lagueralmamia Karina Hernández

"La tempestad había llegado a su apogeo, la lluvia era incesante y las nubes cubrían todo el cielo, no se podía ver algún resquicio de rayo de sol, estábamos justamente en el ojo del huracán, de esos categoría cinco que arrasaban con todo a su paso, ninguno de los dos sabía si sobreviviría a la misma, en ese momento ya no importaba, habíamos luchado tanto nadando contra la corriente que estábamos exhaustos dejándonos llevar al destino que nos tenían preparados, nos gustase o no." Adriana era una chica que había dejado todo atrás con tal de seguir sus sueños, había dejado a su familia, amigos y a su país para cumplir su meta, una beca en la prestigiosa Universidad de Cambridge la atrajo a Inglaterra, el país de sus sueños, pero jamás pensó en que alguien aparecería en su vida para cambiarlo todo por completo, y menos que ese hombre perteneciera a la realeza británica. Henry era el menor de los nietos de la reina de Inglaterra, los medios de comunicación lo conocían como el príncipe rebelde, hasta que Adriana apareció en su vida, y cuando todos pensaron que ella era la indicada, el mundo giró hasta llegar a lo que era antes, pero al volver, dejó un gran dolor entre ambos, y un hilo rojo que los uniría por mucho tiempo, aunque ellos no lo quisieran.


Romance Romance adulto jovem Todo o público.

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Capítulo 1


"Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único."


Agatha Christine.



No es fácil tener que decir adiós a las personas que más amas en la vida, con las que creciste y conviviste día a día, pero a veces la vida te lleva por caminos muy distantes a ellos y tienes que aprender a separarte de todo lo que conoces para adentrarte a un mundo nuevo, excitante, tenebroso y diferente al tuyo.


Traté de contener las lágrimas mientras me despedía de mi familia, ahí estaban mis hermanos, mi cuñada, mis sobrinos y mis padres diciéndome hermosas frases y palabras de consuelo a la mitad del aeropuerto. Dicen que no hay otro lugar más emotivo que los aeropuertos y están en lo cierto, dentro de mí me sentía perdida, quebrada, todavía no me iba y ya me sentía sola.


Luego de varios abrazos, me separé de ellos y caminé hacia el módulo de la aerolínea que me llevaría primero a la Ciudad de México y de ahí a Londres, Inglaterra. Había conseguido una beca del cien por ciento en la Universidad de Cambridge, especialmente en el Trinity College, donde estudiaría la maestría en Criminología por tres años. Abogada de profesión, seguiría mis estudios en aquel país, el lugar de mis sueños.


Tomando fuertemente de una mano mis ilusiones y esperanzas y de la otra mi maleta y mi pasaporte, me dirigía a documentar mi equipaje, mientras caminaba comenzaron a brotar todas las lágrimas que no había querido derramar, pero como ahora le daba la espalda a mi familia podía hacerlo libremente, dentro de mi pecho sentía un miedo inmenso, pero tenía que seguir adelante, ya no había marcha atrás, la decisión estaba tomada y era el momento de afrontar las consecuencias.


Durante el vuelo a la Ciudad de México me tranquilicé un poco, pero todas mis ansias y angustias regresaron cuando abordé el avión a Londres, nunca había salido del país y ahora en mi primera vez lo hacía sola. Me acomodé en mi asiento junto a la ventanilla y saqué un libro de mi bolsa de mano para tratar de relajarme en mi recorrido de once horas sin escalas y aunque al despegar me sentía aterrorizada de lo que estaba haciendo, llegó un momento en que el cansancio ganó y me quedé profundamente dormida.


Aterricé en el aeropuerto de Heathrow, recogí mi equipaje y tomé un taxi hacia la estación de King’s Cross para abordar el tren que me llevaría a Cambridge. Mientras recorría las calles de Londres en el taxi, mi mirada no alcanzaba a observar todo lo que pasaba por mi ventana, con lo poco que pude ver me enamoré por completo de la ciudad, desde niña había soñado con estar en ese lugar y ahora a los veintiséis años había hecho realidad ese sueño. Lamenté mucho el no poder recorrer esas calles, pero me prometí que en cuanto estuviera acomodada en Cambridge regresaría.


Al entrar a la estación de King’s Cross entré en pánico, era inmenso, había gente corriendo de un lado a otro y en las pantallas aparecían rápidamente todas las corridas que realizaban, estuve un buen rato tratando de encontrar la que necesitaba y en cuanto la encontré, corrí hacía la ventanilla a comprar mi boleto. Me dirigí hacia el andén donde saldría mi tren. Esperé treinta minutos hasta la hora de salida y luego me acerqué para abordar el tren que me llevaría a mi nuevo hogar, aun estando sentada dentro del tren no podía creer lo que estaba pasando, sentía que todo ese viaje era un sueño.


Al salir de la estación Cambridge, tomé un taxi que me llevó al Trinity College, eran las siete de la tarde, cansada pero feliz me acerqué al guardia para preguntar por dónde llegar al edificio en donde me hospedaría, quien me dio las instrucciones necesarias y un poco confusa porque el acento británico no era mi especialidad, caminé y caminé hasta que por fin llegué. En la recepción se encontraban otras personas que esperaban su turno para ser atendidas y ubicadas en su dormitorio. Cuando tocó mi turno me costó algo de trabajo de entender a la señora de la recepción, siempre me había costado escuchar y entender el inglés británico, cuando por fin pudimos comunicarnos, la recepcionista se tardó bastante revisando en su computadora, la impaciencia y el miedo me comenzó a consumir, mi presentimiento decía que algo no andaba bien, hasta que ella dejó de buscar y me comentó que no había ninguna habitación reservada a mi nombre. Palidecí, mi beca de cien por ciento cubría todo, inscripción, material, traslados, alimentos, hospedaje y viáticos. En una de las tantas correspondencias que la universidad me había mandado habían escrito que mi habitación la reservarían ellos, que solamente tenía que llegar y dar mi nombre, pero al parecer había un error en el sistema, saqué mis cartas donde mencionaban lo anterior y la señora después de leerlas llamó a su jefe para solucionar el malentendido, mientras tanto esperé en unos sillones de la recepción, si durante el viaje me sentía con miedo en esos momentos estaba aterrorizada.


Luego de varios minutos un señor de aproximadamente cuarenta y cinco años se acercó a la recepcionista, quien le explicó lo que estaba ocurriendo y después de leer las cartas y de dirigirme una mirada, hizo varias llamadas y luego se acercó a mí.


Mientras aquel señor me explicaba mi situación sentí que el mundo se caía a mis pies, al parecer había un error en el registro, sí me encontraba matriculada en la universidad, pero el hospedaje no estaba registrado y tal vez hasta el día siguiente podían solucionarlo sin embargo tendría que buscar un lugar fuera del campus en donde pasar la noche. Mi cabeza sentía que iba a explotar, no contaba con el suficiente dinero para pagar un hotel, ante mi desesperación que se podía leer fácilmente en mi rostro, el señor me comentó que como a unas diez cuadras del campus había un hostal demasiado barato en donde podría preguntar. Con la cabeza hacia abajo y con el miedo comiendo mi interior, salí del campus a buscar a aquel lugar, rogando que el poco dinero que había ahorrado fuera suficiente para pagar mi estadía, con muchas dificultades llegué al hostal y después de pagar con la cuarta parte de todo mi dinero ahorrado, me acomodé en la pequeña habitación, cerré los ojos deseando que al día siguiente todo se arreglara porque el dinero que me quedaba no sería suficiente para pagar varias noches, aun en aquel lugar.

29 de Novembro de 2020 às 00:00 0 Denunciar Insira Seguir história
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