gonzalo-baleato1558951351 Gonzalo R Baleato

Xan Cabreiro, un gallego que nunca se habría imaginado que su muerte fuese causada por circunstancias misteriosas e inesperadas. Sin aparentes testigos, sin aparentes sospechosos, solo un cuerpo sin vida producto de un aparente infortunio. No obstante, ninguna muerte queda sin resolver sobre todo si se trata de un crimen mal elaborado.


Crime Todo o público.

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Crimen en la casa 42

Xan Cabreiro, de cuarenta años, fue un vecino de la capital de Santiago de Compostela, en la región de Galicia, al noroeste de España. Su cuerpo apareció ensartado en las oxidadas púas de seguridad del muro que rodeaba una casa a las afueras de la ciudad y que dividía el exterior de la propiedad de Fran Estévez, de treinta y cuatro años, un vecino que llevaba sin pisar su domicilio desde hacía años. Para la gente del lugar esa muerte era un accidente, para los investigadores se trataba de un crimen.

—Las labores de investigación se dificultan más cuando no hay testigos que aporten vital información que pueda arrojar un poco de luz a los hechos—explica el investigador Matías Cen— solo tenemos el testimonio de un corredor que vio el cuerpo de Xan mientras llevaba a cabo su rutina de ejercicios matutina. Pero en toda escena de un crimen siempre existen marcas, huellas o alguna prueba que nos lleve por el camino correcto, por muy insignificante que sea, y en este caso nos llevó a un par de ellas.

A pesar de que al lado del cuerpo había una escalera y en un principio se creía que Xan quiso entrar en la propiedad de Fran por motivos que aún se desconoce, y por tanto resbaló y se precipitó hacia las púas de seguridad del muro, la autopsia desveló una diminuta aguja alojada en el pulmón derecho de la víctima impregnada de cicuta, uno de los venenos sustraídos de la planta más mortal de Europa. Nadie supo cómo llegó hasta allí y lo que más desconcertaba era que en el cuerpo de Xan no se encontró un orificio de entrada de ese tamaño. Lo que más tarde se descubrió fue un pequeño tapón de una cantimplora oculto por la hierba del lado exterior del muro, y en tan perfecto estado que era improbable que llevara allí más de tres días, solo faltaba la cantimplora que no se pudo hallar en el lugar de la muerte. Rápidamente se llevó esa posible prueba al laboratorio para analizar. Hallaron dos huellas; la de Xan y la de Edmundo Gómez, de veintiocho años, el corredor que encontró a la víctima.

—¿Cómo es posible que alguien aparentemente culpable de asesinato se arriesgue a ser interrogado por ser el único que vio el cuerpo y no tener una firme cuartada que lo defienda? —se pregunta Joan Parrada, el jefe de policía— O piensa que no lo veríamos como sospechoso por ser el que dio la voz de alarma, o es un desequilibrado que está jugando y no le importa que lo atrapen.

Las autoridades rápidamente se dirigieron al domicilio de Edmundo, pero había desaparecido. Establecieron su busca y captura, e hicieron un exhaustivo registro de su hogar. Encontraron en la basura una cantimplora sin tapón la cual los de científica hallaron un diminuto orificio, y lo más extraño fue el descubrimiento de un pequeño pero potente artilugio constituido por el tubo de un bolígrafo, dos muelles y una base en donde armar esa aparente arma casera.

—Estaba claro que Edmundo era el asesino —aseguraba el jefe de policía— topamos sus huellas en la cantimplora, restos de cicuta en el interior del tubo del bolígrafo y todo ello en la basura de su domicilio. Eran pruebas suficientes para detenerlo.

Cuando Edmundo llegó a su casa poco después del atardecer, fue intervenido violentamente por la policía y llevado al interrogatorio. Él no sabía nada del arma casera ni del porqué sus huellas estaban por todo el frasco, pero las pruebas indicaban lo contrario y hasta que no se esclareciera del todo ese crimen, Edmundo pasaría sus días en prisión.

La hermana de Edmundo, Antía Gómez, se enteró de la noticia y habló con un amigo suyo, Dan Saves, que era uno de los mejores detectives de Madrid, y que decidió investigar por su cuenta. Se dirigió a las cuatro de la madrugada al lugar del supuesto asesinato y detectó en el interior de la casa 42, la de Fran Estévez, casi imperceptibles destellos de luz que provenían del ático. ¿Cómo era posible que hubiese actividad en esa casa si su dueño estuvo años sin estar en ella? Dan entró en la propiedad y subió hasta la ventana del ático a través de un poste de luz antiguo. No percibió actividad humana pero sí pudo observar una televisión encendida. Dan empezó a indagar por esa parte de la historia, y movió algunos hilos para poder hacerse con la lista de pasajeros que llegaron a Santiago a partir de marzo, cuatro meses antes, y sin casi descansar revisó uno por uno los nombres. Fue ahí cuando a fecha 7 de mayo de 2024 se encontró con un nombre conocido; Fran Estévez. Sin pensarlo dos veces, Dan acudió al departamento de policía, entregándole esa prueba a Joan Parrada.

A primera hora de la mañana y con una orden judicial de registro, las autoridades se dirigieron a la casa 42. Tras varios intentos de aviso, nadie les abrió, y procedieron a tirar la puerta abajo. Lo primero que percibieron fue el calor del interior, y no parecía que esa casa estuviese vacía todos esos años. Luego se encontraron una caja con muchas fotografías de la víctima en parques y a las afueras de colegios, es como si alguien lo estuviese espiando durante mucho tiempo. También se encontraron con botes de alcohol, guantes de látex, cinta adhesiva, un trozo de plastilina, un molde y un cuaderno en donde no solo estaba anotado cada planificación para llevar a cabo el asesinato de Xan Cabreiro, sino que había una representación gráfica del arma casera utilizada. Todo estaba ahí, y si con esas pruebas no bastaban para exculpar a Edmundo Gómez, la grabación en video de Fran Estévez explicando lo que había hecho y los motivos que le llevaron a hacerlo, eran suficientes. Fran Estévez reveló pruebas digitales y anotaciones geográficas pertenecientes a Xan Cabreiro y su tendencia a la trata de niños y niñas, entre ellas la hermana pequeña de Fran, que desapareció hace diecisiete años y la justicia no hizo nada para detener al culpable. En el video, Fran declaraba que había visto a Xan en varias ocasiones merodeando por el colegio donde su hermana estudiaba, hasta que un día no se volvió a saber nada más ni de ella ni de Xan. Durante años Fran quiso buscar respuestas, pero nunca las halló, hasta que vio de nuevo a Xan por los parques infantiles de Santiago. Él siguió a Xan Cabreiro para saber en dónde vivía, y durante varios días estudió su comportamiento y las salidas y entradas a su domicilio. Al anochecer, y conociendo la hora en la que Xan no estaba en su casa, Fran se adentró en ella y encontró fotografías y videos de todos los niños y todas las niñas que Xan había secuestrado y vendido durante años, entre ellas, Azucena Estévez, su hermana. Supo entonces lo que le había pasado y supo lo que tenía que hacer.

Fran contactó con Xan a través de una cabina telefónica en la noche del 7 de julio fingiendo ser alguien que había recibido un paquete suyo por error, y lo citó a las ocho de la tarde en su casa. Cuando llegó, los dos intercambiaron palabras y Fran invitó al señor Cabreiro al interior de su domicilio para tomar unas cervezas y entregarle el supuesto paquete, este accedió y ambos entraron adentro. En el testimonio de Fran Estévez explicaba como sacó de la nevera las cervezas y que, en una de ellas, la de Xan, le introdujo una pequeña aguja impregnada del veneno para causarle más dolor en el caso de que la aguja llegase a establecerse en algún órgano vital. Xan Cabreiro a los pocos minutos se empezó a sentir mal, y murió poco después en el sofá. Fran no tuvo que esperar mucho a que se hiciera de noche, y fue cuando llevó el cuerpo al exterior y lo ensartó en las púas oxidadas del muro. Lo había amañado todo para que pareciese un allanamiento de morada malogrado. Solo hacía falta un chivo expiatorio. Fran entró en casa de Edmundo Gómez, que no vivía nada lejos de allí para sustraer cualquier cosa que tuviese sus huellas dactilares, y cuando las obtuvo las utilizó para dejarlas en las pruebas. Había comprado una cantimplora para que se pensara que era de Edmundo por ser un corredor y que de alguna forma fue parar a las manos de Xan Cabreiro, y luego la agujereó para hacer creer que la aguja fue lanzada desde una cierta distancia alojándose en el interior de ella, le quitó el tapón y la dejó cerca de lo que antes se pensaba que era la escena del crimen. Había construido un arma casera para lanzar el susodicho proyectil, y de nuevo entró en casa de Edmundo cuando este no estaba para dejarlas en el fondo de la basura. También usó la escalera que tenía en el garaje para hacer creer a los investigadores que era de Xan Cabreiro.

Fran Estévez lo había pensado todo, desde no ser un sospechoso a declararse culpable en el hipotético caso de que se supiera la verdad. Lamentablemente, no se ha vuelto a saber nada de él, nadie sabe dónde está y sospechan que ha huido de España a un país sin ley de extradición. Sea en donde sea en el que esté Fran, para él sabe que hizo lo correcto al quitarle la vida a un individuo que le despojó del amor fraternal que sentía por su hermana, y que jamás podrá recuperar.

13 de Janeiro de 2022 às 22:45 2 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

Conheça o autor

Gonzalo R Baleato Hace años que escribo. Supongo que prefiero vivir historias en donde todo es posible, a no ver otra cosa más que una realidad corrompida por cuentistas que solo insisten en manipular la verdad. Y estoy orgulloso de cada palabra que un día plasmé en papel.

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Angie Pedreros Angie Pedreros
Me encantó tu historia fue muy buena fue corta pero fue bastante interesante de como planeo todo y también logró hecharle la culpa a otra persona, se pasó por inocente y logró escapar me gustó mucho
January 25, 2022, 03:26

  • Gonzalo R Baleato Gonzalo R Baleato
    Te lo agradezco mucho, Angie. Historias de este tipo apenas he escrito, mas, lo cierto, es que me llaman mucho la atención. Y comentarios como el tuyo me ayudan a seguir. Gracias de nuevo ;) January 25, 2022, 20:00
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