Hay actos que jamás deben ser olvidados... Algunos deben ser alabados, otros castigados; para discernir entre lo que está bien y lo que está mal, suele bastar con nuestro juicio común, es bastante fácil equivocarse al juzgar, dado que a veces la linea es muy estrecha, y hay actos necesarios, pero igualmente actos de difícil juicio.
Despertó súbitamente en mitad de la noche, lo hizo tan bruscamente, que asustó a su esposa, que yacía a su vera. No había tenido ninguna pesadilla, de hecho estaba totalmente descansado, notaba una extraña sensación, como de claridad mental.
- Rober, ¿qué pasa?- Preguntó su adormilada mujer.
- Me he despertado...- Parecía asombrado.
- Eso es evidente, duerme... es muy tarde- Su mujer se acostó de lado.
- Hay algo en el tejado- Aquello lo dijo muy seguro.
- ¿Qué?- Susurró con una mezcla de miedo y recelo.
- Hay alguien sobre el tejado- Aseguró.
Su esposa le golpeó en el brazo.
- Me estás asustando imbécil- Protestó enojada.
- chssst... escucha- Señaló al piso superior.
Un ruido hueco como de un golpe, se escuchó arriba en el tejado. Su esposa entró en pánico y se tapó con las mantas al tiempo que exclamaba- ¡Ladrones!, ¡ladrones!-.
- Tranquila, alomejor es un pájaro o...- Iba a decir algo pero se escuchó un quejido humano.
- ¿Qué hacemos?- Dijo histérica tras las mantas.
- Llamar a la policía- Señaló.
Roberto busco el teléfono móvil, pero permanecía apagado, parecía carecer de batería.
- Mi móvil está muerto Luna, ¿tienes el tuyo ahí?- Inquirió.
- Si... espera...- Salió de debajo de las mantas en busca de la mesita de noche.
Roberto se levantó y cerró la puerta con pestillo.
- Rober... me lo dejé en el salón- Su cara reflejaba terror y desde luego estaba pálida.
- El fijo está en el pasillo- Propuso Roberto.
- Podría ser peligroso afuera, no es seguro salir- Susurró nerviosa.
- No va a pasar nada, es más, si te tranquiliza, llevaré conmigo la katana- Dijo mientras la quitaba de su base y la desenvainaba.
- Pero si es de decoración- Protestó.
- Ya... pero eso ellos no lo saben- Respondió convencido.
- ¿Son varios?- Se asustó.
-¿Como quieres qué lo sepa?- Replicó- Es un decir.
- No tardes-.
- En seguida vuelvo, mantén la compostura por favor-.
Quitó el pestillo y giró la manivela, mientras abría la puerta le recorrió un escalofrío por toda la espalda, todo parecía estar en calma, no se escuchaba el más mínimo ruido, estaba despejado.
Avanzó hasta el teléfono fijo mientras miraba en derredor, nada... el único ruido que se escuchaba era el que él mismo producía. Descolgó el teléfono, pero no escuchó tono, no había linea. Trató de encender la luz, que tampoco funcionaba.
Katana en mano se dirigió a la ventana del techo, que se encontraba en la parte más alejada de la casa del dormitorio, parte por la que la casa se iba haciendo cada vez más baja por la inclinación del techo. Miró al exterior, tan solo vio el tapiz de estrellas que ofrecía el cielo nocturno.
Decidió volver para contarle a Luna, su mujer, que no había luz. Pero de camino escuchó un grito de hombre, un grito desgarrador, y comenzó a escuchar como si algo estuviera rodando tejado abajo, se acercó a la ventana del techo y alcanzo a ver como algo rodaba sobre el cristal y se precipitaba hacía el suelo. Se asustó pegando un grito bastante fuerte.
- Roberto, ¿ha pasado algo?- Se escuchó muy bajo, proveniente del otro lado de la casa.
Roberto sabía que fuera lo que fuera lo que rodó, estaría muy malherido o muerto, tras la caída de un tercer piso que había sufrido, y quedó en shock. Tenía que salir a fuera a comprobar si la persona que había entrado a robar había muerto intentándolo, o, también podía ver desde la ventana del segundo piso.
- ¿Acabo de ver algo Lu?- Dijo con los nervios crispados.
- ¿Qué?- Preguntó nerviosa.
Roberto fue a junto de su esposa.
- Algo grande se ha caído del tejado- Dijo gesticulando en exceso.
- ¡¿Qué?!-.
- Lo que has escuchado, levanta... tenemos que salir y ver que le ha pasado- Respondió apuradamente cogiéndole por el brazo.
- De acuerdo, no seas impaciente... deja que me ponga la bata- Sugirió.
- ¿Tienes la linterna por aquí?- Inquirió.
- ¿Para qué?-.
Roberto señalo la luz con la cabeza. Luna trató de encenderla una y otra vez.
- No hay luz Rober...- Se puso muy nerviosa- ¿Qué vamos a hacer?-.
- Tranquila... tú solo dime donde está la linterna- La cogió de los hombros y la miro a los ojos, calmándola.
- Creo... creo que en el garaje-.
- De acuerdo, sígueme muy de cerca- Pidió.
Salieron de la habitación, y bajaron silenciosamente las escaleras hasta el segundo piso, como el garaje estaba en el piso más bajo, aun quedaban dos pisos, pero parecía despejado, Roberto hizo un gesto a su mujer para que se apresurara, dado que iba muy rezagada.
- Voy a ver desde la ventana, quizás alcance a ver que demonios cayó antes-.
- No, Rober...- Susurró, pero Roberto ya había entrado en el despacho, que era la habitación desde donde podría verlo.
Roberto abrió aquella ventana esperando encontrar un ladrón malherido o algún animal, pero lo que allí encontró no lo esperaba, y se quedó enmudecido.
-¿Rober?, ¿ves algo?-.
Su marido la miró y asintió, su cara se puso más blanca que el papel.
- ¿Qué ves?-.
Le hizo un gesto para que guardase silencio y otro para que se aproximara.
Su Esposa dudó un segundo y luego se acerco despacio, con temor, pudo ver la cara de su marido, de asombro, se inclinó sobre el alfeizar de la ventana a su lado y pudo ver algo, que jamás habría creído si se lo contarán, algo que no lograba entender aun a pesar de ser una experimentada bióloga. Su reacción fue similar a la de su marido, se quedó de piedra, muda.
Se miraron a los ojos incrédulos y sorprendidos, los ojos abiertos como platos.
- ¡Ayuda!, ¡os lo ruego!- Pidió una voz en sus cabezas.
No se había escuchado nada, sin embargo habían notado perfectamente aquel pensamiento de una forma tan intensa que aún retumbaba en sus cabezas.
- ¿Qué es... no puede ser un... pero lo es, no... es un...?- Luna no era capaz de articular palabra.
- Lo es, es un... un ángel...- Confirmó Roberto tragando saliva.
Ambos miraron fijamente a aquel ser que precisaba su ayuda, un supuesto ángel, era un ser humano, que con numerosas heridas, la ropa manchada de sangre y hecha trizas, yacía en el suelo tumbado en postura fetal, excepto porque de sus hombros salían sendas alas de un plumaje plateado, enormes a pesar de estar plegadas. Su melena y barba eran plateadas también; parecía inconsciente.
¿Era realmente un ángel?, si era así... ¿Qué era lo que debían hacer?, ¿Ayudarle?, ¿Contactar con las autoridades?... Miles de preguntas rondaban la mente de ambos, preguntas que quizás nunca tuviesen respuesta...
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