dany_fera Daniela Fernández

PACTA SUNT SERVANDA es un latinismo que se traduce como: los pactos deben cumplirse o siervos de un pacto. En esta historia Catalina y su esperada pareja deberán luchar contra las fuerzas del mal, para mantenerse a salvo ellos, y el pacto al que sirven. Alerta: Es una novela, por ende, completamente ficción, y contiene elementos religiosos, (tratados con respeto). Espero la disfruten tanto como yo.


Suspense/Mistério Todo o público.

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IMBORRABILIDAD


El viento recio de una mañana de otoño danzaba de un lado a otro, movilizando las ramas de los árboles que daban al ventanal del living en una casa de veraneo en playa verde. El televisor se encontraba encendido, escuchándose una disertación en la que un hombre añejo realizaba una defensa acérrima a favor de la baja de la edad de imputabilidad…El aroma a café llenaba toda la cocina y el mismo living. Es que irse de vacaciones a contracorriente, y ver el mar, aunque no sea una época dónde pueda disfrutarse (o al menos eso se dice. Porque hay quienes disfrutan observando) tiene su encanto. Especialmente para algunas personas.

El aroma junto con la vista hizo que volara mi imaginación y de pronto vino a mi mente la imagen en la que jugaba en esa misma casa, en el patio, con mis hermanos y con un nombre ficticio, a que éramos los encargados de un restaurante. Plato va, plato viene. Podía verlos como si fuera ayer, y también a un caniche que tanto había formado parte de la familia, pero que mucho tiempo después vio su triste final ahogado en un balde debido a su ceguera y vejez.

Interrumpió mi concentración- o desconcentración- un teléfono sonando. Era extraño; era el teléfono de la casa, pero hacía mucho tiempo que ya no se usaba ese número. Al punto que, si tuviera que darlo, no sabría recordarlo. Me movilicé antes de que se cortara la llamada.

- ¿Hola, mi amor como estas? Pensé que me avisarías que habías llegado bien…

- Mamá tengo 32 años, creí que no sería necesario…

Su madre sonrió del otro lado del teléfono: - Bien, ya sé que sos una mujer, es sólo que siempre es bueno avisarle a alguien de que estamos bien y si es a una madre mejor.

Catalina se observó a sí misma en un largo y antiguo espejo de madera que ocupaba un rincón, justo al lado de la mesita que sostenía el casi igual de viejo teléfono: No pude evitar hacer una mueca de resignación ante las ocurrencias ya bien conocidas de mi madre. Es que siempre quería controlarlo todo.

- ¿Hija, estas ahí? ¿Llegaste bien entonces? ¿Ya estas instalada? ¿Cómo esta la casa? ¿Muy arrumbada?

No sabía por cuál de las preguntas empezar. Así que solo busqué calmar su ansiedad:

- Llegué bien, todo perfecto mamá. ¿Hablamos luego sí? Tengo una tarta de brócoli en el horno. Hasta luego. - Colgué el teléfono oyendo que aún continuaba el ansioso repertorio.

Una angustia, no sé si sería justo llamar como "repentina" se apoderó de mi tras quedar al fin en paz. Es que mi vida laboral es buena, y después de todo, eso es lo que más me llena en la vida, o lo que hacía que la llenara: la productividad. Es, sin embargo, ella quizás de los peores pecados, porque es tan encubierto su daño, claro está cuando se la busca per se en cada momento de la vida. Es avalado socialmente que debemos ser productivos, por tanto, no se distingue su maldad. -

No venimos a ser productivos. No en desmedida. ¿Por qué no puedo tolerar estar simplemente no haciendo nada? Siempre que no hago nada me envuelve esa angustia, por ello no es repentina, es una vieja conocida en mi vida.

Como otras tantas veces comenzó, desde mi interior, a brotar una tentación: comerme algo dulce, para evadir esa angustia naciente. No es que considere algo malo comerse algo rico de vez en cuando. El problema es que cortando el problema a la mitad jamás llegaré a la raíz. Y yo siempre busco la bendita raíz de todo al menos en mi mente.

Me senté en el sofá, intentando evadir la tentación: Tengo que pensar en otra cosa. Bien, leamos un libro. Me dije a mi misma. Me levanté bruscamente, y una vez más en pie crucé el living muy espacioso y luminoso- contaba con un ventanal de 5 metros de ancho y dos de largo-y abrí una puerta corrediza de un material símil al mármol. Detrás de allí se escondía una "cueva civilizada", así podría llamarse al lugar donde literalmente pase escondida todas mis vacaciones de la adolescencia, y como no podía ser de otra forma, como buena "cueva civilizada" contenía una biblioteca. Había títulos por doquier. Me causaba un gran dolor, recuerdo, tener una biblioteca dividida. Porque a veces no podía disponer de un título hasta las siguientes vacaciones, aunque se tratara de una quinta relectura. Por supuesto, no importa.

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- ¿Cómo puedes mirarme con esa cara de desprecio?? ¿¿No ves acaso mi belleza??- Preguntó un monstruo de tres cabezas. En ese instante un grito feroz truncó el dialogo.

Desperté con el sol de una pequeña rendija de la ventana del cuarto que me tocaba desde la adolescencia, en playa verde. Lo hice exaltada, transpirada, y sin reconocer exactamente donde me encontraba. En efecto, me llevó unas cuantas milésimas de segundos notar que me encontraba en el balneario y que todo estaba bien, que era el normal desencadenante de haber venido una semana a descansar en la vieja casona familiar. Y que el resto se había tratado de un sueño, o, mejor dicho: de una pesadilla.

Se levanto de la cama tan pronto como pudo. Esa noche llegaría Belu, su hermana menor, a cenar.

Obviamente amo a Belu, pero a veces las personas no entienden que uno quiere descansar y la mejor manera para ello es la soledad. Al menos para el tipo de personas como yo. Pensó en voz alta. Pero su madre ya había hecho la invitación de su hija menor por su cuenta, ya que se encontraba trabajando de forma zafral en la zona y por tanto era una "genial "oportunidad para encontrarse, en palabras de su misma madre. Y siempre era genial verla sin dudas, pero en una semana de descanso se podía esperar un poco.

Cuando termino de refunfuñar, se puso manos a la obra en la limpieza de la casona, para esperar a su invitada. Luego tocaban las tareas de realizar compras y luego la tan amada tarea de cocinar: Sin dudas Belén puede hacerlo mejor que yo, pero bueno vamos a homenajearla con algún intento de algo rico y casero, se dijo convenciéndose a sí misma.

Luego de cenar una lasaña de zuccini, hecha a medida del vegetarianismo de Belén, esta se levantó de la mesa y se acercó al viejo piano familiar. Se encontraba en el mismo sitio en que lo recordaba. Era como si el tiempo se hubiera detenido en lo referente al instrumento. Sus teclas, hasta el olor que desprendía, estaba todo tan intacto en ese rincón de la vieja casona, con respecto a los recuerdos de Belu. Empezó a acariciar primeramente algunas teclas, sin poder resistirse a la tentación de sentarse a disertar. Catalina pareció ser poseída por una clase de sentimiento de melancolía y al ver la luna, se dirigió inmediatamente hacía el frente de la casa, luego de arrastrar el ventanal que la separaba del exterior. Era una noche estrellada, se oía la melodía de piano muy suave y en ritmo lento. Fue entonces cuando fue inundada por un sentimiento de añoranza que la hizo suspirar…” Se que todo tiene un propósito, y que nada escapa a ellos- Se recalcó a si misma- Pero a veces es tan fácil dudar cuando todo parece tardarse, ¿tardanza o continuidad de preparación? Esa es la cuestión- terminó de increparse, mientras aún miraba el cielo, enfocada en los astros luminosos, cuando un recuerdo la interrumpió. - Su madre le había dicho algo varías veces. Ella solía repetirle las cosas. Le había alertado sobre que tenía un grupo sanguíneo de un determinado tipo, que sólo la hacía compatible para poder tener hijos con determinados hombres, de determinados tipos sanguíneos. Fue entonces cuando se río al pensar: Un requisito más para la lista. Genial. Ahora sí la continuidad de preparación se convertirá en tardanza y él nunca llegará- En ese momento, Belu le erró a la nota en el piano, sonando una tecla muy grave que daba una sensación escalofriante, en contraste con la tierna disertación que venía teniendo.

-/-/-/-/-/

Hombres y mujeres corrían forzosamente y con cara de espanto, como una estampida furiosa, cuando se abre camino entre ellos, y un hombre encapuchado de negro y en un caballo color café oscuro, desenvaina un arma blanca de gran porte y se acerca hacía Catalina, pero un hombre que ella no conocía se interpone en ese momento y el caballero oscuro le hunde la lanza en el pecho. En ese preciso momento en medio de un grito despavorido y limpiándose el sudor del rostro, ella se despierta. No podía sacar de su mente un tatuaje que llevaba el caballo en su muslo y que el encapuchado llevaba impregnado así mismo en su atuendo oscuro. Era un sueño muy reiterativo para ella, y aunque algunas cosas a veces variaban, el distintivo del tatuaje estaba siempre presente en todos sus sueños y siempre era algo perteneciente al lado oscuro del sueño, al mal. -

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10 de Março de 2022 às 21:16 0 Denunciar Insira Seguir história
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