phoenixthebaird1865 Galceran (Sunifred) Tramuntana (Migjorn)

Segunda parte de las aventuras del profesor Arturo Velázquez su amigo Juan Martínez.


Conto Todo o público.

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1936 (Parte única/Part única)

— ¿Sí? ¿Quién es?— dijo el profesor Arturo Velázquez, el cual, después de vestirse y preparar el equipaje para irse de viaje con su esposa Carmen a Bilbao, recibió una llamada en el despacho de su mansión que tuvo que atender inmediatamente.


— Pertenezco a un grupo de contraespionaje; trabajo para los republicanos y queremos que nos ayude. Deseamos que ocupe la plaza de uno de nuestros espías ya retirados y vaya a 1936 con su máquina del tiempo para detener el conflicto bélico que pronto causará el caos de la población en dicha época y perderán sus derechos y libertades porque la guerra será ganada por los franquistas.


Se lo pensó durante unos minutos y al fin aceptó la proposición.


Así fue cómo aquel 18 de julio de 2023 el profesor Velázquez y su amigo Juan Martínez se reunieron otra vez para emprender la que sería su primera misión como agentes secretos a sueldo de los rebeldes que anhelaban proclamar la República perdida por sus abuelos hacía ya unas cuantas décadas.


Arturo besó a su mujer antes de subir a su nave espacial y se despidió de su hermano Ángel que ansiaba ir con ellos pero al ser un famoso poeta y tener a alguien a quién alimentar —pues éste era padre de dos hijos llamados Miguel y Ainara y marido de una chica joven cuyo nombre era Azucena—, se quedó en el siglo XXI ya que, sin duda alguna, ya tendría la ocasión de ir con ellos más adelante cuando uno de los dos enfermara y no pudiera contribuir en la salvación del mundo.


Al cabo de unos instantes la máquina empezó a girar sobre sí misma, entró en el agujero de gusano que les había proporcionado la ayuda necesaria para poder viajar por primera vez en el tiempo y horas más tarde aterrizaron en una villa cerca de Madrid: Aranjuez. Cogieron sus maletas respectivas y bajaron al pueblo.


Pidieron dos habitaciones en el hostal donde se encontrarían con su contacto en dicho año y hecháronse a descansar. Pronto descubrieron que no estaban solos en la habitación; alguien les estaba espiando detrás del armario pero su cansancio pudo más y en seguida entraron en un sueño profundo.


Juan, al despertarse, no sabía a dónde se encontraban. Despertó a su amigo Arturo y con éste empezaron a averiguar el lugar dónde les habían encerrado tratando también de recordar qué les había sucedido antes de dormirse.


El profesor Velázquez recordó el rostro del posadero y supuso que fue él mismo quien, antes de entrar en la habitación del albergue, les había ofrecido unos vinos con la substancia que les había causado el sueño repentino. Mientras se lo habían tomado, les había preguntado si querían que les subiera el equipaje, ellos habían contestado afirmativamente a su preposición y finalmente éste, una vez los hubo llevado a la estancia que les había dado, se encerró en el guardarropa de la alcoba de los dos amigos para secuestrarles cuando se echaran a la cama para descansar. ¿Quién era y qué quería de ellos?


Alguien abrió la puerta de la celda y entró un hombre de mediana edad, con cabello azabache canoso, bigote al estilo del famoso detective belga Hércules Poirot. Llevaba unas gafas con unos cristales redondos y vestía una americana marrón oscuro, una camisa blanca, unos pantalones vaqueros. También llevaba puestos unos guantes de seda blancos y utilizaba un bastón para sujetarse de pie y por sombrero, un sombrero de copa alta inglés.


— ¿Qué tal durmieron mis invitados?—. Les preguntó con una voz grave como la de un tenor y se echó a reír diabólicamente.— ¿Les gusta la estancia que les he dado?


— ¡Por supuesto que no!—. Exclamó Arturo.— ¿Dónde estamos? ¿A dónde nos ha traído? ¿Quién es usted?—. Le preguntó él, un poco molesto porque intuía que corrían peligro y quería marcharse de allí lo antes posible.


— Soy franquista; trabajo para el caudillo y mientras dormían les he registrado para saber quienes eran los que se hospedaban en mi posada y qué hacían en Aranjuez. He descubierto que eran espías republicanos y les he detenido por orden de don Francisco Franco.


— ¿Y qué nos hará ahora?—. Quiso saber Juan Martínez.— ¿Nos aniquilará para evitar que pongamos remedio al conflicto que han iniciado ustedes?—. Terminó de preguntar.


— ¡Evidentemente que no!—. Exclamó irónicamente y añadió poco después:— Los torturaremos y después les fusilaremos a los dos para impedir el éxito de su misión y devolver la cordura a los españoles porque, los republicanos la han secuestrado.


Sin despedirse de ellos, salió del calabozo y cerró la puerta. Arturo y Juan se miraron mutuamente preguntándose con la mirada qué debían hacer y cómo saldrían de allí.


Juan Martínez actuó rápidamente... Buscó un agujero por dónde salir pero no lo encontró. Sin embargo, encontró la solución al enigma: palpó los bolsillos de su pantalón buscando el revólver que había cogido por si se encontraban en peligro y lo encontró; se lo puso detrás para utilizarlo cuando entrara otra vez el individuo y dispararle para poder huir pero este no volvió hasta la hora de cenar.


A las 6 de la tarde el sargento volvió a aparecer. Les traía una barra de pan y una jarra de agua por si querían algo de comer y el señor Martínez sacó el arma, le disparó en la pierna izquierda y los dos amigos cerraron la mazmorra con llave huyendo a toda prisa antes que los vigilantes les pudiesen detener de nuevo.


Cogieron prestada la Regnault 4L que estaba aparcada delante de la jefatura de policía del bando franquista y traspasaron la frontera dirigiéndose al Madrid republicano.


Llegaron a la casa residencial del presidente de la República Española y los soldados que vigilaban la verja del palacete les detuvieron queriendo saber quiénes eran y qué querían del jefe de Estado.


Enseñaron sus insignias que les acreditaba cómo agentes secretos republicanos y les dejaron entrar. Mientras aparcaban la camioneta sintieron a dos cabos de la guardia personal del presidente que hablaban sobre éste y el comportamiento que tenía últimamente.


Se acercaron y les preguntaron que sucedía con don Niceto Alcalá Zamora. Los dos contestaron a la vez lo que pasaba con él y les explicaron que Niceto se había reunido junto con la delegación republicana que trataba de decretar la paz entre la República y el ejército rebelde con Franco para pactar la rendición de los republicanos en frente de los fascistas.


— ¡Debemos hacer algo antes de que pase!—. Exclamó en seguida Juan Martínez.


— ¿Y qué propones?— le preguntó Arturo.— ¿Cuál es tu plan para evitar que esto suceda?—. Quiso saber el profesor Velázquez.


— Encarcelarlos y ejecutarlos sin que el Eje se entere— propuso uno de los cabos viendo que Juan no contestaba.— Tenemos a los rusos comunistas, a los anarquistas y a las brigadas internacionales para hacerlo.—. Añadió aquél soldado, que no debía pasar los diez y siete años de edad.


— ¡Muy bién!; ¡Lo haremos!—. Contestó Arturo.— Antes debemos preparar el plan y contárselo a Niceto.—. Añadió Velázquez.


Pasaron toda la noche en vela planeando qué harían y qué utilizarían para que todo saliese a la perfección. Mientras esto lo hacían los cabos —pues ellos eran expertos en planificar misiones y ejecutarlas—, Arturo y Juan salieron del cuartel general republicano y antes de llegar a la zona franquista se vistieron con unos uniformes de soldado falangista para pasar desapercibidos y averiguar cuáles eran las intenciones de los fascistas.


Descubrieron que Franco quería invadir la zona republicana por tierra y por aire; de la invasión aérea se encargarían los escuadrones alemanes, con su legión cóndor y entre italianos y españoles fascistas atacarían por tierra pues, a pesar de haberse rendido los republicanos, no tenía lo suficiente como para terminar con la guerra y deseaba aniquilarlos antes de que pudieran alzarse contra la dictadura que dirigiría él desde la capital de España de siempre —y dónde un día se habían instalado definitivamente los reyes del Imperio Español que conquistó medio mundo bajo el mando de los monarcas austríacos Carlos I y Felipe II de Habsburgo, que, a causa de los acontecimientos que vivió la corona (y que no recordaremos ya que sería largo de contar), se vió reducido exclusivamente a una parte de la península ibérica; la otra era habitada por los flamantes portugueses que solamente, durante el siglo de oro, pudieron ocupar Brasil—: Madrid.


Cuando terminaron de saber los planes que tenían los falangistas volvieron a la zona republicana, se vistieron otra vez con los trajes de espía de la república y regresaron a la sede del gobierno democrático —lo he escrito en cursiva porque la democracia nunca ha existido (y menos en el lugar dónde nació porque el gobierno atenés de la época socrática condenó a muerte a Sócrates por hacer pensar a los jóvenes) al 100%, pues siempre ha habido algo parecido a un sistema democrático llamado demoligarquía (democracia + oligarquía), un sistema político donde los ricos avariciosos aniquilan y esclavizan al proletariado— para contar lo que habían descubierto y perfeccionar el proyecto que utilizarían para derrotar a los revoltados.


Lo terminaron de redactar antes del alba y cuando llegó don Alcalá Zamora con su limousine, pidieron al presidente una reunión urgente con él. La aceptó y le narraron todo lo sucedido.


Al terminar de escucharlos, llamó al jefe del Estado Mayor de las brigadas internacionales, al secretario general del partido comunista y a los representantes de las diferentes agrupaciones anarquistas para explicarles que había decidido hacer frente a los rebeldes y necesitaba ayuda para ejecutar la misión planificada por Arturo, Juan y los dos cabos dónde éstos serían los responsables de llevarla a cabo.


En tres meses y medio Franco y sus secuaces, los nazis, los fascistas y parte de la Iglesia española habían sido encarcelados y ejecutados; por ende, su propósito había concluido y todo volvía al orden una vez más porque la república había sido instaurada de nuevo y la población había recuperado sus derechos y libertades.


Arturo Velázquez y Juan Martínez, una vez condecorados por el gobierno de la República Española, se despidieron de sus amigos y regresaron a su casa felices de haber logrado el éxito de su primera aventura como espías.


Los vitorearon cuando aterrizaron en su época; ¿qué les sucedería a continuación? ¿Habían conseguido, por fin, devolver la paz al mundo o, por el contrario, los rebeldes republicanos les pedirían otro viaje en el tiempo? Pues no lo sabían... Lo que sí sabían —y eso les hacía sentir muy faustos— es que habían puesto otro granito de arena para humanizar un mundo que se estaba derrumbando cada vez más delante de ellos y no podían hacer nada para detenerlo.

18 de Março de 2021 às 09:31 0 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

Conheça o autor

Galceran (Sunifred) Tramuntana (Migjorn) Nascut el 22/12/2001. M'agrada llegir i escriure. Sóc poeta i escriptor i estudio passant els apunts als blocs; em dic Aarón De Balaguer i Marquina i els meus pseudònims són Galceran Tramuntana (per signar poesia occidental) i Kobayashi Daiki (per signar poesia oriental). Sunifred Migjorn és el meu pseudònim per a signar narrativa. Fan de: Josep Carner, Ausiàs March, Jacint Verdaguer, Maria Mercè Marçal, etc.

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