r_crespo R. Crespo

Cándido es el chico más popular del instituto. Apenas tiene respiro cuando pasea por los pasillos o durante el recreo, ya que siempre tiene un séquito que le acompaña para pedirle un autógrafo o admirarlo. Tiene muchos seguidores, pero él solo tiene ojos para Ben, un chico con el que apenas ha cruzado unas cuantas palabras. No sabe qué es lo que le gusta de él ni si será correspondido, pero sí tiene clara una cosa: hará hasta lo imposible para declararse antes del día de San Valentín.


Conto Todo o público. © Todos los derechos reservados

#boyslove #chicoxchico #lgbt+ #juvenil #romance #adolescentes #sanvalentín #amor
Conto
6
3.7mil VISUALIZAÇÕES
Completa
tempo de leitura
AA Compartilhar

Solo tú serás mi Valentín

Sus ojos del color del mar, sus labios de un rosado intenso y su cabello liso peinado hacia atrás llamaban la atención allá por donde Cándido pasaba. Era tan popular en su instituto que apenas tenía un solo momento de respiro. Era su segundo año como delegado de clase y estaba seguro de que, si se lo hubiera propuesto, habría salido elegido años anteriores también. Su don de gentes, así como su popularidad, le permitían relacionarse con la mayoría de los alumnos, ya que casi todos querían obtener su atención de la forma que fuera. Sin embargo, había un chico con el que le costaba relacionarse por los sentimientos que albergaba por él, a pesar de que este no tenía problemas en hablar con Cándido. Por si fuera poco, existía otro problema que le impedía lanzarse: no sabía si también le gustaban los chicos o no. Fuera como fuere, pretendía declararse antes del día de San Valentín. La principal diferencia entre hacerlo antes y ese mismo día radicaba en que muchos ojos estarían puestos sobre él en el segundo caso, mientras que en el primero cabía la posibilidad de que pudiera hacerlo sin público.

Una semana antes de San Valentín, Cándido ideó un plan infalible para quitarse a sus admiradores de encima durante unas horas en el instituto. Además, creó otro para ponerlo en marcha al día siguiente a modo de simulacro. Solo esperaba que todo saliera bien porque de no ser así tendría que resignarse y era algo que no quería hacer. Eso o... «No, de ninguna manera», se dijo a sí mismo cuando le invadió la idea de declararse en público. Dobló el papel con el plan original y lo guardó en un lugar seguro de su habitación. El del simulacro lo escondió en un sitio recóndito de su mochila para poder acceder a él cuando lo necesitara. Después de eso, dejó preparada su ropa para el día siguiente y se fue a dormir.

Despertó con el corazón latiendo desbocado debido a un sueño que había tenido durante la noche. En él, por mucho que lo intentara no conseguía declararse y cada vez que se acercaba a él, peor quedaba. No obstante los sueños solo eran eso y por eso no se daría por vencido sin siquiera intentarlo. Le lavó la cara antes de vestirse a toda prisa con unos pantalones vaqueros, una camiseta clara y una sudadera que solía quitarle el frío en aquella época del año. Desayunó con sus padres sin mencionar palabra antes de salir corriendo hacia el instituto, ansioso por probar su plan. Se detuvo al llegar a la esquina de la plaza donde estaba el edificio para asomarse y ver si estaba todo despejado. Para su mala suerte, algunos de sus admiradores habituales charlaban animadamente en la entrada. Algunos fumaban y otros no. «¿Cómo podría entrar sin ser visto?», reflexionó, sin llegar a ninguna respuesta plausible. Rendido, se puso en marcha cuando divisó a lo lejos a Ben acompañado por otro chico, que supuso que sería amigo suyo por las veces que los había visto juntos. Sonrió sin apenas darse cuenta y continuó, aunque se arrepintió en cuanto el grupo que conversaba en la puerta se acercó a él para llamar su atención.



···



Ben tenía el pelo castaño y unos ojos marrones que hipnotizaban a cualquiera que se atreviera a mirarlos. Por suerte o por desgracia, no acaparaba tanta atención como el delegado de su clase, pero tampoco le importaba porque prefería pasar desapercibido. El único con el que solía relacionarse era Adrián, su mejor amigo de la infancia. Esa mañana, como la gran mayoría, los dos llegaban juntos al instituto cuando escucharon un alboroto cercano. Se intensificó a medida que se acercaban a la esquina del edificio y, antes de girar, vieron lo que ocurría: Cándido estaba rodeado de compañeros de clase que hablaban demasiado alto para su gusto.

—No sé cómo no les llaman la atención o algo —comentó Adrián mientras negaba con la cabeza—. Aunque lo que más me sorprende es que el delegado no les diga nada...

—Quizá sea porque es demasiado bueno. —Ben se encogió de hombros. En ese instante, Cándido le dirigió la mirada con una sonrisa. Ben, sorprendido, desvió la suya hacia el rostro de su amigo—. No se puede negar que tiene carisma ¿eh?

—Tal vez por eso siempre está rodeado de gente que le sigue a todas partes.

Ben asintió y, tras echarle un último vistazo, subió las escaleras junto a su amigo. Meditó sobre lo difícil que tendría que resultarle al chico no poder respirar en paz sin que alguno a su alrededor le ofreciera su aire, y sintió lástima por él.

Cándido observó cómo Ben se alejaba con su amigo escaleras arriba con una sensación cálida en el pecho. Habían intercambiado miradas y eso significaba mucho para él.

—Chicos, chicos —llamó la atención de todos, que seguían hablando entre ellos. Cuando callaron, él prosiguió—: hoy hay consejo escolar así que tengo que prepararme. Os agradecería mucho si me dejáis tranquilo durante el recreo... —Todos a su alrededor se miraron mientras cuchicheaban—. Obviamente os recompensaré. —Esa última frase consiguió que callaran otra vez. Esperaban conocer la recompensa que obtendrían, pero Cándido, al no saber lo que esperaban, no habló más y se dirigió hacia las escaleras aprovechando la confusión.

Al perder de vista a los demás, subió las escaleras a toda prisa en un intento por llegar pronto a la clase, aunque sabía que Ben no estaría solo y que no podría llevar a cabo su plan. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo tenía un momento a solas sin que el ruido de su alrededor le molestase. Cuando entró en el aula, Ben y su amigo Adrián conversaban con tranquilidad sentados en sus pupitres. También había otros alumnos, que saludaron a Cándido en cuanto apareció.

—¡Ey, Candi! ¿Te has enterado de que esta semana abrirán las audiciones los de teatro? La función de San Valentín ya está cubierta y buscan a gente nueva para la siguiente.

El que habló era uno de sus colegas, de los pocos a los que permitía que le llamaran así, que siempre estaba enterado de todo. Cándido se mordió el labio, consciente de que su amigo esperaba una respuesta por su parte, mientras echaba un vistazo hacia donde se encontraba Ben. Este le miraba, o quizá solo era casualidad y tenía su vista fija en otra parte.

—Precisamente estaba pensando en presentarme y quizá lo haga si encuentro algo de tiempo libre.

—Estoy seguro de que te cogerán si lo intentas —le dedicó un guiño.

Cándido solo sonrió antes de caminar hasta su sitio. Aún no tenía una oportunidad idónea para acercarse a él, pero esperaba tener suerte durante el recreo así que esperó con paciencia a que llegara la hora.

Tiempo después, el timbre que anunciaba el recreo sonó y Cándido, aunque quiso salir de los primeros, esperó a que todos salieran para custodiar la llave de la clase. A primera hora solía pedirla el primero que llegaba, pero tanto en el recreo como al terminar la jornada era el delegado quien se encargaba de ella. Durante toda la espera estuvo seguro de que la ocasión se le iría de las manos, pero le sorprendió ver que Ben se había quedado sentado en su mesa y que su amigo no estaba con él. «¿Voy o no voy?», se preguntó mientras manoseaba la llave. «Venga, voy». Caminó hacia el chico con la adrenalina suficiente para no echarse atrás. Quizá corría hacia un gran precipicio sin agua donde aterrizar, pero era mejor eso que no intentarlo nunca.

—¡Oh, Cándido! He oído lo del teatro. ¿De verdad te vas a presentar? —le preguntó él cuando llegó a la altura de su mesa.

No se esperó aquello, por eso no supo qué responder.

—Supongo que lo harás si puedes... Yo estoy dentro del grupo de teatro así que si te presentas, nos veremos por allí.

Sus latidos se aceleraron un poco al escucharle decir aquello. El solo hecho de que le hablara directamente le provocaba tal felicidad que temía que cualquiera, incluido él, lo viera sin necesidad de que él dijera nada. Respiró hondo y abrió la boca, pero cuando iba a pronunciar la primera palabra, alguien los interrumpió desde la puerta.

—¿Ya has terminado, Cándido? —preguntó una voz femenina.

Su rostro quedó blanco, pero casi al instante apretó los puños y bajó la cabeza. Con la misma rapidez, giró la cabeza hacia ella para responder:

—¿Es que no podéis dejarme tranquilo ni una vez?

Tanto Ben como la chica quedaron asombrados por el tono de voz del chico. En cuanto este se percató de eso, su expresión cambió y salió por la otra puerta para ir al cuarto de baño de los chicos.

Ben no le quitó los ojos de encima a la chica mientras se levantaba.

—Sois un poco pesados ¿no?

—¿Perdona?

—Que sois un poco pesados quienes seguís a todas partes al delegado. Tiene cosas que hacer y siempre estáis molestando, ni siquiera le dejáis estar con sus colegas. Una pena que él sea tan educado como para mandaros a la mierda —increpó.

Aunque apenas hablaban y no le conocía de nada, ya estaba cansado de la gente que se aprovechaba de los demás.

—No sé por qué te metes donde no te llaman... —mencionó la chica antes de marcharse.

Ben suspiró y también salió del aula. Fue al cuarto de baño de esa misma planta y cerró la puerta para que nadie fuera a molestar. En cuanto el ruido exterior se apagó, escuchó un llanto proveniente de uno de los cubículos cerrados. Eran pocos y el resto estaban abiertos así que supo de dónde provenía.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupado aun sin saber de quién se trataba.

De pronto se hizo el silencio. A continuación se oyó la cisterna y la puerta se abrió. Cándido apareció con los ojos rojos y, aunque le dedicó una mirada, la apartó al instante para ir hasta el lavabo.

—Tú no tienes la culpa de caer bien a todo el mundo, Cándido. —intentó animarle.

—Tengo la culpa de haber dejado que la cosa se descontrolara tanto —confesó, sacando al fin lo que durante tanto tiempo había guardado solo para sí. Abrió el grifo y se lavó la cara para que cualquier rastro de llanto se esfumara—. Ya ni recuerdo lo que me hizo tan popular, pero quisiera pasar desapercibido...como tú. ¿Tendría que cambiarme de instituto y empezar de nuevo?

Tras secarse el rostro, volteó hacia Ben y le dedicó una pequeña sonrisa.

—Me gustaría que habláramos más de ahora en adelante. Te vendría bien —le propuso, y después esbozó también una sonrisa.

Cándido amplió la suya y asintió.

—Por mí genial. Y tal vez sí que me presente a lo del teatro. Antes lo dije por decir, pero sabiendo que estás en el grupo de teatro la cosa cambia. —Tras hablar, soltó una pequeña carcajada.

Ben quedó impresionado por su forma de reír y cómo se le iluminaba la cara cuando lo hacía. Era distinto a como lo vio esa mañana.

—Deberías reír más porque tengas ganas y no por lo que esperan de ti los demás. —Le guiñó el ojo y se acercó para darle unas cuantas palmadas en el hombro. Luego miró su reloj de pulsera y abrió los ojos—. Ahora deberíamos irnos, ya mismo sonará el timbre del fin del recreo.

Él asintió otra vez antes de acompañarlo hasta la salida del cuarto de baño. Acababa de perder la mejor oportunidad que tendría para declararse, pero atesoraría para siempre el recuerdo de lo sucedido en aquel lugar.



···



El viernes, tres días después del encuentro en el baño, Cándido estaba a punto de rendirse. Tanto el simulacro como su plan inicial fracasaron, y la única vez que pudo llevarlo a cabo, él no se encontraba en condiciones. Los días anteriores, además, no consiguió despegarse del grupo que le solía acompañar, como si supieran que algo estaba por acontecer y no quisieran perdérselo. Durante el recreo estuvo encerrado en la biblioteca con unos pocos compañeros de curso, ya que el lugar no era tan grande y así su séquito no podría molestar. No obstante después toda su calma se vio reemplazada por todo lo contrario gracias a los murmullos y a las conversaciones que mantenían entre ellos los chicos que le acompañaban. Por suerte para él, ninguno de ellos sabía que tenía intención de presentarse a la audición del grupo de teatro del instituto, por lo que si todo iba bien podría aprovechar para declararse a Ben. Reconoció para sus adentros el vértigo que le provocaba hacerlo, pero ya era el momento de quitarse esa espina. Tal vez las cosas salieran mejor de lo que él pensaba...



···



Ben fue de los primeros en llegar al salón de actos del instituto. Como amante del teatro le encantaba ver las audiciones, aunque como encargado del atrezzo no tuviera mucho sentido que estuviera allí ese día. Solo había otras dos personas que reconoció enseguida: el director del grupo y el delegado de su clase. «Joder, sí que es puntual». Sonrió y se acercó al primero para saludarle y luego a Cándido, que estaba sentado en una de las sillas de la última fila. Al acercarse se dio cuenta de que tenía los auriculares puestos, por eso dedujo que no se había enterado de su llegada. Cogió la silla y le dio la vuelta para sentarse frente a él.

—Has llegado pronto ¿no?

Cándido alzó la vista y reaccionó de una manera inesperada para Ben. Abrió la boca y se quitó con rapidez los auriculares.

—Lo siento, no te vi llegar. ¿Qué dijiste?

—Has llegado muy pronto —afirmó Ben sin dejar de observarle.

—Sí, estaba nervioso y quería empeorarlo siendo el primero. ¡Qué se le va a hacer! —Posó su mano derecha en la nuca y la masajeó un poco.

A pesar de que habían tenido más contacto durante los días anteriores, notaba especialmente nervioso a Cándido, pero lo atribuyó a la prueba a la que se iba a presentar. Levantó el brazo derecho y lo posó sobre el hombro izquierdo del chico.

—Relájate y ya verás como te sale de puta madre.

Cándido calló unos segundos y desvió la mirada. Ese gesto confundió a Ben. «¿Será algo más?», reflexionó.

—No estoy así solo por la prueba... —confesó al fin Cándido mientras conectaba su mirada de nuevo con la del chico.

—Si quieres contarme...

A Ben no le dio tiempo a decir nada más porque Cándido, tras asegurarse de que nadie podía verles, le acercó el rostro para darle un casto beso en los labios.

—Me gustas, Ben. Sé que es precipitado, que apenas nos conocemos y que quizá no sientas lo mismo, pero necesitaba decírtelo.

Él solo sonrió. Imitándole, atrajo a Cándido hacia él y esa vez fue él quien le besó.

—Has tardado mucho, pero más vale tarde que nunca.

4 de Outubro de 2022 às 11:57 0 Denunciar Insira Seguir história
4
Fim

Conheça o autor

R. Crespo Autora de romance, erótica, fantasía y ciencia ficción. Tengo tres libros publicados en Amazon: Ritual, El caballero de los deseos fugaces y Relatos de amor y erotismo.

Comente algo

Publique!
Nenhum comentário ainda. Seja o primeiro a dizer alguma coisa!
~