En la ciudad, se ve a un chico de cabello platinado siendo perseguido por un hombre de cabello largo oscuro
-¡No huyas, no servirá de nada!- grita el hombre de pelo oscuro – Tienes algo que es mío, ¡devuélvelo!
El chico de pelo platinado a pesar de ser perseguido se ve realmente feliz, como si todo fuera parte de su plan. Él es claramente más joven y por lo tanto más rápido, y evita los obstáculos con facilidad.
Van cruzando un mercado, por lo que hay mucha gente y muchos puestos a los cuales no quieren dañar.
El hombre comienza a desesperarse, parece que no es la primera vez que el joven le roba algo y se sale con la suya, pero esta ocasión esta decidido a atraparlo.
Entonces, llegan a un callejón sin salida
-No tienes escapatoria Daniel, dame lo que es mío – dice el hombre de pelo largo
- ¿Sabes? No deberías de enojarte, eso es malo para ti – contesta señalando la parte posterior de su cabeza.
El hombre toma un largo respiro, tratando de relajarse.
-¿Puedes devolverlo por favor?- dice el hombre
-¡Qué diferencia!- le responde el joven- pero déjame decirte dos cosas. Primero, no me llamo Daniel, y segundo la persona que te robó la bolsa fue la otra chica.
En ese momento la cara del hombre se puso realmente roja, estaba molesto y se le veía demasiado.
-No estoy de humor, Daniel.
-Que no me llamo Danieeel- le responde el joven burlándose de él.
-¿Y dónde esta la chica?- dice el hombre tratando de relajarse
-Pff, que va, no lo sé, estaba tan ocupado escapando de ti y tú persiguiéndome que ni notamos a donde se fue. Seguramente ha de estar demasiado lejos de aquí…
El hombre ata su pelo en una pequeña colita de caballo, como si eso lo ayudara a pensar mejor. Se le puede ver en la nuca que tiene escrito la palabra IRA y el número 400.
-¿Qué tenías en la bolsa que era tan importante?- pregunta el joven
-Puntos… muchos puntos
-¿Cuántos?
-Cien
-¿¡Cien!?- el joven empieza a reír- con eso comprabas tu salida de este lugar – dice riéndose a carcajadas.
El hombre no puede contenerse más y se le acerca realmente molesto al joven para darle un buen golpe, cuando de repente… Desaparece, dejando únicamente restos de polvo.
-Te dije que enojarte te haría mal.
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