De camino al trabajo lo sueles ver, sentado en el suelo. Un cartón toscamente redactado resume su lamentable realidad. Al girar la bocacalle otro, un poco más joven, toca la guitarra con un sombrero en el suelo, adornado con unas pocas monedas a modo de reclamo. Y ya a punto de alcanzar la puerta de tus oficinas, una gitana, con un churumbel en brazos, reza una letanía asfixiante mostrando la palma de su mugrosa mano.
Mientras subes por el ascensor te sientes mal, lo mismo que cada mañana, que cada tarde al volver a casa. Jamás das dinero a los pedigüeños. Desconfías de ellos. No te convence su atrevimiento y representación teatral. Temes eso, que lo que te ofrecen sea una mera pantomima. Sonríes al razonar que, por lo menos, el chaval de la guitarra hace algo para ganarse la caridad que suplica.
Una vez sentado en tu mesa, arrancado tu Macintoch y colgada la chaqueta en el respaldo de tu silla, te sientes a salvo. Alguien te ha desenchufado, como en la película, y has vuelto al lugar que te corresponde. Por la calle te sentías como introducido en un programa informático, como si vivieras una vida paralela, virtual. No te beneficia en absoluto ser consciente de las desgracias cotidianas. Adoras el confort de tu casa y la elegancia de tu despacho.
El teléfono suena, pero algo en la pantalla te impide atender la llamada. Una lluvia de signos de color verde hormiguea y la invade. Tu vista los escruta y analiza. No se trata de ninguna avería, de ningún cable en mal estado.
Te levantas en silencio y te dispones a cumplir la orden.
FIN
Relato perteneciente a la serie «Pensamientos diminutos»
No creo que pudiera expresarlo con mayor claridad aunque me empecinara en darle vueltas y vueltas. Este libro es modesto, no sólo por lo poco que abulta, sino también por sus pretensiones. No aspiro a dar a conocer profundas reflexiones y adecuadas formas de entender la vida. Mi única ambición es recoger razonamientos, dudas y puede que también opiniones, sobre aspectos que me suscitan interés, que me asaltan de improviso, en definitiva, que me parecen curiosos de alguna manera. En algunos de ellos dejo abierto el tema, les pongo el anzuelo por si les apetece picar y contribuir en mis delirios; en otros, no doy opción a réplica; y en la mayoría, no puedo evitar mostrar mi lado crítico y ácido sobre el mundo que nos ha tocado vivir. Tampoco escasean recuerdos personales, que supuse olvidados y, sin embargo, se empeñan en no abandonarme. Debo de advertirles que los pensamientos que les brindo a continuación son diminutos porque no son más que la semilla. Si los abonan y riegan con esmero, notarán como crecen en su interior. Leia mais sobre «Pensamientos Diminutos».
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