lagueralmamia Karina Hernández

"A partir de ese momento no me importaría nada ni nadie que no fuera él, me di cuenta que estaba loca y completamente enamorada, mi mundo giraba alrededor de ese ser tan maravilloso y estaba dispuesta a todo por estar con él, hasta de convertirme en su amante." Dicen que lo prohibido atrae, y ella lo afirmó. Mía García era una chica del primer semestre de la Universidad, que no había conocido el amor y lo encontró en un salón de clases. Desgraciadamente, Martín, su ángel terrenal era su profesor, pero lo que lo hacía más inalcanzable era el anillo de matrimonio que él mostraba en su mano izquierda. Ambos tendrán que luchar para compaginar sus destinos, pero sobre todo, decidir qué es correcto desde el punto de vista racional, sin tomar en cuenta lo que pide el corazón. © Todos los derechos reservados No es posible el uso de esta obra sin autorización Alma Karina Hernández Suárez Código de registro: 1504053779511 Safe Creative.


Drama Todo o público.

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Capítulo I


"El príncipe no iba a regresar para despertarme de mi letargo mágico con un beso. Al fin y al cabo tampoco era yo una princesa, así que, ¿cuál era el protocolo de los cuentos de hadas para otros besos? ¿Acaso la gente común y moliente no necesitaba romper algún hechizo?


Stephanie Meyer, Luna Nueva.





El día en que él me dejó, se había convertido en el peor de mi vida; me encontraba en el suelo de lo que había sido nuestro nidito de amor, llorando como si me hubieran arrancado una parte de mi pecho, ¡nunca había sido capaz de llorar tanto!


Estaba sentada en el suelo junto a la puerta, esperando que en cualquier momento entrara y me dijera que todo lo que había dicho era mentira, que todas las cosas horribles que habían pronunciado sus hermosos labios no eran verdad... pero no sucedió. Perdí el sentido del tiempo y cuando menos pensé ya estaba tirada en el suelo llorando un mar de lágrimas que formaron una mancha en la alfombra blanca perfecta del departamento, el que había comprado para él y para mí, para estar juntos. Estaba tan cansada de llorar que no me di cuenta de cuando me quedé dormida en el suelo.


Antes de perder la batalla contra mis ojos del cual yo quería que permanecieran abiertos, mi mente me decía una y otra vez... "No va a volver", pero yo me negaba a eso, así que cuando mis ojos ganaron, perdí la razón, que sería por mucho tiempo.


No sé cómo fue que llegué a la cama de mi habitación, como tampoco sabría qué había pasado durante una semana. Desperté sin comprender que estaba haciendo en mi cuarto, si lo único que recordaba era que estaba llorando en el suelo de mi nidito de amor, que me había quedado dormida y lo más importante de todo... que él me había dejado.


Sentada en mi cama observando mí alrededor aún extrañada, escuché que se abrió la puerta y vi entrar a Carlos, quien al verme puso una gran sonrisa y se sentó a un lado de mí.


- ¡Vaya! Parece que has vuelto - dijo colocando la charola que contenía comida delante de él en la cama.

-Sí, eso creo - dije sin mirarlo, todavía observando las cuatro paredes de mi habitación.

- ¡Qué bueno! Tus padres estaban muy asustados - decía mientras me miraba fijamente, pero no le hice caso a lo que acababa de decir.

- ¿Cómo fue que llegué aquí? - pregunté sin dejar de ver a mi alrededor, tratando de recordar algo que contestara mi pregunta.


Él suspiró por un momento y sin muchas ganas me respondió.


- Yo te traje.


Por primera vez voltee a verlo confundida.


- Pero ¿cómo supiste dónde estaba? - le pregunté tratando de recordar algo.

- Llamaste a Linda, no sé cómo, pero estabas como ida, como en un estado de shock; ella se preocupó por la forma en que hablabas - luego volteó hacia sus manos - Lo único que decías es que... - se quedó callado, por su reacción sabía que era algo que no quería decir - Fue que él se había ido, lo repetías muchas veces - me miró - Así que me llamó y fuimos para allá...

- Pero ¿cómo sabían a dónde ir? - lo interrumpí desconcertada ya que no recordaba haberle dicho a nadie la dirección de mi nidito de amor.

- Un día yo te seguí - respondió y cuando estaba a punto de reclamarle, él alzó la mano en señal de que lo dejara continuar - Fue para saber dónde localizarte por si pasaba algo, y no me equivoqué - dijo mirándome esperando que lo regañara, pero no podía hacerlo, de hecho, se lo agradecía ya que si no me hubiera seguido no habría sabido donde encontrarme y yo todavía seguiría en aquel lugar no sé en qué estado.


Cuando vio que no iba a agregar algo, continuó:


- Cuando Linda y yo llegamos te encontramos en el suelo dormida, sabíamos que acababa de pasar algo muy malo y que estuviste llorando hasta que te dormiste porque tus ojos estaban hinchados, así que como pudimos te cargamos hasta la cama y te dejamos dormir. Tuvimos que quedarnos en ese lugar hasta que despertaras ya que no podíamos traerte a tu casa para no romper la mentira de que te habías quedado a dormir en casa de tu amiga imaginaria.


Después hizo una pausa como dando a entender que lo peor estaba por venir, cuando pudo reponerse volteo hacia la cama, estaba evitando verme.


- Cuando despertaste nos dimos cuenta de que te encontrabas peor de lo que creíamos - cerró los ojos como tratando de recordar todos los detalles - Sabíamos que te hallabas despierta porque tenías los ojos abiertos pero tratamos de hacer que hablaras, que nos dieras señas de vida a parte de tu respiración y de tus latidos del corazón pero no nos respondías, no hacías más que estar sentada en la cama mirando al vacío, sin moverte como si fueras una estatua - decía viéndome fijamente desesperado - Pero no respondías a nada, así que esperamos, pasaron las horas y seguías igual, hasta que decidimos llevarte al hospital, pero antes tuvimos que inventar una historia que fuera lo suficientemente convincente para que estuvieras en ese estado.

- ¿Qué fue lo que dijeron? - le pregunté tratando de imaginar una historia que explicara la situación en la que estaba, pero no pude.

- Dijimos que Martha, tu amiga imaginaria, se había suicidado, que la encontraste en su habitación ya sin vida, que nos llamaste, pero estabas en shock y cuando llegamos te encontramos de esa forma.

- ¿Y cómo se supone que se suicidó?

- Se ahorco - dijo asustado por la historia que habían inventado - No sabes lo mucho que nos costó a Linda y a mí convencer a tus padres que no trataran de hablar con la familia de Martha - luego esbozó una sonrisa contento por su resultado - Les tuvimos que decir que ellos estaban muy mal, que lamentaban lo que te había pasado pero que no querían hablar con nadie y después de muchos intentos los convencimos y no los volvieron a buscar. Tu familia estaba muy preocupada - de repente se borró la sonrisa y apareció su cara de preocupación - Ya no sabían qué hacer, y no era para menos, ¡duraste así una semana!

- ¡Una semana! - me sorprendí. Había pasado una semana desde aquel día trágico que marcaría mi vida y no recordaba absolutamente nada, ¿cómo podría ser eso real?


Ante mi desconcierto que se leía fácilmente en mi cara, él se apresuró a responder mis preguntas que todavía no formulaba.


- Durante una semana estabas como ida, como si no te importara lo que pasara a tu alrededor, como piedra, como... zombi - dijo asustado.


¡Como zombi! ¿Cómo era eso posible?


- Y, ¿cómo es estar zombi? - pregunté confundida.

- Zombi, porque no estabas muerta, sabíamos que respirabas y que tu corazón seguía latiendo, pero no estabas viva pues no reaccionabas a nada - contestó muy preocupado.


Por un momento me puse a imaginarme como era, la preocupación de mis padres y hermanos al ver que no hacía nada. Carlos leyó mi reacción y acercó la charola hacia mí, con una sonrisa me dijo:


- Lo bueno es que ya estás bien, eso es lo único que importa - me tendió la charola en mis piernas - Así que come porque, aunque sea increíble, no has comido nada por una semana y has de sentirte muy débil, mientras voy a bajo a dar la gran noticia - dijo mientras se paraba, se dirigió a la puerta, luego se detuvo y volteó a verme - No tardo - y se escuchó que la puerta se cerró.


Me encontraba todavía sentada en mi cama entrelazando todo lo que había escuchado con lo que recordaba... aquello que no quería recordar, él gritándome, yo llorando, arrodillándome, suplicándole que no me dejara, jaloneándonos porque no quería que se fuera, y él tratando de soltarse, hasta que por fin lo logró y detrás de él, el cerrar de la puerta.


Abrí los ojos, pues no me había dado cuenta de que lo había hecho, traté de bloquear las imágenes que acababa de recordar, cuando lo hice seguía en mi cabeza las palabras que acompañaban a éstas... "maldigo la hora en que te conocí", "solamente jugaba contigo", "no quiero volver a verte", "no me busques, no me llames", "olvídame", "no te amo". Estas últimas dos eran las que más me dolían, las que se clavaban en mi corazón haciéndome un agujero enorme.


Sacudí mi cabeza para poder sacar de mi mente aquellas palabras. De repente escuché que pronunciaban mi nombre, abrí los ojos lentamente ya que los había cerrado otra vez y volteé a ver quién era, la cabeza de mi madre se veía en la puerta, cuando vio que la observaba entró. Silenciosamente se dirigió hacia la cama y se sentó a mi lado.


Como ella no rompía aquel silencio espantoso lo hice yo.


- ¡Hola, mamá! - le dije observándola.


Mi madre al escucharme hablar rompió en llanto, primero se tapó la cara y luego me abrazó fuertemente. Yo no sabía que hacer así que me limite a quedarme quieta hasta que ella reaccionara. Entre lágrimas escuché como mi madre me decía aún abrazándome:


- Mi hija, mi niña que bueno que estás bien - decía sin parar de llorar.


Después de un minuto se separó de mí, se secó las lágrimas con su manga del suéter, tomó mi mejilla con sus manos y me sonrió.


- ¡Perdóname, mamá! - dije tratando de reparar todo lo que había hecho esa semana cuando estaba en estado como lo llamaba Carlos, de zombi.

- No tengo nada que perdonarte - contestó acariciándome la mejilla - Lo importante es que todo ya pasó y que estás bien - dijo con un tono más serio y volteando a ver a la charola con la comida aún intacta de la cual ya se me había olvidado que seguía entre mis piernas - Te voy a dejar para que comas a gusto - se levantó - Comete todo, lo vas a necesitar - se dirigió hacia la puerta diciendo antes de salir - Descansa mi niña - y cerró la puerta.


Me quedé por un rato viendo la comida, caldo de pollo y un vaso de refresco era lo que había en la charola, era lo típico que le daban de comer a los enfermos y yo lo había estado por una semana. De repente sentí como mi estómago hacía ruidos de cuando tienes hambre así que me dispuse a comer en silencio sin pensar en nada, cuando terminé me di cuenta de lo cansada que estaba, coloqué la charola con los platos ya vacíos en la mesita de noche y me acomodé para dormir esperando que cuando despertara descubriera que todo era una pesadilla, que nada había pasado.

11 de Outubro de 2020 às 01:01 0 Denunciar Insira Seguir história
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