Harry Seguir história

Soy una asesina, lo supe esa tarde.

De manera consciente o inconsciente había estado tratando de posponer ese momento, aunque veía cómo su cuerpo se desgastaba más y más cada día, lo veía vomitar y caer del dolor, ya no podía tenerse en pie más de unos momentos, y en las noches su sueño era cada vez más pesado.

La presión comenzó a sentirse en casa, comenzó a echar mis hombros abajo y mis esperanzas también. Los demás habían resuelto en un silencio insolente que yo debía tomar acción, ellos sólo estaban esperando… me estaban dando tiempo para despedirme, pero yo no podía decir adiós a lo que más amaba en el mundo.

Los asesinos se hacen según la causa y el momento, ese poder entre la vida y la muerte no era algo a lo que yo aspirara a tener, mucho menos a ejercer; sin embargo aquella tarde de abril supe que debía hacerlo, vi cómo comenzaba a mostrar signos de agonía, ya me había enfrentado a la muerte cara a cara antes, la había mirado directo a sus cuencas vacías. Esa tarde sería su última tarde.

Me lo llevé a nuestra cama y se durmió entre mis brazos mientras no paraba de llorar enmudecida, rota y sin posibilidad de cura. Fueron horas dolorosas, me dolían en cada bombeo cardiaco, me dolían en cada pestañeo, en cada intento de suspiro. Maldije al tiempo por ser tiempo, maldije lo bendito por quitarme algo que era mío, él era mío.

Recordar nuestros momentos juntos, todas sus fotografías, mi vida, era suya, mi amor le pertenecía; todo me dolía y era peor al tener la certeza de que empeoraría con los días.

No quería ser su asesina. Lo levanté del suelo seco y polvoriento procurando no llorar frente a los demás. Lo acuné y dejé que apoyara su cabeza en el umbral de la ventana del auto mientras el viento lo acariciaba por última vez, él lo sabía… sus ojos, su calma, su todo, sabía que yo le mataría. Me pregunté si me perdonaría, cuál sería su última impresión de mí. Intenté imaginar qué pasaba por su mente mientras en mis oídos sonaba una canción sobre un lugar donde el viento llegaba y juntaba a los que se extraviaron en la vida. Quizá en ese lugar el viento nos juntaría, quizá el viento soplaría en él de nuevo algún día.

Los viajes no duran por siempre, cuando me senté en la sala de espera simplemente comencé a llorar sin control, sin importarme las demás personas allí, lo tenía aferrado a mí, estaba atado a mi corazón, no se iría de este mundo sin llevarse un trozo de mí con él, no se iría sin mi agonía también.

Entré a la sala temblando como la llama de una vela expuesta al soplido de una gélida brisa. Tuve que dejarlo sobre esa maldita mesa quirúrgica, esa horrible cama de metal. El llanto no me dejaba hablar, la desesperación y el dolor eran tan inmensos como el universo y sus espantosos agujeros negros. Él se enfrentaba a su realidad y yo lloraba sobre la mía… me preguntaron mi decisión, entonces fue que oficialmente me convertí en asesina. Lo sedaron y su cuerpo se desvanecía entre mis manos, lo besé mil veces y rogué su perdón un millón más.

Lo miré a los ojos hasta que estuvo profundamente dormido, sin consuelo porque sabía que ese sería su último sueño. El estetoscopio indicó que ya había muerto.

Una asesina consolidada, debería vivir con el dolor de la culpa.

Tomé su cadáver envuelto en mi ropa y sin dejar de llorar ni por un segundo, volví a casa, a una casa en donde él ya no estaría más, no era más que una construcción vacía de alma.

Seguí llorando por horas más, sobre todo esa noche sin él, después de dieciséis años durmiendo junto a su cálido cuerpo, su olor, su pelito café y sus ronquidos de comodidad… Su ausencia era insoportable.

Soy una asesina que no merece ningún perdón, al matarlo a él yo misma me quité la vida.

Incluso hoy, meses después de su partida continúo llorando por él, siento sus uñitas contra el piso de la casa, siento su olor en mis ropas, siento su peso y calidez en la cama a mis pies.

Vida mía, espero que perdones a esta pobre asesina, se supone que lo hice porque sufrías, pero ahora es mucho peor.

Miro los árboles buscando la rama correcta, miro al cielo sin ninguna esperanza puesta en el más allá. Todos los días a partir de esa tarde de abril, intenté sobrevivir, pero sin mi único amigo, mi alma gemela, era imposible de lograr; aunque el mundo fluyera hacia la primavera mi corazón y mente estaban en un abismo de dolor, abandono y muerte sin fin. Cada respiro, momento y demás, no eran otra cosa que la justificación amarga de que en este lugar no podía ser solo yo, no había humano que me hiciera sentir mejor.

Cada mañana en mi telefono estaban tus fotografías, hace poco me armé de valor suficiente para visitar tu tumba, pero aún no puedo dejar de llorar, te juro que quisiera sacarte de ese suelo infernal, eres tan hermoso para terminar bajo una pila de piedras, ni siquiera he podido ponerle flores, no tengo el valor de admitir que eres una parte más del jardín.

Allá donde estás ¿te sientas a mirarme escribir? Allá donde estás ¿logras oír los libros que te leo para que puedas dormir? Harry, soy tan débil sin ti, soy odiada incluso por mí misma, no puedo perdonar el hecho de que yo te asesiné… ¿Nosotros encontraremos la paz? Nosotros, podremos volver a ser unos tontos que juegan por donde van; no me atrevo a preguntar.

Si voy a ser tu asesina, seré la mía también así que si puedes, por favor, Harry, ve a mis brazos una vez más. Gracias por enseñarme que podía amar, gracias por amarme cuando nadie más lo pudo lograr. Por favor cuando muera venme a buscar y estemos juntos también en la muerte por siempre jamás.