girasole8 Girasole

Las tres puntas de un triángulo perfecto que puede devolver la justicia a un mundo custodiado y azotado por la avaricia de los hombres. Brina, Bianca y Brigitta descubren que Fernus, su mundo, no siempre fue como hasta ahora lo habían conocido. Las brujas no siempre carecieron de poder. Los hombres no siempre decidieron por ellas: la libertad existía.


Fantasia Fantasia negra Todo o público.

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Presa fácil

La noche se había cernido sobre el espeso bosque de Fernus, transformándolo en una masa desigual en la que era imposible encontrar el camino a casa. Aiden, que aún no sabía cómo había terminado allí, corría sin mirar atrás, evitando tropezar con las raíces de los árboles. Tras varios metros y con los pulmones casi agrietados, tropezó. El sabor a tierra acarició su paladar. Sin aire, el joven se dio la vuelta, acompañado únicamente por el silencio, hasta que una risa cantarina interrumpió aquel momento de paz en el que se permitió pensar que saldría de allí con vida.


—Pero mira quién es, el cervatillo—canturreó Bianca, que sostenía una improvisada antorcha. Sus ojos grises parecían de cristal, carentes de sentimiento— Y pensar que querías rendirte, Brigitta. Menos mal que no te he hecho caso.


Aiden, incapaz de apartar los ojos de la joven, frunció ligeramente el ceño. ¿Con quién estaba hablando?. De repente, el ruido de las pisadas sobre las hojas lo distrajo, adivinando la forma de un lobo blanco acercarse. Este lo miró con interés, sacándole los dientes a medida que se aproximaba, transformándose segundos después en una preciosa joven que terminó por reírse ante la pálida expresión del humano.


—¿Qué quieres que te diga, hermana? Es escurridizo. Creí que lo habíamos perdido.


—Parece que no... —continuó Bianca, mirándolo esta vez un poco más de cerca— Deberíamos...


Ambas se miraron con complicidad, riéndose Bianca al ver como su hermana se relamía. Brigitta, que ya había dejado claras sus intenciones en cuanto sacó los dientes, siguió avanzando, oliendo el miedo del humano. Sin embargo, una tercera voz, suave y aterciopelada, distrajo a las dos brujas, que se detuvieron en ese mismo instante.


—Basta.


Brina, la tercera de las hermanas había llegado un poco más tarde, pero su sola orden bastó para que las otras dos cesaran. Aiden pudo ver la diferencia. En ella latía una oscuridad estremecedora. Los ojos pardos de la bruja miraron al joven con interés, deleitándose en el aroma que ya habían percibido sus hermanas: miedo.


—Gracias. —dijo Aiden, tartamudeando, malinterpretando claramente la situación— Necesito salir de aquí. Ni si quiera sé dónde estoy. Sácame de aquí, por favor.


Brina lo miró sorprendida, rompiendo el silencio del bosque con una risa fría que corearon sus hermanas.


—Querido, no te equivoques. Lo peor que te ha podido pasar es que yo haya decidido asistir a esta desafortunada reunión. —le explicó, dibujando un mohín en sus labios escarlata— Se acabó la caza, tengo hambre.


Nada más decir esto, Bianca y Brigitta se apartaron para darle paso a su hermana mayor. Esta se dejó caer al suelo, gateando hasta el muchacho, que no volvió a intentar huir, embrujado por su mirada. Así pues, Brina, que no le quitó ojo a su presa se coló entre sus piernas, reptando hacia su rostro, clavando las uñas en su piel.


—Mírame. —susurró la joven desde arriba, clavando los ojos en él— Abre la boca.


Aiden obedeció cada una de sus órdenes sin ningún tipo de escapatoria. Una vez entreabrió los labios, Brina se acercó a su rostro, rozando estos como si fuera a darle un beso, pero eso no ocurrió. Un halo blanco comenzó a deslizarse fuera de la boca del humano. La bruja exprimió todo su ser sin compasión. Poco a poco, el rostro del joven palideció, mientras sus manos, que se habían aferrado con fuerza a las muñecas de Brina, cayeron al suelo. Justo en el último sorbo de su alma, la bruja apoyo las manos en su pecho, presionando con fuerza hasta oír crujir cada una de las costillas de su víctima, ronroneando de placer. Sus hermanas, que la miraban maravillada, sonrieron malévolamente cuando se incorporó con la elegancia que siempre la había caracterizado.


—Deshaceos de él. —les ordenó, limpiándose la comisura del labio inferior— Nos vamos a casa.


Brigitta asintió, estirándose antes de volver a cambiar, volviendo a su forma lobuna. A medida que Brina se alejaba, pudo oír cómo despedazaba el cuerpo, mientras Bianca reía. Lo que ambas no vieron fue a las hermanas Haraldsen escondidas entre la maleza. No debían estar allí, ni muchísimo menos ver aquello. Brina pasó junto a ellas extasiada, sin darse cuenta de su presencia, mientras Viola le tapaba la boca a Rose, que tenía el corazón en un puño. Estaban matando humanos, los estaban cazando en su propio mundo.




Cuatro horas antes


—¿Estás segura de que es aquí? —preguntó Brigitta a sus hermanas, mirando el cartel fluorescente de un antro de Nueva York.

Las tres fruncieron los labios a la vez, un gesto familiar que habían heredado de su madre. Todas tenían sus dudas. Brina suspiró. ¿Había sido buena idea llevarlas hasta allí? ¿Debería haber seguido siendo su secreto?


—Sí, o al menos eso me han dicho.


Había decidido fingir no haber estado nunca, aunque acudía regularmente desde hacía dos meses. Astucia, un portal y curiosidad era lo único que había necesitado.


—Supongo que si nos equivocamos siempre podemos volver —comentó Brina, girándose para mirarlas.


Lugares como aquel estaban prohibidos, pero a ella siempre le había gustado saltarse las normas. Ya no escuchaba a su padre, solo fingía hacerlo. Por un momento quiso volver.


—Bueno, ya estamos aquí. —intervino Bianca, pasando junto a ellas— ¿Qué es lo peor que puede pasar?


Brina alzó ambas cejas, viendo cómo su hermana empujaba la puerta del local para entrar. Primera aprobación. La siguió, asegurándose de que Brigitta hacía lo mismo.


En cuanto abrieron la puerta, la música les taladró los oídos, sufriendo una leve desorientación causada por las luces. Estas alumbraban parcialmente la estancia, perfilando intermitentemente los rasgos de los presentes. Mortales y brujas en una misma habitación. Brina cerró los ojos, sintiendo vibrar sus almas, tentada a devorarlas, pero se contuvo. Por otro lado, Brigitta, que parecía un mar de dudas desde que habían llegado, sonrió, dejándose llevar por la música. Su pelo blanco absorbía los colores de luces como un lienzo sin pintar, como el de Bianca. Inspeccionaron la estancia. A lo lejos vieron a las hermanas Wagner bailando con dos jóvenes que no pertenecían al gremio: humanos. Esta vez fue a Bianca a la que le asaltó el miedo.


—¿Qué es este lugar, Brina? —preguntó, reconociendo poco a poco entre la multitud a más brujas.


—Un lugar donde poder respirar. —respondió, alzando la voz por encima de la música— Donde poder estar lejos de...


—Padre.


Un lugar al que poder huir. Lo entendieron. Al ser Brina la mayor era la primera a la que habían comprometido, casi vendido. Solo quedaban unos días para la fiesta de compromiso y ni siquiera conocía a su prometido. Se habían visto una vez cuando tenía unos seis años, pero su recuerdo era difuso. Unir a dos familias de aquellas características sería el equivalente a la realeza en su mundo. Un sacrificio para el gremio, para la familia, pero una jaula para Brina.


No intercambiaron muchas más palabras. Bastó una mirada cómplice para saber que aquella noche constituiría uno de los últimos momentos de libertad de Brina. Horas, mortales, alcohol. Solo sentían la música, la vida recorriéndole las venas. Sin embargo, pasadas unas horas, un joven llamó la atención de las brujas. Estaba discutiendo con la que parecía ser su novia o si no, algo muy parecido. Le hacía aspavientos cerca del rostro. La joven consiguió separarse de él, sorteando a la gente para salir de allí, pero él la siguió.


—¡He dicho que me dejes en paz, Aiden!—lograron escuchar por encima de la música, aunque él no se detuvo.

Brina frunció el ceño. Ya había visto aquella expresión antes. Había oído los gritos y sabía que después vendrían los golpes. Decidida, los siguió.

—¡Eh! ¿A dónde vas? —preguntó Bianca alzando la voz, pero no obtuvo respuesta.


Ninguna esperaba terminar la noche así, pero Brina ya había escogido a su presa y cuando algo se le metía entre ceja y ceja, no había nada capaz de detenerla.

18 de Julho de 2021 às 00:01 0 Denunciar Insira Seguir história
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