rastrojar-literato1652792535 Rastrojar Literato

Cuenta la leyenda que en el momento en el que renace el "Jeval", un monstruo malvado cuyo único deseo es conquistar el mundo y hundirlo en la oscuridad, un héroe se alzará para detenerlo. Han pasado 500 años desde que el último Jeval pereció a manos del héroe Lakko, pero finalmente un nuevo monstruo se ha alzado para proclamarse Jeval, y con él un nuevo héroe ha nacido, no obstante, esta no es su historia.


Fantasia Fantasia negra Para maiores de 18 apenas.

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Prólogo

Walden estaba caminando por las concurridas calles de Vasbeza, la conocida como “Capital de la magia”, los carruajes circulaban con facilidad por las carreteras asfaltadas, y los ciudadanos entraban y salían de los edificios para trabajar o realizar sus quehaceres. El hombre se detuvo y revisó un papel de su bolsillo para asegurarse de que esa era la dirección correcta. Un edificio antiguo hecho de madera y piedra, que desentonaba demasiado entre los muchos edificios modernos o los rascacielos a su alrededor. El edificio en cuestión se trataba del orfanato. Walden había hecho espacio en su agenda para organizar una clase con los niños de ese lugar. El hombre entró al edificio y fue directo al despacho del director, quien enseguida lo saludó con respeto y llamó a una de las profesoras para que lo guiara a la clase de la que se encargaría.

Walden caminaba por un pasillo largo y angosto, carente de decoración. La mujer que lo guiaba caminaba mirando de vez en cuando las puertas para asegurarse de que llevaba a su visitante a la habitación adecuada. Finalmente, ambos se detuvieron delante de una puerta idéntica a las otras con las que se había cruzado, con diferencia de la placa en la que ponía la edad de los niños, en este caso 7. Desde detrás de la puerta podía escucharse la voz de los niños, aunque era muy difícil distinguir lo que estaban diciendo, o a juzgar por el volumen con el que se escuchaba a través de la puerta, gritando.

La mujer abrió la puerta de la clase, el ruido se hizo más alto, los niños estaban descontrolados por toda el aula.

—Niños, tranquilos, hoy tenemos un invitado muy especial —anunció la mujer, caminando hacia su escritorio. La mujer se sentó con los niños aún sin hacerle caso, y en cuanto lo hizo dio un fuerte golpe contra la mesa—. ¡Todos a sus asientos! —gritó, perdiendo los estribos. Inmediatamente todos los niños le hicieron caso y se sentaron todos con los dedos cruzados, fingiendo que no habían hecho nada malo—. Como he dicho, hoy ha venido a daros clases de magia uno de los Eruditos.

Todos los niños tenían cara de no tener ni idea de lo que le estaban hablando, pero solo uno levantó la mano, preguntando enseguida lo que todos los demás niños estaban pensando.

—Los Eruditos son unos archimagos muy fuertes que velan por nuestra seguridad junto a su jefe, el Sabio. Hablamos de él el otro día ¿Os acordáis? —preguntó la profesora, dando paso a Walden. El hombre entró mientras levantaba la mano hacia los niños como saludo. En cuanto vieron que el invitado al que había traído su profesora era un hombre de casi cuarenta años, todos se decepcionaron.

—¿No es muy viejo? —preguntó uno de los niños, obligando a la profesora a levantarle la voz por ser tan grosero con el Erudito.

—No pasa nada —dijo el hombre, quitándole importancia al asunto mientras daba un paso hacia delante—. La verdad es que no soy tan viejo, de hecho, soy el Erudito más joven de la historia —informó, provocando una ovación por parte de los niños—. Bueno, hoy he venido aquí para enseñaros un poco de magia, porque al igual que vosotros yo soy huérfano y sé que es muy difícil seguir adelante estudiando por tu propia cuenta. —explicó, tratando de empatizar con los niños—. ¿Podemos salir a fuera? Creo que es mucho más seguro, por si algo se descontrola o sale mal.

La profesora asintió, y se puso en pie para acompañar a los niños y al Erudito hacia la salida del orfanato. Nada más salir, el hombre señaló a una gran torre, tan alta que podía divisarse desde cualquier lugar de la ciudad.

—Aquella torre es el Tepqual. La gran torre de los archimagos, allí es donde los Eruditos y el Sabio estudian y se aseguran de que nadie haga cosas malas —explicó el hombre, abriendo paso hacia el centro de la ciudad; su destino era una plaza específicamente diseñada para que la gente pudiera practicar la magia sin ocasionar ningún tipo de peligro a los demás ciudadanos.

—¿Qué tipo de cosas malas? —preguntó una de las niñas del grupo.

—Bueno, lo primero es que nos aseguramos de que nadie desarrolle armas o invente cosas que puedan ponernos en peligro, el avance mágico- tecnológico está bien, pero si provoca que la gente se mate entre sí, sería un problema, por eso solo permitimos la invención de cosas que nos faciliten la vida, como las neveras, las lavadoras, la luz y esas cosas —explicó el hombre, poniendo el máximo cuidado en lo que decía para que no los hiciera parecer los malos por controlar a la gente—. También hemos ayudado a pelear con el Jeval, y nos aseguramos en todo momento si van a aparecer él o el héroe legendario —mencionó, sin entrar en mucho detalle ya que era un tema de cultura general y asumía que los profesores ya les había enseñado sobre ello. El grupo llegó a la plaza poco después, y Walden comenzó a dar una clase introductoria—. Para empezar, tenéis que saber que nuestro mundo, está regido por dos energías misteriosas; el Maná y el Fei. El Fei es, por llamarlo de alguna forma, el maná de los tontos, solo se utiliza en trabajos pesados para hacerlos más amenos o para pelear con monstruos, algunos también lo usan para usar lo que denominan “Habilidades de energía” —explicó, despreciando por completo el Fei—. Lo que nos importa a nosotros es el Maná, es lo que utilizamos para tener luz y que nuestras máquinas funcionen. A parte, sirve para lo mismo que el Fei, con la diferencia de que es mucho más versátil y te permite usar hechizos, conjuros y otros tipos de magia que superan en poder a las habilidades de energía.

—¿Entonces usar el Maná es mucho mejor que usar el Fei? —preguntó una niña de pelo y ojos ámbar, llamando la atención de la profesora, el resto de niños y el Erudito, quién hinchó el pecho y afirmó que así era—. ¿Puedes darme algún ejemplo?

—Sí, por ejemplo…

—Disculpe, señor, esa niña no es de nuestro grupo —informó la profesora, interrumpiendo a Walden antes de que empezara a explayarse en explicar sus convicciones.

—Yo también quiero aprender —dijo la niña, sonriendo inocentemente.

Walden y la profesora se miraron fijamente, ninguno de los dos quería decirle a la niña que tenía que irse porque era una clase privada. Tras asentir los dos al mismo tiempo, la profesora se acercó a la niña y se puso de cuclillas para que sus ojos se cruzaran.

—Mira pequeña, esta clase es para los huérfanos porque no pueden ir a la escuela como tú —informó la mujer, con tono tranquilo, tratando que la niña comprendiera que esa era una clase privada.

—Yo también soy huérfana ¿Por qué ellos no pueden ir a la escuela pero yo sí? —cuestionó, confundiendo a la profesora—. Mis papás murieron por mi culpa —exclamó antes de comenzar a llorar.

La profesora colocó la mano sobre la mejilla de la niña, algo culpable por sentir que había sido ella la que había provocado el llanto. Mientras Walden se acercó a ellas, decidido a proponerle a la profesora que dejaran participar a la niña en la clase. En cuanto la profesora accedió, la niña volvió a mirar fijamente a los ojos de la profesora y comenzó a sonreír mientras acariciaba la mano en su mejilla. En un instante, la niña agarró la muñeca de la profesora y con un movimiento rápido separó la mano del antebrazo, desgarrando toda la carne y destrozando los huesos entre ellos. La profesora cayó al suelo mientras gritaba de dolor y los niños a su alrededor empezaron a chillar y a llorar aterrados por la situación. Walden fue directo a socorrer a la profesora; a pesar de la situación y los gritos, el hombre estaba siendo capaz de mantener la compostura, hasta que le pidió a la niña que le diera la mano de la profesora.

—¡Dame la mano! —gritó, perdiendo la mesura, en cuanto la niña se negó.

—No hacía falta gritarme —exclamó la niña, dándole la mano. Walden juntó de nuevo la mano y el antebrazo de la profesora y cerró los ojos para tratar de concentrarse en el caos que había provocado la niña.

—Naturaleza soberana que a todo das vida, recupera lo que se ha perdido en este ser —murmuró el hombre, a medida que avanzaba en la canalización de su hechizo, un círculo mágico de color verde comenzaba a volverse visible encima de la herida de la mujer—. ¡Grøn ligatur!

El círculo mágico se iluminó con mayor intensidad, haciendo que la herida de la profesora se recubriera con un aura del mismo color, en cuanto se apagó, la herida de la mujer había sanado y era capaz de mover la mano con normalidad. Los huérfanos fueron corriendo a abrazar a su profesora y la mujer los recibió con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos por la terrible experiencia por la que acababa de pasar.

—Vaya, la verdad es que nunca habría podido…

Antes de que la niña pudiera terminar de expresar su asombro por la magia, Walden se acercó a ella y le dio una bofetada. La bofetada desvió la cabeza de la niña hacia la derecha, pero esta enseguida la volvió a posicionar para poder mirar la expresión de furia del Erudito.

—¿Me llevas ante el Sabio? Si tú puedes hacer esas cosas seguro que él es aún más increíble —preguntó con una sonrisa, sin preocuparse por la expresión de Walden.

—Ni hablar, olvidaré lo que has hecho y no llamaré a la guardia, pero no seré tan amable si no te vas ahora mismo.

—Bueno, tendré que ir yo misma y matar al que se interponga —mencionó como si nada, mientras comenzaba a caminar en dirección hacia la gran torre de los archimagos, momento en el que Walden decidió detenerla para evitar la muerte de inocentes.

—Lo siento, la clase tendrá que ser otro día —se disculpó el hombre, iniciando el rumbo hacia Tepqual. A pesar de que el camino de vuelta era exactamente igual al camino de ida, Walden no podía evitar los nervios por la nueva situación en la que se encontraba. La niña que lo seguía con una sonrisa inocente de oreja a oreja, no actuaba como una niña, o incluso una persona normal. El Erudito empezaba a pensar que era un demonio disfrazado buscando acabar con el Sabio.

—¿Cómo te llamas?

—Soy Mirei Wirrwarr.

—¿Por qué quieres ver al Sabio? —preguntó el Erudito, tratando de solucionar sus dudas acerca de Mirei.

—Solo quiero hacerme más fuerte.

—¿Más fuerte? Solo tienes ¿Cuántos años tienes? —exclamó Walden, por la madurez del motivo que había dado la niña.

—Tengo 9 años —volvió a contestar la niña, sin profundizar en detalles.

—Deberías estar jugando a las casitas en lugar de pensar en esas cosas.

—¿Le diréis lo mismo al héroe legendario cuando le toqué entrenar para enfrentarse al Jeval? —preguntó retóricamente—. Sé perfectamente que hace unos 500 años los sacerdotes que lo criaron obligaron a Lakko a empezar su entrenamiento a los 3 años. A mí nadie me obligó a entrenar, pero sí me obligaron a madurar antes de tiempo —explicó, intentando evitar cualquier posible retórica por parte del Erudito.

—¿Qué te pasó? —preguntó, curioso por la situación que había obligado a Mirei a ser como era.

—Unos hombres extorsionaban a mis padres a cambio de protección y ellos pagaban por miedo a lo que nos pudiera pasar, llevándonos a la pobreza. Más pronto que tarde, nuestra situación hizo que aquellos hombres nos dieran palizas casi diarias. Pero mis padres no hacían nada, ni los enfrentaban, ni pedían ayuda, no pude soportarlo más y decidí encargarme del asunto. Primero maté a aquellos inútiles incapaces de proteger a su hija y después acabé con los hombres que habían hecho la vida imposible a tantas personas.

Sudor frío empezaba a empapar todo el cuerpo de Walden mientras escuchaba la historia de Mirei, ya le tenía miedo a la niña después de ver lo que había hecho a la profesora sin dudar un instante, pero en ese momento, sintió el verdadero terror, mientras escuchaba y veía como la niña contaba lo que le había pasado con una enorme sonrisa que no aparentaba estar siendo forzada para aparentar estar bien.

En cuanto llegaron a la entrada del Tepqual, Walden comenzó a temblar mientras la niña pasaba al interior de la torre sin importarle que los guardias la pudieran detener por irrumpir en ese lugar sin permiso. A pesar del miedo, el Erudito seguía de cerca a la niña para evitar un enfrentamiento directo entre Mirei y los guardias. En la primera habitación del Tepqual justo delante de la entrada había una puerta y unas escaleras hacia el siguiente piso. Walden entró por la puerta, la cuál conducía a una pequeña habitación de cuatro metros cuadrados completamente vacía con un panel con botones en la pared derecha. En cuanto Mirei entró a la habitación y se cerró la puerta, el Erudito pulsó el último de los botones y la habitación comenzó a temblar. En cuanto todo dejó de temblar, escasos segundos después, Walden salió por la puerta, estaban en una sala completamente distinta, todas las paredes, el suelo y el techo estaban hechos con ladrillos de piedra negra, la sala estaba iluminada con una gran lámpara de araña en el techo, y al fondo había un trono en el que estaba sentado un anciano de pelo y barba blanca largas vestido con una túnica.

—¿No podía tener un aspecto menos común? —mencionó la niña, acercándose con una sonrisa hacia el que asumió se trataba del Sabio.

—Un respeto, ese hombre, es la persona más poderosa del mundo —exclamó Walden, entre susurros asustado por la reacción que pudiera tener el Sabio por el insulto de Mirei.

—Walden ¿Quién es esta niña? —preguntó el Sabio en el momento en el que la niña y el Erudito se acercaron a él lo suficiente.

—Soy Mirei ¿Por qué estás sentado en ese trono?¿No tienes trabajo? —preguntó antes de que Walden pudiera decir nada.

—Estaba esperando a la reina de… —explicó, olvidándose por completo del lugar del que provenía la reina que lo iba a visitar—. Una reina —dijo, desistiendo por completo de acordarse.

—¿Dices que este viejo olvidadizo es el hombre más poderoso del mundo? —preguntó la niña a Walden, pasando por completo de mantener las formas para no enfadar al Sabio.

—¿¡Cómo puedes faltar así el respeto!? —preguntó Walden, molesto por la actitud de Mirei frente a su líder, al mismo tiempo que se olvidaba del temor que le tenía a la niña gracias a la presencia del Sabio para protegerlo si cualquier cosa pasaba.

—Walden no pasa nada, los niños suelen decir todo lo que piensan —exclamó el Sabio, ignorando por completo el insulto—. Tenías una clase con los huérfanos ¿Esta niña es una prodigio o algo así?

—Bueno…

—¡En efecto! —exclamó la niña, adoptando una actitud infantil que hasta ese momento no había tenido—. ¡Soy la poderosa y genial prodigio Mirei la luz blanca! —gritó de nuevo, provocando la risa del Sabio.

—Encantado, soy Orah el Sabio Volcánico —se presentó el hombre, siguiéndole la corriente a la niña como si fuera un juego—. Walden te enseñara donde puedes quedarte y…

—¿Qué hay que hacer para convertirse en Sabio? —preguntó la niña, interrumpiendo a Orah.

—Hay dos formas, si el Sabio se muere el Erudito que lleve más tiempo en el cargo asciende a Sabio, la segunda forma es una votación para cambiar de Sabio, a veces se toman las dos medidas porque el Erudito que lleva más tiempo no siempre es el más poderoso —explicó Orah, sin pensar mucho en el tema.

—Pelea conmigo, quiero ser el Sabio —pidió la niña sin ningún tipo de reparo.

—De acuerdo, pero después, ahora tengo visita —contestó el anciano sin tomarse en serio a la niña, mientras miraba al fondo como una mujer con sobrepeso que llevaba una anilla en la nariz y vestía con ropa blanca y negra se acercaba al trono.

—¿Después? No, ahora, quiero ser el Sabio ahora —exclamó Mirei, haciendo un berrinche.

—Tengo que hablar con la reina, Walden, llévatela a tu habitación —ordenó el Sabio. Walden agarró a la niña del antebrazo e intentó llevársela.

—¿Esa es la reina? Lo único que le falta para ser una vaca son los cuernos —murmuró la niña, soltándose del agarre del Erudito para acercarse a la mujer—. Muuchas gracias por venir —exclamó, haciéndole burla a la mujer sin que lo notara—. Sabemos que es usted una muujer muuy ocupada y sentimos hacerla venir a este sitio tan lleno de inmuundicia, fíjese que ni siquiera tiene ningún muueble aparte del muundano trono en el que se sienta nuestro…Gorda —comentó con una sonrisa provocando la misma expresión en la reina hasta que se cansó del juego de palabras y decidió faltarle al respeto directamente, momento en el que tanto la mujer como la niña borraron las sonrisas de sus rostros.

—¡Mirei! —gritaron tanto Walden como Orah al mismo tiempo que la reina gritaba el nombre del Sabio para pedirle una explicación por esa falta de respeto por parte de alguien que asumía trabajaba para él.

Orah se puso en pie para ir a toda velocidad a junto a la reina y así poder disculparse, mientras, Walden fue a intentar llevarse a la niña cuanto antes para que no provocara más problemas al Sabio.

—Se supone que eres el hombre más poderoso del mundo ¿Por qué pides perdón a la fábrica de leche? —preguntó la niña, antes de darle un puñetazo en el estómago a Walden por intentar tocarla de nuevo sin su permiso—. Ya estoy harta de hacer las cosas a las buenas, vas a enfrentarte a mí sí o sí, elige si va a ser un duelo o una pelea —informó la niña, volviendo a sonreír confiada en que iba a ganar. Orah se decidió a enfrentar a la niña y demostrarle que por muy prodigio que fuera no podía llegar a hacerle frente.

El Sabio hizo que Walden llamara al resto de Eruditos mientras llevaba a Mirei y a la reina a la sala de estudio práctico, un lugar similar a la plaza a la que Walden había llevado a los huérfanos, con la diferencia de que esta sala también tenía una zona fuera de la zona segura para ver las prácticas y los enfrentamientos. En cuanto todos los Eruditos fueron reunidos, estos preguntaron por la situación, confusos ante la presencia de una niña justo delante de su jefe.

—Esta niña se llama Mirei, y me ha retado a un combate para convertirse en la nueva Sabio, las normas son claras, ella intentará matarme, si lo consigue decidid vosotros si queréis que sea vuestra nueva líder o no —explicó el anciano, poniendo en situación al resto de archimagos—. Por mi parte, voy a hacer que te rindas, si lo haces pedirás disculpas a la reina y te comportarás obedeciendo lo que yo o los Eruditos te digamos que hagas.

—¡De acuerdo! —exclamó la niña, de nuevo actuando de forma infantil.

—¿Planeas seguir teniéndola en el Tepqual? —preguntó Walden sorprendido por las condiciones del Sabio.

—Si de verdad es una prodigio, podría convertirse en una Erudito increíble, además ha prometido que va a portarse bien si pierde —comentó seguro de que la niña cumpliría con su palabra si perdía.

El duelo entre el Sabio y Mirei comenzó, lo primero que hizo la niña fue correr directamente hacia Orah; en el momento en el que llegó a una distancia idónea, la niña dio un salto con el objetivo de darle un puñetazo directamente en la cabeza.

—¡Spirit Wave! —gritó el hombre, manteniéndose inmóvil. Entre Orah y Mirei apareció un círculo mágico de color verde y antes de que el golpe de la niña pudiera impactar, una fuerte ola de viento la empujó hacia atrás tirándola con fuerza contra el suelo—. Vaya, creo que me he pasado un poco —murmuró el hombre, viendo que la niña estaba sufriendo para poder levantarse y el golpe contra el suelo había provocado alguna herida interna que la había obligado a toser algo de sangre—. ¿Te rindes?

—No —contestó la niña rápidamente.

Mirei comenzó a reírse, mientras trataba de ponerse de pie, el primer pensamiento de Orah fue que el golpe había provocado una conmoción, y que tenía que parar el combate aunque la niña no se rindiera, pero, en cuanto la niña se puso en pie todo cambió. Mirei miró directamente al Sabio, a pesar de que la cabeza de la niña estaba sangrando y la sangre recorría la mitad de su rostro, la niña no paraba de sonreír.

—Hazlo otra vez —dijo la niña, reiniciando el duelo de la misma forma. De nuevo, Orah utilizó el “Spirit Wave” para enfrentar el ataque suicida de la niña, pero, en esta ocasión, la niña aterrizó justo delante de él como si el hechizo de Orah no fuera más que una pequeña brisa. Mirei había preparado el puño para golpear al hombre en el estómago. El sabio se asustó al ver que estaba a punto de ser atravesado y por instinto gritó “Starfire Spike”. Un círculo blanco apareció entre él y la niña. En un instante, una lanza de luz atravesó el estómago de la niña, de nuevo impulsándola hacia el fondo con la misma brutalidad con la que el primer hechizo la había empujado. Mirei tenía un agujero en el lugar en el que había impactado el último hechizo del Sabio.

—¿¡Qué has hecho!? —gritó Walden, preocupado porque su líder pasara de querer mantener a la niña en el Tepqual a matarla directamente.

—Yo…Ha sido un accidente, lo juro —aseguró el Sabio, aterrorizado e inseguro por lo que había hecho.

—Voy…Voy…A…Morir.

De nuevo, Mirei se puso de pie mientras todos en la sala se quedaban inmóviles y sin palabras ante tal hazaña. Mirei se tocó la herida con la mano derecha y a continuación miró fijamente su mano llena de sangre, comenzando a reírse de forma nerviosa.

—Sie-Siento frío…Tengo miedo…Es maravilloso —exclamó, volviendo a correr hacia el Sabio.

—¡Senkō! —gritó Orah, antes de que la niña llegara hasta él, un aura amarilla lo envolvió durante un instante. Mirei llegó hasta él y de nuevo intentó atravesarle el estómago con un puñetazo, pero el Sabio se apartó a una velocidad anormalmente alta, provocando que el golpe de la niña impactara contra el muro y su brazo se quedara clavado hasta el codo. La niña intentaba con todas sus fuerzas sacar el brazo del muro, pero en cuestión de segundos desistió y apuntó la palma de su mano izquierda hacia su codo.

—¡Starfire Spike! —gritó la niña tres veces seguidas. El círculo mágico respectivo a cada vez que lo había conjurado apareció rodeando el brazo de la niña, y las tres lanzas lo atravesaron desgarrando el brazo de la niña, permitiéndole librarse del muro. Sin dudarlo un solo instante, Mirei fue corriendo hacia Orah, quien no era capaz de reaccionar, tanto por la resistencia que tenía la niña como por su capacidad para haber aprendido un hechizo tan rápido.

Mirei intentó golpear de nuevo al Sabio, pero, el efecto de su último hechizo seguía activo, lo que le permitió esquivar los golpes con facilidad.

—¡Wind Carnage! —gritó el hombre, de nuevo, un círculo verde apareció entre él y Mirei y en un instante pequeñas ondas de viento empezaron a hacer pequeños cortes en el cuerpo de la niña.

—¡Spirit Wave!¡Senkō! —gritó la niña, sucesivamente. El primer hechizo bloqueó por completo el “Wind Carnage” mientras que gracias al segundo, la niña pudo alcanzar al sabio. El golpe intentaba matar al hombre, sin embargo, solo consiguió lanzarlo contra el muro en el que Mirei había clavado su brazo.

—¡Starfire Spike! —gritó de nuevo la niña. La lanza fue a toda velocidad contra el Sabio. Atravesándolo en un hombro y rompiendo parte del muro, gracias al mal estado en el que se encontraba previamente por el puñetazo de Mirei. La niña comenzó a correr de nuevo hacia Orah, con la intención de rematarlo de un puñetazo, pero se cayó al suelo antes de llegar hasta él—. No…Falta…Poco…

—Menos mal —exclamó el Sabio, poniéndose en pie mientras se sujetaba el hombro—. Casi se ha quedado sin Fei —murmuró, aliviándose por haber ganado aunque fuera de esa forma—. ¡Heal! —gritó, cubriéndose de un aura verde que recuperó por completo la herida en su hombro.

Orah intentó acercarse a Mirei para curarla a ella también, pero en cuanto dio el primer paso, el cuerpo de la niña comenzó a palpitar como si algo líquido estuviera entre su piel y sus músculos. Por tercera vez, la niña volvió a ponerse de pie, pero en lugar de atacar de nuevo al Sabio, se quedó inmóvil delante de él.

—He ganado —murmuró antes de volver a reír como una loca.

Orah no entendía muy bien a qué se refería, hasta que sintió un pinchazo en la espalda y después en el estómago, el trozo de brazo desmembrado de la niña lo había atravesado por detrás, a continuación, levitó hacia el cuello del hombre y lo levantó en el aire por él hasta que el Sabio dejó de moverse. A continuación, el brazo de Mirei fue flotando hasta su sitio y la niña lo mantuvo unido con el otro trozo usando la mano izquierda.

—¡Grøn ligatur! —gritó, recuperando su brazo, el cuál apuntó a continuación a su estómago para curarse con el mismo hechizo que había usado Orah para curarse el hombro—. Ahora soy la nueva Sabio ¿Verdad?

Los Eruditos no sabían si aceptar a Mirei como su nueva líder o negarse por completo, a pesar de que los métodos de la niña habían sido poco ortodoxos y a penas estaban relacionados con el Maná y los hechizos, había sido capaz de vencer a su líder, al mismo tiempo que había demostrado que su capacidad de aprendizaje era muy superior a la de cualquiera de los allí presentes. Ante el silencio de los presentes, Mirei se acercó a la reina y la cogió de la mano.

—Siento mucho haberle faltado el respeto, en realidad es usted muy hermosa, solo quería pelear con el Sabio —comentó, antes de irse de la habitación hacia la sala del trono, lugar en el que se sentó para esperar a la decisión de los Eruditos.

No pasó ni una hora, para que los archimagos tomaran su decisión. La mayoría había votado a favor de ello, ya fuera porque estaban aterrados por la niña o porque de verdad creían que tenía lo necesario para tomar el cargo. Walden fue el elegido para informar a la niña, y al mismo tiempo para instruirla en sus nuevas tareas como la Sabio.

—La reina ha aceptado venir a visitarla en otra ocasión debido al cambio repentinos de líder, así que ahora vas a tener que ir a Lakkonia a avisar a una mujer que su hija va a ser el futuro héroe y…

—¿Qué tiene que ver eso con ser más fuerte? —interrumpió la niña, poniéndose en pie—. A partir de hoy, a no ser que sea algo que me llame la atención, uno de los Eruditos será el que haga mis tareas, me da igual cuál de vosotros sea —informó, antes de irse sin mostrar ningún interés en obtener una réplica por parte de Walden.

Walden suspiró con fuerza, seguro de que su vida a partir de ese día iba a ser una tortura, a continuación, se fue a Lakkonia, utilizando un portal ubicado en el segundo piso de la torre.

A pesar de ser una de las capitales más importantes del mundo, Lakkonia era una ciudad mucho menos desarrollada tecnológicamente que Vasbeza, ninguno de los edificios superaba las dos plantas con excepción del hospital, conocido en todos los lugares de Saphia por sus excelentes doctores, su tecnología de vanguardia que aunque no podía curar cualquier enfermedad, si que ayudaba a mantener a la gente con vida y los alquimistas que fabricaban medicamentos que curaban o mitigaban los síntomas de la mayoría de enfermedades conocidas.

Walden llegó a la casa que su compañero Erudito había pronosticado que pertenecía a la madre del futuro héroe; después de forzar una sonrisa en el rostro, el Erudito tocó a la puerta, siendo recibido en cuestión de minutos por una mujer con una pequeña barriga de embarazada.

—Hola, me llamo Walden, soy un Erudito y vengo a informarla de que el hijo que espera será el próximo héroe ¿Puedo pasar? —preguntó, siendo tan directo que lo único que la mujer pudo contestar era si lo estaba diciendo en serio. En cuanto el Erudito asintió, la mujer lo dejó pasar al salón, una habitación decorada con una chimenea, un sillón y un sofá, además de varios cuadros con fotos de la mujer con el resto de su familia.

—Vale, como sabe, el último Jeval apareció hace unos 500 años, mató a mucha gente y blablabla, el caso es que el Sabio de ese momento decidió que cada cierto tiempo usáramos la videncia para saber antes de que pase cuando y quién va a ser el próximo héroe.

—Esto…¿Por qué no buscáis a la madre del Jeval y la matáis antes de que nazca? —preguntó la mujer.

—El Jeval está protegido por magia que no llegamos a comprender, así que nos es imposible localizarlo, por otro lado, el héroe atrae y se ve atraído por el Jeval, así que es mucho más fácil para él encontrárselo, a su vez, para evitar la posibilidad de que el Jeval ataque al héroe cuando aún no esté preparado para enfrentarlo, nuestro deber es informar a la madre del héroe y proporcionarle los medios necesarios para criar al héroe de la mejor manera posible, o quitarle al niño si creemos que no está capacitada para ello —explicó, haciendo que instintivamente la mujer echara la mano a la barriga preocupada porque le fueran a quitar a su hijo en cuanto naciera—. No se preocupe, usted no tiene ningún problema, solo llegamos a esos extremos en caso de que el niño vaya a nacer en una familia de criminales, partidarios del Jeval y esas cosas —añadió, tratando de tranquilizar a la mujer—. Seguiremos en contacto, ahora debo irme, repentinamente me han aumentado el trabajo.

Después de 6 meses la mujer estaba ingresada en el mejor hospital de Lakkonia lista para dar a luz y tras varias horas pudo hacerlo con éxito.

—Enhorabuena, es un niño —dijo el doctor, dándole el bebé a su madre para que pudiera verlo. El niño estaba completamente arrugado y mantenía los ojos cerrados, y aún así para su madre era la cosa más hermosa del mundo—. Ahora mismo debería descansar, nosotros nos encargaremos de su hijo mientras tanto —comentó el doctor, extendiendo los brazos para que la mujer le dejara llevarse al niño. La mujer se mantuvo inmóvil durante un minuto mientras seguía mirando a su hijo, como si no pretendiera dárselo a nadie, pero, enseguida reaccionó e hizo caso al doctor—. Mañana realizaremos unas cuantas pruebas a su hijo —añadió el hombre, antes de irse por la puerta con el bebé.

A la mañana siguiente, el doctor había reunido varias mujeres que habían dado a luz recientemente para realizar unas cuantas pruebas. La primera prueba se hacía para comprobar si el infante se trataba de un niño común o del héroe, esto lo hacían colocando un brazalete al niño. El brazalete estaba fabricado de un metal especial que favorecía la circulación del maná, lo que facilitaba el traspaso desde el cuerpo hasta una máquina a través de un cable. La máquina en cuestión estaba compuesta por dos partes, la primera era una sencilla bola de cristal, incrustada en la segunda parte. Mientras, la segunda parte era un pedestal compuesto de metal y madera, con un botón para permitir la entrada del maná desde el cable hasta el interior de la máquina y que entrara en contacto con la bola de cristal. Esta prueba también servía para comprobar cuál era el poder mágico que poseía el infante, algo que, casi seguro dejaría grabado en fuego el triunfo o el fracaso del niño una vez se convirtiera en adulto. Normalmente, el presunto héroe sería puesto en una lista y tendría que esperar para poder realizar la prueba, como los otros tres infantes que se encontraban en esa habitación habían tenido que hacer, pero debido a su estatus, el doctor había hecho todo lo que estaba en su mano para darle la máxima prioridad.

Las cuatro madres pertenecían a una clase social distinta, sin embargo, todas ellas se encontraban igual de ilusionadas y llenas de esperanzas en que sus hijos tendrían un futuro grande y próspero.

—De acuerdo, la primera en hacer la prueba será Leanorah —dijo el doctor, mientras revisaba el papel en el que tendría que apuntar el resultado de todas las pruebas que haría ese día.

La madre de la niña a la que habían llamado, una mujer rubia de ojos azules, se levantó de su asiento y fue con su pequeña hasta la máquina. Leanorah era una niña pequeña de ojos y pelo castaños, hija de los gobernantes de un pequeño ducado bastante importante para el reino. La mujer colocó a su hija donde la enfermera le había indicado y el doctor procedió a colocarle el brazalete; enseguida, la bola de cristal cambió de color a azul y empezó a brillar con intensidad.

—De acuerdo —dijo el hombre, mientras intercambiaba su vista entre la bola de cristal y el papel en el que estaba escribiendo los resultados—. Su hija ha nacido con una capacidad mágica bastante superior a la media, tiene bastante potencial, estoy seguro de que podrá llegar a ser una gran maga cuando crezca —informó el doctor, provocando que la duquesa mirara con prepotencia al resto de madres y pensando para sí misma que ninguno de los hijos de esas mujeres sería capaz de superar el resultado de su pequeña—. De acuerdo, el siguiente en hacer la prueba será Bardisen —comunicó a continuación el doctor, mientras la duquesa se retiraba a su asiento con su hija.

La madre de Bardisen, una chica de unos veinte años de pelo negro y ojos castaños, se puso en pie y se acercó a la máquina. Lo que antes era ilusión y esperanza se había convertido en nervios y miedo, y no paraba de temblar mientras colocaba a su bebé en la máquina que determinaría su futuro. Bardisen, un niño que había nacido más grande y pesado de lo habitual, tenía el mismo color de pelo y ojos que su madre y era el hijo de un simple granjero, nadie sabía cómo sus padres habían sido capaces de pagar los servicios de ese hospital, aunque entre las enfermeras corría el rumor de que se trataba del bastardo de algún burgués o noble que se lo estaba pagando todo para que no se supiera, todo esto lo basaban en que el granjero había dicho que el niño era suyo pero no de dónde había salido el dinero.

En cuanto el doctor le colocó el brazalete al niño, la bola de cristal volvió a ponerse azul, pero a diferencia con el resultado de Leanorah, la bola apenas brillaba.

—Ya veo —murmuró el doctor, apuntando los resultados en el papel sin ni siquiera molestarse en mirar a la bola de la misma forma a como lo había hecho anteriormente—. Siento tener que comunicárselo, pero su hijo está muy cerca de ser un carente, es decir, alguien incapaz de usar magia. Si se esfuerza mucho es posible que pueda incrementar algo sus capacidades y llegue incluso a ser mago, pero puedo decir con seguridad que nunca llegará a ser uno que destaque —explicó el doctor, confirmando a la chica lo que temía que le pasaría a su hijo. Inmediatamente la mujer se entristeció por el resultado, cogió a su hijo y se retiró a su asiento, apartando la vista de la duquesa por la alegría y la superioridad con la que la miraba—. De acuerdo, el siguiente niño se trata de Shanex —comunicó el doctor, haciendo que la madre del presunto héroe se pusiera en pie al mismo tiempo que la tercera madre que estaba allí. La tercera madre pensaba que ella sería la siguiente porque hasta ese momento las pruebas se habían realizado en orden de nacimiento. En cuanto se dio cuenta de que no se trataba de su hijo se indignó y se volvió a sentar, segura de que habían colado al niño.

La madre de Shanex colocó a su hijo en el sitio en el que le habían indicado y el doctor colocó el brazalete al bebé; a diferencia con los otros infantes esta vez tardó un par de minutos, y en lugar de volverse azul, la bola comenzó a brillar con una luz dorada de la misma intensidad que la de Leanorah. Al ver el color de la luz, el doctor no pudo evitar dibujar una gran sonrisa en su rostro, mientras las mujeres miraban a la bola extrañadas.

—¡Enhorabuena! —gritó el hombre a pleno pulmón—. La luz dorada indica que su hijo está destinado a ser el futuro héroe —informó a continuación el hombre—. Y aunque no puedo asegurarlo, la intensidad con la que brilla indica que probablemente sea el que mayor potencial ha tenido hasta ahora —explicó a continuación.

Nada más escuchar que el hijo de una simple campesina era el futuro héroe, la duquesa se puso de mal humor, y estuvo a punto de abandonar la sala. No obstante, después de comprobar el potencial mágico de los niños tenían que hacerles otras pruebas como la del tipo sanguíneo o las alergias, así que se contuvo y esperó a que el doctor hiciera las pruebas al último niño.

—Vale, el siguiente —dijo el doctor, con una obvia y completa falta de interés, la madre del siguiente niño se levantó aún más molesta de lo que se encontraba y colocó a su hijo donde correspondía sin que nadie se lo indicara.

El último niño se trataba de Morgja, un niño de pelo negro y ojos verdes, hijo del mercader más rico del reino. Por cuarta vez, el doctor colocó el brazalete en el brazo del infante, esperando obtener el resultado enseguida, pero, al igual que con Shanex, la bola no cambió de color hasta pasados unos cuantos minutos, brillando con una luz blanca tan intensa que dañaba en los ojos con solo mirarla. Esta luz provocó que todos los bebés, incluyendo el que la había provocado empezaran a llorar, siendo la madre de Morgja la única que no pudo intentar calmar a su hijo; el doctor se apresuró a quitarle el brazalete a Morgja, haciendo que la bola de cristal se apagara por completo. Mientras sus ojos todavía intentaban adaptarse al cambio tan extremo de luz, el hombre se fue de la habitación indicando que volvería en un momento. Mientras esperaban a que volviera el doctor, las madres todavía intentaban que sus hijos detuvieran el llanto, y la madre de Morgja se acercó a su hijo y colocó su dedo índice en la mano del niño para que lo agarrara y sintiera que su madre estaba allí con él. Unos minutos después el doctor regresó junto a dos doctoras y tres doctores más y, después de colocar dos telas negras sobre la bola de cristal, volvió a poner el brazalete a Morgja. Gracias a las telas, el brillo de la bola se había atenuado, sin embargo, seguía siendo más intenso que el de Leanorah o el de Shanex.

—¿Qué opináis? —preguntó el doctor, buscando descubrir el significado del resultado de Morgja.

A pesar de que había reunido a expertos en distintos campos, ninguno de ellos tenía una respuesta, la mitad de los doctores comenzaron a examinar la máquina para comprobar si había algún fallo mientras la otra mitad revisaba algo en los libros.

—¿Ocurre algo? —preguntó la madre de Morgja, preocupada porque los doctores estuvieran tan callados y alterados por la prueba de su hijo.

Los doctores no le dirigieron la palabra a la mujer, y comenzaron a murmurar cosas entre ellos, tras un cuarto de hora comparando resultados, en el que las otras madres se impacientaron por querer ir a hacer el resto de pruebas, los seis doctores miraron de frente a la madre de Morgja y el doctor que la había atendido en el parto dio un paso hacia delante para comunicarle lo que había estado discutiendo con sus compañeros.

—Verá, no sé cómo decirlo, así que seré franco, lo normal es que la luz sea azul en el caso de un niño normal o dorada si es un héroe. Hemos estado revisando todo, pero no hay ningún registro de que exista un precedente de luz blanca, pensamos que la máquina se había descompuesto después de estimar el poder del héroe, pero tampoco parece que haya alguna avería. Por ello, lo único que podemos decirle es que a juzgar por la intensidad de la luz, si recibe la educación adecuada llegará a ser el Sabio, puede que incluso llegue a ser el Sabio más poderoso de la historia—explicó el doctor con una expresión seria—. Eso es todo lo que podemos hacer por ahora, pero en cuanto sepamos algo más se lo haremos saber, así que si nos lo permite, tenemos que hacer el resto de las pruebas.

El resto de la mañana los bebés tuvieron una serie de controles en los cuales no ocurrió nada peculiar, mientras lo hacían la duquesa y la mercader intentaron acercarse a la madre del héroe, para intentar que en un futuro sus hijos terminaran siendo amigos, algo que era complicado que ocurriera de forma natural teniendo en cuenta los distintos mundos por los que se movían, marginando a la esposa del campesino por su rango y por el mediocre resultado de su hijo en la prueba.

Por la tarde, la madre de Morgja pudo regresar a su casa junto a su hijo; siendo recibida por sus padres, sus suegros y su marido.

—¿Cómo han ido las pruebas? —preguntaron los abuelos del niño, esperando con ilusión un buen resultado.

—¡El médico me ha dicho que Morgja podría llegar a ser el Sabio! —contestó la mujer, haciendo que toda la familia del niño se emocionara por la noticia y comenzara a celebrarlo—. Además, he conocido a la madre del futuro héroe y a la duquesa de Grinoire —informó a continuación.

—Eso es maravilloso. ¿Te imaginas que nuestro hijo se convirtiera en uno de los compañeros del héroe? Estoy seguro de que hará de los Nera la familia más famosa del mundo —exclamó el hombre, entusiasmado por la idea.

—No te olvides de los Próvato —dijo su esposa, al ver que su marido se olvidaba por completo de su apellido.

—Por supuesto. Ya lo verás cariño, nuestro hijo nos llevará a la cima del mundo.

17 de Maio de 2022 às 13:10 0 Denunciar Insira Seguir história
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