Los ciegos Seguir história

Lo único que deseo es tranquilidad y paz, ya que tengo miles de problemáticas que enfrascan mi existencia. Conflictos que solo un grupo reducido conoce, los más íntimos a mí, mejor dicho. Quiero que eso siga siendo de esa forma ¿por qué? Bueno… la respuesta es sencilla, porque hay gente que tiene ojos que no ven y oídos que no escuchan.

Por algo se dice que incluso la misma sabiduría le da un límite al entendimiento. Pienso que es así porque simplemente no todo el mundo puede ver y entender lo que otros sí pueden. Supongo que los que no ven ni oyen viven inmersos en su propio mundo, en sus problemas, en sus alegrías, en sus amarguras. Esa forma de ser no está mal, lo que sí lo está es que desde su ceguera quieran entender o tratar de dilucidar realidades que son inaprensibles para los que poseen tal incapacidad.

Intento no juzgarlos, pues considero que solo son prisioneros de la época en la que nacieron y se desarrollaron. Es desde su propia cautividad donde intentan entender y ver, pero no pueden. No logran conseguirlo por qué están atravesados por los conflictos de su época y por el sistema de valores que está instaurado en ellos.

Desde esa posición pretenden “saber”, “entender” e interpretar al otro, al que sufre, al que siente. Pero en esos vanos y tontos intentos de “empatizar” lo único que hacen es deshumanizar, desvalorizar y mirar con ojos de indiferencia al que grita y demanda por amor. Muchas veces reflexiono sobre eso y llego a la conclusión de que no saben amar o aman de forma diferente. La respuesta a esa interrogante la tengo muy dentro mío, y cuando adquiero el valor de ahondar en mí, me doy cuenta que la verdad a la cual que llego me lastima, y mucho. Porque su forma de amar, de querer, lastima. Me lastima y lastimó.

Esa manera de ser me rompió y dejó un gran vacío que hasta el día de hoy intento llenar. Ese hecho puntual es el que hace que no quiera que ningún ciego me alcance, me encuentre, me descubra. Creo que el deseo de que los ciegos no me alcancen es el único gesto de amor propio que puedo llegar a tener conmigo mismo.

Es un acto humanizador y purificante abstraerse y rescatarse de este mundo de ciegos y sordos que me circunda a mí y a muchos otros. Esa forma de proceder es de la manera en que la describo porque ya no quiero que me sigan lastimando, porque logré diferenciarme de los ciegos y sordos gracias a que me di cuenta que poseo algo que me distingue. “Eso” que pone un punto y aparte entre ellos y yo, es mi capacidad de amar, escuchar y entender. Yo logro comprender a los que sufren y a los rotos, porque yo también aprendí a amar desde el vacío, desde la carencia, desde el dolor. Esta cualidad que tengo me permite llegar a los que nunca fueron alcanzados ni tocados por nadie.

Desde la ruptura, el vacío, la angustia y la melancolía, voy a delimitar un nuevo camino, mi camino. Uno en el que no hayan miradas que juzguen o lastimen, más bien, uno en donde predominen todos esos bellos sentimientos que invaden mi corazón, aquellos que lo hacen seguir latiendo.

Amando es como deseo transitar cada uno de mis días, y de esa manera, por fin, poder sanar y soltar todo eso que alguna vez me angustió.