Mi adolescencia no fue la más increíble, los primeros años de colegio fueron casi normales. Pero después vinieron los años en donde me hicieron "fuerte emocionalmente", fui victima de muchos apodos, acoso escolar por mi apariencia física; pues no, no era algo espantosa, aunque era un poco gordita, usaba tratamiento de ortodoncia porque mis dientes tenían la alineación del cinturón de fuego, mi nariz no era la más perfilada aunque es algo muy mínimo, y tenía las cejas de Beto de plaza sésamo; todo eso daba lugar a que mis compañeros desarrollaran su creatividad para los apodos; pero en mi experiencia personal las chicas suelen ser más crueles con los sobrenombres.
Pero casi al finalizar la secundaria empezó a surgir el cambio esperado o exigido. Una cabellera hermosa, cabello largo, oscuro y lacio, había comenzado hacer dietas y ejercicios, empezaba a conocer el maravilloso mundo del maquillaje.
En menos de un mes de haberme graduado ya estaba escuchando mis primeras clases en la universidad, en un lugar totalmente distinto, con nuevas personas, un circulo social diferente.
Me prometí que todo iba a ser diferente, que me iba a esforzar por ser una excelente alumna, que obtendría una beca, sería una hija obediente, empezaría a emprender un negocio propio, convertirme en una mujer llena de valores y principios, la chica que todo hombre desearía para algo serio, el sueño de toda suegra, ... LA MUJER PERFECTA.
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