1.
En este momento me dirijo a tomar entre mis manos la letra inicial del alfabeto griego que antes toma por sí, Aristóteles para construir su silogismo inicial.
En tanto eso ocurre, el vecino de enfrente toma su historia personal cuando está asido al dictado de su corazón: ni en avance, ni en retroceso, pues da la impresión de que vive en absurda zona de confort platónico al fatigar mayormente sus vaivenes sentimentales indefinidos ante la moza con la que él aún no se declara.
Por otra parte, mis congéneres intuyen que progresan de algún modo, pero no aclaran en suficiencia si se encuentran ante un falso orgullo de clase en ascenso o se abstienen de gritar ante su eclosión de vida por tedios merecidos e inexplicados, ahora que se han sacado la lotería millonaria.
Todo lo cual, dicho sea de paso, les ha de importar un comino, igual que a mí.
Parecen sentir que este mundo marcha a punto de deletrear la última letra del alfabeto.
Como también de pasar al estallido de su mundo mientras se cae a pedazos, sin importarnos a ti, a mí, y hasta ellos, como al resto de quienes hasta aquí han leído estas líneas... y continúan haciendo planes dada la inminente devastación nuclear que se avecina.
CONTINUACIÓN
2. ASÍ
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