eufracio_t Eufracio Barrientos

Carlos Mendoza, demonólogo y detective paranormal, una mañana del 14 de mayo del 2000 recibió la llamada de una mujer pidiendo desesperadamente su ayuda debido a una serie de eventos extraños que ocurrían en su hogar. Sin pensarlo, Carlos se dirige a un pequeño pueblo llamado Buena Esperanza ubicado en las afueras de su ciudad. Por primera vez en su corta carrera, el detective se enfrenta a un caso peculiar donde no logra encontrar la raíz del asunto, por lo que decide acudir a su amiga Ana, una médium con mucha experiencia en el campo para lograr descifrar el problema. Para su sorpresa, no obtiene éxito en descubrir lo que realmente atormenta a la familia, pero percibe que algo realmente malo ocurre. En medio de la desesperación de encontrar una solución, Carlos realiza una investigación exhaustiva donde descubre datos que horrorizan sus días en el pueblo. Esta vez se encuentra atrapado en un caso que no está seguro de poder controlar...


Suspense/Mistério Todo o público.

#misterio #paranormal #detective #pueblo #mansion
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Capítulo 1

Mientras iba conduciendo en su auto, Carlos Mendoza recordaba aquella conversación que tuvo en la mañana por teléfono.

- Buenas tardes, ¿hablo con el señor Mendoza? – dijo aquella mujer con una voz agotada y preocupada.

- Sí, con el mismo, ¿en qué la puedo ayudar? – con un tono neutro e impasible.

- Tengo un problema y me han dicho que es la persona indicada para estos trabajos – en ese momento Carlos sabía de qué iba el tema – y en mi familia estamos pasando un mal rato.

- ¿Quién es la afectada señora?

- Mi hija – lo dijo casi en un susurro – lleva días comportándose de una forma extraña y también ocurren cosas raras en la casa.

- Está bien, iré a revisar en la tarde como están las cosas, dígame su dirección – mientras buscaba un papel y bolígrafo - ¿su nombre es?

- Teresa Díaz.



La dirección daba a las afueras de la ciudad en un pequeño pueblo llamado Buena Esperanza que duraba una hora en llegar por la autopista principal, lo cual le daba tiempo para meditar antes de entrar en un nuevo caso. Carlos lleva una vida calmada en el centro de su ciudad, no cuenta con muchos amigos, su padre murió cuando él tenía cuatro años y su madre falleció en un accidente de tránsito a causa de un conductor ebrio que no logró ver la señal de paro. Entró en un cuadro de depresión a lo cual comenzó a consumir alcohol y narcóticos, cambiando su forma de ser que resultaba irreconocible. Cuando lo encontraron agonizando en su departamento lo internaron en rehabilitación de narcóticos anónimos donde conoció un monje que era experto en demonología.

Mendoza comenzó a estudiar sobre el tema hasta llegar al punto de poner en práctica lo aprendido, y a su vez tomó un nuevo rumbo en su vida. A pesar de esto, él perdió a muchas personas por sus anteriores problemas, se mudó de departamento y se convirtió en detective de casos paranormales.

Comenzó a pensar con que se encontraría en este nuevo caso, sólo había tratados unos cuantos, pero no lo suficiente para considerarse un experto. Con incertidumbre en sus pensamientos, tomó el último desvío de la ciudad para adentrarse en la autopista, pisar a fondo el acelerador y dirigirse a la casa de la señora Díaz.



Buena Esperanza se caracteriza por la arquitectura de sus casas, aún conservan el estilo colonial que daba una sensación de estar en otra época siendo un escape del ruido atroz de la ciudad. Las calles son angostas y un poco descuidadas, las casas eran usualmente de dos pisos con techo de teja, un característico balcón, y las paredes de colores vívidos que resaltan a la vista. Las personas caminaban por las aceras haciendo las compras del día, al tener una población pequeña es común que todos se conozcan, viendo cómo se saludan muchos entre ellos con grandes sonrisas. No cuenta con grandes almacenes de marcas reconocidas, sino con negocios locales así ayudándose entre todos con el comercio. Siendo una tarde de verano, los rayos solares le daban a este lugar un tono pintoresco que resultaba muy agradable.

Carlos no sabía exactamente donde se encontraba la dirección a la que se dirigía, así que decide detenerse en una tienda que se encuentra en una esquina para comprar algo de comer y pedir ayuda para llegar a su destino. La tienda no era muy grande, pero si contaba con el surtido de artículos para satisfacer las necesidades de toda una familia. Los anaqueles se encontraban llenos y se dirigió a la zona de frutas, escogió unas cuantas y se dirigió a la caja para pagar.

No se encontraba nadie en el mostrador y la tienda parecía estar vacía, da a pensar que existe mucha confianza para dejar un negocio sin nadie a la vigilia. De pronto una chica de unos veinticinco años entra riéndose por la puerta principal y se ubica delante de él, lo saluda amablemente y empieza atender sus compras.

- ¿Usted no es de por aquí verdad?

- No, vengo hacer una visita, ¿podría ayudarme con una dirección?

- Sí claro, ¿a quién busca? – la amabilidad no se encuentra mucho en estos días, sobre todo Carlos que estaba acostumbrado a lo hostil que pueden llegar a ser las personas de la ciudad.

- A la señora Teresa Díaz.

- Ah ella – su voz se tornó pesada en ese momento – ¿es algún familiar de ella?

- La verdad no, ¿por qué?

- Bueno en el pueblo nos enteramos de todo y no se han escuchado cosas buenas respecto a esa casa – sería buena idea sacar un poco de información de lo que se podría avecinar.

- ¿Qué clase de cosas?

- Se dice que la hija de la familia ha comenzado a comportarse de forma errática, algunos que han ido a visitar dicen que está poseída – comenzó a tener la vista perdida y la cabeza gacha.

- ¿Ocurre algo? – dijo Carlos viendo el cambio repentino en la actitud de ella.

- De hecho, mis padres y yo somos amigos de la familia Díaz, y ellos no la han pasado muy bien desde que ella perdió al niño que estaba esperando – su semblante se volvió sombrío. – Fuimos una vez después de que su hija no despertara durante unos días, desde entonces las cosas cambiaron de forma drástica.

- Entiendo, ¿pero por qué me preguntó si era familiar?

- Porque nadie los ha visitado desde hace meses que empezó eso, y se caracterizaban por las grandes barbacoas al aire que hacían, yendo familiares y personas del pueblo – ella comenzó a sonreír. Carlos pensó que era simpática de hecho, de melena castaña alborotada, tez blanca, ojos grises que a la luz de la tienda se tornaban un poco azules, y la nariz respingada, lucía un bonito perfil.

- Ya veo, sólo soy un amigo de Teresa a la cual no veo desde la preparatoria – mintió, y la chica lo miró receloso no creyendo lo que le decía, a Carlos tampoco se le daba bien inventar mentiras – disculpe, ¿su nombre es?

- Jessica, ¿y el suyo? – mirándolo a los ojos como tratando de adivinar la verdad del asunto.

- Carlos.

- Bueno le puedo decir dónde queda la dirección.



La casa se encontraba en los alrededores, no tomó mucho tiempo llegar ahí, aunque se destacaba un bonito camino de unos cinco minutos rodeado de muchos árboles sintiendo que te transportaban a otra dimensión que ya de por si el pueblo ofrecía. Carlos llegó y lo primero que notó es que la residencia de los Díaz era más grande de lo que pensaba, se notaba que no tenían problemas económicos, aunque tampoco era una mansión, pero sí parecen más adinerados que el resto de habitantes del pueblo. Vislumbró un cercamiento con un portón de barras de acero, se acerca y toca el timbre de un panel que está a la izquierda para avisar su llegada. Por un parlante se emite la voz de un señor y la luz de la cámara se enciende.

- ¿Quién es? – dijo aquella voz de una forma hostil, lo que a Carlos le recuerda la gente de su ciudad.

- Soy Carlos Mendoza.

- Ah, es usted – cambiando su tono a una forma más cordial – si disculpe, aparque su carro al entrar por la izquierda en el estacionamiento.

Se escuchan como los cerrojos de la puerta se desactivan y se comienza abrir de forma lenta chirriando, parece que les falta algo de mantenimiento, de hecho, luce como si no han estado pendientes del lugar entero. El estacionamiento estaba lleno de hojas secas de los árboles, había dos autos y se encontraban con algo de polvo, había tres espacios más suponiendo que son para las visitas. Carlos se aparca en uno de ellos, con su mano izquierda agarra el rosario que lleva en su cuello y con la mano derecha se persigna antes de bajar del auto. Del lado derecho delantero de la casa se encontraba una piscina mediana, muchas sillas, mesas y una barbacoa; corroborando lo que Jessica mencionó sobre las reuniones al aire libre, pero lo que se supone que debería emanar una buena energía y felicidad, parecía un lugar abandonado donde solo existen recuerdos, como si de una vieja foto se tratase.

El crujir de las hojas al caminar y escenario que Carlos presenciaba junto a la enorme casa que se veía bastante grande y bonita, le daban la sensación de que sería un buen lugar para pasar las vacaciones alejados de la ciudad si tan solo no estuviera tan descuidado, se sentía un ambiente pesado y extraño que no podía explicar por el momento.

La voz del hombre que lo atendió por el timbre los saca de sus pensamientos, se percata que aquella persona estaba en la entrada principal de la casa llamándolo y haciendo un gesto con la mano en señal de saludo. Se dirige hacia allá por un camino de baldosas y se percata que ese hombre es un poco mayor que él quizás, unos cuarenta años, aunque su cabello gris y el inicio de arrugas en los ojos y frente le aparentan más edad, pero su vestimenta de jeans y camisa sin fajar le hacían lucir algo más joven.

- Soy Francisco Díaz, usted es con quien habló mi esposa – mirándolo a Carlos como si fuese una persona poco creíble.

- Sí, me dijeron que tenían un problema así que decidí venir a pegar un vistazo – dijo Carlos.

- Sí… Mire yo no creo mucho en estas cosas, pero mi esposa insiste de que contactemos a alguien como usted, yo pienso en que mi hija solo está enferma, y con las cosas de la casa, pienso que es la susceptibilidad de mi esposa que está delicada desde aquel incidente – diciéndolo encorvando un poco los hombros con la vista perdida, el señor Díaz también estaba afectado.

- Bueno eso ya veremos.

- Sí, pase, le muestro la casa.

En efecto, era bastante amplia, el lobby daba a una escalera central que al llegar al segundo piso se dividía en dos pasillos. A la izquierda se ve una sala de estudio del señor Díaz y un consultorio, a lo cual Carlos se queda viendo a lo lejos para ver que es.

- Me dedico a la psiquiatría y ese es mi consultorio – dijo Francisco adivinando los pensamientos de Carlos.

- Ya veo, así que trabaja desde su casa.

- Sí, aquí vienen mis pacientes, aprovechando el espacio de esta casa decidí poner aquí mi consultorio.

- No le resulta algo, ¿incómodo?

- No, prefiero la comodidad de mi hogar, aunque si evito que mis pacientes tengan contacto con mi familia, para prevenir algún problema – con una mirada de satisfacción al ver su consultorio, parece que ha trabajado mucho en su carrera y está orgulloso – pero bueno, pasemos a la cocina para platicar un poco.

Era un lugar bonito y acogedor, con un diseño y arquitectura rústica moderna, parece esas casas que no se encuentran muy seguido en estos días. Entraron por una puerta que se encontraba a la izquierda del lobby dando al comedor familiar, el cual no parece que se use últimamente, la habitación contigua daba hacia la cocina y en el centro hay una mesa de cuatro asientos.

- Tome asiento señor Mendoza, ¿desea algo de tomar? – diciéndolo de forma cordial y algo fría.

- No gracias, así estoy bien. – fingiendo que no quería, pero la actitud de Francisco aún no le agradaba del todo – Disculpe, ¿y la señora Díaz?

- Se encuentra con mi hijo en el piso de arriba, voy avisar su llegada, espéreme aquí. ¿Seguro no desea algo de beber? – Esta vez de una forma más cálida. Parece que pensar en su familia lo pone de otro humor.

- Sólo un poco de agua por favor – <<Para no ser descortés>>, pensó Carlos. Y en eso le pasan un vaso de agua.

- Vuelvo en un momento.

Carlos se queda observando la cocina, tenían todo tipo de electrodomésticos que necesita una familia, unas estanterías llenas de vajillas, y una pequeña barra con estantes con botellas de diferentes alcoholes. En las paredes había unos grandes ventanales que daban a ver el pequeño patio trasero de un césped vistoso pero un poco descuidado por las hojas secas de los árboles. Había unos cuantos juegos infantiles, se preguntaba cuántos años tienen los niños de la familia.

Después de unos minutos entran a la cocina Francisco y Teresa Díaz, aquella mujer con la que había hablado esa mañana no lucía como pensaba. No se notaba preocupada como la escuchó en la conversación de la mañana. Además, era una mujer muy hermosa, aunque lucía un poco descuidada.

Un cabello pelirrojo que llamaría la atención de cualquiera a la distancia y unos ojos color miel, una sonrisa perfilada con unos labios carnosos. Ella parecía de una edad similar a la del Carlos, unos treinta tal vez. Aquel vestido campana floreado dejó un poco deslumbrado a Carlos.

- Señora Díaz, hablé con usted hoy en la mañana – mientras aclaraba su cabeza.

- Sí, y por favor, llámeme Teresa – de una forma más cálida a diferencia de Francisco – y lo siento por no recibirlo, pero mi hijo me tenía atrapada jugando con él – esbozando una sonrisa.

- Bueno como le dije, vine a echar un vistazo y así también hablar con ustedes sobre el problema que me comentó – el semblante de Teresa se torna un poco turbio, bueno parece que sabe fingir sus emociones un poco.

- Sí, claro.

Entonces los tres toman asiento y el ambiente se vuele pesado con un silencio sobrecogedor que los toma a todos por sorpresa.

- Vamos por partes – dijo Carlos para romper el silencio – ¿qué está ocurriendo en la casa?

- Mi esposa dice que oye moverse cosas en las noches, pasos, voces – dijo Francisco – aunque ese es el menor de nuestros problemas.

- Sí, nuestra hija, no sabemos qué sucede que con ella. – intervino Teresa - Empezó hace unos cuatro meses, un día ella no despertaba, pasó una semana entera dormida, como si se hubiese inducido algún coma. Los doctores dijeron que no presentaba nada malo en su cuerpo, solo un largo sueño.

- ¿Cuántos años tiene su hija?

- Sólo tiene ocho años – dice Francisco algo cabizbajo.

- Los días que estuvo dormida – Teresa tomando la palabra de nuevo como si no quisiera que su esposo hablase - estuvo internada en la clínica del pueblo para que tuvieran cuidado de ella. Pero aquí en la casa es cuando comenzaron a suceder cosas extrañas.

- ¿Qué clase de cosas? – pregunta Carlos

- Se escuchaban voces desde el cuarto de mi hija cuando no había nadie, pasos en las escaleras. Mateo, mi hijo, me llamaba en la madrugada llorando que sentía que algo lo vigilaba mientras dormía.

- ¿Su hijo cuántos años tiene?

- Es el hermano mayor de Alicia, así se llama mi hija, tiene once años.

- Ya veo, y usted Francisco, ¿qué cosas ha presenciado en la casa?

- Él dice que no ha visto nada – menciona Teresa sin darle opción para hablar – por eso no me cree nada de esto, y nunca ha creído en estas cosas. Es un hombre de ciencia, dice que solo necesito ayuda médica – y mira a su esposo algo decepcionada y enojada, él se limita a mirarla y no decir nada.

- ¿Es cierto eso Francisco? – pregunta Carlos nuevamente al señor.

En eso la puerta de la cocina se abre lentamente revelando que el hijo de Francisco y Teresa, un niño de cabello rojizo tímido, preguntaba a su mamá sí podía entrar a recoger algo para comer. Teresa asiente y él entra a retirar algo del refrigerador y se marchó rápidamente como entró. Carlos notó el gran parecido que tiene a su madre.

- Sí – responde Francisco como si nada hubiera pasado – Mire, a Alicia casi la perdemos en el embarazo, fueron momentos difíciles para los dos, pero todo salió bien mágicamente. Luego sin planear, Teresa cae embarazada de nuevo. – el semblante de Carlos se vuelve turbio repentinamente. - Desafortunadamente se presentaron problemas fuertes en el penúltimo mes del embarazo y perdimos al bebé por completo – estas últimas palabras casi quiebran la voz del señor Díaz – entonces creo que todo este trauma la mantiene susceptible a ver y sentir cosas que no existen.

- Entiendo, pero Teresa, que es lo que ocurre con su hija – volviendo Carlos su atención a ella nuevamente.

- Cuando ella despertó nos supo un gran alivio, pero es como si despertara no siendo ella.

- ¿A qué se refiere?

- Bueno ella era una niña hiperactiva, pasaba corriendo y jugando por los pasillos de la casa hasta los juegos que logra ver detrás en el patio. En las noches, las oigo deambular por los pasillos y la encuentro parada fijamente con la vista perdida hacia algún lado. Ya no habla mucho, come poco, simplemente no parece ella misma.

- ¿Y por qué cree que todo esto se deba a algo paranormal?

- Los doctores no nos dan una respuesta sólida, dicen que no hay nada malo con Alicia, y no me quedan muchas opciones – dice ella mirando de manera recelosa a su esposo.

- Está bien, me gustaría conocer la casa a fondo y tratar con Alicia si es posible.

- Claro, venga conmigo – mostrándose algo animada

- Yo me quedo aquí – dijo Francisco.

- No te preocupes, no esperaba que lo hicieras.

Teresa comenzó a contar detalles sobre la casa y el proceso de diseño de interior que llevó a cabo ella ya que a eso se dedica, la dejó hablar sobre todo eso ya que parecía que la ponía de buen humor y eso es algo que le faltaba a ella en los últimos días. Entró al salón de estudio donde encontró una gran biblioteca del señor Díaz, que demostraban el empeño que ha tenido en su carrera. Vislumbró un poco a la distancia el consultorio, pero Teresa le menciona que su esposo era celoso a que alguien entrase, ni sus hijos podían hacerlo.

El recorrido por la planta baja acabó y tocaba explorar el piso de arriba. Carlos no notó nada extraño, parecía una casa normal, aunque el hecho de subir al otro piso le bajó los ánimos a Teresa, parece que el meollo del asunto se encontraba arriba.

Al subir el ambiente se volvió tétrico y pesado, como si alguien los estuviese vigilando, a Carlos le pareció ver una sombra extraña por el rabillo del ojo, pero decidió ignorar ese hecho por el momento. La habitación de los esposos estaba hacia el fondo a la derecha al subir las escaleras, y antes de llegar a eso un baño para las visitas.

Entraron al cuarto y Carlos empezó a sentir aquella presencia más pesada, al punto que lo dejó un poco aturdido.

- ¿También lo presientes verdad? – dijo Teresa.

- Sí, ¿esto ha sido así desde el incidente de Alicia?

- Más o menos, un poco después de que ella llegó, pero se puede decir que sí – parecía un poco distraída al decir esto, pero Carlos pensó que era natural tal reacción – Me gustaría mostrarle el resto.

Se dirigieron al otro lado del pasillo girando a la izquierda dejando ver tres puertas, Teresa explicó que son más habitaciones, dos para los niños y la otra para visitas, le mencionó que esta última habitación iba hacer destinada para el siguiente bebé. Al fondo del pasillo había una puerta que daba hacia un balcón, por el cual entraban los rayos del sol y no estaba lejos de anochecer.

- Sabe, ha sido difícil llevar todo esto – sincerándose ante Carlos, tomándolo por sorpresa - casi perder a Alicia, y después a él. No le deseo a alguien esto – mientras se abrazaba a sí misma.

- Le mentiría si la entiendo del todo, pero sé que es perder a alguien – las imágenes de recuerdos de su madre llegaron a su cabeza, pero los apartó rápidamente.

- Gracias.

Carlos notó algo turbio en ella en ese momento, no sabía cómo explicarlo, decidió guardarse ese dato para después sin quitarle mucha importancia tampoco. El pasillo estaba lleno de fotos familiares, se ven bastante unidos y felices. Aquella presencia se hizo menos pesada, pero seguía latente, al acecho desde algún lugar de la casa que no podía ver.

Los niños se encontraban en su respectivo cuarto, él le pidió a Teresa que lo dejara tratar a solas con cada uno. Decidió primero ver a Mateo, quería saber cuál había sido su experiencia hasta ahora. Tocó la puerta y el niño dijo que pasara. La habitación no era tan diferente a la de otros niños de su edad. Estaba lleno de juguetes, una cama con sábanas de su personaje favorito, dibujos, libros infantiles, entre otras cosas.

- Hola Mateo, ¿en qué te hayas? – dijo Carlos sentándose en el borde la cama del niñ0.

- Pues quería empezar a dibujar algo – diciéndolo algo tímido.

- ¿Te gusta dibujar bastante?

- Sí – una pared estaba lleno de sus dibujos, que eran muy buenos para ser hechos por alguien tan pequeño – disculpe, ¿usted es quién nos va ayudar con mi hermana? – su semblante se volvió triste, se nota que la quiere mucho.

- Así es, pero primero me gustaría saber cómo están las cosas, ¿tienes algo que contarme que hayas visto o escuchado?

- Bueno, desde que mi hermana volvió a casa ella me asusta mucho. Es mala conmigo por momentos, comienza a decirme cosas extrañas. Por las noches, a veces toca mi puerta y me llama, se queda parada viéndome, y luego se va.

- Dices que ha dicho cosas extrañas, ¿a qué te refieres?

- Que pronto ella se irá para siempre – su cara mostró preocupación ante la idea de que su hermana se fuera – por favor, ayúdela.

- Haré lo mejor que pueda, lo prometo.

Teresa esperó afuera de la habitación, Carlos se percató que estando adentro la presencia que sentía no lo estaba siguiendo, pero una vez afuera empezó de nuevo. No estaba seguro si era el lugar donde estaba o la cercanía de aquella mujer.

- ¿Cómo le fue con él? – preguntó Teresa.

- Se ve un buen chico y dibuja bastante bien.

- Sí – esbozando una sonrisa agridulce – aunque ya no lo hace seguido y no lo culpó, pero eso lo frustra mucho.

Se dirigieron a la habitación del fondo donde se encontraba Alicia, el ambiente se tornó pesado de nuevo, Teresa le dijo que lo esperaba a fuera, la puerta ya estaba abierta así que solo entró sin avisar. El dormitorio era más sencillo que el de Mateo, aunque si contaba con una cama llena de peluches y algunos de sus juguetes en una esquina, pareciese que no se han tocado en un tiempo. Alicia se encontraba parada al frente de la ventana de su habitación, viendo al balcón que se encontraba del otro lado. Era una niña pequeña con un cabello castaño claro que resaltaba a la luz del sol, tiene los mismos ojos color miel de su mamá, parece que esa es la firma de ella.

- Alicia, ¿cómo estás? – ella parece no haber notado la presencia de Carlos ni sus palabras. - Me gustaría hablar contigo un momento.

- No tengo que hablar contigo – responde ella con un tono a

- risco que sorprendió a Carlos.

- ¿Por qué no quieres hablar conmigo? – mostrándose impasible.

- Mi mamá cree que alguien los va a sacar de esto, pero no es así. – Carlos se preguntaba si estaba hablando con ella u otra persona… o cosa.

- ¿De esto?

- Eres un idiota al pensar que vas ayudar – dijo la niña ahora mirándolo a él.

- ¿Quién eres?

La niña comienza a reírse de una forma que hiela la sangre de Carlos, pudo notar en sus ojos que no era ella la que hablaba, algo la estaba controlando. Sale de la habitación y Teresa se encontraba preocupada en cómo habían salido las cosas.

- Dice que ella no habla, ¿verdad? Porque se encontraba un poco elocuente.

- No, ella no le dirige mucho la palabra a alguien salvo a Mateo cuando juegan a veces.

- ¿Y habla siendo ella?

- No le entiendo – la preocupación de Teresa se mostraba desde metros de distancia.

- Vayamos a la cocina con su esposo para hablar sobre esto.

Francisco aún se hallaba sentado en la mesa de la cocina ensimismado en sus pensamientos, el sonido de la entrada de Carlos y Teresa lo trajo de vuelta a tierra firme.

- ¿Cómo le fue señor Mendoza?

- He descubierto cosas interesantes y ya tengo la idea de que los está molestando. Tomen asiento.

- ¿Qué es lo que ocurre con mi hija Carlos? – dijo Teresa ansiosa por saber la respuesta.

- Hay algo aquí en la casa y en ella que lo he visto en otros casos, pero aún no estoy seguro a que nos estamos enfrentando, pero ella parece estar poseída por algún espíritu o demonio, y está cobrando mucha fuerza.

Ambos padres trataban de asimilar lo que habían escuchado. Teresa se mostraba atónita ante la idea, aunque daba el aire de que ya se imaginaba que eso ocurría. Francisco al no ser un creyente no creía lo que aquel hombre estaba diciendo.

- Pero… ¿cómo ocurrió esto? – dijo Teresa casi quebrándose.

- Solo se me ocurre algo, y es que cuando ella cayó en un sueño profundo, es probable que haya doblegado su alma y haya realizado lo que muchos conocen como “viaje astral”. No necesariamente ella tenga tal habilidad, pero se dicen que muchos hacemos estos viajes sin darnos cuenta y nunca los recordamos, o creemos que solo son sueños.

- No entiendo en que haya afectado en esto a nuestra hija señor Mendoza – tomando Francisco la palabra.

- Bueno en estos viajes si uno no vuelve rápido puede encontrarse con algo poco deseable y no volver por un buen tiempo, o quizás nunca, pero en caso de hacerlo, vuelven con algo más.

- Eso es imposible – Francisco seguía mostrándose reacio a la idea.

- Mire señor Díaz, en este mundo existen dos clases de males. El mal secundario es aquel que vemos en las personas todos los días. Y luego, está el mal primario totalmente ajeno al que conocemos, y se encuentra en ese plano que haya entrado Alicia, al ser una niña, es probable que algo haya querido aprovecharse de ella – Teresa aún se encontraba atrapada en sus pensamientos asimilando todo lo que escuchaba.

- ¿En qué podría ayudarnos Carlos? – dijo temblorosa.

- Hay probabilidades en realizar un exorcismo, pero primero quiero saber a qué nos estamos enfrentando realmente. Hay demonios y espíritus en sus categorías, unos más fuertes que otros. Quiero hacer unas llamadas a una persona para venir hacer una revisión a la casa de nuevo, si a ustedes les parece.

- Claro, le agradecemos mucho Carlos. Espere un momento.

Teresa sale de la cocina dejando a solas aquellos dos hombres de convicciones diferentes. Decidieron no hablar entre los dos, así ahorrándose alguna discusión. Sin darse cuenta ella vuelve de nuevo son una cartera en mano.

- Aquí tiene Carlos, sé que no está cerca de dónde viene. Así que le doy algo por todo el esfuerzo que ha hecho hasta ahora.

- No tiene que preocuparse.

- Insisto, por favor – Carlos no pudo decir que no ante la mirada de ella, a Francisco no le gustó mucho aquel acto.

- Está bien, gracias. Entonces creo que pasaré la noche en el pueblo, así me evito el viaje a mi hogar y poder conocer un poco más, es un lugar bonito. ¿Sabe de un lugar donde podría hospedarme?

- Por supuesto, ¿trae donde anotar?



Al salir de la casa y subirse a su auto, sentía como si de una jaula había salido, se preguntaba a que se enfrentaría esta vez. La familia Díaz no se distinguía mucho de otras familias con las que ha tratado en problemas así, pero algo los hacía diferentes. Aún recordaba el rostro de Teresa, antes de salir por la puerta principal ella se despidió con un abrazo que lo hizo sentir muy cálido, lo cual le provocó sensaciones extrañas. Una de las reglas de Carlos es no involucrarse personalmente con las personas en sus casos, entonces decidió apartar todo pensamiento relacionado a la familia Díaz y tomó rumbo de nuevo al centro del pueblo.



La noche había llegado para cuando Carlos llegó al hostal que Teresa le había indicado, aparcó en el estacionamiento y una vez dentro solicitó una habitación. No había comido nada desde la mañana y se había olvidado de las frutas que había comprado al llegar. No obstante, no tenía ánimos de comer frutas, así que se fue en busca de algún restaurante o bar cercano para comer y beberse un trago. Después de su rehabilitación en narcóticos anónimos lo único que consumía era cigarrillos y uno que otra bebida, era la forma de dejar los narcóticos a un lado, sabía que esto también lo mataría, pero no tan rápido como una dosis diaria de heroína y amanecer en un lugar desconocido.

Encontró un bar a unas cuantas cuadras del hostal donde se hospedó, se acercó a la barra y pidió un vaso de whisky en seco antes de pedir algo comer. De pronto escucha una voz familiar y comienza a buscar con la mirada de quien podría ser, entonces ve a la chica de la tienda que la atendió por la tarde. Cruzan miradas y ella decide ir hacia él.

- No esperaba verte por aquí de nuevo Carlos – dijo ella primero de una forma más jovial esta vez.

- La visita se alargó más de lo esperado y decidí pasar la noche aquí.

- Ya veo – la mirada de misterio de Jessica no se disipaba del todo.

Ella traía unos jeans y blusa ajustada que delataban más su silueta de lo que pudo notar en la mañana, es una chica muy bonita pensó Carlos.

- ¿Qué te encuentras haciendo aquí por cierto? – pregunta él.

- Ando con mis amigos de la infancia – no pudo evitar sonreír al decir eso, sus ojos se veían más grises que antes - no paso mucho aquí, así que aprovecho el tiempo.

- ¿De dónde eres?

- De la ciudad, estudio allá y estoy por terminar mi carrera. Ciertas vacaciones vengo a visitar a todos y ver cómo están las cosas – comenzó a sonreír más y de cierta forma resultaba contagioso.

- ¿Y la tienda dónde me atendiste?

- Es de mi padre, lo ayudo cuando me encuentro en el pueblo, está sólo desde que mamá falleció. Así que paso con él lo más que puedo.

- Entiendo, es lindo de tu parte.

- Gracias, ¿y tú de dónde eres chico misterioso?

- Soy también de la ciudad.

- Genial – a lo que ella esboza una leve sonrisa que no pasa desapercibida – ¿me vas a decir ahora a lo que realmente viniste?

- Por el momento no.

- Bueno, eres duro de roer. Me agrada – Voltea a ver a sus amigos que parecían tener una conversación acalorada en una mesa en el otro lado del bar – Tengo que irme, ha sido un gusto. Pasa por la tienda si necesitas algo.

Se retira, y Carlos se quedó pensando si esas últimas palabras podrían significar algo más, le agradó la idea de que fuese así. Terminó su trago y llamó a la mesera para ordenar su cena.



En la habitación del hostal, Carlos había realizado una llamada a una amiga médium que podría ayudar a saber lo que se encontraba en aquella casa. Acordaron que se encontrarían mañana en la noche en el pueblo para ir a la residencia de los Díaz. Se alegró con la idea de ver a su amiga que no veía seguido y es de las pocas personas con las que cuenta después de la rehabilitación. Ya a punto de dormir, sentía que algo lo estaba vigilando a él.

20 de Novembro de 2020 às 01:38 0 Denunciar Insira Seguir história
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