar los últimos movimientos de la joven.
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