Acaba de comenzar el año 3673, según el calendario de los Guardianes del Dios Borg, la religión dominante en el planeta Desirius. El convoy en el que he realizado mi llegada al satélite ha llegado sin grandes problemas, aparte de la pesadez del viaje, y todos, los cerca de seiscientos seres que hemos llegado en la expedición, hemos sido alojados en el pabellón asignado para los seres de mi raza, los díbilis.
El ambiente que se puede percibir en los alrededores del pabellón no puede ser más triste. Las huidas, los exilios, son desagradables, la tristeza invade a todos los que se ven obligados a llevarla a cabo. En este caso, las circunstancias que se dan en el satélite no ayudan a mejorar esa sensación. Me siento como si me acabaran de arrancar media vida y, estaba seguro, tardaría mucho, mucho tiempo en recuperarla.
Mi nombre es Keops y vengo huyendo de una guerra cruel que se está desarrollando en los alrededores de mi planeta natal. En estos momentos, ni siquiera puedo estar seguro de que mi planeta aún existe y que mis amigos y compañeros, los seres que se han creado conmigo, siguen existiendo en la actualidad. Tan terrible estaban siendo las confrontaciones que se estaban desarrollando en Desirius y los planetas y satélites cercanos.
La última escena que pudimos observar, cuando la nave se estaba elevando, fue la de uno de los monjes del templo de Desiris que era perseguidos por tres soldados del Primer Ejército de invasión de Los Puros; estos tres soldados estaban cubiertos en su totalidad por una especie de armadura metálica de color negro que les cubría todo. Una vez que lograron apresarlo, lo inmovilizaron y comenzaron un proceso por el que le pasaban por todo su cuerpo una especie de escáner que le recorrió en un par de ocasiones.
Al terminar este segundo pase, el cuerpo del monje desapreció por completo. Se le había aplicado un arma que la tecnología de Los Puros había desarrollado en los últimos años. Una tecnología destructiva que solo ellos poseían y que les daba la posibilidad de desintegrar por completo los cuerpos de los seres hacía los que se dirigía este novedoso artefacto. Seguramente, miles y miles de seres de mi planeta habían llegado a sufrir la misma suerte. En este momento no podía llegar a estar seguro de nada y cualquier cosa podría haber sucedido.
Se trataba de un último y desagradable recuerdo que nos había quedado cuando abandonamos nuestro planeta. Parece que ya, todo el mundo empieza a tener ese sentimiento, los que hemos llegado a este satélite nos podemos sentir a salvo. Al fin y al cabo, este satélite se ha convertido en una residencia para refugiados de todos los universos que se encuentren habitados por cualquier tipo de seres. Parece ser que, en la antigüedad, este satélite se llamaba La Luna. Aún sigue orbitando alrededor de un planeta denominada La Tierra, hoy en día completamente deshabitado y que se encuentra en proceso de destrucción.
Seguramente, y de esto hace ya más de mil años, La Tierra era uno de los planetas que más seres albergaba de todo el Universo; se daba en el planeta la conjunción de elementos que más y mejor favorecían el desarrollo de la vida inteligente. Ya se habían dado en este planeta el nacimiento y la destrucción de varias civilizaciones que habían existido sobre la superficie del planeta
Pero, lo que en su día fue una serie de desgraciadas combinaciones de sucesos, hizo que todos los seres que vivían en el planeta, tuvieran que abandonarlo para poder seguir existiendo. Si es que querían seguir existiendo; porque hubo muchos millones de seres, se dice que unos doscientos millones, que no quisieron abandonar el planeta y todos murieron cuando el planeta empezó a colapsar.
Y aunque no llegó a colapsar por completo; la vida resultaba ser completamente inviable después de lo que había sucedido. Ahora, después de los acontecimientos que convirtieron uno de los planetas más fértiles de este universo, en un lugar completamente inhóspito y desierto; y, en donde resultaba probado que cualquier ser vivo que ahora pusiera sus pies en la superficie del planeta, terminaría por desparecer por completo. Demasiados factores que habían hecho que la vida en el planeta desapareciera.
Y, hacía ya mucho tiempo, la población del planeta que eligió la opción de seguir viviendo se vio obligada a huir de ese lugar. Su población emigró y, posiblemente, nadie llegaría a saber en qué parte de los múltiples ultra universos podría estar tras este suceso. A pesar de estar relativamente cerca del lugar en que nos encontramos; a ningún residente en este satélite se le ocurriría acercarse al planeta vecino y recabar algún indicio que pudiera indicar a donde habían podido ir.
Al llegar a este lugar, algunos de los originales habitantes del planeta se les veía suspirar cuando miraban la gran bola que está dejando de ser azul y que teníamos enfrente. Muchos, ya ni habían nacido allí; pero, la nostalgia les invadía con demasiada frecuencia. A todos nos invadía la nostalgia con demasiada frecuencia. Pero, a ellos parecía que ese sentimiento les tocaba más al tener su planeta de origen tan cerca del lugar en el que estábamos en ese preciso momento.
Hace seis años aproximadamente, a la población del planeta se le planteó el dilema; si quería pervivir, no le quedó más remedio que trasladarse. No se trató de un viaje convencional; los cerca de trescientos millones de habitantes que estuvieron de acuerdo en dejar su planeta se trasladaron de una manera inmediata a otro plano; ni siquiera se podía decir que se trataba de un universo alternativo. Simplemente, ahora estaban en otro lugar, o se podría determinar dónde. Algunos seres que, en el pasado, habían tenido relación con esa raza, aseguran que quedaron distribuidos en cuatro astros que se constituyen en una especie de planetas en donde encontraron una superficie sólida: Dromos, Esquérides, Krisos y Newland.
Los cuatro planetas son de una superficie parecida a su planeta de origen; pero con bastante más agua de lo que tenía La Tierra original. Hace mucho tiempo; porque, en la actualidad, el agua, prácticamente ha desaparecido de ese planeta. Y toda esa cantidad de agua que existe en esos planetas se ha convertido en un soporte de extraordinario valor para los cuerpos de los antiguos habitantes de La Tierra. La composición física de sus cuerpos ha cambiado de manera evidente y, ahora, la composición de líquido que contiene el cuerpo de esos seres ya ha llegado a ser de hasta el noventa por ciento de su cuerpo.
Esto quiere decir que la hidratación es tremendamente importante para continuar con sus vidas. En un plano, en el que se encuentran actualmente, donde el tiempo está detenido. De hecho, entre las leyendas que circulan en esos pseudoplanetas es que la población del antiguo planeta Tierra que allí se encuentran no ha pasado el tiempo. Existen exactamente el mismo número de seres que cambiaron de plano. Ni uno más, ni uno menos.
No se ha registrado muertes, ni nacimientos. En el plano en donde se encuentran en la actualidad, el tiempo, directamente, no existe. Y, debido a esta circunstancia, un inmenso porcentaje de toda la población de terráqueos que se encuentra diseminada en esos cuatro planetas, tiene la esperanza de poder volver, en algún momento, a su planeta de nacimiento poder así continuar con sus vidas.
Pero, eso, en este momento, parece totalmente inviable; el planeta se encuentra en una fase de colapso, ningún ser podría sobrevivir en su superficie mucho más de veinticuatro horas. No parece que el deseo de estos seres se pudiera cumplir de esta manera. Quizá podrían volver y continuar con la secuencia de sus vidas en algún otro planeta de este universo en el que las características físicas, tanto de las características del planeta, cómo las de la evolución de los componentes materiales de estos seres, se adecuaran ala que tenían anteriormente en el planeta Tierra.
O sí; todo dependerá de cómo evoluciones la vida a la finalización de esta maldita guerra que estamos viviendo. Nadie, en la actualidad, podría predecir que nos espera al finalizar este conflicto. Y, naturalmente, va a depender mucho de quién logre llevarse la victoria. Por el momento, lo único que podemos saber seguro son las terribles consecuencias, sea quien sea el vencedor, que esta maldita guerra está ocasionando en todos lados.
Cómo, por ejemplo, la enorme cantidad de refugiados que se están registrados en los casi diez mil planetas y satélites que se han habilitado cómo centros de recogida de refugiados en todos los lugares de los múltiples universos en donde existen algún tipo de vida, sea esta del tipo que sea.
En este de La Luna, los centros de residentes, las burbujas, se encuentran diferenciados por las razas de los refugiados que han sido acogidos en este lugar. Los díbilis, nos encontramos en el mismo cuadrante que los skuras y los trektorns, seres que poseen unas características bastante similares a las nuestras. Es decir, nuestra composición es una mitad física y la otra mitad sería de composición gaseosa. Nuestros órganos vitales tienen una composición física, y nuestros órganos intelectuales, emocionales…, tienen una composición gaseosa.
Por compararnos con algunos de los habitantes del planeta Tierra, los pocos que han quedado en la zona y que se habían encargado de montar y coordinar las zonas de residencia de los refugiados, nuestro corazón, hígados, estómago, etc., tendría una composición física; y el cerebro y muchas de las glándulas que originan gran parte de las emociones y pensamientos de estos seres, en nuestro caso, tendría una composición gaseosa.
Este tipo de características nos lleva a ser mucho más vulnerables a través de esos órganos llamados vitales; y mucho menos vulnerables por la parte de nuestro órganos intelectuales y emocionales. Este, esta estructura que teníamos, nos llevaba a que nuestro cuerpo estuviera formado por una parte fija, siempre parecida, y por una parte variable, que podría ser automodificada a nuestra voluntad y con intermediación de nuestro intelecto..
Tan solo existía una diferencia entre estas estas especies; pero que, en estos momentos, se había tornado algo fundamental. Los skuras y los trektorns no habían querido formar parte del ejército que había formado la Confederación de planetas y que se estaba enfrentando a Los Puros en esta guerra. Mientras que, al menos, dos terceras partes de la población de los díbilis, sí que se habían enrolado en el ejército que estaba combatiendo a Los Puros.
Y, la tercera parte restante de los díbilis, la que no se había unido a los ejércitos, y de la que yo formaba parte, había tenido que salir de los tres planetas que estábamos ocupando en se momento y buscar refugio en uno de los lugares que teníamos asignados a tal efecto. A mí, cómo resultaba evidente, me había correspondido este lugar, La Luna. Este satélite se iba a convertir en mi nuevo hogar durante un periodo de tiempo que, en estos momentos, nadie podría precisar con exactitud.
Los centros de residencia no contaban con muchas de las comodidades y utilidades de las que disponíamos en nuestros planetas natales. Aunque, estaban funcionando, desde un primer momento, los procesadores informáticos que producían los alimentos que debíamos ingerir para mantenernos vivos. Había sido un procedimiento contra reloj el que habíamos seguido para poder adaptar una tecnología que era bastante común en Desirius, y que servirían para proporcionar alimento a los seres que se encontraban en este refugio
En nuestro caso, por utilizar una similitud con los procesos alimentarios de los terráqueos, los alimentos se generaban en una especie de programa informático que mezclaba los nutrientes (proteínas, grasas, fibras,…) que nos eran necesarios y, una vez generados en la aplicación, este compuesto se imprimía en algo que podía ser equiparable a las impresoras 3D, que se encargaban de materializar estos alimentos que constituían nuestra nutrición.
Cómo digo, esto se tuvo muy en cuenta desde el primer momento. Y, ya antes de establecer este lugar cómo centro de refugiados de nuestras razas, se había contado con instalar estos procesadores que nos debían facilitar la alimentación necesaria. Y, no solo a nuestras especies; en un momento determinado, se había logrado hacer las modificaciones convenientes en la aplicación para que se pudiera producir otros diferentes tipos de alimentos, acorde con las necesidades de otro tipo de razas que también se encontraban refugiadas en el satélite. Aunque, esto no fue del todo posible hasta que no llegó nuestra expedición al satélite.
Parecía evidente que, al menos durante una buena temporada, el trabajo no nos iba faltar; había muchas tareas que hacer. Se pretendía, una vez comprobadas las características de los científicos que nos habíamos congregado en la Luna, que todos siguiéramos con nuestra actividad de toda la vida, que todo siguiera igual. Pero, nada podía ser igual; quizá lo más apreciado, lo que notábamos de una manera clara que nos estaba faltando era la compañía, la cercanía, de todos nuestros seres queridos
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