La Ciudad | Yoonmin Seguir história

Las cosas cambian con el transcurso del tiempo, eso me queda muy claro.

El primer día del año, la nieve tapizaba los alrededores, Jungkook antes suplicaba por salir a jugar en ella y nosotros le decíamos de una manera casi automática un "tal vez luego" que, sabíamos, le destrozaba, pues poco a poco fue dejando de preguntar; esta vez se quedó junto a la chimenea, sosteniendo una taza de té entre sus manos y levantándose de vez en vez para asomarse por la ventana. Yo no hacía más que fruncir el ceño cuando lo veía repetir aquella acción en lugar de terminarse el té que se había preparado y que, seguramente, ya se había enfriado.

Escuché la puerta trasera abriéndose y me levanté para ir a ver; sabía que era Jimin con la leña que había dicho que iría a buscar. Jungkook ni siquiera se movió. No estaba esperando a su otro padre.

Al caminar hasta la puerta, lo vi, cerrando la puerta tras de sí, usando un gran abrigo y una bufanda que le cubría desde la nariz hasta el cuello permitiéndome dirigir toda mi atención hacia sus oscuros orbes; éstos parecían un par de obsidianas con las que me veía de forma amable, aquella dulce mirada que sé que amé, amo y amaré hasta el final de mis días.

Colocó la leña en el piso y alzó una de sus manos, vi su piel tersa y blanca siendo desprotegida por la manga de su abrigo, sus pequeñas falanges asomándose y mostrando una tonalidad rojiza en la punta debido a lo baja que era la temperatura. Todo sobre Jimin era sumamente hermoso, no había nada que se le pudiera igualar, el amor que yo sentía por él era lo mejor que tenía en mi vida.

Con sus delgados dedos, bajó su bufanda y dejó expuestos sus labios de color carmesí junto con sus mejillas ruborizadas, me sonrió en grande, esa sonrisa que hacía que sus ojos desaparecieran.

—Vi a Namjoon —declaró antes de adentrarse más en la casa. Lo seguí con la mirada y vi de reojo a Jungkook desviar su atención de la ventana por primera vez en toda la noche —. Él me ha dado un poco de su leña y su hijo me ha dicho que le entregara a Jungkook un pequeño regalo.

Jungkook apretó sus labios tratando de ocultar una sonrisa. Supe al instante que eso era por lo que tanto estaba esperando.

Jimin avanzó hacia Jungkook y, al estar frente a él, metió una de sus manos en su bolsillo para sacar una caja de metal que abrió bajo la atenta mirada de nuestro hijo.

Eran unas acuarelas que venían con un pequeño pincel. Los Kim eran algo cercanos a nosotros, por lo que ellos eran conscientes de lo mucho que le gustaba a Jungkook el dibujo desde que era pequeño; lo habían visto crecer y, su hijo, Taehyung siempre se ha llevado bien con el nuestro.

El dibujo era uno de los pocos gustos que lograron sobrevivir con Jungkook sin importar el transcurso de los años. Sujetó la caja con mucho cuidado usando sus dos manos; la apreció con mayor detenimiento y sonrió mostrando sus dientes.

—Gracias —le dijo a Jimin, quien asintió y tomó asiento en el sillón donde yo estaba sentado hace un instante.

Recogí la leña para poder colocarla a un lado de la chimenea, Jungkook ahora estaba menos inquieto y por fin comenzó a beber su té.

Sí, ese era el primer día del año. Únicamente nosotros tres, pues el mal clima no nos permitiría ir tan lejos. Fue la primera vez que logré convencer a Jimin de no salir con anticipación, pues yo no era del agrado de sus padres y los míos llevaban muertos más de una década.

En realidad, yo no culpaba ni odiaba a los padres de Jimin, menos ahora que sé lo que me llegó a pasar por la mente por un simple capricho. De pequeño llegué a creer que yo era una especie de monstruo, mi madre siempre lo repetía y lo creí incluso sin entender a qué se refería. Jimin había sido como si el perdón se me hubiese entregado, él me convenció de que yo no era ningún monstruo, y bueno, esa no es la única o la más grande ironía que ocurrió en el año.

Respecto a mi matrimonio, Jimin y yo no nos habíamos casado por intereses, yo me enamoré de él, él se enamoró de mí, en ese momento yo no sabía nada sobre él y en cuanto me enteré del dinero con el que su familia contaba, traté de convencerme de que nada cambiaría.

Oh, el dinero, aquel bien que siempre me había sido tan escaso, nunca creí que pudiese corromper a algún ser, pero la tranquilidad que me genera ahora el pensar que fue el dinero el que me lanzó un hechizo ese día, es simplemente acogedora, pues fue el dinero mi única motivación para comenzar a creer que Jimin era de mi pertenencia más allá del amor que ambos nos teníamos, creí que Jimin era mío de una manera literal, no como los jóvenes enamorados regalan sus corazones de una manera metafórica, creí que Jimin era mío más allá de lo sentimental, como si él fuese algo así como un adorno por el que yo había pagado, que podía simplemente deshacerme de él si dejaba de gustarme, pues no tengo amigos ni familia a quienes pudiera regalarlo; pero no, Jimin jamás dejó de gustarme, ni siquiera cuando me di cuenta de que él ya estaba muerto. Jimin jamás dejó de gustarme, mucho menos dejó de parecerme bonito. Él simplemente se rompió. Yo simplemente lo rompí.