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Quiero hacer lo que no debo hacer

El profesor Joshua llegó a la última clase con sus estudiantes y vio un graffiti hecho con rotuladores rojo, púrpura y negro que cubría todo el pizarrón. Le pareció bastante encantador. Lo habían hecho un grupo de chicas para él, ese detalle lo hizo sentirse especial y muy apreciado. Sabía muy bien quiénes habían sido y por eso no se atrevió preguntar lo obvio.

Muy bonito, pensó Joshua. Después de todo se puede recibir detalles de cualquier persona.

—¿Cómo se supone que voy a dar la clase con esto en el pizarrón? —Dijo escéptico el profesor.

—Bueno, profe. No de la clase y ya —dijo una de sus fans.

—¿Sí? Pero yo he venido a dar mi clase —replicó con gracia.

—Ay, profesor. No sea tan estricto. Por un día que no nos de clase no pasa nada —dijo otra de las fans hundiéndose en el pupitre embargada de fastidio.

—Tú —Le dijo al chico más popular de la clase—. Borra el pizarrón. Ya vuelvo.

Esa fue una improvisada maniobra que ejecutó para no lastimar los sentimientos de aquellas chicas. Que no fuera él quién borrara ese detalle que le hicieron que, a fin de cuentas, le había gustado mucho. Pasó un momento por la recepción fingiendo que necesitaba que le regalaran unas cuantas hojas para una demostración. Luego fue a la dirección a pedir un rotulador acrílico. Subió al primer piso, entró al salón y el graffiti ya no estaba, pero sí el salón hecho un alboroto hasta que con su presencia todo se calmó.

—Ok —comenzó a hablar Joshua—. Ya todos han aprendido muy bien cómo aplicar el verbo to be como les he enseñado. Han podido formar oraciones sencillas para identificar a sus amigos, a su familia y los objetos. Han tenido ciertas complicaciones con los pronombres posesivos, pero han avanzado muy bien. Pueden decir la edad y escriben los números mejor que mis compañeros de clase de la universidad. ¡Los felicito! De verdad que no pensé que lograríamos esto en tan poco tiempo. Pero ahora quiero enseñarles los animales. Comenzaremos a hablar de animales en las próximas evaluaciones. En primer lugar, comenzaremos por los animales más comunes como la jirafa, el tigre, el jabalí, los halcones, leones, rinocerontes...

Los animales que mencionó despertaron la gracia en todo el salón y con diversión reventaron las carcajadas.

—Pero esos animales no son comunes, profe.

—Claro que sí. ¿Ustedes no los conocen? —Replicó Joshua.

—Sí, pero yo nunca he visto ninguno de esos animales —dijo otro estudiante.

—Ah, cierto. Olvidé que ustedes no han ido África —dijo Joshua con un atisbo irónico en sus ojos.

Con esa última jocosa observación algunos de los estudiantes reaccionaron, pero solo el comentario de una llamó su atención.

—Claro, porque como usted sí ha ido a África —dijo al torcerle los ojos.

—¿Quieren conocer los animales o no? —Dijo el profesor.

El comentario irónico de su alumna junto a la respuesta desafiante del profesor levantó la energía del resto de los estudiantes semejante al bullicio de un mercado.

Una chica dijo decepcionada que su padre no quiso regalarle una jirafa de mascota cuando era pequeña. Otro dijo que quería tener un león de mascota, y el que estaba a su lado y escuchó su comentario, por no quedar menos salvaje alegó que prefería un tigre mientras simuló con sus manos tirarles las garras a la cara. Y una chica preguntó con mucha curiosidad qué es un jabalí.

La algarabía continuaba, seguía escuchando y lo disfrutó por un momento, podía escuchar con claridad a casi todos.

Un comentario de otra chica llamó su especial atención porque él conocía los motivos cuando le preguntó por qué cazan a los rinocerontes en África. Pero ya era hora de detener el alboroto.

—Chicos, chicos. Ya basta. Nadie ha ido a África, ¿ok?

Tuvo que levantar la voz de nuevo y con más fuerza demandando orden hasta que finalmente todo se calmó.

—Lo siento por ti, Sherly —dijo el profesor—, pero las jirafas son muy grandes y altas para tenerlas de mascota en una casa. También hay hipopótamos en Venezuela —dijo a todo el salón—, basta con ir a verlos a un zoológico. Los jabalís son como cerdos salvajes. Los rinocerontes son cazados por motivos afrodisíacos. Y las cebras… ¿para qué rayos quieren una? —Dijo con el rostro extrañado en una pregunta retórica—. Y por supuesto; ¿un león?, ¿un tigre? Por favor, chicos —Les dijo con un jocoso desprecio.

—¿Qué significa afrodisíaco, profesor? —Dijo una estudiante con curiosidad.

Es evidente que es la primera vez que ella escucha esa palabra, pensó Joshua.

—No importa que no sepan lo qué es. Eso no compete a mi clase explicarlo.

—¡Yo sí sé qué es! —Dijo Stephanie con un pícaro orgullo plasmado en el rostro.

Al escucharla ignoró lo que dijo.

En ese instante el profesor continuó con mucho entusiasmo explicándole que el inglés pueden sentirlo en todas las áreas de su vida. Es una materia que les permite aprender de lugares y países. Y se los vinculó a las materias geográficas e histórica. También sobre animales y el cuerpo humano, alegando con esto último la anatomía.

—¿Su anatomía? —Intervino Stephanie y se escucharon algunas risas discretas.

Joshua se volvió a ella disparándole con una mirada de indignación, y de un breve silencio continuó su discurso olvidando el asunto.

—Aprenderán de mecánica, literatura, matemáticas. Ya se saben los números, ¿no? En mi materia pueden pensar de todo en inglés. Incluso en otras clases pueden ver las cosas en inglés. Eso les ayudará a aprender más rápido aún cuando no les estoy enseñando.

Una de las chicas se sintió abrumada con tanto. No podía asimilar las ideas ni gestionar el entusiasmo que el profesor proyectaba. Así que se hundió una vez más en su pupitre cruzando los brazos y confesando que hacer todo eso le fastidiaba, que para ella era suficiente aprender con él durante sus clases.

—Ajá —dijo Joshua con frialdad.

Otra estudiante intervino para alegar lo mismo que su compañera pero con una actitud optimista. Dijo con gran simpatía que prefería aprender con él, y asentía frenéticamente con la cabeza al volverse a sus compañeros en busca de aprobación.

Joshua intentaba dar la clase y motivarlos. Buscaba animarlos y que se dieran cuenta de que el inglés es mucho más que una asignatura de un aula escolar, pero con tantas objeciones que le daban se le hacía difícil demostrarlo.

Ellos siempre estaban atentos a lo que decía, pero no siempre estaban dispuesto a ejecutar las ideas. Sin embargo fue comprensivo con ellos porque sabía que antes él se hallaba en la misma condición. La ventaja es que cada una de sus palabras despertaba en ellos curiosidad por intervenir.

—Profe, ¿cuándo nos va mostrar sus hormigas? —Dijo una tras levantar la mano.

—Mis hormigas no hablan ningún idioma humano. ¿Para qué quieres conocerlas?

—No sé. Solo para ver cómo las tiene.

—En una pecera. Una caja de cristal, básicamente.

—Usted es muy raro, profesor —dijo un chico.

—Ni tanto, ¿quién quisiera un tigre de mascota?, ¿quieres que te coma?

Le tiró las manos a la cara simulando unas garras.

Las carcajadas del salón ahogaron lo que el chico comenzó a decir en su defensa.

—Ya, chicos. Ya basta. Ya hemos perdido mucho tiempo hablando de animales y riéndonos de todo. Tememos que comenzar con la clase.

Comenzó a escribir en inglés sobre el pizarrón cualquier animal que a ellos se les ocurriera mencionar. Pasó bastante tiempo para llenar la pizarra con treinta y tres palabras diferentes.

—Listo, lo escribieron en español en su cuaderno, ¿verdad?

Todo el salón protestó con una negativa.

—¡Ustedes sí son ingenuos! ¡No parecen alumnos míos! Si yo se los escribo en la pizarra ustedes tienen que escribirlo en inglés con su respectiva traducción.

Les reclamó con una indignación tan grave que el salón quedó anegado en un profundo silencio.

Aprovechó el silencio y se puso a pensar cómo podría sacar ventaja de esto para una dinámica donde no tuviera que intervenir tanto en su aprendizaje individual. Lo pensó por unos segundos más y le llegó la idea.

—Stephanie, ven acá —dijo con voz imperativa.

Se acercó a paso incrédulo con temor de hacerle pasar alguna vergüenza. El profesor no hiso mas que decirle al oído que hiciera mimos de un animal de la pizarra, pero no de la jirafa porque lo descubrirán al instante. Ella escogió la cebra. Entonces Joshua le explicó al resto que solo tienen que adivinar el animal y escribirían la traducción donde corresponde.

—Y solo tendrán diez segundos para adivinar. Si no lo logran, llamo a otro cuando se acabe el tiempo hasta una segunda vez con el mismo animal. Si no lo adivinan en dos oportunidades, les quedará de tarea para investigarlo en casa y traer la traducción. Y entonces comienzo la próxima clase una vez tengan la lista completa.

Fue difícil para Stephanie hacer mimos de ese animal. Todos en el salón ya suponían que era un caballo, pero no daban con el nombre exacto de la especie porque al tratarse líneas en el cuerpo ellos gritaban que era el tigre. Ni siquiera se acordaban de haberlo mencionado para la lista que ellos mismos hicieron que el profesor escribiera en la pizarra. Pasaron los diez segundos y hubo un fracaso colectivo. Pero las risas inundaron el ambiente.

—Ve y toma asiento —Le dijo a Stephany—. Y ni se te ocurra soplar la respuesta a ninguno. Porque le sumaré a todos diez animales más de tarea.

Una improvisada amenaza que advirtió a todo el salón.

De pronto llegó, Sofía. Una hermosa chica que además de Joshua, ella era la única joven femenina que daba clase de Biología en el instituto. Se asomó bajo el umbral y llamó al profesor con suavidad para saber el porqué de tanto alboroto. Las discretas ovaciones que hicieron algunos estudiantes respecto a su llamado levantaron suaves risas y sigilosos susurros. Todos los estudiantes del instituto siempre los veían como la pareja ideal. Él desde la distancia le explicó que andan en una actividad académica bajo la teoría constructivista.

—… Así que es natural que haya risas, diversión y algo de bulla —terminó en su defensa.

—Sí, profe, quédese con nosotros. Es divertido —dijo una estudiante.

—Estás invitada —dijo Joshua con un gesto lleno de atención.

Esto provocó que las sutiles ovaciones que antes habían dado los estudiantes se levantaran con fuerza y precisión a la aclamada intención.

—Ya chicos, dejen la bulla —reclamó Joshua.

—No, yo me tengo que ir a dar mi clase —dijo Sofía con su típica timidez.

Los estudiantes estuvieron muy atentos a todo lo que sucedió en ese breve momento. Tras la respuesta de ella, el profesor le confirmó que se verían a la salida. Una vez más las ovaciones se levantaron en todo el salón, pero esta vez sin ningún tipo de discreción.

—Ya cállense. Sigamos con la clase —reclamó de nuevo el profesor.

—Ella como que gusta de usted, profe —dijo una de sus fans asintiendo con una inquisidora mirada mientras agitaba el dedo índice contra él.

—Sí, profesor, ¿usted no se da cuenta? Ella es bonita. Aproveche la oportunidad —dijo el chico que le gustan los tigres.

—¡La oportunidad única de su vida! —Protestó una fémina voz desde el fondo del salón con dura ironía en su voz.

Sin voltear a ver Joshua advirtió que fue Stephanie y la ignoró.

¿Qué sucede hoy con ellos? Pensó Joshua. Están demasiado inquietos con cada cosa que digo o hago.

—Ven, Matías. Sigues tú.

Se paró frente al salón y comenzó a hacer los mimos de acuerdo a la dinámica y la algarabía se levantó por consecuencia. Todo estaba resultando divertido para ellos. La dinámica avanzó con algunos otros estudiantes. No habían descubierto casi ninguno de los animales que estaban en la pizarra. Y cuando una vez más el alboroto llenó el espacio de ruido, justo cuando Jessica hacía los mimos, el salón se cayó de súbito. Era la directora la que ahora estaba bajo el umbral.

—¡Profesor! —Dijo en voz de imperativa.

Joshua se levantó avergonzado del escritorio donde estaba cómodamente sentado. La directora cruzó la puerta, y con disciplina los estudiantes se levantaron.

—¿Qué es lo que está pasando aquí, profesor?

El tono de voz de la directora distaba de algún tinte de imputación.

—Disculpe, señora directora. Estamos estudiando los animales. Es mi propia actividad pedagógica basado en el constructivismo.

—Pero podrían hacerlo sin tanto ruido, profesor, ¿verdad que sí, muchachos? —Dijo en dirección a los estudiantes con simpatía.

Ellos respondieron afirmativamente a una voz.

—Bueno, profesor, ya me voy. Necesito que antes de irse pase por mi oficina. Tengo un asunto importante que hablar con usted.

La directora se marchó, pero los ánimos ya no eran los mismos de hace un momento. Sin embargo, esto no detuvo el impulso de que uno los estudiantes preguntara con imprudencia al profesor qué haría con la profesora de Biología si se iba a ver con ella a la salida. El profesor observó cómo Stephanie arrugó la cara con furia.

—¿Sigues pensando en eso? —Dijo con una ceja arqueada.

Vio en su móvil la hora y observó que faltaban dos minutos para que terminara la clase de la jornada escolar.

—Ya saben lo que tienen que hacer. El resto de los animales los tendrán que investigar por ustedes mismos. No será nada difícil si usan un diccionario en Internet. Vayan recogiendo sus cosas y salgan al sonido del timbre.

Al momento todos los estudiantes salieron apresurados. Pero el profesor permaneció en el salón hasta que salieron todos, fue después que comenzó a guardar sus cosas, borró el pizarrón, y se sentó a un costado sobre el escritorio a revisar el móvil y esperar que se hicieran la una de la tarde para atender la cita con la directora. De pronto llegó Stephanie y se detuvo bajo el umbral, lo llamó por su título seguido de su nombre. Se volvió a verla preguntándose qué hacía ella ahí si ya debía haberse ido. Tras unos segundos de recibir la mirada del profesor, caminó muy coqueta y decidida a hacia él. Él observó cómo su alumna batió su ondulado cabello castaño hacia atrás con su mano izquierda con una gracia que definía bastante bien la seguridad que tenía en sí misma.

Aquí viene una vez más. ¿Cuál será su próxima jugada? Pensó Joshua. Si me sigue tentando así terminaré cediendo. Es solo una niña, pero es muy linda.

Se colocó frente a él y le preguntó por qué es tan malo con ella al tiempo que tras poner su mano en medio de sus pectorales, la deslizó hacía abajo por encima del abdomen siguiendo el recorrido con su mirada hasta detenerse en la hebilla del cinturón de su profesor. Levantó la mirada y los fijó en sus ojos por unos instantes, sus féminas pupilas flameaban de atrevimiento. Joshua sujetó su mano, y se acomodó de siento al borde del escritorio abriendo un poco las piernas apoyando sus pies sobre el suelo. Tras un secreto pensamiento reprimido en Joshua, el eco decía que Stephanie estaba cada vez más atrevida. Se preguntó si ese movimiento tan provocativo fue de naturaleza instintiva o previamente ensayado. Él sentía que quería hacer lo que no debía hacer.

—Solo me dedico a dar mi clase.

—Pero tampoco tiene que tratarme de esa manera, profe.

—Yo trato a todos mis alumnos por igual.

—Pero conmigo quiero que sea diferente —dijo ella con gran ternura.

Esto provocó tanto al profesor que respiró hondo en disimulo la conmoción que sintió.

—¿Entonces qué me sugiere, señorita?

—Que sea más cariñoso conmigo —dijo con la mirada baja.

—¿Más cariñoso? —Dijo Joshua sorprendido.

—Sí —volvió a responder con una ternura que revolvió los pensamientos de Joshua.

En ese instante él bajó la mirada un momento. Asintió, y con lentitud volvió la cabeza para encontrar sus ojos.

—Creo que puedo ser cariñoso contigo. No me molestaría —dijo en un susurro con gesto dudoso.

—¿Sí?, ¿cómo? —Dijo intrigada en otro susurro.

—Bueno...

La jaló con suavidad para sí de la mano que estaba sujetando. Al tenerla más cerca la sujetó por detrás de la cintura y la acurrucó entre sus piernas

—… Ahora mismo podría darte un beso para compensar todo lo que te he hecho…

Soltó su mano y de inmediato le dio un ligero toque en la frente.

—… Pero quizás un abrazo sería suficiente para ti, ¿no crees?

—¡No, un abrazo no! —Dijo Stephanie en una protesta sin desviarle aquella mirada suplicante que transfiguro sus ojos.

Joshua acercó su rostro, ella reaccionó con cerrar sus ojos, pero se desvió y le susurró al oído derecho.

—Entonces creo que un beso es lo mejor para ti.

Él se apartó, ella abrió los ojos, y ambos conectaron sus miradas. Le dio otro toque en la frente y volvió a sujetar su mano derecha apoyada sobre su pierna. Esto alborotó aún más las emociones de Stephanie. Terminó siendo provocada por la ilusión que tanto deseaba experimentar.

—¡No sea tan malo, profesor! —Dijo al propinarle un ligero golpe al pecho con su mano libre.

—Ya cállate. De lo contrario no te doy tu beso —desvió la mirada de sus ojos a sus labios.

Stephanie permaneció callada. Solo se miraban fijo a los ojos generando la tensión suficiente que Joshua quería provocar. Llevó su mirada a sus labios otra vez, y luego volvió a sus claros ojos cafés.

—Sí —dijo en un susurro—. Creo que un beso sería una buena compensación. Pero tú no te has portado nada bien que digamos. Tienes que convencerme de que te lo de.

Le volvió a dar un toque en frente.

—Pese a que no te lo mereces —desvió su mirada a los labios de ella una vez más.

—Me portaré bien, profesor. Se lo prometo —dijo a tono suplicante y bajó la mirada por un momento.

—¿Una promesa? Eso son solo palabras.

—¿Pues qué más quiere? —Dijo intrigada con una profunda decepción en el rostro.

Ya le parecía que su profesor solo la estaba provocando y se preguntaba si el beso se lo daría en la frente.

—Te pediré algo después de compensarte. Si accedes, sabré que estás dispuesta a portarte bien. Y entonces te daré todos los besos que quieras, ¿ok?

—Sí, profesor —dijo con sumisión.

5 de Março de 2023 às 18:08 4 Denunciar Insira Seguir história
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O Orquidia
Cómo ya te dije ame la narración. Espero que cumpla mis perspectivas
August 16, 2023, 22:42
María Arriechi María Arriechi
Espero este libro me guste Espero engancharme con este libro
April 11, 2023, 02:08
María Arriechi María Arriechi
Osea ya va... Me gusto ese capítulo Me encanto
April 11, 2023, 02:07
MW Mirguet WarCam
Espero disfrutar de la lectura
February 22, 2023, 15:32
~

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