u388 Silvia Jiménez

Una llamada misteriosa atrae a dos desconocidos a una casa abandonada donde se encuentran con un cadáver. Ninguno de los dos es culpable de ese asesinato, pero saben muy bien que la policía no creerá eso y les encerrarán de por vida por un crimen que no cometieron. Lo único que saben es que alguien ha querido tenderles una trampa y no pararán hasta descubrir al verdadero culpable.


Ação Para maiores de 18 apenas.

#romance #accion #huida
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CAPITULO 1

Había sido un día agotador. Trabajar como secretaría en las empresas de seguridad Kingston era una de las mejores cosas que me podían haber pasado, pero era un trabajo demoledor. Eran las once de la noche cuando salí de la oficina y solo tenía ganas de llegar a casa, pasear a mi perro, ver la televisión o leer después de cenar e irme a dormir. Por suerte, era viernes y al día siguiente no tendría que ir a trabajar. El frío era horrible en aquella época del año, solo a unas semanas de que comenzara la Navidad. Me abrigué para enfrentarme al frío y fui corriendo hasta el vehículo. No corría solo por el frío, está claro. Una mujer sola como yo en mitad de un parking a aquellas horas de la noche, era llamar al peligro, sin duda.

Cuando estuve dentro del vehículo, respiré tranquila y encendí la calefacción antes de iniciar la marcha. Hice el camino de forma rápida, ya que a aquellas horas, no había mucho tráfico y llegué a casa solo en quince minutos. Al entrar en mi hogar, cerré la puerta con fuerza y me quité los tacones, que ya empezaban a molestarme. El ladrido de mi perro me hizo volver a la realidad y solté el maletín para abrazarle.

-Ya estoy aquí, cariño. Dame un segundo y nos vamos a pasear.

Recogí mis cosas y me dirigí a mi habitación, donde dejé mis pertenencias. Después, pasé al aseo y me miré al espejo. Tenía una pinta horrible, ya que el maquillaje casi había desaparecido de mi rostro y las ojeras empezaban a hacer acto de presencia. Gruñí y me quité el poco maquillaje que aún adornaba mi cara y al ver mi cabello hecho un desastre peinado con aquel moño me solté el pelo y lo alboroté antes de volver a salir a la calle.

Mi perro corría liberando tensiones por el parque que teníamos enfrente de casa, mientras yo le observaba con su correa entre las manos. Me fije que solo un par de personas, aparte de mí, paseaba a sus perros. El resto del parque estaba ocupado por adolescentes rodeados de botellas de alcohol.

Sonreí al pensar que al menos ellos tendrían adolescencia, al contrario que yo. Con solo veinticuatro años había tenido una vida complicada. Mis padres habían muerto en un accidente de tráfico cuando yo tenía dieciocho años y había tenido que hacerme cargo de mi hermana Rose, la cual actualmente, con veintidós años se encontraba trabajando en el extranjero y no podía evitar comportarme con ella como una madre histérica. Así que yo no había podido salir en mi adolescencia como aquellos chicos porque mi vida se rompió justo cuando comenzaba mi mayoría de edad.

Cuando mi perro se cansó de correr y yo de esperar, volvimos a casa. Una vez allí, cerré la puerta de la calle con cerrojo y le preparé una buena cena a mi perro. Después, fue mi turno de hacerme una deliciosa y saludable cena, así que me decanté por una ensalada de marisco. No tenía ganas de cocinar y elegí uno de los múltiples botes de comida preparada que poseía en el frigorífico, como podéis ver. Después de cenar, fui a ponerme el pijama y decidí leer un poco. Una media hora después, cerré el libro y lo dejé sobre la mesa. Era tarde, así que tal vez, debería irme a dormir, pero antes quería hablar con mi hermana, así que la llamé al móvil. Tras un par de toques, me lo cogió y charlamos de banalidades antes de despedirnos e irnos a dormir.

El despertador comenzó a sonar a la mañana siguiente. Lo apagué con coraje y miré la hora. Aún podía dormir un poco más, era sábado. Pero entonces, los ladridos de mi perro me recordaron que él tenía que salir a pasear o sino podría vengarse de mí haciendo sus necesidades dentro de casa y eso sí que no. Me levanté, me vestí, me lavé los dientes y me preparé para salir a pasear con el perro. Como la noche anterior, me encontré a un par de vecinos con sus perros y el resto de la fiesta adolescente de anoche, que eran las botellas de cristal vacías. Cuando mi perro terminó de hacer sus cosas, volvimos a casa. Sabía que me sería muy difícil volver a dormir, así que me dediqué a recoger un poco la casa escuchando algo de música en la radio y con el móvil en el bolsillo del pantalón por si me llamaban. Justo cuando terminé mi tarea, recibí una llamada. Miré la pantalla del móvil y me tranquilizó saber que no era mi hermana para darme la lata con sus absurdos problemas que consistían en quejarse absolutamente de todo.

-¿Diga?

-¡Hola Megan, soy Rachel!

-Hola Rachel… ¿Cómo estás?

-Agotada, sabes mejor que nadie que odio trabajar en Kingston.

-Lo sé, es un trabajo demoledor, pero deberías estar agradecida por tener un trabajo. Yo estoy contenta aunque acabe agotada cada día.

-Sí, bueno… La vida sigue… ¿Te apetece venir al cine esta noche?

-Me encantaría, necesito despejarme.

-Nos vemos en el centro comercial a las nueve, entonces. ¡Hasta luego!

-¡Hasta luego!

Rachel era una compañera de trabajo. Las dos trabajábamos en el departamento de recursos humanos de la empresa y teníamos la opinión de que en la empresa nos explotaban demasiado y a veces odiábamos que nos trataran de esa manera, pero era un trabajo y con los tiempos que corrían, no podías ponerte a elegir, la verdad. Además, a pesar de todo, se ganaba bastante bien, así que el cansancio merecía la pena.

El resto del día lo pasé de aquí para allá y cuando la hora de la cita se acercaba, comencé a prepararme. Justo antes de salir, paseé a mi perro y recibí una llamada. Pensé que era Rose o Rachel, pero el número era desconocido. Me extraño eso, pero decidí cogerlo.

-¿Diga?

-¿Megan Morrison?

-Sí, soy yo… ¿Quién es?

-Si en algo te interesa tu amiga Rachel Blanc, deberías venir a ayudarla. Está en un apuro.

-¡Oiga…!

Había sido una llamada extraña. Hasta la voz de la persona que llamó estaba distorsionada y eso me dio muy mala espina. Algo me decía que no debía plantearme el hecho de ir, que debería ir al centro comercial, pero… Sentía miedo por el mensaje del que era conocedora. No sabía dónde podía estar Rachel, así que utilicé el buscador del móvil para localizar de donde provenía la llamada. Un lugar a las afueras de la ciudad. Otro mal presentimiento. En esa zona, solo ocurrían desgracias.

Me monté en el coche y me dirigí hacia allí sin dudarlo, encontrándome de frente con una casa abandonada. Salí del coche con una palanca guardada en el bolso en caso de que tuviera que defenderme. Miré a mí alrededor y no vi nada sospechoso, excepto que aquel lugar estaba desierto. Tragué saliva y entré en aquella casa abandonada, donde la oscuridad me envolvió.

-¿Rachel? ¿Dónde estás?

Seguí caminando por aquella casa, hasta que una pequeña luz se colaba por una pequeña rendija de la puerta y supe que ahí había alguien. Preparé la palanca de mi bolso y al llegar a la sala, vi que había alguien agachado al lado de mi amiga, tomándole el pulso.

-¿Qué le has hecho a mi amiga? –le dije con la voz más amenazante que pude poner en aquel momento-.

-¿La conoces? –me preguntó una voz grave y varonil-.

-Es mi amiga Rachel.

-¿Y por qué piensas que le he hecho algún daño? –enarcó una ceja-.

-Alguien me llamó diciendo que mi amiga estaba en apuros. Y si llego y te encuentro con ella, ¿qué quieres que piense? –le enfrente-.

-A mí también me llamaron.

-¿La conoces?

-Es la hermana de mi ex mujer.

Lo miré con sorpresa. Ambos conocíamos a Rachel y si ninguno de los dos le había hecho daño, no entendía qué podía haber pasado. Me acerqué a ellos y me agaché junto a mi amiga, dándome cuenta de que algo muy malo le había pasado. Su rostro estaba golpeado y sus ropas jironadas. Las lágrimas se agolparon en mis ojos, pero me resistí a dejarlas brotar delante de un extraño.

-Deberíamos llamar a una ambulancia –el extraño me sacó de mis ensoñaciones-.

-¿Por qué?

-Rachel no respira.

-No puede ser…

-También deberíamos llamar a la policía. Alguien ha asesinado a Rachel y se ha encargado de tenernos aquí a los dos.

-¿Qué quieres decir?

-Estoy seguro de que es una trampa.

-¿Una trampa? ¿Estás loco?

En ese momento, escuchamos las sirenas de las ambulancias y de los coches de policía, cosa que me sorprendió porque ninguno de los dos les habíamos llamado, aunque no sabía si el desconocido se había encargado de eso en mi ausencia… En aquel momento, no estaba demasiado receptiva. Esperaba que pudieran hacer algo por Rachel y estaba dispuesta a explicarles lo sucedido. Solo tenían que ver mi registro de llamadas para ver que algo extraño había pasado. El hombre que tenía delante tenía el ceño fruncido y miraba a su alrededor, aún estando seguro de su teoría. Cuando dejó de mirar a su alrededor, me miró a mí, causándome un estremecimiento. Entonces, se acercó a mí y me agarró del codo para apartarnos de la escena del crimen y dejar paso a los policías y a la ambulancia.

-¿Qué ha pasado, Robert? –se nos acercó un policía alto y fibroso-.

-Recibí una extraña llamada que provenía de esta casa. Al llegar, me encontré el cadáver –el desconocido hablaba con una tranquilidad pasmosa-.

-¿Y la mujer que te acompaña? –El policía me miró de malos modos-.

-Ella llegó unos minutos más tarde que yo. Al parecer, también recibió una llamada misteriosa –le explicó-.

Los hombres continuaron hablando entre ellos. Al parecer se conocían y eso me alivió un poco. Sin embargo, los policías no nos quitaban ojo y un temblor me recorrió. ¿No estarían pensando que éramos los culpables, verdad?

-Vais a tener que acompañarnos.

-¿Y eso por qué? Ya te lo he explicado, Tom…

-Sí, claro… También ocurrió lo mismo cuando te echaron del cuerpo de policía.

-Eso fue un mal entendido, también.

-Lo siento, Robert. Sabes que solo estamos haciendo nuestro trabajo.

-Pues lo estáis haciendo mal. Deberías empezar por registrar las llamadas que hemos recibido en las últimas horas y rastrearlas para encontrar al culpable.

-¿Por qué no continuamos esta conversación en la comisaría?

-Es mucho mejor hablarlo aquí porque la señorita y yo somos inocentes, por tanto, no iremos a ningún lugar con vosotros.

-De acuerdo, registraremos las llamadas si nos permitís vuestros teléfonos.

Asentí con la cabeza. Estaba realmente asustada. Jamás había tenido problemas con las fuerzas de seguridad del estado y ahora de repente, tras una misteriosa llamada y encontrarme a mí amiga asesinada, pensaban que aquel extraño y yo éramos los culpables. Aunque de él no podía estar tan segura. ¿Y si Rachel y él habían sido amantes? Era una teoría muy televisiva, pero no encontraba otro motivo más obvio si mentía en las llamadas.

Rebusqué mi móvil en el bolsillo y se lo entregué al policía que asintió con la cabeza. El extraño a mi lado tardó en darle el móvil a su ex compañero, ya que por la conversación que habían tenido deduje que aquel desconocido había sido policía, y lo hizo a regañadientes. Los policías se apartaron entonces a realizar las investigaciones pertinentes.

-Tenemos que irnos –me susurró-.

-¿Por qué? Somos inocentes y cuando lo sepan nos devolverán nuestros móviles y todo volverá a la normalidad –le dije en voz baja-.

-Megan es tu nombre, ¿verdad?

-Sí.

-Conozco a los policías mejor que nadie porque he sido uno de ellos y descubran lo que descubran, seremos los principales sospechosos –se cruzó de brazos mirando a sus ex compañeros-.

-Eso no tiene sentido –le dije indignada-.

-Piénsalo… Estamos en la escena del crimen justificando que somos inocentes. En el noventa por ciento de los casos similares, los declaran culpables.

-Admito que es raro, pero no hemos hecho nada… Bueno, solo puedo hablar por mí.

-Si hubiera matado a tu amiga, te habría hecho lo mismo para que no me delataras, ¿no crees?

-Visto así, pareces llevar razón.

-Entonces, hazme caso y vámonos.

-Deberíamos esperar a que nos devuelvan los móviles.

Robert, que así se llamaba el extraño, me miró con mala cara, dispuesto a seguir discutiendo pero los dos nos callamos cuando los policías se acercaron a nosotros y nos devolvieron los móviles, diciendo que de momento, podíamos marcharnos pero que no saliéramos de la ciudad por si teníamos que ir a la comisaría a declarar cualquier cosa en el futuro. Robert asintió a mi lado y los dos nos marchamos siendo vigilados por sus ex compañeros. Me acerqué hasta mi coche y Robert me seguía muy de cerca.

-¿No pretenderás que te lleve a casa?

-Sería demasiado sospechoso, ¿no crees?

-¿Qué quieres?

-Que dejes de dudar de mí porque soy inocente, al igual que tú.

-Es algo que la policía decidirá.

-No quiero que desconfíes de mí. Deja que te explique las cosas, por favor.

-Nos vemos en el parque Wilson en media hora.

-Gracias, allí estaré.

Conduje hasta llegar a casa, dejándolo todo atrás a mi paso. Cuando aparqué el vehículo, quedándome frente al parque Wilson, que era el que había enfrente de mi casa, la realidad cayó sobre mí como un jarro de agua fría. Mi amiga Rachel había muerto y ante la policía, Robert y yo éramos los principales sospechosos. Cuando yo llegué, Robert estaba a su lado y no podía asegurar que él fuera inocente. Sin embargo, si hubiera sido culpable, hubiera intentado hacerme desaparecer de algún modo. Aún así, había cosas que no me cuadraban y quería que él me explicase.

Al cabo de media hora, Robert apareció en el parque. Bajé del vehículo y me acerqué al banco en el que me esperaba. Miré a mí alrededor y el parque estaba vacío, extrañamente vacío.

-Tenemos que hablar –me dijo al llegar a su lado-.

-Sin duda –me senté a su lado, dispuesta a escucharlo y juzgarlo-.

27 de Abril de 2021 às 12:00 0 Denunciar Insira Seguir história
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