jhojanguerra Jhojan Guerra

Luego de la sorpresiva invasión rusa, los ciudadanos que decidieron quedarse y defender su tierra a cualquier costo. Dentro de sus posibilidades, Vasyl e Iván patrullan las calles en donde vivieron antes del caos, anhelando algún día volver a la tranquilidad de sus antiguas vidas.


Conto Impróprio para crianças menores de 13 anos.

#HistoriaDeEsperanza #ApoyaAUcrania #ucrania #cuento #accion #385 #316 #sobrevivientes
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La patrulla de Járkov

El frío aire de la ciudad inundaba mis pulmones, encendí un cigarrillo para mantenerme caliente. El cielo, las calles, la pradera que marcaba el fin a lo lejos y los árboles secos que se alzaban muy cerca de ahí parecían el retrato de un paisaje silencioso y triste. No había ningún movimiento por los alrededores, así que nos dirigimos más a los límites. Luego de unos minutos llegamos hasta nuestro antiguo barrio y comenzamos a patrullar por donde hacía solo unas semanas llevábamos a nuestros hijos al colegio, antes de que todo esto comenzara.


Hace sólo una semana, los rusos habían bombardeado una serie de puntos estratégicos por toda la ciudad, aun así, todavía había personas que insistían en esconderse en sus antiguos hogares, a pesar de lo destruido que pudiera estar. Ya no había ningún lugar seguro en dónde estar, aunque la mayor parte de los que decidieron quedarse se resguardaron en el centro de la ciudad, con el grueso de la milicia que aún insistía en salvar lo poco que quedaba. Mi querida Járkov… Parecía desangrarse por todos los escombros y el humo que aún permanecía del desastre que causaron todos esos misiles.


Vi a Vasyl al otro extremo de la calle, me hizo una señal con la mano: “Todo despejado”. Agarré mi arma y fuimos a la siguiente zona. Él siempre llevaba su vieja gorra. Es de mi padre, me comentó alguna vez. Se lo quiso dejar a su hija antes de que se fuera, pero ella se lo devolvió para que se lo diera más adelante.


—¿Sabes algo de tu familia? —Me preguntó.


—La última vez que hablé con ellos ya habían llegado a la frontera.


—Entonces ya estarán seguros —miraba hacia el piso—, mi esposa aún no me responde los mensajes.


Sabíamos lo que podría significar eso. Puse una mano en su hombro, tratando de consolarlo.


—Ya deben estar saliendo del país. Volvamos con los demás al terminar, seguramente en un par de horas te llamará.


Vasyl alivió su mirada.


—Sí, eso espero.


Nos faltaba una zona más para acabar con el patrullaje. A paso lento llegamos hasta los límites de la ciudad, cerca de la parte boscosa de la pradera, en donde aún había algunos pájaros en la copa de los árboles. En muy contadas ocasiones, solo se podía sentir un silencio aterrador, dejando en claro que la vida se estaba extinguiendo, parecía al Apocalipsis.


Casi nunca se reportaban rusos por este paso, no era una ruta sencilla de atravesar, por eso tampoco había mucha fuerza militar para que la defendiera. Nos turnábamos con otra patrulla para vigilar los alrededores, cuando uno venía a hacer vigilancia el otro grupo volvía al centro para traer provisiones. Este era nuestro papel en la guerra, patrullar lo que alguna vez había sido nuestro hogar.


—¿Escuchaste lo que dijo la radio la última vez? —Preguntó Vasyl.


—No, estaba comiendo en la azotea.


—Decía que la ofensiva rusa se había estado debilitando, muchas pérdidas materiales.


—Si es cierto, podríamos aguantar unas semanas más y quizás hasta salir de esto con vida.


Ya estábamos muy adentro del bosque, cerca de unos matorrales altos. Los atravesamos y vimos no muy lejos de donde estábamos un camino de tierra. No era una buena señal, nos escondimos entre los árboles y examinamos el terreno. Tenía impregnada marcas de neumáticos bastante frescas.


—¡Agáchate! —Gritó Vasyl desde su posición.


Lo hice sin cuestionar, sabiendo que un segundo más me podría haber costado la vida. En ese instante, seis carros blindados y un tanque aparecieron a bastante velocidad desde el otro lado del camino, pasando muy cerca de mí.


Desaparecieron luego de unos segundos, no podíamos ignorar algo así, Vasyl quería seguirlos, pero le dije que no.


Era demasiado arriesgado. Debíamos usar la radio e informar la situación. Esa era la manera más lógica de actuar.


—No tenemos tanto tiempo. —Me respondió cuando le comenté mi idea—. Las tropas demorarían bastante en llegar y estoy seguro de que todo este armamento es para algo más.


—No podemos hacer nada, lo sabes.


—Aun así, tenemos que intentarlo, no quiero quedarme sentado mientras intentan destruir lo que queda de nuestro hogar.


Lo miré a los ojos. Quería apoyarlo, pero era una locura. No quería morir sabiendo que mi familia aún espera que vuelva, Vasyl ya no parecía el hombre que conocía. Quizás ya había aceptado que no volvería a ver a su esposa e hija.


—Sólo veremos a donde van.


No tenía experiencia en combate, hice el servicio militar cuando era joven, pero nada más. Vasyl tampoco tenía alguna preparación. Me había dicho que era guardabosques, yo era electricista, aun así, nos volvimos más unidos al darnos cuenta de que estábamos exactamente en la misma situación, dentro del caos de una guerra que nos había tocado vivir.


—No te preocupes —me decía por lo bajo—, entramos y salimos, será algo rápido.


Llegamos al final del camino y vimos una explanada, en donde había un extenso campamento montado con armas de alto calibre como misiles y artilleros.


Vasyl sacó sus binoculares y comenzó a enumerar todo el armamento que poseían para que yo lo pudiera anotar en algún lugar. Saqué mi celular y comencé a escribir. Muchos vehículos blindados, tanques y misiles capaces de arrasar con la ciudad entera.


—Vasyl es suficiente, quizás sea un ataque que planean hacer pronto. Vámonos.


—Está bien, de todos modos...


Algo se estrelló en mi sien, dejándome aturdido y casi sordo de mi oreja derecha. Desde el suelo, pude ver por el rabillo del ojo a un soldado ruso disparando hacia Vasyl. Desesperadamente lo busqué, pero no estaba por ningún lado.


—¡Vasyl! —No respondió.


Intentando levantarme, observé a Vasyl sobre un charco de sangre, estaba tendido mirando al cielo, ya no respiraba.


Me desmayé.


En los pequeños momentos de consciencia, sentí cómo era arrastrado hasta alguna parte del campamento. Me dejaron amarrado al costado de unos cargamentos, el ruso que me había traído entró en la carpa que tenía detrás y desapareció. Todos parecían estar apurados, gritándose entre ellos y alistándose para moverse.


Las fuerzas me fallaban, sin querer, me caí de tal manera que terminé viendo hacia el cielo, igual que Vasyl. Había muchas nubes, nubes blancas sobre el grisáceo cielo de Járkov. Cerré los ojos, aceptando mi destino. Iba a morir en unos minutos o quizás en una hora, no importaba realmente, ya estaba acabado.

Un par de soldados rusos se pararon muy cerca de mí. No entendía demasiado de lo que hablaban, pero podía entender algunas palabras.


—¿Todo listo…?


—Sí, mi… Todo listo… Mañana… Se llamará… y podremos… a la ciudad.


—Bien, que su… esté atento… señal. ¿Tiene… puntos… mapa?


—Sí, aquí está… Desde el…, señor.


Cuando se alejaron, volví a abrir los ojos.


Puntos. Mapa. Todos estos misiles y toda la artillería, seguramente era un bombardeo o quizás varios. Muchos en la ciudad morirían en estos días...


¿Qué podía hacer? Nada.


Intenté zafarme, pero sólo apretaba más mis ataduras. Mi fuerza se acababa rápidamente. Quería llorar, pero incluso eso parecía peligroso ahora. Vasyl... A pesar de conocerlo hace unas cuantas semanas, se había vuelto un amigo muy preciado en estos tiempos de guerra. ¿Qué haría él? Él... Él intentaría avisarles, como sea, incluso dando su vida por salvar a los otros. No..., ya la dio. Dejé escapar el aire de mis pulmones..., mientras todo desaparecía a mi alrededor.


Por alguna razón, mi mano temblaba, de tal manera que aflojaba la cuerda que las ataba. Si... ¡Sí!, tenía que dislocar mi brazo para liberarme. Iba a doler, pero qué más importaba ahora.


Me preparé, iba a presionar mi cuerpo contra el piso para lograrlo de un solo tirón, respiré profundamente y me tiré sobre mi brazo de tal manera que se pudiera doblar. Inmediatamente, el dolor recorrió todo mi cuerpo. A punto de gritar, me tapé la boca contra el suelo, esperando a que las fuerzas de aquel grito desaparecieran.


No logré que mis gritos de dolor no se escucharan, el soldado que me trajo salió de su tienda. Viéndome en esa extraña posición, me volvió a poner al lado de los suministros.

La garganta me comenzó a arder. Apenas sentía mis fuerzas y el dolor que crecía en mi interior se volvía insoportable, pero, aun así, todo lo que pasamos no serviría de nada sino hacía nada al respecto, nuestras vidas no servirían de nada si solo me quedaba aquí a morir.


Lentamente saqué mi brazo, me desaté el otro y liberé mis piernas. Esperé a que la mayoría de los soldados que me rodeaban se afueran y me escondí detrás de las cajas de suministros. Nadie parecía haberse dado cuenta de mi desaparición, seguramente ni siquiera les importó mi presencia.

El bosque no estaba lejos, pero tenía que cruzar buena parte de la explanada. Los soldados que se quedaron a cuidar el campamento estaban comiendo y hablando en pequeños grupos esparcidos por todo el lugar. Era una apuesta arriesgada salir corriendo, pero no tenía otra opción.


Salí de mi escondite, con el estómago en la garganta. Di un paso, luego otro, comencé a darme prisa y luego solo corrí, simplemente corrí, sin mirar atrás, sin prestar atención a los gritos detrás de mí. Ya no había regreso.


Llegué hasta un pequeño muro que separaba lo que alguna vez fue un edificio con la naturaleza. Traté de escalarlo, pero era imposible con un solo brazo. Caí sobre la hierba mientras escuchaba los pasos atrás mío, cada vez más cerca. Estaba asustado, en medio de mi desesperación golpeé mi brazo contra el muro para devolverlo a su sitio, los gritos resonaron a través del bosque, delatando mi posición y, a su vez, atrayendo los disparos, que salpicaban el concreto a mi alrededor. Uno, dos, al tercer golpe logré que mi brazo reaccionara. Todo mi cuerpo temblaba de desesperación, lo escalé rápidamente, salté al otro lado y me escondí dentro de las ruinas del edificio.


El lugar estaba completamente oscuro, me encorvé y envolví mi cuerpo con los brazos. Mis piernas temblaban, tenía las manos sudorosas y manchadas de sangre. Lo único que escuchaba era mi respiración que amenazaba con cortarse en cualquier momento. La vida parecía querer escapar de mi cuerpo.


De un momento a otro, el sonido de varios vehículos me alertó. No sabía de dónde venían, pero se escuchaban cerca. Tenía que moverme. Llegué hasta lo que parecía haber sido la salida de emergencia, crucé los bloques de cemento que yacían unos sobre otros y conseguí salir a la calle. En ese mismo momento, algunos soldados se aventuraban a entrar al edificio del cual había salido. Apenas desaparecieron en la oscuridad, comencé a correr de nuevo, iba cada vez más rápido, a pesar de que me quemaban las piernas, tenía que seguir. No miré hacia atrás, aun cuando los gritos y las balas detrás de mí me hacían temblar por completo, luego de unos segundos ya no era capaz de escuchar nada más que mis pesados pasos. Al poco rato, me quedé sin respiración. Sentía que no lo iba a lograr, que me iban a fusilar apenas me agarren. Llegué hasta una zona urbanizada, estas habían sido bombardeadas recientemente. Entré en una de las casas y me senté atrás de una ventana que daba a la calle.

—Perdóname, Vasyl... No puedo hacer más.


Me sentía demasiado débil para seguir. Mi cuerpo no paraba de temblar, estaba muerto del miedo. Por primera vez, dejé que las lágrimas salieran, en la penumbra de un lugar que sabía que sería mi tumba.


Cerré los ojos, pensando en mi esposa y en mi hijo, ¿dónde estarán en este momento? Un estruendo me alertó al instante, vi una lata rodar sobre el piso marmoleado de la cocina. No logré ver nada raro al comienzo, pero a los pocos segundos pude notar dos pares de ojos observándome desde debajo de la mesa. Casi imperceptibles por el mantel que los cubría, pero ahí estaban mirándome fijamente.


Agarré cualquier cosa que estuviera a mi alcance y me puse en guardia. Lentamente avancé hacia donde estaban, moví con mucho cuidado el mantel y claramente los ví. Eran dos rostros blanquecinos, tenían la mirada sumamente profunda, cansados, pero tan alerta como lo estaba yo, no podían tener más de diez años, ninguno de los dos. La pequeña niña temblaba mucho más que el niño, mientras este trataba de mantenerse firme mientras me apuntaba con un rifle de caza. De un vistazo rápido al arma me di cuenta de que no tenía el seguro quitado, no podría disparar, aunque quisiera.


—¿Quién…? ¿Quién eres? —Demandó saber el niño, me recordó a mi hijo. La niña detrás de él comenzó a llorar.


—Soy de aquí como ustedes. —Dije, alzando mis manos—. Tranquilo..., baja el arma. —Traté de tomarla, antes de lograrlo el niño apretó el gatillo.


Aunque como era de esperarse no logró dispararme. Se quedó paralizado mientras la tomaba.


» Sí que tienes agallas. Supongo que nunca te enseñaron a disparar una de estas.


Instintivamente el niño volteó la mirada hacia lo que parecía ser su sala, ese sitio era el más oscuro de todos, solo era iluminado por un agujero en el techo que dejaba pasar la tenue luz del día. Había un cúmulo de escombros bastante grande, parecía que parte de la casa se había derrumbado, entre todo lo que se podía ver ahí pude notar que sobresalía parte de un cuerpo irreconocible.


Me agaché hasta la altura del niño y traté de parecer calmado. Estaba claro que la situación lo había vuelto neurótico.


» ¿Cuál es tu nombre? —Le dije.


—Myko.


—Myko... Escúchame, tenemos que salir de aquí…


Una bala rozó mi cabeza, todos nos agachamos. El vidrio se había vuelto añicos con el impacto. Lograron encontrarme. Preparé el arma y me apoyé en la pared junto a la ventana. Los dos niños volvieron a esconderse bajo la mesa, con sumo cuidado observé hacia afuera, seis soldados viniendo de frente hacia donde estaba. Myko abrazó a su hermana, mientras ella se tapaba los oídos. Habían dejado de disparar, seguramente pensaban que me habían dado, cuando uno de ellos estuvo lo suficientemente cerca, apunté con el rifle y conseguí abatirlo.


Todos los demás retrocedieron, buscando donde cubrirse y volvieron a abrir fuego.


—¡Myko, ¿hay otra salida de este lugar?!


—¡Hay otra puerta por el otro lado de la casa!


—¡Bien!


Seguí disparando. Más rusos comenzaron a aparecer, en unos minutos llegaron otros en un carro blindado.


» ¡Mierda, tenemos poco tiempo! —Miré a los dos pequeños—. ¡Ellos me buscan a mí! ¡Debes correr hasta llegar a la avanzada en el centro de la ciudad! ¡Diles que se preparen para un bombardeo masivo y que se vayan de la ciudad!


—¡Pero ¿y tú?!


—¡Les ganaré algo de tiempo!


Myko parecía incapaz de reaccionar. Tenía miedo, al igual que yo. Seguí disparando, uno a uno los rusos caían, pero aparecían otros que avanzaban y disparaban sin piedad. Myko miro a su hermana y, en ese instante, algo cambió en él. Esta guerra lo había vuelto un hombre, uno que aún tenía algo muy valioso que proteger, le dijo algo a su hermana antes de que todas esas balas comenzaran a abrir agujeros en la pared.


» ¡Corre, Myko!


Grité con todas mis fuerzas. Cuando voltee nuevamente ninguno de los dos seguía ahí. Unos instantes después escuché una puerta abriéndose a mis espaldas, habían logrado escapar.


Las balas seguían yendo y viniendo, había abatido a dos rusos más, pero me quedaba sólo una bala.


Me dieron en el hombro, solté el aire de mis pulmones sin querer. No pude evitar pensar en Vasyl. Mis energías se desvanecían con cada bocanada de aire que tomaba, otra bala me cayó en el pecho, al lado del corazón y me dejó completamente sin fuerzas. Ya no pude mantenerme de pie. Me tumbé mirando hacia el interior de la casa, dejando que todo a mi alrededor se desvaneciera.


Mi mente comenzó a divagar entre la vida que pude haber tenido junto a mi familia. Podía verme jugando con mi hijo en el patio de la casa, comiendo en la mesa junto a mi esposa, viendo una película un domingo por la noche, la alegría de mi niño mientras me contaba algo gracioso… Por un momento, sentí que todo esto era un sueño y yo andaba descansando de mi trabajo acostado en el sofá, mientras que en la televisión daban esa serie que daban los sábados en la noche.


—¿Crees que algún día pueda ser como tú? —Me decía mi niño mientras se acostaba a mi lado.


—Estoy seguro de que serás mejor que yo.


—Pero yo quiero ser como tú. —No podía evitar sonreír por aquello.


Todo se envolvió de una impenetrable oscuridad, mientras lo último que lograba escuchar era la dulce sonrisa de mi hijo mientras veía su serie favorita.


***


Se rumoreaba entre las tropas que unos niños salvaron a mucha gente del asedio de Járkov. Fue casi como un milagro que llegaran un día antes de que comience. Nadie supo cómo era que sabían lo que iba a pasar, pero todos agradecimos este milagro. Nuestro pueblo estaba comenzando a creer en lo imposible y, en algunos sitios, se avivaron las esperanzas de volver a ver a nuestro país libre.

5 de Março de 2022 às 18:20 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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Jhojan Guerra La vida no es tan corta como parece.

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