charlottewhite Charlotte White

El destino no me ha dejado creer en el paraíso. Mi vida es un sinfín de preguntas sin respuesta y desde el momento que abrí los ojos he vagado por el mundo sin ver oportunidad alguna. En mi infancia ocurrieron cosas horribles hasta el punto de que mi memoria las olvidó o simplemente el desdén me hizo ignorarlas. Un día como cualquier otro me despierto en unas sábanas y lo que no sabía era hacia dónde me quería dirigir el destino. El cuatro de noviembre de 2035 sería mi fecha fatal a no ser que algo me lo impida. Y ese algo era una persona. Sí. Era ella y justo antes de que su figura abandonase este mundo su sonrisa me salvó de morir. El universo me había rechazado una vez más. La oscuridad era mi mejor amiga hasta que escuché una voz que podía ser mi locura. Esa voz era el ángel de madera que vino a encauzar el rumbo de mi destino después de perderlo todo. Incluso a mí mismo. Ahí es donde puedo remontarme hacia mi infancia y como si fuese un día como cualquier otro me despierto un cuatro de noviembre de hace dieciséis años. Debo resolver el misterio de mi vida para poder salvarla a mí y a ella. Soy José Fernández y esta es mi historia.


Ficção adolescente Todo o público.

#301 #love #amor #vida #miedo #paranormal #343
3
223 VISUALIZAÇÕES
Em progresso - Novo capítulo A cada 2 dias
tempo de leitura
AA Compartilhar

OLVIDO

4 DE NOVIEMBRE DE 2019


Me presento, soy José Fernández y tengo dieciséis años.

Hoy es el día de mi cumpleaños, otro aniversario más en mi vida. A veces, me gusta pensar que es un paso más cerca de mi muerte. Que es un paso más dentro del camino para que la vida tome sentido, porque si soy sincero conmigo mismo, la vida realmente no tiene sentido si la muerte no estuviese ahí. Sé que hay gente que no piensa esto, simplemente no asumen que el mundo es un lugar dónde se sufre. Si tienes suerte no te perseguirán pero, si esto no es así, de igual forma serás torturado por otras ramas de la vida. Empezando por ti mismo, pasando por tu casa, atravesando el sentido de tus relaciones personales y terminando con tu absurda relación con el mundo. Todo esto siempre tiene algo en común y es esa apariencia que te rompe en mil pedazos. Subir fotos como que estás feliz, comentar algo ajeno a ti, forzarte a estar feliz cuando lo único que quieres es llorar. Esta es nuestra sociedad, bueno, este es nuestro mundo; una tortura dónde la felicidad es el verdugo y nuestra mente es el mártir.

La cama tiene unas sábanas suaves pero las odio, su tela me acaricia la piel sin ningún tacto. Si todo en mi vida fuese bien, la suavidad dentro de la cama equivaldría a un momento de felicidad que te hace empezar el día como un rayo de sol atravesando las nubes.

Una lástima que esto no sea así. Nada en mi vida va bien, es el día de mi cumpleaños pero esta oscuro, la tortura de la felicidad acecha y las sábanas son muestra de esto. Me he levantado otro día más llorando y cuando la tela me roza las mejillas irritadas lo único que puedo hacer es sufrir. Al final, las caricias pueden tener sentido en momentos felices pero en este momento sólo rompen el resto de mi piel ya que, en las mejillas, las lágrimas han hecho surcos enormes que no me llegan a sangrar por fuera, pero que por dentro son incurables.

Aún es de noche, pero he mirado el móvil al lado de mi cama y la realidad es que la oscuridad se está yendo cuando menos quiero que esto ocurra.

Sí, así es, no quiero que pase un nuevo día.

Me cuesta dormir y no puedo entender las razones. Aunque viva mil vidas diferentes mi cuerpo será una marioneta de mi mente. Bueno, sé que de esto último no me queda absolutamente nada.

Fuera hace un frío propio del pueblo. Es de día pero esta oscuro, hay niebla y parece que con un soplido el mundo se puede construir de mil maneras diferentes, pero en mi interior sé que el mundo también se puede destruir de infinitas maneras posibles.

La calefacción está en mi casa pero no logra calentarme de ninguna forma, por supuesto, tengo la cara caliente como si un rayo me hubiese atravesado, pero mi cuerpo, empezando por mis pies y terminando por mi pecho, está congelado, aunque sé que no estoy muerto por fuera porque todavía respiro.

Siete de la mañana y en mi habitación no se ve nada de luz, sólo tengo un pequeño led que alumbra una carta y un pequeño ángel de madera. Sinceramente podría mirar a ese punto de luz dentro de mi habitación, pero mi vista no pasa de la oscuridad y cada vez mi visión se está agudizando más, la pregunta es: ¿Por qué pienso en esto?

Un poco complicado, pero esta cuestión me la puedo formular a mí mismo una y otra vez y, en esta ocasión, es una de las pocas veces que tengo una respuesta.

Dentro de la oscuridad de mi habitación no estoy sólo, ni mucho menos, el mundo está ahí, sigo rodeado por mi realidad a pesar de que esta se oculta en la oscuridad. No sé si quiero subir la persiana porque así estoy cómodo y realmente no me importa que mi visión no sea la correcta.

Ha pasado el tiempo, no sé si mi madre entrará a intentar rescatarme, de hecho, no sé si mi madre existe en la misma realidad que yo.

Macarena. Tiene un nombre bonito, su significado es feliz, vaya, la verdad es que no me gustaría que mi nombre marcase la línea principal dentro de la tortura que rodea a la humanidad, bueno, quizás lo estoy exagerando, soy consciente que la falta de felicidad no tiene que ser sinónimo de tristeza pero si puede significar tortura, dolor, sufrimiento… en resumen, normalidad.

Ya se están escuchando los pasos en el exterior, retumban en mi interior como si la muerte viniese a buscarme pero esto no me da miedo ya que, estoy convencido, me preguntaría: ¿Qué es para ti la vida?

Mi respuesta le causaría carcajadas porque la realidad es un poco absurda y le contestaría; la vida para mí no tiene sentido más allá de tu presencia.

Quizás, le haría reflexionar o me llevaría con él para vivir mi vida a través de su mirada.

Esto es el viaje de mi preterición hacia mis destinos felices. Esto es mi orgullo inútil ante el ángel que da luz a mi habitación.

La puerta de mi habitación se ha abierto otra mañana más, otro instante más cerca de la muerte.

‒¡Levanta José Fernández! Hoy no vas a llegar tarde a la escuela señorito.

‒Está bien madre.

‒¡Sí, soy tu madre, y como no te levantes ya dejaré de serlo!

‒Está bien Macarena.

La miré sin respirar, ella se dio la vuelta, sin vacilar ni un segundo se marchó de la habitación sin decir nada. Esto no me importaba, ella se levanta cada día como si no importase nada y como si fuese un bucle de tortura acude a mi habitación para gritarme. No sé si merece la pena pararme a pensar en estas cosas, sólo quiero irme de aquí cuanto antes.

Mi madre me ha dejado sólo siempre que ha podido, no en los momentos felices dónde todos te rodean, sino en esos momentos dónde, bueno, no merece la pena mencionar esto porque sé perfectamente cómo me siento en soledad y sé que si alguien viese mi situación sabe que mi vida es uno de esos momentos infinitos y repletos de oscuridad.

Ella podría haberme visto muerto y estoy convencido que no movería ni un dedo, no le importaría verme sangrar en la nieve, no le importaría verme gritar en la noche, no le importaría verme mientras me intento suicidar.

‒Aunque te pongas así aún no te voy a dar mi regalo ‒dijo con una voz sería.

Es 4 de noviembre. Otra vez.

‒Sé que esta pregunta es rara pero, ¿En qué año estamos?

‒Dos mil diecinueve ‒respondió sorprendida.

Es una tontería, que cumpla catorce años no tiene sentido, sé que con mi edad no entiendo nada pero también es cierto que no estoy corrompido por nada propio de mi naturaleza.

‒No soy de este año.

Su respuesta.

‒¿Qué me querías decir?

‒No es mi edad, yo tengo treinta años.

‒Bueno supongo que no tienes nada interesante que decirme.

Me encanta como me ignoran. Es absurdo pensar que en algún momento de mi vida voy a llegar a tener treinta años, es tan lejano que no me lo imagino pero, si realmente he sobrevivido, cuando llegue esa época estaré destrozado.

Prefiero guardarme palabras ya que a mi madre no le interesa nada de lo que hago ni nada de lo que haré.

A pesar de que la luz haya entrado en mi habitación mi garganta esta bañada por esa oscuridad que no pueden percibir los ojos y mi corazón lo único que hace es latir por obligación

‒Di lo que te estas guardado de una vez hijo.

Se escuchan pasos acercarse muy rápido. Es ella. No está nunca conmigo tampoco, pero no me importa Lucía, ese es el nombre de mi hermana, pero a quién le importa. A mí no, eso es, no me genera ningún interés ella. Si desaparece sería mejor para mi persona.

‒¡Mama! ¿Dónde está mi uniforme?

‒En tu armario, justo arriba.

‒Gracias.

‒Que despistados sois los dos. Se nota que sois hermanos.

¿Hermanos? Yo creía que era hijo único, pero qué narices es esto, que me comparen con ella sólo me da arcadas, asco y, por supuesto, mucho dolor. Pero claro, esto último sé que es la actividad favorita de Macarena o de la felicidad.

Estoy en mi casa, construcción triste, pero quién sabe si tendré que vivir mucho tiempo dentro de estas paredes.

Aquí al menos alguien como yo vive bien.

‒Oye, ¿Qué tal la mañana?

‒¿Qué narices quieres, José?

Que borde es, normal que todos la odiemos, no pinta nada junto a nosotros, probablemente una planta traería más alegría.

‒Nada. Sólo saber si me acompañaras a la escuela.

‒Por supuesto que no ‒dijo con una voz sería.

‒Pero somos hermanos, ¿verdad?

Estoy empezando a ponerme nervioso, de verdad, es la peor persona del mundo.

‒Sí, por desgracia somos hermanos, pero no es por eso, que ya es lo suficientemente malo como para no ir juntos. Mi plan es ir con mi novio a su casa que la tiene vacía, vendrá a recogerme pero, como ya sabes, esto es un secreto entre tú y yo.

Lo peor de esto es que ella sonríe como si me importase. La palabra que usaría para definirla es idiota.

‒Oye y, ¿cómo se llama tú novio?

‒Que raro, pensé que lo conocías ‒me miró fijamente‒. Se llama Jesús.

No tengo ni idea de quién es ese tal Jesús. Nunca lo había escuchado ni tampoco me ha importado, es más, ojalá y se la lleve para siempre, así deja de molestarme su presencia.

En la mesa de la cocina hay un hombre sentado, es como si no nos conociésemos. Realmente hay gente así. Sé que él no es capaz de decirme un te quiero, pero tampoco lo busco. Mi padre Jaime Fernández. Ese es el hombre al que dios recompensará.

Él tiene ojeras y esta desaliñado, parece que no ha dormido, su desayuno está aún sin empezar y la verdad es que se parece a mí. Bueno, sería más correcto decir que yo me parezco a él.

Le da vueltas al café como si no quisiese tomarlo y respira como si quisiese ocultar su presencia. No merece la pena prestar más atención a un ser así, somos la peor basura de esta realidad que nos ha tocado vivir.

‒Felicidades hijo, sé que no es uno de los mejores cumpleaños pero es un año más que hemos estado juntos.

Le di dos besos. Supongo que debo mostrarle algo de cariño pero es un desconocido más en mi vida. Las apariencias hay que mantenerlas hasta el final pero estoy convencido que su visión de la vida no es muy diferente a la que he tenido yo en la mañana.

Si lo pienso bien no somos tan diferentes o eso supongo, los dos damos asco.

Todos me han felicitado menos mi hermana. Parece que no nos llevamos muy bien pero sí se ve que quiere tener confianza conmigo o, al menos, me quiere para ocultar sus secretos como si fuese su mascota.

Es momento de ir al instituto, por lo que se ve, vivimos cerca. Que pocos recuerdos pero que ganas tengo de ver lo que me puede deparar. Quiero ver a Juan.

Tengo muchas ganas de verlo. Una de las pocas personas en mi vida que no he olvidado, es una persona importante para mí.

Salí a la calle. Las farolas iluminaban las calles de mi pueblo, esta noche ha hecho un frío propio del invierno. Mi casa, por lo que sé, está rodeada de montaña y, por lo tanto, la temperatura es muy baja respecto a otros puntos en España. De hecho, podría congelarme bajo esta oscuridad en poco tiempo. Mis mejillas tienen un color rojo fuerte, lo veo en mi móvil. Es absurdo, parece que me han pegado.

Está cayendo un poco de nieve, la gente está contenta entrando al instituto. Parece que tienen ganas de que las clases se cancelen pero esto no dejan de ser los sueños húmedos de unos cuantos jóvenes como yo. Diciendo esa palabra parezco una persona de 30 años.

He entrado a la clase. El alboroto es insoportable, pero sí, lo recuerdo, él está mirando a la ventana como queriendo escapar, seguro que su atención está en otra cosa completamente ajena a la clase.

Me voy a sentar a su lado aunque no me preste nada de atención.

‒Hola José.

‒¿Qué tal Juan?

‒Cansado, a estas horas no debería ser normal levantarse. ‒Bostezó.

‒Yo he tenido una noche un poco larga.

‒¿Qué te ha pasado?

‒He estado viviendo una vida horrible durante 14 años y ahora estoy aquí sin saber nada.

‒Que imaginación tienes a veces, anda y estudia.

Parece que él tampoco me escucha cuando hablo de mi vida.

Una voz se escuchó al fondo de la clase.

‒¡José!

¿Quién es esa chica? Será… ¿Alicia?

‒Dime.

‒Acaso no te acuerdas del trabajo que tenemos que hacer. ‒Miró disgustada‒ ¿Hiciste tu parte?

Vaya, no es ella, que pena, para ser la chica que me gusta aún le quedan tres vidas. Este pensamiento es un poco prepotente pero no me importa. De hecho, su opinión es irrelevante.

‒No lo sé… Oye, ¿Cómo te llamas?

‒Rosa. ‒Esbozó una sonrisa.

‒¿Por qué te ríes? ¿Tengo algo en la cara?

‒Somos compañeros, incluso amigos, pero es verdad que nunca me llamas por mi nombre así que se te habrá olvidado. No importa, tampoco destacas por ser muy listo.

Me está poniendo nervioso el tono de voz que tiene. Está al nivel de un despertador cuando no has dormido nada.

Al final quedamos por la tarde para verlo. Esforzarme en el instituto no es una afición que yo tenga precisamente. Dijo que invitaría a una amiga nueva que tenía. La verdad, nunca me he fijado en las amistades de mi supuesta amiga Rosa.

Lo que si veo es que tiene mucha confianza conmigo, puede ser eso, o que es muy descarada.

Juan estuvo empanado toda la mañana pero se puede decir que fue algo normal, tranquilo. Hacía mucho tiempo que no estaba tan relajado con alguien pero con él no me sentía fatigado, de hecho, justo lo contrario. En su abstracción de la realidad estuvo escribiendo unas notas en el papel, al final hace algo pero no creo que salga, es decir, escribir es un trabajo demasiado complicado pero a la vez es precioso que quiera dejar sus ideas, aunque nadie las vaya a leer, por cierto…

‒Falta una coma. ‒Señalé su frase.

‒Faltan neuronas. ‒Me señaló.

Me hizo soltar una carcajada. Gracias.

Ya es hora de salir. Me pregunto qué habrá sido de esa persona que convive conmigo; Lucía, la oveja negra de mi oscura familia.

¿Esta es mi vida? ¿Esto es la realidad?

Creo que esa es una pregunta demasiado grande para alguien con la mente tan pequeña como yo.

Ya estoy saliendo de clases y ahí está despidiéndose de él. Efectivamente, no lo recuerdo y, en consecuencia, no lo conozco.

No es mucho más alto que yo y va en moto por lo que debe ser mayor; lleva una chupa de cuero negra, en fin, parece un chico malo viviendo su película. No se puede criticar. Al final todos somos los protagonistas de nuestra vida, bueno… yo no sé. Mi vida es demasiado complicada de explicar y aún me atrevo a verme como el protagonista.

‒Hola José

‒Hola enano.

¿Enano? Quién se cree que es este tipejo.

‒Hola pareja.

Hablamos durante un tiempo y sólo saqué una cosa en claro, algo básico, pero a la vez muy complejo de conseguir. Sé el nombre de ese chulo que se cree alguien por tener un tupé con gomina. Jesús se llama. Ni me suena.

Volví a mi casa y ahora me encuentro aquí comiendo con mi familia por primera vez en algún tiempo.

Mi madre ha preparado una sopa bastante extraña pero desde luego nada sienta tan bien como comer en casa rodeado por tu familia, hasta que…

‒Lucía, ¿dónde has estado? He ido a llevarte el clasificador y no habías ido en todo el día.

Parece que mi madre está muy enfadada.

‒No te importa mamá. Nunca te ha importado lo que he hecho así que ahora no vengas con enfados.

Mi hermana parece que no se calla, ¡que pesada!

Mi padre y yo nos estamos mirando como si esto no fuese con nosotros. Que curioso, parece que si somos la misma escoria.

‒Hija, me parece bien que hagas lo que quieras pero, por favor, la próxima vez avísanos.

Ha hablado. Jaime se ha expresado pero, me resulta algo extraño.

Se está preocupando por ella pero a la vez tiene ese tono condescendiente. Tiene ojeras, parece muy cansado, además la ropa que ha dejado en el baño huele un poco a alcohol pero, de una forma u otra, ha querido dar un consejo.

‒Sois unos pesados.

‒¿A tu madre le dices pesada?

‒Sí ‒da un golpe en la mesa.

Casi me tira la sopa. Imbécil. Inútil.

‒Ahora mismo vete a tu habitación.

Mi padre ha vuelto a hablar. A pesar del tono parece muy duro.

‒Cállate borracho. Nunca estás con nosotros.

Lucía se fue del comedor. Se han enfadado todos menos yo que ni siento ni padezco.

‒José.

‒Dime.

Me ha hablado mi padre.

‒Esta noche celebraremos tu cumple y nos comeremos la tarta.

‒Sí, claro.

Sonreí sin ganas pero mi padre había hecho un gesto precioso por mí. Por supuesto, él no se había olvidado que era un día especial. No sé de dónde sale esa fe.

Mi madre, por otro lado, asintió. Los dos estaban ahí apoyándome y eso se agradece la verdad aunque realmente aún dudo que esto sea mi realidad.

Me fui a mi cita para hacer un trabajo. No tengo nada preparado por lo que parece pero no importa mucho.

Cuando me levanté de la mesa no recogí, los miré y me despedí de ellos en silencio, ni una palabra se merecían. En el fondo, son ellos los que me empujan a la soledad y a mis pensamientos.

Fui al lugar donde quedamos. No era una biblioteca, más bien era una sala joven pero estábamos solos y era incómodo hacer ruido.

‒¡José!

‒Enserio, ¿Por qué gritas?

‒Es mi tono de voz.

‒Pues que desgracia.

‒Eh que borde.

Al lado de ella venía una chica. Era bastante callada. Estuvimos media hora haciendo el tonto Rosa y yo. Ella solo sonreía y asentía.

Era un trabajo de plástica y sobra decir que soy un cero dibujando, pero esa chica callada me ayudó.

‒Oye, ¿tú vas al insti?

‒Sí, claro. Voy un curso por debajo de vosotros.

No habla con seguridad, como si se avergonzase.

‒José, a este paso vamos a suspender.

‒Ah ya me pongo.

No estuvimos hablando mucho más pero ella vivía cerca de mí, así que cuando terminamos ya era tarde, casi de noche, y acompañamos a Rosa a su casa.

Nos quedamos los dos a solas. Ella miraba al suelo sin pensar en nada. Yo hacía lo mismo.

La temperatura bajó y comenzó a nevar.

Otra vez.

Pasamos por el parque de mi pueblo. Íbamos andando lentamente. No estábamos disfrutando de la nieve, pero disfrutábamos de ese silencio.

Ella se paró en la entrada del parque.

‒¿Qué pasa? ‒le pregunté.

‒Nada, pero yo me voy a quedar aquí un rato, quiero ver la nieve, supongo.

‒¿Supones?

‒Si.

‒Está bien.

Nos despedimos. Que extraño, me ha dejado preocupado pero en el fondo me da igual, sí, me da igual. Yo entré por otro lugar al parque, veía caer la nieve, los copos tienen formas perfectas pero a la vez sólo mantienen esa apariencia en el momento que son sólidos. La comparación con mi vida es preocupante pero a la vez es divertida. Ojalá y ser como un copo de nieve, estar bien hoy y desaparecer mañana.

Llegué a mi casa.

Mi casa está en completo silencio. Esto es bastante extraño. Supongo que habrán tenido alguna discusión con mi hermana.

Acostarme tan temprano el día de mi cumpleaños. Está bien, espero.

Iré a por una botella de agua y mañana será otro día. Y quién sabe si será el último.

Mi familia está en el salón. Nadie se mira, el silencio rodea mi tarta. No sé si es triste o encantador.

Estábamos los justos eso es adorable.

Estaban mis padres y mi hermana, mi amigo Juan, Rosa y Alicia. También estaban sus padres. Los padres de Alicia son amigos de los míos. Me acabo de enterar.

La fiesta es bastante normal pero la verdad se agradece que tengan estos detalles. Será mejor que lo disfrute ya que tengo que asumir que no sé cuánto tiempo me queda aquí.

No sé realmente por qué tengo esta sonrisa en la cara si realmente me doy asco, aunque tengo que agradecer todos estos momentos. Nunca sé si se volverán a repetir.

Juan me ha felicitado otra vez. Esta mucho más animado que esta mañana.

‒Me he dado cuenta. ‒dijo Juan

‒¿Como?

‒La mirada que le has echado a Alicia y como ella, por supuesto, te ha ignorado.

Es bastante perspicaz, pero sólo para las cosas inútiles.

‒Bueno, qué importa.

‒Si tú lo dices. Vamos a pasarlo bien que la vida es corta y encima por las mañanas hay insti.

Brindamos con nuestros vasos rellenos con zumo de naranja.

Somos unos niños felices por lo que veo. La fiesta continúo normal. Los padres de Alicia estuvieron hablando todo el tiempo con los míos. Lucía estuvo todo el tiempo pendiente del móvil con una cara extraña. Quizás es adicta.

Juan y yo estuvimos juntos, luego se unió Rosa que se cansó rápidamente de Lucia.

Antes de irse Rosa habló conmigo.

‒José.

‒Dime.

De verdad tiene una voz irritante pero es muy simpática.

‒¿Dónde dejaste a Eli?

‒Me dijo que se quería quedar en el parque. A ver nevar, supongo.

Quiero pensar que Eli es la chica que estuvo con nosotros.

‒Ya veo. Es curioso. ¿Te dijo su nombre?

‒No, pero he supuesto que era ella.

‒Ya me extrañaba. Ella es muy callada pero bueno, no importa.

‒Se puso música y se fue al parque sola. La verdad es que es muy raro, pero hay gente que es así.

‒Oye. Y tú, ¿estás bien?

‒Genial. ‒Sonreí.

Gente que adora estar sola pero no como yo. La vida me había obligado a estar solo, triste y a sentirme desamparado.

Nos despedimos todos y me fui a la cama.

Sólo me quedé en silencio.

Amaneció otro día.

Hacía frío, de hecho, había nevado. Una noche más la cama era eterna y mis lágrimas eran cristales finos que me cortaban.

Y ahí estaba otra mañana más mi madre despertándome. Tirándome la ropa a la cama como si no supiese buscarla yo.

Tenía que ir al instituto pero antes desayunar con mi familia que parecían más calmados.

Todo está normal.

Mi vida es normal. Bueno, más o menos.

Estoy decidido. Debo ir otro día al instituto. ¿Será el último? En el fondo, es esta la pregunta que le da sentido a mi vida.

Que tranquilidad hay en la calle.

‒¡Hola José!

Bueno, estoy escuchando de fondo esa voz otra vez.

‒Hola Rosa.

Parece que viene alguien más.

Sí, ella es Eli.

‒Hola Eli.

‒Hola.

Que seca, bueno, como yo para Rosa.

‒¿Qué tal ayer en el parque?

‒Fue muy bonito. Estaba todo lleno de nieve y en silencio.

Un poco perturbador, pero bonito.

‒Tenías que haber venido al cumple de José.

‒Felicidades atrasadas.

‒Gracias.

‒Siento no haber ido.

‒No importa, a veces también se está cómodo en esos momentos.

‒Sí.

‒Sois muy raritos ‒finalizó Rosa.

Llegamos otro día más. Que repetitiva puede ser la vida para alguien tan joven.

Otra vez está Juan pasmado y mirando a su libreta llena de dibujos y de textos.

Tan listo para algunas cosas pero tan ignorante para otras.

‒Siempre vienes acompañado de chicas y eso que parecías tonto.

‒Vaya, pero si estás despierto.

‒Sí, voy en piloto automático. Me parecía feo no hablarte ‒dijo con media sonrisa.

‒Ayer cuando estábamos borrachos de zumo no decías eso ‒contesté.

‒Hago locuras cuando bebo.

Nos reímos. Es un placer tener gente así por las mañanas, pero mi vida es el drama de la comedia más simple.

14 de Novembro de 2021 às 18:44 0 Denunciar Insira Seguir história
0
Leia o próximo capítulo Lucía

Comente algo

Publique!
Nenhum comentário ainda. Seja o primeiro a dizer alguma coisa!
~

Você está gostando da leitura?

Ei! Ainda faltam 3 capítulos restantes nesta história.
Para continuar lendo, por favor, faça login ou cadastre-se. É grátis!

Histórias relacionadas