1566617928 Francisco Rivera

Asociado a nuestra manera de ser, cada mito encuentra una creencia o una proyección humana. Como personas de relaciones interpersonales, los seres humanos mentimos en recurrencia y quienes lo advierten, nos regresan en recurrencia lo mentido...Así, encadenamos hechos o circunstancias a lo mítico, a sus personajes y a sus avatares: ¿Cuál es el vuestro...?


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#mitos #Mitomanías #Proyecciones-Interpersonales
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Mitomanías

En el día que corre, un vocablo griego me empasta el sabor de la vida cotidiana.

Sin acertar el porqué de esta sensación vocal, emito un: mhytos que rompe con la convencional manera en que me destrabo los bostezos matinales.

En una siguiente asociación se presentan ante mi vista ciertos perfiles de hombres y mujeres de estatura más que considerable y sobrepasan mis ciento setenta centímetros, hasta en dos ó tres veces a mi talla corporal.


Por un momento ignoro que esas siluetas evocan a seres mitológicos de cuanto narran los avatares de dioses y semidioses de ambos sexos, los cuales pertenecen a las edades antiguas de Grecia y Roma.

Si bien no soy especialista, ni descifro terminología asociada al estudio de los mitos pertenecientes a esas culturas y civilizaciones del mundo, arrostro mi ignorancia ante esas visiones.

En algo sí comparto con esas siluetas: arrobarme en los contextos donde surgen sus leyendas y en la influencia, directa e indirecta, de unos y de otras entre los seres humanos comunes y corrientes como mi persona y nombre propio.


Por el momento no se me ocurre lo que esos seres míticos influyen en el propio pensamiento de individuos, culturas, sociedades y civilizaciones que se esparcen entre los cinco continentes y en todas las naciones del orbe hasta hoy día.

Por ahora, tampoco es de mi preferencia investigar en fuentes de la web sus atributos e historias, sino el por qué a mí me ocurre lo que les cuento.

Sin entrar en mayores dilucidaciones, llama mi atención la confluencia de tan magníficos seres, héroes y heroínas, dioses y diosas, deidades todas con atributos tales, que sólo me ruborizan mi pequeñez humana.


Las versiones que se describen en tratados especiales, en fuentes de investigación y en mente y voz intelectual de quienes se han ocupado, y aún se ocupan de su poder, encanto, hazañas, determinación y resoluciones inéditas frente a lo que se les opone entre lo divino y lo infra terreno, no deja de causar honda impresión en mi imaginación.

Ante lo mundano y lo inmortal, pero también en su universo y creaciones, así como entre sus maldiciones y rasgos determinantes hacia seres míticos y semidioses de menor jerarquía, siempre han estado asociados en su esencia mítica.

Y desde siempre también en los rasgos religiosos; en sus ramas familiares y en las conductas de sus personajes de ambos sexos, respecto de su actitud por igual ante el sexo, el amor, la locura y la muerte.


En este día, con toda mi flojera acumulada por noches de vela recurrente, me encuentro repitiendo una y otra vez ese vocablo griego: mythos.

Trato de dispersar esto que cuento, pero luego mi mente lee como cintillo electrónico que pasa sobre mis ojos, lo siguiente: relato, cuento, mito, mentira, verdad extraña, y asuntos de ese tipo...

Con esta introversión que me persigue como una sombra; como un chaca-chaca, anuncia lo siguiente: seres sobrenaturales y extraordinarios y un ¡Puf!, presto aparece como nube multicolor y luego discurre en desfile de pasarela las asociaciones siguientes:

Ser dioses, semidioses, héroes, monstruos y personajes fantásticos


Reparo en eso y mi vista percibe, nuevamente, a manera de un rótulo o esquela que ofrece una información intermitente que se textualiza a la manera de redacción de un telegrama de años pasados, lo siguiente:

Mitos; civilizaciones griega y romana, parten del sistema y de las creencias, culturas y comunidades que se consideran historias verdaderas

De inmediato me quedo absorto e interpreto la redacción convencional que cualquier persona avezada en esos mensajes anteriores a los actuales trescientos caracteres escritos de mis congéneres de redes sociales en el presente milenio, asocia las grafías elementales de este modo para hacer la consiguiente versión:


Mitos que pertenecen a las civilizaciones griega y romana y que son parte del sistema de creencias de una cultura o de una comunidad, que los considera historias verdaderas.

El vocablo mythos en su intermitencia misma, ocupa mi atención visual y emite un nombre de personaje femenino: Medusa, asociado a su texto consiguiente: mujer-seducción-castigo-sociedad-mundo global.

Aquí inicia mí avatar: en medio del territorio de la mente y el mar intrincado de neuronas personales, aparece una silueta de mujer terrible: Medusa y algo de sus hechos de consumación pétrea; con ojos duros y sentencia que emite, además, seducciones carnales irremediables.


¿Por qué he de ser yo quien se entrometa en su vida mítica?

Les cuento…

Ahora hago un desayuno frugal y aparece a un lado derecho su figura de guardiana o protectora del templo de Atenea…


En un inicio, en pleno desayuno, escarcho con miel y granola la porción de fruta picada de la estación.

Me dispongo a llevar el primer bocado, pero éste casi cae de la boca cuando aparece Medea.

Junto a ella, el texto intermitente que informa de modo sucinto su genealogía de monstruo ctónico o kthónios.


Dada la duda metódica, Descartes viene en mí ayuda, y aparece un ícono de un diccionario de recurrencias para informar que tal ser tiene por lugar la tierra no, de faz, sino interior, la del infra mundo.

En consecuencia, otra asociación llega hasta mi interior mental y en ejemplo de género: una mujer se queda viendo a un hombre en cualquier lugar del planeta y nos entera que, de manera fija, prende su vista hacia los ojos del ser varón que tiene enfrente.

O, bien, a un lado y/o a cierta distancia, resuelve el episodio pétreo en uno u otro ser atrevido que mira a una mujer fatal como Medusa.


Se trata de esos momentos fugaces en que uno desea ser Perseo para decapitarla y conservar su mirada de roca en momentos en que uno siente falta de amor y de atención femenina.

A diferencia de ese personaje, el uso de su cabeza, no como arma de aporreo y conversiones en piedra de contrincantes pasionales ante mujeres que suelen ser, como si fuera una inoportuna y última Coca Cola en el desierto o aquella otra flor irregular en páramos inapropiados -por ejemplo: bares, tabernas, cantinas, cafés o lugares de afluencia de sexos-, no dicta razones suficientes para entender las razones por las cuales se deben inmolar ofrendas a la diosa Atenea.

Ésta, en versión mítica, se reserva su silencio y acepta esa chiluca (cabeza, pues) para acomodarla de manera apropiada en su escudo, con lo cual deja lista su égida de deidad a partir de ese hecho.


Y, de ahí en adelante y sin tener un tiempo terminal alguno, forja una parte de su mito...

Esa cabeza lo es de pleno horror y de serpientes que se entreveran al semejar cabellos enhebrados y reptantes.

Sus actitudes se muestran en ser de la calidad de seres dispuestos a infringir mordeduras letales al menor asomo o ante cualquier otro movimiento humano en falso y proximidad vulnerable.


En esto nos recuerda que toda fea nunca antes nace fea.

Todo lo contrario, también puede ocurrir: siendo un tipo de Medusa bella y hermosa, se afea en más de lo que toda mujer debe evitar, a reserva de dos condiciones: llevar al frente su fealdad, como se debe o cuidarse de dañar su belleza ante cualquier eventualidad azarosa de la vida que la pueda afear... sin más y para siempre.

En torno a esto sospecho y soporto las mil y un versiones de Medusa, por ejemplo, como un tipo de ser inefable dispuesta a mostrarse ante cualquier hombre y desde ese afán recóndito a ser fémina y no monstruo de fémina.


A seducir a un tipo como cualquier Poseidón y ser desterrada por ese hecho.

Pasar aquella mujer por una protectora y ejemplo de cuidadora de Atenea, sin poder evitar llamar a seducción a ese proclive Poseidón siempre presto a tener condescendencias provocativas.

Afrontar el celo de Atenea por creer tener mayor importancia en belleza e inteligencia que esa diosa.


Luego, profanar su templo con la osadía de esta mujer, tachada de cascos alegres y ligeros, tal y como dicen las malas lenguas: siempre proclive para entregarse-por-entero-a-Poseidón, y éste a-poseerla-por-entero-y-en-entera- proclividad.

En ese colmo de versiones se muestra la terrible decisión de Atenea tras confirmar las sospechas del embarazo de Medea por ese introito de Poseidón, quien decide para sí asumir un golpe de autoridad ofendida de diosa y mujer para desterrar a aquella mal nacida y fácil.


No conforme con esta determinación, ordena matar a la pérfida osada y poner el punto final a una relación escandalosa e inmunda para la diosa.

Pasto de los tiempos, las versiones difamatorias, los hechos consumados y todo ese agregado de especiería al plato fuerte divino, asegura que otro personaje, aparente involucrado a posteriori, Perseo, en otro momento ha de cortar la cabeza de la terrible mujer.

Desde esta le nacen dos hijos y ante sangre derramada de ambas extensiones de sus entrañas se crean los escorpiones y las serpientes, esa fauna reptil infaltable de los desiertos del mundo.


Pero: ¿Quién es Medusa, antes de ser la terrible mujer convierte-piedras de ojos humanos que tironean suerte mortecina ante lo que no deben ver desde sus inoportunas miradas ojos y voluntades ajenas?

Ella, Medusa, integra esa parte de las gorgonas, terribles seres que unifican horror y protección encarnadas como hijas de Forcis y Ceto, cuya circunstancia unen a la fealdad de sus hermanas inmortales, la belleza mortal superior de esta chica.

En esa razón proporcional a cuánto no soporta ver Poseidón, el deslumbramiento varón y el sentimiento amoroso enardecido por ella y desde ella, lo mueve a seducirla a como dé lugar, aun cuando otras viperinas lenguas dicen que sólo con violación hecha de por medio, la hace suya con deshonra de Medusa y afrenta cumplida ante la investidura divina de Atenea.


Para su desgracia, la intemperancia de Poseidón le tiene sin cuidado y la toma para sí en el mismo templo de adoración de Atenea.

Aquí se inscribe además en Denuncia de Hechos al Olimpo, una naciente oposición entre dioses de sexos diferentes.

Tal rivalidad no queda en esos términos, sino que escala en más y antes que castigar a las testosteronas de Poseidón, quien se va primero contra su odiosa rival de género: Medusa.


Luego, antes que lo ya comentado, decide convertirla en un ser igual que sus dos hermanas, Esteno y Euríale, monstruos con manos metálicas, afilados colmillos y ojos de luz intensa, petrificantes de cuanto ser se interpone ante su vista terrible y fatal.

¿Ahora caen en la cuenta de lo que me ocurre?

¿Alguno de ustedes desea estar en mi lugar?


¿Creer o no creer en los mitos?

¿Asociar lo que pasa en el mundo, entre sexos semejantes y la conducta de un sexo diferente al femenino?

¿Los atributos de fealdad y belleza son consustanciales a una y a otra, y viceversa?


¿Estuvo en lo correcto Atenea, para obrar como lo hace?

¿Cómo ver e interpretar a Poseidón y, sobre todo, en ese dicho coloquial de: donde las dan las toman?


CONTINUACIÓN:

INTEMPERANCIAS

7 de Julho de 2021 às 18:11 2 Denunciar Insira Seguir história
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Limdbergh Lisboa Limdbergh Lisboa
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October 02, 2021, 16:15

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